Tengo 90 años y camino mejor que muchos de 50. Y no lo digo para presumir, lo digo porque no siempre fue así. Hace unos años me costaba levantarme de la cama, me sentía sin energía, la memoria me fallaba y hasta pensaba que era el principio del final.
Pero entonces algo cambió, algo simple, pero poderoso. Seis vitaminas, seis suplementos naturales que transformaron mi cuerpo, mi mente y mi manera de envejecer. Y si te dijera que hay nutrientes que pueden devolverte la energía que creías perdida, que pueden fortalecer tus huesos, despertar tu memoria y hasta mejorar tu ánimo, incluso después de los 70, de los 80, incluso a los 90.
Porque envejecer no tiene por qué ser sinónimo de deterioro. A veces lo que nos falta no es juventud, es nutrición, porque el cuerpo envejece, sí, pero también es capaz de repararse, de adaptarse y de volver a florecer si le damos lo que necesita. En este video voy a contarte exactamente cuáles son esas seis vitaminas que me cambiaron la vida.
No soy médico, pero sí soy testigo de algo real y quiero compartirlo contigo con la misma esperanza con la que a mí me lo compartieron. No se trata de milagros, se trata de ciencia, constancia y ganas de vivir mejor. Quédate hasta el final, porque la última vitamina no solo me fortaleció el cuerpo, me despertó la mente.
Cambió la forma en la que me hablo, en la que pienso y en la que camino cada mañana. Y ahora te pregunto a ti, ¿qué edad tienes? ¿Desde dónde nos estás escuchando hoy?
Me encantará saberlo en los comentarios. Comenzamos. Antes de hablarte de las seis vitaminas que me cambiaron la vida, quiero que entendamos una cosa importante.
Después de los 70, el cuerpo ya no funciona como antes. No es una tragedia, es la realidad. Y entenderla no es resignarse, es prepararse.
A esta edad, incluso si comemos bien, incluso si tratamos de mantenernos activos, hay algo que cambia por dentro. Nuestro cuerpo empieza a absorber menos nutrientes. Lo que antes aprovechábamos de los alimentos, ahora se pierde con más facilidad.
El sistema inmunológico se vuelve más lento. Ya no responde como antes frente a virus o infecciones. Los músculos se debilitan, el apetito puede disminuir y la energía, esa chispa vital que nos impulsaba a salir de la cama con entusiasmo, empieza a apagarse un poco cada día.
Y aquí viene el problema. Mucha gente piensa que esto es simplemente envejecer, que sentirse débil, lento o confundido es parte inevitable del proceso. Pero no siempre es así.
En muchos casos lo que sentimos como deterioro natural es simplemente una señal de que al cuerpo le está faltando algo, una vitamina, un mineral, un refuerzo que ya no está llegando con la comida porque el cuerpo no lo absorbe igual o porque nuestra alimentación, aunque sea sana, ya no es suficiente para cubrir lo que el cuerpo necesita. Un médico me lo explicó con una frase que nunca olvidé. La mayoría de los adultos mayores tienen al menos tres deficiencias nutricionales importantes y no lo saben.
Y cuando supe eso, todo cambió para mí. Porque no se trata de hacer dieta ni de llenarse de pastillas. Se trata de identificar qué le falta al cuerpo y dárselo.
Yo, por ejemplo, me levantaba todos los días como si no hubiera dormido. Me dolían las piernas, sentía la cabeza nublada y lo primero que pensaba era, así va a ser ahora cada día. Pero no, no tenía que ser así.
La primera vitamina de la que te hablaré en un momento fue literalmente mi interruptor. El primer paso que me devolvió la energía y la esperanza. Ahora sí, pasemos a ella.
La primera vitamina que quiero compartir contigo es la vitamina D. Algunos la llaman la vitamina del sol, pero para mí es mucho más que eso. Es la vitamina que sostiene tus huesos y también tu ánimo.
Verás, la vitamina D cumple funciones silenciosas pero poderosas en nuestro cuerpo. Ayuda a fijar el calcio en los huesos, mantiene fuerte nuestro sistema inmune y quizás lo más desconocido influye directamente en nuestro estado de ánimo. Sí, así como lo oyes.
