Como seres humanos, nos enorgullecemos de muchas cosas: desde los aceleradores de partículas, a la poesía y los Pokémon. Todos han sido posibles por algo que valoramos extraordinariamente: la inteligencia. Pensamos que la inteligencia es una característica, como la altura o la fuerza.
Pero al intentar definirla, todo se vuelve confuso. En pocas palabras, la inteligencia es un mecanismo para solucionar problemas. Especialmente el problema de estar vivo, que conlleva encontrar comida y refugio, contender con competidores sexuales o huir de los depredadores.
La inteligencia no es algo simple. Abarca la capacidad de reunir información, aprender, ser creativo, elaborar estrategias, usar el pensamiento crítico. .
. Se manifiesta en una enorme variedad de comportamientos. Desde reacciones innatas o instintivas, a distintos grados de aprendizaje y a cierto tipo de consciencia.
Entre la comunidad científica no hay consenso sobre dónde comienza o qué debe considerarse inteligencia. Para complicar aún más las cosas, la inteligencia también está conectada a la consciencia, la cual ayuda a resolver problemas. La consciencia ya se trata en otros vídeos.
Por eso, hoy la dejaremos a un lado. Bien. Como la inteligencia no es algo claramente definido, quizás es mejor considerarla un conjunto flexible de habilidades, una caja de herramientas.
Herramientas básicas Las herramientas más básicas de la caja son las capacidades de reunir información, guardarla y usarla para aprender. La información sobre el mundo se reúne a través de los sentidos como la vista, el oído, el olfato, el tacto o el gusto, que nos ayudan a explorar y reaccionar ante el mundo externo adecuadamente. Pero los seres vivos también han de fijarse en el estado de sus propios cuerpos y controlar cosas como el hambre y la fatiga.
La información es la base de la acción para todos los seres vivos y sin ella estaríamos a merced de lo que nos rodea, incapaces de reaccionar adecuada o flexiblemente. La información es mucho más poderosa si podemos conservarla. Por eso, la segunda herramienta es la memoria.
La memoria es la capacidad de guardar y recuperar la información para no tener que comenzar de cero cada vez que se percibe algo relevante. Los recuerdos pueden ser eventos, lugares y asociaciones, y también comportamientos como cómo cazar o buscar comida. Algunos de estos, por ejemplo, volar, han de repetirse una y otra vez hasta lograrlos.
Es el aprendizaje, el proceso de poner juntos y en secuencia los pensamientos y/o acciones. Básicamente una cadena de comportamientos repetibles que pueden modificarse y adaptarse. Estas tres herramientas permiten que criaturas aparentemente tontas actúen de formas sorprendentemente inteligentes.
El moho mucilaginoso acelular, que es básicamente una enorme célula mucosa, muestra un comportamiento parecido al de un animal con un cerebro sencillo. Si se coloca en un laberinto con alimento al final, el moho explora sus alrededores y marca su senda con restos de moco. En cierto modo marca el suelo con sus recuerdos.
Mientras sigue su exploración, evita los lugares manchados y termina por encontrar el camino. En lugar de quedarse ciegamente atrapado en los tramos sin salida, adapta su comportamiento para ahorrar tiempo y esfuerzo. Este comportamiento es innato y no hay consenso sobre si se trata de inteligencia, pese a que al moho le proporcione cierta ventaja.
Los abejorros muestran un comportamiento inteligente más adaptativo. Se enseñó a unos a mover una bola de color hasta una meta para obtener azúcar de recompensa. Además de ser muy hábiles con este comportamiento no natural, con el tiempo se volvieron más eficaces.
Enfrentados a varias pelotas, los abejorros elegían la más cercana a la meta, aunque fuera de un color distinto al del de la bola con la que aprendieron. Para resolver problemas más difíciles, hace falta más flexibilidad. Herramientas más imaginativas Partiendo de las herramientas básicas, los animales más complejos son capaces de resolver muchos más problemas.
Pueden memorizar todo tipo de asociaciones, conexiones y trucos mecánicos. Llamaremos a esta herramienta la biblioteca de conocimientos. Pensemos en los mapaches.
Su comida favorita es la comida humana. Para conseguirla, dependen de un surtido de habilidades teóricas y prácticas que les convierte en maestros ladrones capaces de abrir ventanas y cerraduras. En un estudio se dejó a unos mapaches frente a cajas cerradas con varios tipos de cierres: cerrojos, pestillos, ganchos o barras de contacto.
