Que la paz en Cristo y la bendición del Señor estén contigo en este nuevo amanecer. Un nuevo amanecer ha llegado y con él una promesa poderosa. El Señor está contigo, incluso en tu lecho de dolor.
Hoy, antes de comenzar tu día, quiero invitarte a sumergirte en una oración que puede renovar tu esperanza, fortalecer tu fe y traer descanso a tu alma cansada. El salmo 41:3 declara con ternura, "El Señor lo sustentará en su lecho de enfermo. Lo harás levantar de su lecho.
" Estas no son solo palabras, es un compromiso divino de amor, una señal de que no estás solo en tu sufrimiento. Aunque tu cuerpo se debilite, aunque tus emociones flaqueen, hay un Dios que no solo te ve, sino que te levanta con su poder sanador. Esta oración de la mañana está hecha especialmente para ti, que quizás estás enfrentando dolores físicos, angustias del alma o un desánimo profundo.
Es un momento íntimo en el que sentirás como la presencia de Dios entra en tu habitación. Toca tu corazón y reaviva tu espíritu. Hoy es el día de sentir la paz de Dios en volverte, de permitir que su palabra restaure lo que parecía perdido y de recordar que incluso postrado en cama, él te está levantando en lo invisible.
Pero antes de comenzar con esta poderosa oración, quiero invitarte a escribir en los comentarios: "Dios me sostiene en todo momento. " Escribe esta frase: "Si deseas declarar tu fe y sellar tu compromiso con esta oración, esto no es solo un comentario, es una expresión de confianza que activa tu fe y muestra al cielo tu deseo de permanecer firme aún en medio de las pruebas. Y si este mensaje toca tu corazón, dale me gusta al video.
Cuando haces eso, estás ayudando a que más personas heridas, enfermas o desanimadas puedan encontrar este mensaje de aliento. Está siendo un instrumento para esparcir la palabra de Dios. Ahora sí, con el corazón abierto, la fe encendida y la certeza de que Dios está aquí contigo, vamos a comenzar esta poderosa oración de la mañana.
Padre amado, en esta mañana me postro delante de ti con un corazón humilde, reconociendo que solo tú tienes el poder para sostenerme cuando las fuerzas humanas me abandonan. Señor, tú conoces cada rincón de mi cuerpo, cada latido de mi corazón, cada dolor que siento y cada lágrima que escondo. Tú has visto mis noches sin sueño, mis oraciones en silencio, mis pensamientos confundidos y mi esperanza luchando por no apagarse.
Y aún así me sigues mirando con compasión, con ternura, con un amor que el mundo no comprende. Hoy, en la quietud de este momento, vengo a ti, mi refugio seguro, con la certeza de que no hay enfermedad que pueda detener tu poder sanador. No hay lecho que impida tu abrazo, no hay debilidad que venza a tu fuerza.
Señor, el salmo 41:3 me recuerda que tú me sustentas en mi lecho de dolor y que en el silencio de mis batallas internas tú estás obrando milagros invisibles. Tú levantas mi alma cuando mi cuerpo no responde. Tú sanas lo que la medicina no puede tocar.
Tú restauras lo que la angustia ha dañado. En este instante, Padre, te entrego mi cansancio, mi malestar, mis temores y mis dudas. Te los entrego porque confío en tu palabra que no miente ni regresa vacía.
Declaro sobre mí la promesa de tu sanidad. Declaro que donde hay debilidad tú traerás vigor. Donde hay enfermedad tú traerás salud.
Donde hay dolor, tú sembrarás paz. Donde hay lágrimas, tú derramarás gozo. Donde hay silencio, tú hablarás con poder.
Espíritu Santo, visita ahora cada habitación donde alguien escuche esta oración. Que se sienta tu presencia como un bálsamo suave sobre cada herida. Que los cuerpos enfermos empiecen a responder, que las almas abatidas comiencen a levantarse, que los pensamientos oscuros sean reemplazados por una luz brillante que solo puede venir del cielo.
No permitas que este día empiece sin un toque de tu gloria. Entra, Señor, en el lugar donde la medicina llegó al límite. Entra tú, médico divino, y haz lo que solo tú sabes hacer.
