[Música] Alguna vez has sentido que tu vida ha sido reducida a cenizas, que tus luchas te han despojado de toda dignidad? Lo que para muchos podría parecer el final, en las manos de Dios puede ser el comienzo de algo extraordinario. Hoy, antes de que escuches la historia que tengo para ti, quiero que sepas que cada palabra está diseñada para hablar a tu corazón.
Este video te ha encontrado porque el Señor tiene un mensaje profundo para ti. No ignores lo que está por venir; puede cambiar tu vida de una manera que no imaginas. Nuestro canal no es uno más; si nos has encontrado, es porque Dios quiere usar esta historia para revelar algo en ti.
Aunque otros tengan miles de seguidores, nosotros llegamos a las personas con historias que tocan el alma y transforman vidas. La historia de hoy puede ser el reflejo de lo que estás viviendo, y lo que Dios hará en la vida de nuestro protagonista podría ser una poderosa señal de lo que puede hacer en la tuya. Así que abre tu corazón, porque lo que escucharás hoy podría tener un impacto brutal en tu vida desde hoy y para siempre.
En la tierra de Canaán, en tiempos antiguos, vivía un hombre llamado Eitan. Su nombre no aparecía en las grandes hazañas ni en los cantos de los valientes guerreros, pero su vida, marcada por la humillación y el rechazo, era conocida por todos en su aldea. Eitan no era fuerte ni rico; sus manos estaban agrietadas por el trabajo constante, y su rostro ennegrecido por el sol y la desesperanza revelaba los años de lucha que había soportado.
Desde joven, Eitan había sido relegado a las tareas más duras. Mientras otros se destacaban en los consejos de los ancianos o en las batallas, él se encontraba trabajando en los campos, arando la tierra para otros. Los jóvenes lo ridiculizaban, las mujeres lo evitaban, y los ancianos lo miraban con lástima.
A sus 40 años, Eitan no tenía tierras, ni esposa, ni hijos. Para muchos, su vida carecía de propósito. Pero Eitan tenía algo que otros no podían ver: en su corazón, él mantenía una fe profunda, una creencia silenciosa en Dios de sus antepasados.
Y aunque el mundo lo humillaba, él se arrodillaba cada noche, preguntándose por qué Dios permitía que su vida fuera tan insignificante. Un día, mientras Eitan trabajaba en los campos de un hombre rico llamado Agiel, un grupo de invasores irrumpió en la aldea. Robaron cosechas, destruyeron casas y se llevaron a los jóvenes más fuertes para convertirlos en esclavos.
Eitan, siendo considerado débil y sin valor, fue ignorado por los invasores, pero en su humillación encontró una oportunidad. Los líderes de la aldea estaban desesperados; con los jóvenes y los guerreros capturados, no quedaba nadie para liderar la búsqueda de los prisioneros. Todos los ojos se volvieron hacia Eitan, no con esperanza, sino con desprecio.
"No tenemos a nadie más", dijeron. "Tú irás. No porque creamos en ti, sino porque no hay nadie más".
Eitan aceptó la tarea, humillado públicamente; tomó un bastón y se puso en marcha, sabiendo que nadie esperaba su regreso. Pero lo que sus vecinos no sabían era que Dios estaba usando esta humillación para algo mucho mayor. Caminó durante días, siguiendo las huellas de los invasores a través de las montañas y los desiertos.
Su cuerpo, ya debilitado, comenzó a fallar; cada paso era una lucha, y su corazón, aunque lleno de fe, dudaba. "Dios, ¿por qué me has elegido a mí? ", se preguntaba.
Pero en su debilidad, en su fragilidad, comenzó a entender algo que había pasado por alto durante años: Dios no elige a los fuertes ni a los poderosos; Dios elige a los que han sido quebrantados, porque es en esa quebranta donde su poder se manifiesta. En el desierto, al borde de la muerte, Eitan tuvo una visión. Un ángel del Señor se le apareció y le dijo: "Eitan, no temas, porque en tu humillación serás exaltado.