No es casualidad que muchas personas mayores que pasan mucho tiempo en casa sin salir empiecen a sentirse más tristes o decaídas. No siempre es soledad o depresión. A veces es una simple, pero profunda falta de vitamina D.
Cuando falta esta vitamina, los huesos se vuelven más frágiles, aumenta el riesgo de fracturas, aparecen dolores musculares sin causa aparente y lo peor, se pierde energía. Te contaré la historia de María, una vecina mía de 85 años, una mujer alegre, de esas que te saludan con una sonrisa, incluso cuando les duele todo. Pero en los últimos dos años, María había tenido tres fracturas, una en la muñeca, otra en la cadera y la más reciente en el tobillo, todo por caídas tontas, como tropezarse con una alfombra.
Finalmente, su médico le pidió un análisis de sangre y ahí lo vieron claro. Tenía una deficiencia severa de vitamina D. María no tomaba el sol, no porque no le gustara, sino porque decía que ya no tenía a dónde ir.
Pasaba sus días sentada viendo televisión. Sus comidas eran ligeras y nunca había tomado suplementos. Hoy, después de empezar a tomar vitamina D bajo control médico y de salir cada mañana 10 minutos a la terraza a tomar sol, María no solo se ha mantenido sin nuevas fracturas, me dice que se siente más despierta, con mejor humor y que incluso duerme mejor.
Y eso no es casualidad. Estudios muestran que más del 70% de los adultos mayores de 70 años tienen deficiencia de vitamina D y no lo saben. ¿Y cómo se obtiene?
La forma más natural es a través del sol. Basta con 10 a 15 minutos diarios de exposición en brazos o piernas sin protector solar para activar la producción en la piel. Pero no siempre es posible.
El clima, la piel envejecida y el estilo de vida lo dificultan. Por eso, muchos doctores recomiendan suplementos, siempre bajo control médico, claro, porque un exceso también puede ser dañino y también se puede obtener de alimentos fortificados, leche, yogures, cereales y algunos pescados como el salmón o la sardina. La vitamina D fue la primera que sumé a mi vida y aunque el cambio no fue inmediato, al cabo de unas semanas empecé a notar algo diferente.
Mis piernas ya no temblaban al levantarme. Mi mente estaba más clara y mi humor era otro. Por eso empiezo con ella, porque a veces el primer rayo de luz viene desde adentro.
Ahora hablemos de la segunda vitamina. Esta no solo me devolvió energía, me devolvió claridad mental. Vitamina B12.
Muchos la conocen como la vitamina de la energía, pero su papel va mucho más allá de sentirnos menos cansados. La B12 esencial para el sistema nervioso, para que las conexiones en el cerebro funcionen bien, para que nuestros músculos obedezcan, para que recordemos lo que íbamos a decir y no nos quedemos en blanco a mitad de una frase. Y aquí te lanzo una verdad que muchos no saben.
Después de los 65 años, el cuerpo empieza a absorber peor la vitamina B12. Aunque comamos carne, huevos o pescado, el sistema digestivo ya no extrae la vitamina con la misma eficacia. Por eso, la deficiencia de B12 es mucho más común de lo que se cree y sus síntomas suelen confundirse con otras enfermedades.
¿Te olvidas de cosas con frecuencia? ¿Sientes un hormigueo extraño en los pies o en las manos? ¿Te cuesta concentrarte?
¿Te despiertas con esa sensación de estar agotado aunque hayas dormido? No siempre es la edad. Puede ser que a tu cuerpo le falte justamente esto.
Te contaré una historia que me tocó de cerca. Don Ernesto, un amigo de toda la vida, empezó a preocuparse hace unos años. Olvidaba palabras, se le cruzaban los nombres y a veces se quedaba mirando al vacío como si hubiera perdido el hilo del pensamiento.
Su familia pensó que estaba empezando a desarrollar demencia. Él mismo se convenció de que algo grave estaba pasando. Fue su hija quien, preocupada lo llevó al médico.