Yo sé que muchos que oyen estas palabras están cansados, agotados por una lucha que parece interminable, pero tú los ves, Señor, tú los rodeas con tu misericordia. Tú los fortaleces incluso cuando creen que ya no pueden más. Te pido por ellos, por cada alma que necesita de ti esta mañana.
Te pido que los abraces, que los renueves, que los tomes de la mano como un padre toma al hijo débil y lo levanta sin reproche. Haz que sientan tu voz diciéndoles, "No temas, yo estoy contigo. No te dejaré ni te desampararé.
Padre, haz que esta mañana sea un antes y un después en la vida de quien ora contigo. Que esta no sea una oración más, sino una declaración profética de restauración, de sanidad, de transformación. Que cada palabra pronunciada se convierta en semilla de fe y que cada oyente pueda decir hoy con convicción, Dios me ha sostenido en mi cama de dolor y me está levantando con su poder.
Que este día no esté marcado por el dolor, sino por la esperanza renovada que viene de ti. Gracias, Dios mío, por tu fidelidad. Gracias porque no me olvidas.
Gracias porque me escuchas. Gracias porque incluso en mi fragilidad me llamas fuerte. En ti me abrazo a tu promesa, me aferro a tu amor y comienzo este día sabiendo que no camino solo.
Señor eterno, en esta mañana de esperanza, quiero rendirme por completo a ti. Ya no quiero aferrarme al miedo, ni a las soluciones humanas, ni a mis propias fuerzas, porque hoy comprendo que solo en ti está mi verdadero descanso. Mientras el mundo me empuja a dudar, tú me invitas a confiar y yo escojo confiar, Padre.
Escojo cerrar los ojos a lo visible para abrir mi corazón a lo eterno. Aunque mi cuerpo aún se debilite, aunque mis ojos vean pruebas, mi alma declara que tú eres mi roca, mi refugio y mi sustento. Hoy quiero decirte, Señor, que confío en ti, aunc, porque sé que tus planes son más altos que los míos, y tu sabiduría supera todo entendimiento.
En medio de la incertidumbre, tú eres certeza. En medio del dolor, tú eres consuelo. En medio de la espera, tú eres fidelidad.
Por eso esta mañana levanto mi oración no como quien duda, sino como quien ya ha recibido, porque creo con todo mi ser que tú estás obrando ahora mismo en mi historia. Padre amado, enséñame a descansar en tus promesas como un niño reposa en los brazos de su madre. Que mi corazón no se turbe más por lo que aún no veo.
Que mi fe no dependa de los a resultados visibles, sino de tu voz que me dice, "Yo cuido de ti. Tú sabes lo que necesito antes de que lo diga. Tú ves lo que mis palabras no pueden expresar.
Tú comprendes lo que mi alma no alcanza a traducir. Y aún así, nunca me abandonas. Nunca llegas tarde, siempre estás ahí.
Señor, aumenta mi fe para confiar, incluso cuando todo a mi alrededor parece oscuro. Que mis pensamientos no se pierdan en el por qué, sino que se eleven hacia el para qué. Que cada prueba me acerque más a tu propósito, que cada lágrima se convierta en una semilla de fe.
Hoy reconozco que sin ti no puedo nada, pero contigo lo tengo todo. Por eso rindo mi ansiedad, mi afán, mis preocupaciones y mi salud. Rindo mi familia, mis finanzas y mi futuro.
Todo está en tus manos. Dios de misericordia, quiero caminar este día con la seguridad de que tú vas delante de mí, que tú enderezas mis sendas y apartas de mi camino todo lo que no me conviene. Aunque no lo vea aún, tú estás obrando.
Aunque no lo sienta, tú me estás guiando. Aunque otros me digan que no tiene solución, yo creo en el Dios que abre caminos donde no los hay, que hace brotar agua en medio del desierto, que levanta al caído y da vida al que siente que todo está perdido. Padre celestial, fortalece mi corazón.
Que no se rinda, que no se desgaste, que no se cierre a la esperanza, que cada día de mi vida sea un testimonio de que confiar en ti nunca es en vano. Que cada paso que dé hoy esté lleno de la convicción de que tú me cuidas, me guardas y me sostienes. Que cada decisión esté dirigida por tu espíritu.