Lo que te han arrebatado te será devuelto siete veces. Serás un instrumento en las manos del Altísimo, y tu nombre será recordado, no por tu fuerza, sino por tu fe". Con renovada esperanza, Eitan continuó su viaje.
Al llegar al campamento de los invasores, algo inesperado sucedió: los hombres que lo habían humillado, los mismos que lo ignoraron por ser débil, lo vieron llegar solo. Pero lo que ellos no sabían era que el Señor estaba con él. Una plaga cayó sobre el campamento de los invasores, y en medio de la confusión, Eitan liberó a los prisioneros y regresó a la aldea, no como el hombre humillado que partió, sino como un héroe; aunque no por su valentía sino por su obediencia.
Su humillación fue el terreno fértil donde Dios plantó una cosecha de grandeza. Querido amigo, esta historia no es solo la historia de Eitan; puede ser tu historia también. Si te has sentido humillado, si crees que el mundo te ha relegado a las sombras, recuerda que es en esos momentos cuando Dios está preparando algo grande para ti.
Felicidades por haber llegado hasta aquí. Muchos empiezan un video, pero pocos llegan a este punto, y eso demuestra algo especial en ti. Déjame decirte por qué.
Las personas que no tienen una conexión profunda con esta historia ya se habrán ido, pero si sigues aquí es porque Dios te está hablando directamente. Escucha bien, porque lo que voy a compartirte puede ser una clave poderosa para entender tu vida y el propósito de tus humillaciones. ¿Alguna vez te has preguntado por qué Dios permite que pasemos por momentos de humillación, de aparente derrota?
Como le ocurrió a Eitan, lo que el mundo ve como fracaso, Dios lo ve como la semilla de algo glorioso. A veces, cuando somos humillados o relegados, como lo fue Eitan, sentimos que hemos perdido nuestro valor, que somos invisibles ante los demás. Pero, ¿y si te dijera que esos momentos son parte del.
. . Plan divino: que esas humillaciones son el terreno donde Dios está trabajando algo mucho mayor para tu vida.
Eitan fue humillado no porque fuera débil, sino porque Dios estaba preparando su corazón para algo que él ni siquiera imaginaba. Mientras todos lo menospreciaban, Dios lo estaba formando. Y así puede estar sucediendo en tu vida ahora mismo.
Quizás sientes que has sido puesto a un lado, que tu valor no ha sido reconocido. Pero en esos momentos es cuando Dios está más cerca. Dios usa nuestras humillaciones para moldearnos, para quitar de nosotros cualquier orgullo, cualquier dependencia de las cosas terrenales, y hacernos totalmente dependientes de su gracia.
Piensa en los tiempos en los que has sido ignorado, cuando has sido rechazado, cuando te han pasado por alto. ¿Cómo te sentiste? Tal vez sentiste que tu vida ya no tenía rumbo o que tus años de esfuerzo no valían la pena.
Sin embargo, Dios no te ha olvidado. Lo que el mundo ve como debilidad, Dios lo ve como una oportunidad. Como lo hizo con Eitan, Él está preparando algo especial para ti, porque aunque otros no lo vean, Dios siempre ve el valor que hay en ti.
Mira lo que pasó con Eitan: los que lo humillaron y lo consideraron insignificante tuvieron que depender de él en su momento de necesidad. Pero lo más importante no fue que Eitan se convirtiera en un héroe para ellos; lo más importante fue lo que Dios hizo en su corazón. Dios lo tomó en su estado más bajo, en su debilidad más profunda, y lo usó para una obra mayor.
Y lo mismo puede suceder contigo. Las Escrituras nos recuerdan una y otra vez que Dios usa a los humildes, a los quebrantados, a los que han sido humillados. Como dice el Salmo 147:6: "Jehová exalta a los humildes y humilla a los impíos hasta la tierra".
No te sorprendas si en tu momento de mayor humillación, Dios está preparando la mayor bendición para tu vida. Lo que el enemigo usa para destruirte, Dios lo transforma en la base de tu victoria en tu vida. Puede que haya momentos en los que te has sentido como Eitan, trabajando en silencio, sin recibir reconocimiento, sintiendo que otros han tomado lo que por derecho debería ser tuyo.
