El tema de Semana Santa no es un tópico nuevo en este canal, sin embargo, lo que nos sigue manteniendo contando estas historias relativas a estas fechas son esos relatos que son con los que nos siguen sorprendiendo de ustedes. Entre tantas cosas que se dice se deben hacer en Semana Santa, hay muchas otras que se asegura no se deben hacer por mil y un cuestiones que lo paranormal es lo que nos reúne aquí esta noche. Y por favor, coméntenos desde este momento qué le han dicho que no se debe hacer en estas fechas.
Mientras escuchamos lo que nos cuentan. Bienvenidas damas, bienvenidos caballeros. Vamos a aprovechar entonces que ya estamos por aquí y permítame acompañarlos durante cualquier actividad que estén realizando o pónganse cómodos.
Vamos a desconectarnos un ratito del estrés y de la prisa del mundo exterior. Y mejor preparen y acompáñenos con la bebida de su preferencia. y nos vamos haciachhuacán, Estado de México.
María Estrada nos cuenta lo siguiente. Hace yo creo que ya más de 15 años cuando vivía en Chimalhuacán, es que me ocurrió algo que viene perfecto para contarlo en estas fechas. Vi tu video de Semana Santa y supe que aquí era el espacio para contar mi historia.
No sé si me vayan a creer esto que me pasó, que era raro que en su momento nadie se diera cuenta de eso y para ponerlos en contexto, vivía cerca de la avenida Organización Popular. Y solo hay una razón por la que no voy a decir el lugar justo donde ocurrió. Y es que no quiero que por alguna causa de la vida, si alguien escucha esto y ubica este lugar, pueda verlo como algo malo, cuando no sabemos exactamente qué pasaba.
Y es que por aquellos años yo recuerdo que solía regresar de mi trabajo a eso de las 9 de la noche y cuando alcanzaba la tienda abierta de esa avenida, llegaba por un refresco para acompañar mi cena. Y esa noche recuerdo que estábamos en Semana Santa ya y salí de la tienda. Sin embargo, vi de reojo el segundo piso de una casa, o más bien esa construcción era de locales en el primer piso, una de estas tiendas donde venden paletas, aguas frescas, que tiene el logo de una muñequita.
Había una farmacia, otra tienda, pero encima en el segundo piso vivía gente. Solo que esa noche lo que vi de reojo me hizo voltear hacia ese piso, a una de las ventanas, porque giré la vista y una mujer recién estaba abriendo una cortina de aquellas ventanas que tenían todo apagado. Lo que hice en ese momento fue voltear la mirada rápido y comenzar a caminar hacia mi casa asustado porque esa mujer que había visto observándome desde la ventana con la cortina corrida apenas iluminada, yo podría apostar a que lo que tenía no era su cara, sino alguna máscara.
Y es que ella tenía la cara muy, pero muy delgada. Se le marcaban mucho las facciones, los pómulos y tenía los ojos demasiado abiertos. Eran tan grandes que estando a una calle de distancia, aún así los veía enormes y la boca era demasiado pequeña.
Alcanzaba a distinguir apenas como si fuera un punto o una rayita. Y la mujer era completamente blanca, pero blanca como papel. Y me fui.
No se me hacía conocida. Yo conocía a quienes vivían ahí, una familia de dos señores y su hija de unos 20 años. Y esa mujer no se parecía a nada a quienes ya conocía.
Lo que hago es que al día siguiente que iba para mi trabajo pasé a la tienda, pues tenía buena relación con la señora dueña de la tienda enfrente de esta casa que les comento y le platico lo que me pasó. Vamos a cambiar el apellido que me dijo. Pues mira, yo creo que no te lo imaginaste.
Así como me describes a esta mujer, no se parece a nadie de la familia de los Gutiérrez. los señores de enfrente, pero ellos no están desde hace 3 días, siempre se van desde que viven aquí durante Semana Santa. Y esto lo sé porque su hija viene a platicar de vez en cuando conmigo y me dijo justo hace una semana que otra vez se iban a ir de su casa.
Iban a casa de un familiar. Y la razón por la que yo creo no lo imaginaste o no sabemos qué viste o a quién, es que desde siempre yo he sabido por la hija que me contó hace años que se van durante estas fechas porque ahí en su casa los espantan, ven cosas, gente que no conocen y la hija supone que es por su papá. Él anda metido en creencias muy extrañas.
No te sé decir de qué, pero dice que es por eso que los espantan ahí. Qué bueno que me dices esto para no asomarme de noche. Tú ya no voltees para allá cuando pases por aquí.
A lo mejor y es cierto y algo se queda ahí durante estas semanas. Cuando hablamos de esto los dos, nos salimos a la banqueta aprovechando que había luz del sol de la mañana. Hablamos de esto y todas las cortinas estaban cerradas, las ventanas igual no estaban en casa.
Y por supuesto que yo ya no volteé para allá cuando regresaba de noche y cuando volvió a la familia. Volvían a estar las luces encendidas y con los años ese lugar lo dejaron para renta de no sé qué cosas. Ya no vivían ahí y yo me mudé para Extaluca.
Supongo que esa casa sigue ahí. Vamos a poner sobre la mesa algo que se dice mucho sobre estas fechas y es que mucha gente cuenta que se abren portales en estos días por el contexto de Semana Santa. ¿Cree usted que por ello ocurran cosas apenas comienzan estos días?