Que cada palabra que diga sea guiada por tu amor y que cada pensamiento esté alineado con tu paz. Gracias, mi Dios, por ser ese refugio constante al que puedo correr cada mañana. Gracias por sostenerme incluso cuando no sabía que estaba cayendo.
Gracias por darme razones para confiar aún en medio de los días difíciles. Hoy me levanto sabiendo que tú estás al mando, que nada escapa de tu control, que mi historia aún no ha terminado, porque tú sigues escribiéndola con amor y propósito. Padre Santo, me acerco a ti con el corazón abierto y humilde, porque sé que tú eres el Dios que restaura lo que está roto, que resucita lo que parece muerto, que levanta lo que el mundo ya dio por perdido.
Señor, cuando todos me dijeron que ya no había salida, tú abriste un camino. Cuando mi alma se sentía cansada y sola, tú llegaste con tu abrazo invisible, pero tan real, tan fuerte, que me hizo volver a respirar. Hoy, Dios mío, te doy gracias porque no me dejaste donde caí.
Porque cuando nadie más creyó en mí, tuviste valor en mi alma. Cuando otros me señalaron por mis errores, tú me recordaste que soy hijo tuyo, redimido por gracia, amado desde la eternidad. Señor, cuántas veces escuché voces diciendo que ya no tenía solución, que no lo lograría, que no saldría adelante, pero entonces escuché tu voz suave pero poderosa, que me dijo, "Levántate, yo estoy contigo, amado Dios.
Reconozco que hubo momentos en los que mi cama fue un campo de batalla entre la fe y el miedo, entre la esperanza y la desesperación. Pero fue ahí, en ese lecho de debilidad donde más sentí tu presencia. Tú no me soltaste, aunque yo me solté.
Tú no te alejaste aunque yo dudé. Tú no te cansaste de mí, aunque yo estuve a punto de rendirme. Y por eso, Señor, hoy vuelvo a levantarme, no por mérito propio, sino por tu misericordia que me sostiene.
Padre eterno, quiero declarar en esta mañana que mi historia no ha terminado, que aunque el enemigo haya intentado destruir mi paz, mi salud o mi fe, tú has venido a restaurarlo todo. Porque donde otros vieron un final, tú ves un nuevo comienzo. Porque lo que el mundo llama derrota, tú lo transformas en victoria.
Y lo que yo mismo creí perdido, tú lo revistes de propósito. Señor, tú no desperdicias ningún sufrimiento. Tú usas cada lágrima como semilla de bendición.
Señor Jesús, me aferro a la verdad de que tú levantaste a Lázaro del sepulcro. A pesar de que ya habían pasado días, a pesar del olor de la muerte, si tú pudiste levantarlo, ¿cómo no vas a levantar mi vida, mi ánimo, mi propósito? Nada está tan roto que tú no puedas restaurar.
Nada está tan lejos que tú no puedas alcanzar. Nada está tan perdido que tú no puedas encontrar. Hoy me abandono en tus manos y te pido, levántame una vez más.
Hazlo, Señor, para tu gloria. Espíritu Santo, renueva mis fuerzas como las del águila, que este día no sea uno más, sino el comienzo de una nueva temporada. Que mis pasos no se detengan por el miedo, sino que avancen en fe.
Que no viva desde la herida, sino desde la sanidad que tú estás trayendo a mi vida. Y que cada vez que alguien me vea sonreír pueda testificar que fue tu mano la que me levantó, que fue tu amor el que me restauró. Gracias, Señor, porque me estás mostrando que no estoy solo en este proceso, que hay ángeles a mi alrededor, que hay esperanza en mi camino, que hay una promesa sobre mí.
No viviré como víctima del pasado, sino como testigo de tu poder. Y cuando llegue la noche podré decir con certeza, hoy fue un día en el que Dios me volvió a levantar. Señor mío y Dios mío, me postro ante ti reconociendo que hay batallas que libramos en lo más profundo del cuerpo, cuando la salud se tambalea, cuando los diagnósticos humanos parecen apagar la esperanza.
Pero hoy quiero declarar en el nombre de Jesús que aunque la enfermedad toque mi cuerpo, jamás podrá destruir mi alma, porque mi vida está escondida en ti, mi roca eterna. Padre celestial, tú conoces cada célula de mi ser, cada rincón de mi organismo, cada parte que duele y cada lucha silenciosa que vivo. Tú sabes lo que los médicos no saben.