Pero aquí está la verdad: Dios ve todo. Y aunque los demás no te den el lugar que mereces, Dios lo hará en su tiempo. Tus humillaciones no son en vano.
Cada una de ellas es una oportunidad para que el poder de Dios se manifieste más claramente en ti. Así como Eitan fue despreciado y enviado al desierto, puede que tú también te sientas como si estuvieras caminando por un desierto, sin fuerzas, sin dirección. Pero recuerda que fue en el desierto donde Eitan tuvo su encuentro con Dios; fue en su debilidad donde recibió la visión y la promesa.
Dios no te ha dejado solo en tu desierto; Él está caminando contigo, preparándote, fortaleciéndote y te dará lo que necesitas cuando lo necesites. Al final de la historia, Eitan regresó como un hombre transformado, no porque hubiera vencido con su propia fuerza, sino porque fue obediente a Dios aún en medio de su humillación. Y eso es lo que Dios te pide a ti hoy: que no te desesperes, que no te rindas.
Sigue confiando en Él, porque en medio de tu humillación, Dios está haciendo algo que cambiará no solo tu vida, sino la vida de aquellos que te rodean. Como dice en Santiago 4:10: "Humillaos delante del Señor y Él os exaltará". Querido hermano, querida hermana, Dios está trabajando en ti a través de cada humillación que has experimentado.
No te equivoques: estas no son simples coincidencias o castigos; son oportunidades para que su gloria se manifieste de una manera que nunca habrías imaginado. Lo que estás viviendo ahora puede ser la preparación para el mayor momento de exaltación de tu vida. Así que si te sientes humillado, si el peso de los años y de las dificultades te han hecho sentir pequeño o insignificante, recuerda que Dios no ha terminado contigo.
Y ahora que has llegado hasta aquí, quiero que sigas meditando sobre lo que Dios está haciendo en tu vida. Quizás las luchas que has enfrentado en estos últimos años han sido más intensas de lo que jamás imaginaste. Tal vez, al igual que Eitan, has pasado por momentos en los que te has sentido invisible, insignificante, donde parece que tus oraciones no son escuchadas y que aquellos a quienes sirves no valoran tus esfuerzos.
Pero aquí está la verdad que no puedes olvidar: Dios nunca deja de trabajar en aquellos que lo buscan de verdad. Y aunque los frutos de tu esfuerzo no se vean ahora, están siendo preparados en lo secreto. Dios, en su infinita sabiduría, permite que pasemos por temporadas de humillación porque está formando en nosotros un carácter que no puede ser construido en tiempos de abundancia.
Él está más interesado en tu corazón que en tu éxito. Lo ves: al igual que Eitan, tú estás siendo preparado para algo mayor. Las heridas, los rechazos, los momentos de soledad son los instrumentos que Dios está utilizando para esculpir en ti una fe inquebrantable, una humildad profunda y una dependencia total en Él.
Es en esos momentos de humillación cuando somos más susceptibles a la voz de Dios, cuando nuestras defensas se derrumban y nuestra autosuficiencia se desvanece. Es ahí cuando nos rendimos ante sus planes. Cuando Eitan cayó exhausto en el desierto, al borde de la desesperación, fue cuando Dios le habló más claramente.
Y tal vez, ahora mismo, en el desierto de tu vida, Dios también quiere hablarte. No es en la cumbre del éxito donde escuchamos su voz más fuerte, sino en el valle de la humillación, donde nuestra alma está desnuda y nuestro orgullo ha sido desmantelado. Y te digo algo más, querido hermano, querida hermana: Dios no te ha olvidado.
Dios, que levantó a Eitan y lo usó en su momento más bajo, te está mirando a ti hoy. Él ve cada lágrima que has derramado, cada momento en el que te has sentido menospreciado o descartado, y te dice: "Tu tiempo no ha sido desperdiciado. Estoy usando todo para mi gloria y para tu bien.
No subestimes el poder de esos momentos. El enemigo querrá hacerte creer que tu vida ha perdido valor, que ya no hay propósito para ti, pero déjame recordarte con todo mi corazón que eso es una mentira. Dios no ha terminado contigo.