Le hicieron análisis y el resultado fue claro. Tenía una deficiencia profunda de vitamina B12, nada de Alzheimer, nada irreversible, solo una necesidad urgente de recuperar un nutriente esencial. Comenzó con inyecciones semanales de B12, luego siguió con pastillas sublinguales.
A los pocos meses, don Ernesto volvió a tocar el piano. Volvió a contar los mismos chistes malos de siempre. Volvió a ser él.
Y te digo esto con emoción. Lo que parecía el inicio del final era apenas una alarma del cuerpo. La vitamina B12 no se produce en el cuerpo, solo la obtenemos a través de alimentos de origen animal como carne, pescado, huevos y lácteos.
Pero como te dije antes, con los años, aunque comas bien, puedes no absorberla. Por eso, en muchos casos, los médicos recomiendan suplementos y si el déficit es severo, incluso inyecciones periódicas. Hay presentaciones sublinguales que se absorben directo por la boca sin pasar por el sistema digestivo.
Son muy efectivas, fáciles de tomar y seguras si se toman con seguimiento. Una frase que me quedó grabada de mi médico fue esta: "La memoria también se alimenta. " Y es cierto, no todo es crucigramas o juegos mentales.
A veces el olvido tiene una causa biológica y también una solución. Así que si últimamente te has sentido lento para pensar, desconectado o cansado mentalmente, dale una oportunidad a la B12, porque cuando tu mente se ilumina de nuevo, todo lo demás empieza a tomar sentido. Y ahora llegamos a una vitamina que sinceramente no sabía que necesitaba hasta que mi cuerpo me lo gritó en forma de calambres y noche sin dormir.
El magnesio. Sí, lo sé. Técnicamente no es una vitamina, es un mineral, pero para mí fue tan esencial como las otras, porque el magnesio tiene un poder silencioso, regula los músculos, los nervios y el sueño.
Y cuando falta, todo se empieza a desajustar. Te cuento lo que me pasaba. Me despertaba tres, cuatro veces por noche.
Me daban calambres en las piernas de esos que te obligan a levantarte y caminar por la casa como alma en pena. Me sentía tenso sin saber por qué. Incluso los pensamientos se aceleraban justo cuando el cuerpo quería descansar y no fui el único.
Carmen, una vecina mía, vivía con insomnio desde hacía años. Se acostaba a las 10 y a la 1 ya estaba despierta mirando el techo. Daba vueltas, se levantaba a tomar agua, miraba el reloj y nada.
El sueño no volvía. El día siguiente era una batalla constante contra el cansancio, la irritación y la falta de energía. hasta que un día, por consejo de su nieta, empezó a tomar magnesio.
Nada mágico, un sobre disuelto en agua cada noche, media hora antes de dormir. Lo acompañaba con una cena ligera, una infusión de manzanilla y apagaba el televisor temprano. La primera semana durmió mal, la segunda empezó a dormir del tirón hasta las 4 y para la tercera volvió a dormir como no lo hacía desde hacía 20 años.
El magnesio ayuda a relajar los músculos, disminuye los espasmos, mejora la recuperación física y equilibra el sistema nervioso. También regula la producción de melatonina, esa hormona que el cuerpo usa para entrar en modo descanso. ¿Se te contraen las piernas por la noche?
¿Te sientes inquieto al dormir? ¿Te levantas con sensación de haber peleado con tus propias sábanas? Podrías tener déficit de magnesio y no hace falta tener una enfermedad.
El déficit puede deberse al estrés, a una alimentación pobre en vegetales o simplemente al envejecimiento que hace que absorbamos menos minerales por el intestino. Hoy en día existen muchas formas de consumirlo, cápsulas, sobres en polvo e incluso mezclas con otros nutrientes relajantes como la melisa o laanina. A mí me funciona mejor en la noche.
Una dosis baja, no invasiva, pero constante, como un ritual para mi cuerpo. Y te doy un consejo práctico. Acompáñalo con una cena sencilla, nada muy pesado.
Un caldo suave, un huevo cocido, un poco de arroz o verdura, luego una infusión de valeriana o manzanilla y por último el magnesio. Tu cuerpo lo sentirá como una caricia, una señal de que puede bajar la guardia y descansar. Porque después de cierta edad, dormir bien ya no es un lujo, es una medicina.