Tú ves lo que los exámenes no pueden mostrar. Y mientras todos hablan de estadísticas y pronósticos, tú hablas de promesas. Mientras otros ven límites, tú hablas de fe.
Mientras la ciencia dice, "No hay cura," dices, "Yo soy Jehová Rafa, tu sanador. " Señor, yo no niego la enfermedad, pero tampoco niego tu poder. Yo no cierro los ojos al dolor, pero abro el corazón a tu presencia, porque sé que tú puedes usar incluso el quebranto físico para manifestar tu gloria.
Como aquel ciego de nacimiento que fue sanado por Jesús, no porque había pecado, sino para que las obras de Dios se manifestaran en él. Así también yo creo que mi cuerpo será escenario de tu poder. Padre bueno, en esta mañana te pido que extiendas tu mano sobre cada órgano, sobre cada hueso, sobre cada célula afectada.
Que tu poder fluya como un río de vida dentro de mí. Que donde hay inflamación venga la calma. Donde hay infección venga la purificación.
Donde hay fatiga, venga la renovación. Tú que diste vida a lo seco y esperanza a lo estéril. Da nueva vida a cada parte de mi cuerpo.
Hazme experimentar tu poder, no solo en mi espíritu, sino también en mi carne. Espíritu Santo, fortalece mi fe en medio del proceso. Que mi mente no se rinda al miedo.
Que mis pensamientos no sean dominados por el qué pasará, sino por el Dios está conmigo. Ayúdame a recordar cada día que no estoy a merced de una enfermedad, sino bajo el cuidado de un Dios que no duerme, que no falla, que me sostiene en su mano derecha. Jesús amado, cuando el cuerpo se debilita es fácil caer en tristeza, pero hoy con todo lo que soy, decido no vivir desde la tristeza, sino desde la confianza.
Decido levantar mis ojos a los montes, porque de ti viene mi socorro. Decido seguir creyendo que hay días mejores por delante, que veré milagros aún donde ahora solo hay dolor. Que caminaré con gozo aún por los valles más oscuros.
Gracias, Señor, por enseñarme que mi valor no se mide por mi fuerza física, sino por tu amor incondicional, que aún en cama puedo adorarte. que aún en tratamiento puedo proclamar tu fidelidad, que aún en lágrimas puedo sembrar esperanza y que cada suspiro mío sea una oración que suba a ti como incienso. Padre, si hoy estoy respirando es porque tú aún tienes propósito para mí.
Por eso te alabo, por eso me aferro a ti. Por eso declaro que mi historia continúa y no termina en una cama. No termina en una sala de espera, no termina con un diagnóstico.
Mi historia termina en tu gloria y cada día de mi vida será testimonio de que tú estás por encima de toda enfermedad. Padre amado, vengo ante ti con un corazón que no ha sido ajeno al dolor, con una fe que ha sido probada por el fuego, pero que no ha sido destruida. En este nuevo amanecer decido una vez más poner mi confianza en ti, aunque los días sean difíciles, aunque las lágrimas a veces no se puedan contener, porque he entendido que la fe verdadera no es la que brilla solo cuando todo está bien, sino la que se mantiene firme, incluso cuando todo parece desmoronarse.
Señor, tú conoces los días en los que he sentido que ya no puedo más. Las noches en que he orado en silencio mientras todos dormían. Los momentos en que mi alma gritaba por auxilio sin que nadie lo notara.
Pero tú estuviste allí escuchando, cuidando de mí, fortaleciéndome en lo invisible, levantándome con tu poder. Gracias porque en cada batalla tu presencia ha sido mi refugio y en cada caída tu amor ha sido el brazo que me levanta. Hoy te pido, mi Dios, que renueves en mí una fe inquebrantable, una fe que no dependa de lo que veo, sino de lo que creo.