En los años que te quedan, él puede hacer más de lo que has visto en toda tu vida. No importa cuántos años tengas, no importa cuántos errores hayas cometido o cuántas veces hayas fallado. Dios aún tiene planes para ti, planes que no son de derrota sino de victoria.
Tal como le dijo el ángel a Eitan en el desierto: 'En tu humillación serás exaltado'. Así también Dios te promete que en tus momentos más oscuros, él está preparando una exaltación que será para su gloria. Mira lo que dice el apóstol Pedro en 1 Pedro 5:6: 'Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo'.
¿Cuándo es ese tiempo? Solo Dios lo sabe. Pero lo que te puedo asegurar es que ese tiempo llegará.
Dios nunca falla en sus promesas. Lo que tú consideras una derrota temporal, Dios lo ve como una parte necesaria de tu victoria eterna. Y no te confundas, esta exaltación no tiene que ver con fama, riquezas o poder; tiene que ver con una intimidad más profunda con Dios, con una paz que sobrepasa todo entendimiento y con una vida que refleja su gloria.
El mayor regalo que podemos recibir de nuestras humillaciones es una mayor cercanía con Dios, porque en esos momentos es cuando realmente aprendemos a depender de él. Recuerda lo que dijo Jesús en Mateo 5:5: 'Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad'. No es el fuerte ni el orgulloso el que heredará las bendiciones de Dios, sino el humilde, el quebrantado, el que se rinde completamente al Señor.
Y quizás has llegado a un punto en tu vida donde te sientes así: humilde, quebrantado, sin fuerzas. Si es así, entonces estás exactamente donde Dios quiere que estés para hacer su obra más poderosa en ti. El mundo nos enseña a evitar la humillación, a buscar siempre ser reconocidos y exaltados por los demás.
Pero el reino de Dios funciona de manera diferente. En el reino de Dios, los últimos serán los primeros y los humillados serán exaltados. No te desanimes si en este momento tu vida no refleja el éxito que el mundo promueve.
Recuerda que el éxito a los ojos de Dios es muy diferente. Su éxito se mide en corazones rendidos, en almas transformadas, en una fe que, a pesar de todo, sigue firme. Hoy, si te sientes como Eitan, como si hubieras sido pasado por alto, como si tu vida hubiera sido marcada por la humillación, te digo esto: Dios está contigo en medio de esa humillación y lo que viene será para su gloria y para tu bien.
No hay humillación que él no pueda redimir, no hay desierto que él no pueda transformar en un lugar de encuentro divino. Quiero que te tomes un momento para reflexionar sobre esto: cada vez que Dios permite que pases por una prueba, por una humillación, está escribiendo algo profundo en tu corazón. Puede que no lo entiendas ahora, puede que incluso te duela, pero Dios tiene una obra maestra en mente para tu vida.
Piensa en cada paso que diste hasta este momento, en cada lágrima derramada, en cada puerta que se cerró. Nada de eso ha sido en vano. Cada humillación, cada rechazo ha sido una pieza en el rompecabezas divino que Dios está construyendo en ti.
Es en esos momentos de mayor debilidad donde más claramente vemos la mano de Dios. Cuando ya no tenemos fuerzas, cuando nuestras habilidades se ven superadas por las circunstancias, es cuando Dios se glorifica más poderosamente en nosotros. Como dice 2 Corintios 12:9: 'Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad'.
Te das cuenta de lo profundo que es esto: tu debilidad no es un obstáculo para Dios; es la plataforma perfecta para que su poder brille más intensamente. Dios no te pide que seas fuerte en tus fuerzas; él te pide que seas dependiente de su gracia. Y esto es algo que quizás has aprendido con los años.
Cuanto más confiamos en nuestras propias fuerzas, más frágiles nos volvemos, pero cuanto más dependemos de Dios, más firmes nos encontramos. Incluso en medio de las tormentas, las humillaciones son como esos vientos fuertes que sacuden los árboles, pero son también los que permiten que las raíces se fijen. Cada vez que has sido humillado, rechazado o pasado por alto, ha sido una oportunidad para que tus raíces en Dios se profundicen aún más.