Y si llevas noches malas por ansiedad, dolor o tensión, dale al magnesio una oportunidad. Tal vez descubras, como yo, que no necesitas dormir más, solo necesitas dormir mejor. Y ahora quiero hablarte de algo que literalmente cambió la forma en que pienso, siento y hasta cómo me muevo.
El omega 3. No sé si lo sabes, pero este tipo de grasa buena, sí, una grasa buena es como el lubricante natural de nuestro cuerpo. Es esencial para el cerebro, el corazón, las articulaciones y después de los 70 se vuelve oro puro.
Te cuento una historia. Ramona tiene 81. Es viuda y durante décadas fue una artista que llenaba su casa de colores y pinceles.
Pero un día dejó de pintar, no porque no quisiera, sino porque decía que su mente ya no era la misma. Se olvidaba de los nombres de los colores, se le iban las ideas, sentía como si su creatividad estuviera apagada, como si el cerebro le funcionara en cámara lenta. Una doctora le sugirió una cosa simple: tomar omega3 todos los días.
Y no solo por la memoria, sino también porque tenía dolores en las rodillas y ya no podía abrir frascos sin dolor. Tres semanas después, Ramona volvió a tocar sus pinceles. Lo dijo con una sonrisa que parecía de niña.
Sentí que mi cabeza se volvió a encender y no me sorprende. ¿Sabías que más del 60% de nuestro cerebro está hecho de grasa? Pero no de cualquier grasa.
Está hecho de ácidos grasos. como el omega3 y si no los consumimos, el cuerpo no puede fabricar lo que necesita. El omega3, especialmente en sus formas EPA y DHA, es antiinflamatorio natural, protege las neuronas, mejora la comunicación entre ellas y reduce los microdaños que provoca el envejecimiento.
Además, cuida el corazón, regula los triglicéridos, mejora la circulación y protege contra arritmias. Y también se nota en las articulaciones, porque cuando el cuerpo se inflama por dentro, duele por fuera. Rodillas, muñecas, caderas, todo se vuelve más lento y más rígido.
Pero con un buen nivel de omega3 ese óxido del cuerpo empieza a ceder. ¿Cómo puedes tomarlo? Si comes pescado azul como salmón, sardinas o atún, al menos dos veces por semana, ya estás en buen camino.
También puedes incluir semillas de chía, linaza molida o nueces, pero si no llegas con la alimentación, hay suplementos, eso sí, que sean de alta pureza y concentración. Busca los que especifican su contenido en EPA y DHA, porque no todos son iguales. Evita los suplementos genéricos que no dicen cuántos miligramos tienen y mejor si vienen con certificación de pureza para asegurarte que están libres de metales pesados como el mercurio.
Yo lo tomo con el desayuno junto a la vitamina D y noto que mis ideas están más claras, que mi ánimo se mantiene más firme y que mis manos ya no me duelen al abrir un frasco de mermelada. Porque cuando uno llega a cierta edad se da cuenta de que no quiere correr más rápido, solo quiere moverse sin dolor y pensar con claridad. Y para eso el omega3 ha sido una bendición.
Ahora te quiero hablar de una vitamina que parece simple. pero que puede marcar una gran diferencia, sobre todo cuando el cuerpo ya no responde como antes. La vitamina C sí esa que muchos creen que solo sirve para evitar un resfriado.
Pero déjame decirte algo, la vitamina C es mucho más que eso. Es la defensa silenciosa del cuerpo. Te cuento el caso de Raúl.
Tiene 78 años y durante un tiempo se enfermaba cada dos por tres, una gripe tras otra, infecciones urinarias, en sías inflamadas y una sensación constante de estar bajo de defensas. Al principio pensó que era parte de la edad, pero un día su hija, que es nutricionista, le preguntó algo tan simple como esto. ¿Estás tomando vitamina C?
Él se rió. dijo que no, que solo comía un poco de fruta de vez en cuando. Y entonces ella le explicó que a partir de los 70 la capacidad del cuerpo para absorber y utilizar vitamina C disminuye justo cuando más la necesitamos.