Una fe que no se apague con las malas noticias, sino que se alimente de tu palabra viva. Una fe que no se derrumbe ante el sufrimiento, sino que lo transforme en testimonio. Porque sé que cada lágrima que he derramado está sembrando esperanza.
y que tú harás florecer algo nuevo, incluso en los terrenos más áridos. Espíritu Santo, ayúdame a confiar cuando no entiendo, a esperar cuando todo me grita que me rinda, a mantenerme firme cuando la tormenta arrecia. Que mi fe sea como la de Abraham, que creyó contra toda esperanza, como la de Job, que dijo, "Aunque él me mate, en él esperaré.
" Como la de la mujer del flujo de sangre, que se abrió paso entre la multitud, con la certeza de que un solo toque tuyo bastaría. Señor, transforma mi sufrimiento en adoración. Que mi dolor no me aparte de ti, sino que me acerque más.
Que mis debilidades no sean motivo de vergüenza, sino puertas por donde tu poder se manifieste. Enséñame que la fe no es ausencia de lucha, sino presencia de confianza. que puedo caminar sobre aguas si mantengo mis ojos puestos en ti, que puedo resistir, avanzar y conquistar, porque tú vas delante de mí como poderoso gigante.
Jesús, mi salvador, cuando mi alma se debilita, recuérdame que no camino solo, que tengo un redentor que venció la cruz, que atravesó el valle más oscuro, que resucitó para darme vida y esperanza. Ayúdame a recordar que cada paso que doy en fe es una victoria espiritual. Que cada vez que oro estoy conectando con el cielo.
Que cada vez que me arrodillo estoy venciendo lo que parecía imposible. Gracias, Señor, porque no soy lo que el dolor dice que soy, ni lo que el miedo me susurra, ni lo que el enemigo intenta imponer. Yo soy lo que tú dices que soy, hijo amado, más que vencedor, heredero de promesas eternas.
Y aunque mis ojos aún no lo vean, mi espíritu ya lo celebra, porque sé que algo glorioso se está gestando en medio de esta prueba y que el final será para honra y gloria de tu nombre. Hoy renuevo mi compromiso contigo, Señor. Decido seguir creyendo, seguir esperando, seguir caminando, porque tú eres fiel y los que confían en ti nunca serán avergonzados.
Señor eterno, me presento ante ti con un corazón que ha conocido el peso de la fatiga, con pensamientos que han vagado entre la duda y el desaliento, y con un alma que anhela descanso en tu presencia. Tú conoces cada rincón de mi interior y sabes cuán profundamente he deseado un momento de paz, una palabra que restaure mi ánimo, una caricia divina que me devuelva la fuerza para continuar. Aquí estoy, Padre, sediento de ti.
A lo largo de la vida he intentado ser fuerte, pero hay días en los que simplemente no puedo más. Los problemas se acumulan, las responsabilidades me abruman y mi espíritu se siente desgastado. Es en esos momentos cuando más necesito de tu abrazo, cuando más anhelo oír tu voz susurrando a mi corazón.
No temas, yo estoy contigo. Porque no hay descanso más verdadero que el que viene de ti, mi Dios. Hoy te pido que renueves mis pensamientos, que limpies mi mente de toda angustia y que pongas en mi corazón la certeza de que tú eres mi refugio seguro.
Que cuando el mundo me presiona y la ansiedad intenta gobernarme, yo pueda correr a ti y encontrar reposo en medio del caos. Porque sé que en tu presencia todo se ordena, todo se aquiieta y todo lo que estaba roto comienza a sanar. Espíritu Santo, sopla vida sobre mis huesos cansados.
Llena de gozo mi alma abatida. No permitas que me acostumbre a vivir bajo el peso del desánimo. Enséñame a reconocer las señales de tu amor en las pequeñas cosas, en el aire que respiro, en el amanecer que ilumina mi ventana, en los detalles cotidianos que me hablan de tu fidelidad constante.
Padre, dame una restauración completa, no solo física, sino también espiritual y emocional. Sana las heridas del pasado que aún duelen. Líbérame de las palabras que me marcaron, de las decepciones que me frenaron, de las culpas que aún me persiguen.
Revísteme con un manto de honra, con una nueva identidad en ti, porque en tu palabra me has dicho que todo lo haces nuevo y yo lo creo, Señor. Que mi alma encuentre reposo en tu fidelidad. Que mis noches de llanto den paso a mañanas de alabanza.
