Traductor: Denise RQ Revisor: Sebastian Betti Ah, el amor romántico, tan hermoso y embriagador, desgarrador y rompe-corazones, y a menudo, todo eso al mismo tiempo. ¿Por qué elegimos sufrir todo ese torbellino emocional? ¿Da el amor sentido a nuestra vida o se trata de un vía de escape de nuestra soledad y sufrimiento?
¿Es el amor un disfraz del deseo sexual, o un truco biológico para hacernos procrear? ¿Es todo lo que necesitamos? ¿De hecho, lo necesitamos?
Si el amor romántico tiene un propósito, ni la ciencia ni la psicología lo han descubierto todavía. Pero a lo largo de la historia algunos de los filósofos más respetados han propuesto teorías fascinantes. El amor nos devuelve a la vida.
El antiguo filósofo griego Platón exploró la idea de que amamos para sentirnos completos. En su "Simposio" describe una cena a la que Aristófanes, un comediógrafo, entretiene a los huéspedes con la siguiente historia: los humanos fueron una vez criaturas con 4 brazos, 4 piernas y 2 caras. Un día, enojaron a los dioses, y Zeus los cortó a todos en dos.
Desde entonces, cada persona ha estado buscando a su mitad. El amor es el deseo de encontrar un alma gemela que nos haga sentir completos o al menos, es lo que Platón creía que un cómico borracho diría en una fiesta. El amor nos engaña para tener bebés.
Mucho, mucho más tarde, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer mantuvo la idea de que el amor basado en el deseo sexual es una ilusión atractiva. Sugirió que amamos porque nuestros deseos nos llevan a creer que la otra persona nos hará felices, pero estamos muy equivocados. La naturaleza nos está engañando para que procreemos y la unión amorosa que buscamos cobra vida en nuestros hijos.
Después de satisfacer nuestros deseos sexuales volvemos a vivir nuestras existencias atormentadas, de forma que solo logramos mantener nuestra especie y perpetuar el ciclo de la monotonía humana. Aparentemente alguien necesita un abrazo. El amor es el escape a nuestra soledad.
Según el ganador del Premio Nobel, el filósofo británico Bertrand Russell, amamos para saciar nuestros deseos físicos y psicológicos. Los seres humanos estamos diseñados para procrear, pero sin el éxtasis del amor apasionado, el sexo no llena. El miedo hacia este mundo frío y cruel nos tienta a atrincherarnos para protegernos y aislarnos.
Los placeres del amor, la intimidad y la calidez nos ayudan superar el miedo que tenemos al mundo, escapar de nuestros mundos solitarios, y disfrutar de la alegría de la vida. El amor nos enriquece y es lo mejor de la vida. El amor es una aflicción engañosa.
Siddhartha Gautama, también conocido como Buda, o el Iluminado, probablemente hubiera tenido discusiones interesantes con Russell. Buda dijo que amamos porque tratamos de satisfacer los deseos más elementales. Sin embargo, estos deseos apasionados son defectos, y el cariño, incluso el amor romántico, son una gran fuente de sufrimiento.
Por suerte, Buda descubrió el camino de ocho partes, un tipo de programa para apaciguar el deseo para llegar al Nirvana, un estado elevado de paz, claridad, lleno de sabiduría y compasión. El novelista Cao Xueqin ilustró este sentimiento budista de que el amor romántico es una locura en uno de las novelas clásicas de China, "Sueño en el pabellón rojo". En una subtrama, Jia Rui se enamora de Xi Feng que le engaña y le humilla.
Emociones mezcladas de amor y odio le rompen el corazón por lo que un taoísta le da un espejo mágico que puede curarlo siempre y cuando no mire el espejo de frente. Pero, por supuesto, él mira. Y ve a Xi Feng.
Su alma queda atrapada en el espejo y es condenado a morir encadenado. No todos los budistas piensan lo mismo acerca del amor romántico y erótico, pero la moraleja de esta historia es que esta manera de encariñarse solo provoca tragedias y debe, por ende, junto con los espejos mágicos, evitarse. El amor nos permite ir más allá de nosotros mismos.
Acabemos con una nota ligeramente más positiva. La filósofa francesa Simone de Beauvoir propuso que el amor es el deseo de unirse y que da sentido a nuestras vidas. Sin embargo, le preocupaba menos la razón por la que amamos y le interesaba más cómo amar mejor.
Vio que el problema del amor romántico tradicional es que puede ser tan cautivador, que queramos hacerlo nuestra única razón de ser. Sin embargo, depender del otro para justificar nuestra existencia lleva fácilmente al aburrimiento y a juegos de poder. Para evitar esta trampa, Beauvoir aconsejó amar de verdad algo que se parece más bien a una gran amistad.
Los amantes se apoyan mutuamente al descubrirse a sí mismos, al ir más allá de sí mismos, y enriquecer sus vidas y las del mundo juntos. Aunque puede que nunca sepamos por qué nos enamoramos, podemos estar seguros de que conlleva una montaña rusa emocional. Es aterrador y estimulante.
Nos hace sufrir y nos hace volar. Tal vez perdamos la cabeza. Tal vez descubramos quienes somos.
Puede que te parta el corazón o puede que sea lo mejor que te pasó en la vida. ¿Te atreves a descubrirlo?