Desde que empezó a tomar 500 mg diarios de vitamina C, todos los días sin fallar, Raúl no se ha vuelto a resfriar ni en invierno y dice que incluso nota su piel más firme y sus encías menos sensibles. Y tiene sentido, porque la vitamina C no solo fortalece el sistema inmune, también participa en la formación del colágeneno, que es la proteína que sostiene la piel, los vasos sanguíneos, los cartílagos, las encías, prácticamente todo. Además es antioxidante y eso significa que combate el daño que causan los radicales libres, esas pequeñas chispas que envejecen nuestras células.
Pero atención, porque no todo el mundo necesita la misma dosis. En adultos mayores, lo ideal es tomar entre 500 y 1000 mg al día. No hace falta excederse.
Con esa cantidad, el cuerpo tiene más que suficiente para protegerse y sanar más rápido. ¿Y cómo puedes incorporarla? Por supuesto está en los cítricos, naranja, mandarina, pomelo, pero también en el kiwi, el pimiento rojo, las fresas, el brócoli y por supuesto en suplementos.
Un consejo práctico, si tomas alimentos ricos en hierro como lentejas o espinaca, acompáñalos con vitamina C porque mejora muchísimo la absorción del hierro vegetal. Y si estás empezando a notar que te salen moretones con facilidad, que las heridas tardan más en cerrar o que tus encías sangran al cepillarte, quizá tu cuerpo te esté pidiendo más vitamina C. Yo la tomo en la mañana con el desayuno y siento que mi energía está más estable, que mi piel no está tan seca y que mi cuerpo agradece ese pequeño escudo diario.
Porque a esta edad no solo se trata de curar, sino de prevenir. Y la vitamina C es, sin duda, una de nuestras mejores aliadas para lograrlo. Y ahora sí, llegamos a la vitamina que más me sorprendió, no por lo que promete, sino por lo que hizo en mí.
Se trata de la coenzima Q10. Y antes de que pienses que suena a nombre raro de laboratorio, déjame contarte qué es. La Q10.
Es una sustancia que tu propio cuerpo fabrica de forma natural. Vive dentro de tus células y su trabajo principal es darte energía. Energía real.
energía desde lo más profundo. Imagina esto. Cada célula de tu cuerpo es como una pequeña fábrica y la Q10 es el motorcito que hace que esa fábrica funcione.
Ahora, el problema es este. Después de los 50, la producción natural de Q10 empieza a bajar y después de los 70 ya es tan baja que muchas personas sienten que no tienen energía ni para subir un escalón. Pero aquí viene lo interesante.
Conozco a Luis, tiene 92 años, vive solo, le gusta leer el periódico en papel y todavía cocina su propia comida. Pero hace unos años subir las escaleras le costaba tanto que pensaba que algo estaba muy mal con su corazón. Se cansaba rápido, le dolían las piernas y dormía más de lo normal.
Su cardiólogo le preguntó si tomaba estatinas, esos medicamentos que muchos usan para el colesterol. Y cuando Luis dijo que sí, el doctor fue claro, entonces necesitas Q10. La razón, las estatinas, aunque son muy útiles, reducen la producción natural de esta coenzima y eso hace que muchas personas se sientan sin fuerza, sin ganas, sin empuje.
Luis empezó a tomar 30 mg al día, después aumentó a 50 y al mes estaba subiendo escaleras sin quedarse sin aire. Él mismo lo dijo. No sé si es placebo, pero juro que fue por la Q10.
Y no fue placebo. La ciencia lo respalda. La coenzima Q10 ayuda al corazón a latir mejor, a los músculos a tener fuerza, a la mente a sentirse más alerta.
Se recomienda tomarla por la mañana con el desayuno porque da energía y en forma de cápsula blanda para que se absorba mejor. Si tienes más de 70, si tomas medicamentos para el colesterol, si sientes que tu energía está por el suelo, esta puede ser tu vitamina olvidada. No es una varita mágica, pero sí es una chispa que tu cuerpo reconoce y agradece, porque como me dijo una vez una doctora, volver a tener energía no es magia, es mitocondria, es decir, es ciencia y está al alcance de tu mano.