Que mis silencios se llenen de tu voz suave que me guía y me consuela. Y cuando sienta que no tengo fuerzas, recuérdame que tú sí las tienes y que estás dispuesto a sostenerme, que cada día que vivo no es una repetición vacía, sino una nueva oportunidad para ver tu gloria manifestarse en mí. Jesús, tú que dijiste, "Vengan a mí todos los que están cansados y cargados, y yo les daré descanso.
Aquí estoy, respondiendo a ese llamado. Cansado, sí, pero con fe. Cargado, sí, pero con esperanza.
Porque sé que en tus manos mi alma encontrará lo que el mundo no puede dar. Una paz que sobrepasa todo entendimiento, una fuerza que no se agota, un amor que no falla. Gracias, Señor, por estar presente, incluso cuando no te siento.
Gracias por sostenerme, cuando no soy capaz de sostenerme a mí mismo. Gracias por amarme con un amor que no depende de mi rendimiento, sino de tu gracia infinita. Hoy me rindo ante ti y en ese rendirme encuentro descanso.
Amado Dios, hay heridas en mi alma que no sangran por fuera, pero laten en silencio dentro de mí. Heridas que he intentado esconder que tal vez nadie más conoce. Pero tú, Señor, las ves con claridad.
Tú sabes cuántas veces he sonreído para ocultar el dolor. Cuántas veces he dicho, "Estoy bien", mientras mi interior gritaba por auxilio. Hoy con humildad y fe me acerco a ti y te pido, sana mi corazón, Dios mío.
He cargado con recuerdos que me lastiman, con palabras que marcaron mi espíritu, con decisiones que no supe cómo revertir. He sido herido por personas que amé, traicionado por quienes confié, abandonado cuando más necesitaba apoyo. Y aunque a veces intento seguir, como si nada, la herida sigue abierta.
Pero sé que tú, Señor, no solo la conoces, sino que puedes tocarla con tu mano de poder y sanarla por completo. Tú eres el Dios que restaura lo quebrado, que levanta al caído y devuelve el sentido al alma rota. No hay psicólogo más sabio que tu Espíritu Santo.
No hay medicina más eficaz que tu presencia. No hay palabra más sanadora que la que viene de tu boca. Por eso hoy me rindo a tu cuidado, me dejo envolver por tu amor y me permito ser vulnerable delante de ti.
Aunque el mundo diga que es débil mostrar dolor, yo sé que en ti ser débil no es vergüenza, sino oportunidad de recibir tu fuerza. Porque es cuando reconozco mis límites, que más profundamente experimento tu gracia. Es en la herida abierta donde más intensamente se manifiesta tu poder.
Y aunque me duela, te entrego cada rincón herido de mi corazón para que lo limpies, lo sanes, lo renueves. Padre, te pido que seques mis lágrimas pasadas y me devuelvas la alegría genuina, que borres la amargura que envenena el alma y plantes en mí semillas de esperanza. Enséñame a perdonar, a soltar, a liberar a quienes me dañaron, no por lo que merecen, sino por el descanso que yo necesito.
Quiero vivir ligero, libre, en paz y sé que solo tú puedes llevarme a ese lugar de plenitud. Dios de misericordia, cambia mi historia desde dentro. Que ya no me definan mis heridas, sino tu redención.
Que mi pasado no tenga más poder que tu promesa. Que lo que un día fue doloroso se transforme en testimonio. Porque sé que tú no desperdicias ningún sufrimiento.
Todo lo usas para bien, para gloria, para propósito. Hoy declaro en fe que mi alma comienza a sanar, que mis emociones se alinean con tu verdad, que mi identidad se afirma en tu amor, que mi corazón vuelve a latir con esperanza. Gracias por no rechazarme en mi quebranto.
Gracias por mirarme con ternura cuando el mundo solo ve debilidad. Gracias porque en ti encuentro refugio, bálsamo y una nueva oportunidad. En el nombre de Jesús, aquel que fue herido por mí, clavo en la cruz mis dolores más profundos y recibo su sanidad.
A ti sea la gloria hoy y siempre. Amén. Querido hermano y hermana, al llegar a este punto de nuestra oración, quiero que tomes un momento para reflexionar sobre lo que acabamos de compartir.