Y quizás no lo has visto todavía, pero estás siendo fortalecido de maneras que no podrías haber imaginado. Piensa en Eitan otra vez: lo que parecía una derrota para él fue en realidad el comienzo de su verdadera victoria. Mientras él sufría en el desierto, Dios ya estaba preparando su regreso: un regreso triunfante, pero no en la manera que el mundo lo veía, porque el triunfo no siempre es la exaltación pública, sino la transformación interna.
Y eso es lo que Dios está haciendo contigo ahora mismo. Él está transformando tu corazón, purificando tus motivaciones para que cuando llegue el momento de tu exaltación, estés listo para recibir lo que él ha preparado. Tal vez, como Eitan, has sentido que estás en un desierto, un lugar donde parece que nada prospera, donde todo esfuerzo parece inútil.
Pero quiero recordarte que el desierto no es un lugar de muerte, sino un lugar de preparación. " Fue en el desierto donde Dios se encontró con Moisés, donde preparó a Israel y donde también habló a Eitan. El desierto es un lugar de transformación y, si estás atravesando uno, ahora quiero animarte: Dios no te ha dejado; Él está más cerca de lo que piensas, trabajando en lo profundo de tu ser para llevarte a un lugar de mayor dependencia de Su voluntad.
Lo que estás experimentando ahora no es el final; es una estación, una temporada, y cada temporada tiene su propósito. Dios está trabajando, y aunque no veas los resultados de inmediato, los verás en Su tiempo. Lo que pasa en lo secreto de tu corazón es lo que definirá la manifestación de Su poder en tu vida.
Cada humillación es una oportunidad para que Su gloria se vea más claramente en ti. No lo olvides, querido hermano, querida hermana: Dios siempre trabaja en los momentos que parecen más oscuros. Es posible que sientas que ya has hecho todo lo que podías, que has llegado al final de tus fuerzas, y está bien sentirse así, sí, porque cuando llegamos al final de nosotros mismos es cuando Dios comienza.
Como dijo el salmista en el Salmo 34:18: "Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón y salva a los contritos de espíritu". Si hoy te sientes quebrantado, humillado o contrito, entonces estás en el lugar perfecto para recibir la gracia de Dios. Tu humillación no es el fin; es el principio de algo nuevo que Dios quiere hacer en tu vida.
Y, si alguna vez has sentido que tu edad es una barrera para lo que Dios puede hacer, déjame decirte esto: la obra de Dios no tiene fecha de expiración. Dios no mide la efectividad de tu vida por los años que tienes, sino por la disposición de tu corazón. A los 80 años Moisés fue llamado para liberar a Israel; a los 85 Caleb aún tenía la fuerza para conquistar la tierra prometida.
Si todavía estás aquí, si todavía tienes aliento en tus pulmones, es porque Dios aún no ha terminado contigo. Recuerda que la humillación es el terreno donde crece la exaltación en el reino de Dios. Si hoy te sientes pequeño, si el mundo ha intentado convencerte de que tu vida no tiene importancia, te digo con firmeza: Dios tiene un plan para tu vida que va más allá de lo que puedes imaginar.
No permitas que el enemigo te robe la esperanza. Si estás aquí es porque Dios te ha mantenido con un propósito, y lo que estás experimentando ahora es una preparación para lo que está por venir. Ahora que hemos llegado a este punto, quiero que te tomes un momento más para reflexionar profundamente sobre lo que Dios está haciendo en tu vida a través de cada humillación que has enfrentado.
Quizás aún no lo veas con claridad, pero Dios está forjando algo grande en ti. Él está tomando esos momentos de dolor, de rechazo, de soledad, y los está utilizando para pulir, para prepararte, porque tiene algo precioso reservado para ti. No es casualidad que estés aquí; no es casualidad que hayas llegado hasta este punto del video.
Esto es parte del plan divino, y aunque ahora mismo te sientas en el valle, te aseguro que Dios ya ha preparado tu monte de victoria. Las humillaciones que has vivido son las semillas de tu exaltación. No olvides lo que dice el Señor en Isaías 55:9: "Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos".