Ahora que ya conoces estas seis vitaminas, quizás te estás preguntando, ¿por dónde empiezo? ¿Tengo que tomarlas todas? ¿Es seguro?
Y esa es una excelente pregunta. Lo primero, lo más importante, lo que nunca debe pasarse por alto, habla con tu médico. Sé que suena obvio, pero muchas personas mayores empiezan a tomar suplementos por recomendación de un amigo, de un vecino o de un video, sin saber si realmente los necesitan.
Y aunque todos los nutrientes que mencionamos hoy son naturales, eso no significa que sean inocentes si se toman sin control. Por ejemplo, si ya tomas medicamentos para el corazón o si tienes problemas renales, algunas combinaciones pueden no ser recomendables. Tu médico te puede ayudar a hacer una analítica simple, revisar tus niveles y decirte con claridad, ¿estás bajo en esto?
O esto no lo necesitas. Segundo consejo, elige bien. No todos los suplementos son iguales.
Hay marcas confiables y hay otras que venden mezclas de 20 cosas que no necesitas. Busca siempre productos que vengan de laboratorios reconocidos, con certificados de pureza y ojalá recomendados por profesionales. Un buen suplemento no necesita tener nombres raros ni brillar como si fuera mágico.
Necesita ser honesto. Tercer consejo, sé constante. Esta es la clave de todo.
Las vitaminas no funcionan como una pastilla para el dolor que actúa en media hora. Son como el agua que riega una planta, no se nota en un día, pero si eres constante, si las tomas cada mañana o cada noche como parte de tu rutina, el cuerpo lo nota. Yo siempre digo, los suplementos no son milagros, son hábitos bien elegidos.
Organízate, usa un pastillero semanal si hace falta. Pon recordatorios. Decide si las tomas con desayuno, con almuerzo o antes de dormir, según cada caso.
Y por supuesto, acompaña todo esto con buena alimentación. No sirve de nada tomar vitaminas si comes mal o si no tomas suficiente agua. Porque lo que te estás dando es solo una cápsula, es un acto de amor propio.
Hemos llegado al final, pero en realidad esto puede ser el principio de algo nuevo para ti. Hoy hablamos de seis aliados silenciosos que en mi caso, me devolvieron vitalidad, claridad y ganas de moverme por la vida. No porque sean mágicos, sino porque el cuerpo, incluso a los 70, 80 o 90, sigue respondiendo cuando lo tratamos bien.
Recapitulemos juntos. La vitamina D, que me ayudó a fortalecer los huesos y el ánimo. La B12, que fue como encender la luz en mi memoria.
El magnesio, que me devolvió el descanso que creía haber perdido para siempre. El omega3 que suavizó mis pensamientos y mis rodillas. La vitamina C que me hizo sentir más resistente, más fuerte y la coenzima Q10, esa chispa interna que volvió a encender mis mañanas.
¿Lo ves? No se trata de vivir más. Se trata de vivir mejor cada día, sin importar cuántos años tengas.
Yo tengo 90 y camino como alguien de 40. No porque sea un caso extraordinario, sino porque un día decidí que todavía valía la pena cuidarme. Si yo pude recuperar mi energía, tú también puedes.
Tal vez no con las mismas vitaminas, tal vez no en el mismo orden, pero con la misma decisión. Tu cuerpo aún está contigo, aún respira, aún late, aún tiene hambre de vida, así que no lo abandones. Escúchalo, ámalo y ayúdalo.
Y ahora te quiero pedir algo. Si llegaste hasta aquí es porque algo dentro de ti quiere estar mejor. Cuéntame en los comentarios cuántos años tienes.
¿Hay algún suplemento que ya tomas y te ha cambiado la vida? ¿Cuál te gustaría probar? Te leo con cariño, con respeto y con la certeza de que aún tienes muchas caminatas por delante.
Nos vemos en el próximo video y hasta entonces. Cuídate, aliméntate con amor y no olvides que cada día es una oportunidad para volver a empezar.