¿Sabes? Hay momentos en los que la vida nos golpea de tal manera que sentimos que todo se derrumba a nuestro alrededor. Pero Dios en su infinita bondad ha prometido estar a nuestro lado en cada momento de dificultad.
Él es el que nos levanta, el que nos fortalece y sobre todo el que nos sostiene cuando todo parece incierto. Recuerda que en el salmo 41:3 Dios nos asegura que el Señor lo sustentará en su lecho de enfermo, lo hará levantar de su lecho. Esta promesa es una verdad profunda.
No importa cuánto sufrimiento estemos viviendo, Dios tiene el poder de levantarnos. Él tiene el poder de restaurar nuestra salud, nuestro ánimo y nuestra esperanza. Y al comenzar cada día con oración, le damos a él el primer lugar en nuestras vidas, invitándolo a ser el que guíe nuestros pasos.
Hoy te invito a mirar tu vida desde esta perspectiva. No estás solo en tus luchas. No estás abandonado ni olvidado.
Aunque el día se vea oscuro, Dios es luz y él siempre tiene la última palabra. Si en algún momento sientes que tus fuerzas flaquean, recuerda que el Señor está contigo y él no te dejará caer. Dios no solo te levanta, sino que también te está usando para su gloria.
Cada día que sigues adelante, a pesar de las dificultades, eres un testimonio de su poder y amor. Estás mostrando al mundo lo que significa confiar en el Señor. No solo cuando las cosas van bien, sino especialmente cuando la vida se pone difícil.
Y a través de tu perseverancia, otros verán la fidelidad de Dios en acción. Así que, querido hermano, querida hermana, sigue adelante, sigue confiando que hoy sea un nuevo día de esperanza, donde todo lo que te detiene lo dejas atrás y que el poder de Dios, esa fuerza que te fortalece, te impulse a caminar con fe renovada. Queridos, al llegar a este momento de oración y reflexión, quiero felicitarlos desde el fondo de mi corazón.
Pocas personas tienen la perseverancia y la disposición para quedarse hasta el final, buscando la presencia de Dios y fortaleciendo su fe. Y lo que acabas de hacer, permanecer hasta el final de este video, no es algo que deba ser subestimado. Dios ha visto tu deseo, tu compromiso y tu hambre de su palabra.
Él honra a aquellos que perseveran y buscan su rostro con sinceridad. Quiero que sepas que Dios está contigo en cada paso de tu caminar. Hoy al estar aquí estás diciendo, "Señor, yo confío en ti.
" Y esa es una declaración poderosa. A lo largo del día, en cada momento de dificultad, recuerda que Dios es quien te fortalece, quien te sostiene y quien te levantará de cualquier lecho de sufrimiento, tal como lo prometió en su palabra. Salmo 41:3.
Ahora, antes de finalizar, quiero pedirte algo muy especial. Como señal de tu compromiso, te invito a que comentes abajo. Dios me sostiene, siempre estaré con él.
Esta frase es un símbolo de tu fe, de tu creencia en la promesa de que Dios te levanta. Al hacerlo, estás proclamando públicamente tu confianza en su poder y además estarás animando a otros a hacer lo mismo. Además, si este video te ha tocado el corazón, te invito a compartirlo con alguien que lo necesite.
Nunca sabemos a quién Dios quiere hablar a través de nosotros. Tu acción de compartir este video puede ser la semilla de esperanza para alguien que está pasando por momentos difíciles. No subestimes el impacto que puedes tener.
También si aún no te has suscrito, quiero hacerte una invitación con todo mi cariño. No te quedes fuera de esta comunidad. Suscribirte no es solo una acción en YouTube, es un compromiso con tu crecimiento espiritual.
Es un paso más cerca de las promesas de Dios. Si ya estás suscrito, te felicito por estar creciendo con nosotros. Gracias por tu fidelidad, por tu tiempo y por tu fe.
Finalmente, quiero que te tomes un momento más antes de terminar este video. Quédate en silencio, respira profundamente y permite que la paz de Dios inunde tu ser. Dedica un momento de alabanza y agradecimiento al Señor por todo lo que él está haciendo en tu vida.
No pauses este video, permanece en su presencia por unos momentos más y deja que su paz te acompañe. Gracias por ser parte de esta comunidad. Que Dios te bendiga y te fortalezca siempre.
Amén. Mm.