En menos de diez intentos consiguieron averiguar cómo abrir cada caja, incluso tras colocar los diversos cierres en combinaciones cada vez más difíciles, que debían resolver en un orden determinado y aplicando distinta fuerza. Un año más tarde, los mapaches aún recordaban cómo abrir las cajas y eran tan rápidos como cuando resolvieron el desafío por primera vez. Más allá de la biblioteca de asociaciones y habilidades, nuestra herramienta más impresionante es la creatividad, una especie de cinta adhesiva mental.
Ser creativo consiste en producir algo nuevo y valioso a partir de cosas aparentemente no relacionadas. En el contexto de la inteligencia significa crear conexiones nuevas e inusuales, emparejando entradas con recuerdos y habilidades para conseguir una solución exclusiva para un problema. En otro estudio con mapaches, se les mostró que, tirando piedrecitas a un depósito de agua, podían subir el nivel lo suficiente como para alcanzar una golosina.
Pero hubo un mapache que llegó a una solución mucho mejor: volcar el depósito. Otra faceta de la creatividad es aplicar un nuevo recurso a una tarea: las herramientas físicas. Como los primates que usan palos para cazar termitas o determinados pulpos que se colocan cáscaras de coco alrededor como una especie de armadura portátil que les oculta de los enemigos.
Recolectar materiales para usarlos después se conecta con una dimensión aún más avanzada de la resolución de problemas: la planificación. Planificar significa tener en cuenta las actividades necesarias para conseguir un objetivo, reunirlas y usarlas en un plan. Cuando aparecen circunstancias imprevistas y surgen nuevas posibilidades, hay que evaluar si sirven para el plan o no.
Un ejemplo de este comportamiento inteligente es almacenar comida para alimentarse más tarde. En las ardillas es algo instintivo, lo que no significa que no necesiten habilidades de pensamiento avanzadas para tomar las mejores decisiones. Las ardillas examinan cada nuez y sopesan el tiempo y esfuerzo que tardarían en ocultarla frente a las ventajas que obtendrían de ella.
Se comen inmediatamente las dañadas y menos nutritivas, y llevan a su almacén las que aún no han madurado del todo. Cuando se sienten observadas, también fingen estar enterrando nueces. Estos escondrijos vacíos distraen a sus rivales del verdadero tesoro.
Es una estrategia bastante avanzada puesto que planificar distraer a alguien, requiere ser consciente primero de que existe ese alguien que quiere lo mismo. Cuanto más complejo el problema, más herramientas hay que combinar para solucionarlo. Por eso, a mayor número de herramientas, mayor flexibilidad para resolver las dificultades de la vida.
Pero incluso en los problemas más complejos, lo que cuenta es la situación individual de cada animal. Las ardillas son omnívoros que defienden su territorio ferozmente. Para ellas recordar dónde hay comida en distintas ubicaciones y engañar a sus enemigos mejora sus oportunidades de supervivencia.
Las ovejas carecen de ases bajo la manga. Pero es que no los necesitan. Comen hierba y viven en rebaños.
Para ellas, las habilidades relevantes son las sociales: reconocen y recuerdan durante años a muchas ovejas diferentes y también a humanos. Ciertamente, una capacidad muy distinta. En su caso, evolucionar y retener una serie de habilidades mentales que quizás no usarán nunca habría sido un desperdicio de recursos.
Los humanos seguimos la senda opuesta e invertimos en un kit de herramientas de inteligencia inusualmente diversas. Algo útil a lo que accidentalmente se agregó otro conjunto de herramientas: la cultura. Nadie es capaz de construir un cohete espacial o un acelerador de partículas en solitario.
Pero, con nuestra habilidad de trabajar juntos y compartir conocimientos generación tras generación, podemos superar desafíos que van más allá de la capacidad individual. Algo que nos ha permitido moldear el planeta a nuestro antojo y, en el proceso, crear otros nuevos problemas: sudokus, impresos fiscales, la teoría de cuerdas. Y también el cambio climático y la resistencia a los antibióticos, que exigen mirar más allá de la supervivencia a corto plazo y pensar en un futuro lejano.
Tenemos la caja de herramientas. Solo necesitamos usarla.