Lo que tú ves como una pérdida, Dios lo ve como un paso hacia una bendición mayor en Su reino. Los últimos serán los primeros, y aquellos que han sido humillados serán los que se sentarán en los lugares de honor. Es la paradoja divina: el sufrimiento que atraviesas hoy está preparando la gloria que recibirás mañana.
Quizás te preguntes: "¿Por qué tengo que pasar por esto? ¿Por qué el camino tiene que ser tan difícil? " Y la respuesta, hermano, hermana, está en que Dios te está moldeando para algo que va más allá de lo que puedes imaginar.
Él te está preparando para una tarea que solo tú podrás cumplir. Nadie más puede ocupar tu lugar en el plan de Dios. Como Eitan, a veces no comprendemos por qué tenemos que atravesar el desierto, por qué parece que Dios ha permitido que seamos humillados, pero si confías en Él, si te mantienes fiel, te prometo que llegará el día en que verás cómo todo cobra sentido.
Recuerda siempre esto: la humillación es temporal, pero la exaltación que viene de Dios es eterna, y lo que Dios hace, lo hace perfecto. Él nunca falla, Él nunca te dejará en el valle más tiempo del necesario; está contigo en todo momento, cuidando cada detalle, trabajando en tu corazón y preparando lo que viene. Si hay algo que quiero que lleves contigo hoy es que Dios no ha terminado contigo.
No importa tu edad, tu historia ni las circunstancias que estés atravesando; Dios sigue escribiendo tu historia. Cada capítulo tiene un propósito, y cada momento de humillación que has vivido tiene un final glorioso que solo Dios puede orquestar. Confía en ese proceso.
Confía en que, aunque no entiendas todo lo que está ocurriendo, Dios lo entiende y lo está usando todo para tu bien. Quiero que sigas adelante con esta verdad en tu corazón: Dios está usando tu humillación para mostrar Su gloria. Lo que el enemigo ha intentado usar para destruirte, Dios lo está transformando en un testimonio que no solo te bendecirá a ti, sino a todos los que te rodean.
A través de tu humillación, otros verán el poder de Dios en acción. Tu vida será un faro de esperanza para aquellos que también están atravesando sus propios desiertos. Y ahora, al llegar a este punto, quiero tomar un momento para felicitarte: has llegado hasta aquí, y eso… No es algo pequeño.
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La mayoría. Pero tú, tú has decidido quedarte, has elegido edificarte, has elegido dedicar este tiempo a Dios. Eso te hace diferente.
El enemigo sabe que tú tienes algo especial, eres diferente porque Dios ha puesto en ti un deseo profundo de buscarlo, de escucharlo, de crecer espiritualmente. Dios se agrada de que dediques tiempo para Él y no pasará por alto tu búsqueda. El Señor promete que aquellos que lo buscan de corazón serán recompensados, y tú lo estás haciendo ahora mismo.
Quiero animarte a que no pares aquí. Este es solo un paso en tu camino de crecimiento. Hay muchos más videos en este canal, muchos más mensajes y historias que pueden hablarte directamente al corazón, como esta que acabas de escuchar.
Cada video está diseñado para edificarte, para que te acerques más a Dios, para que tu fe se fortalezca, especialmente en esos momentos de prueba. Es bueno que te suscribas a este canal y nos acompañes diariamente, no porque queramos números, sino porque creemos que Dios tiene un mensaje para ti en cada uno de estos videos. Escucha estos mensajes mientras haces tus tareas, mientras descansas, mientras meditas, incluso cuando no estás prestando atención total.
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Y así, antes de que continúes con tu día, quiero recordarte una vez más: Dios te está usando incluso en tus humillaciones. No dejes que el enemigo te haga creer lo contrario. Tu vida está en las manos de Dios y Él está tejiendo algo hermoso a través de cada prueba, de cada reto.
Sigue firme, sigue confiando y sigue acercándote a Él, porque lo que Dios ha comenzado en ti, Él lo completará en su tiempo perfecto. Nos vemos en los próximos videos. Que el Señor te bendiga grandemente.