Platíquenos en lo que nos vamos con Ana Luz Ramírez, quien esta noche desde Tapachula, Chiapas, México, nos cuenta esto. Cuando mis abuelos estaban con vida, solíamos visitarlos apenas tuviéramos oportunidad. Nos quedábamos a dormir con ellos unos días, los nietos en fechas de vacaciones, como en el caso de Semana Santa.
Sin embargo, solamente en las vacaciones de Semana Santa algo cambiaba en casa de mi abuela. Ella solía coleccionar muñecas que fueran antiguas. Las quería mucho porque nos contaba que cuando era pequeña solo podía ver como las demás niñas jugaban con muñecas y a ella la ponían a hacer otras cosas.
Su mamá jamás la soltó por ser la única mujer. La tenía desde pequeña en la cocina hablándole de su futuro esposo. Y ella nos cuenta que recuerda que desde los 7 años ya le estaban hablando de eso, formándola para ser una mujercita, ¿no?
Eran palabras de su mamá. Bueno, ese es el contexto de por qué las quería tanto y las tenía por toda la casa, que no tenía muchísimas, pero yo recuerdo que le llegamos a contar unas 30 muñecas repartidas por los estantes de la sala, arriba de la televisión, por la cocina, bien acomodadas. Eran de diferentes materiales, de trapo, con carita de cerámica antiguas y normalmente a mí no me daban miedo ni a mis primos.
Mi abuela les hablaba tan bonito que era imposible que no las quisieras tú también. Sin embargo, en Semana Santa, si notábamos desde pequeños que era cuando las guardaba, las dejaba en una pequeña bodega que tenían bajo las escaleras, no dejaba ni una sola afuera. Nosotros sí le preguntábamos que por qué hacía eso y mi abuela decía que las mandaba a lavar.
Nosotros sí le creíamos eso, pero saben por qué ahora les cuento que sabíamos que las escondían debajo de las escaleras. Porque una de esas semanas, la última que pasamos ahí, al menos en Semana Santa, llegamos a su casa. Teníamos entre 9 y 12 años, éramos cuatro.
Y entre pasar el día, luego la tarde, nos pusimos a ayudar a mi abuela a arreglar su patio. Por eso estábamos entrando y saliendo de la casa buscando herramienta para la barda y otras cosas. Como no sabíamos dónde las guardaba mi primo y yo, que él tenía 12 años y yo 11, los dos fuimos a ese cuartito, el de debajo de las escaleras, y lo abrimos.
Entre todo lo que tenía mi abuela, cajas, bolsas, colchas, sábanas, estaban todas esas muñecas guardadas ahí. Pero esto no solo lo vi yo, sino mi primo también. Los dos vimos lo mismo, que una de las muñecas, una de las más antiguas que tenía mi abuela, que ya no tenía un ojo, de esos que eran como de vidrio sin cabello, nos dijo a los dos una grosería con voz de niña y se sentó viéndonos.
Esto lo recordaría como una posible alucinación de mi parte, pero mi primo también lo vio. Lo recuerda incluso pasados los años, exactamente la misma grosería que escuché yo y corrimos hacia afuera. No le dijimos a mi abuela qué pasó ese día.
Nos iba a regañar porque nos decía que siempre tenía que acompañarnos a ese cuarto porque se nos podían caer las cosas encima. Solo que esa instrucción nos la decía únicamente en Semana Santa. Nosotros ya no veíamos a las muñecas iguales.
Una tía, pasados un par de años, la que mejor se llevaba con nosotros, nos contó que a ella nunca le gustaron esas muñecas y que mi abuela solía guardarlas ahí durante Semana Santa porque así como ella las amaba el resto del año, no las quería ni ver por esos días, porque ella le contó a mis tías y a mamá. que no la dejaban dormir, que hablaban, que se movían solas, que algo les pasaba durante esas fechas, pero que fuera de ahí no hacían nada más. Por lo que ella decía, no eran las muñecas, sino algo que siempre las hacía hablar, moverse, y ella nunca las tiró hasta que falleció y nunca supimos quién se las quedó o qué les pasó.
Entre lo que se sabe de objetos que evoquen eventos paranormales, se dice que los objetos no son los poseídos, sino que son conductos que toman ciertas entidades para hacer mil y un cosas. Pero, ¿qué es lo que llega cada Semana Santa para hacer esto? ¿Por qué es solo en estas fechas?
piénselo. Y Paco Arellano desde Tamaulipas, México, nos cuenta lo siguiente. Viví hasta mis 13 años en un pueblo demasiado pequeño que creo que ni siquiera era pueblo, eran cuatro o cinco casas al lado de la carretera Aldama.
Y como estábamos en medio de la nada, era demasiado extraño que cuando era Semana Santa, mis papás nos decían a mi hermano y a mí que apenas llegáramos de la escuela no saliéramos. mucho menos si ya estaba oscureciendo, porque decía que pasaban cosas raras por allá. Y hasta que tuvimos un poco más de conciencia, tanto mi hermano como yo, fue que entendimos lo bizarro que era que los viernes santos sonaran en la noche campanadas.
En ese lugar solo eran casas. El poblado más cercano, yo creo que estaba a unos 5 km, pero esas campanadas sonaban como si estuvieran a la vuelta de la casa. Y también cuando fuimos creciendo, nuestros padres fueron más sinceros con nosotros y nos dijeron que incluso los vecinos, todos, que éramos pocos, hablaban de esas campanadas, que todos las escuchaban cerca, pero nadie sabía de dónde venían.
No había ni siquiera una capilla por ahí, alguna campana, nada. Nadie sabía de dónde salían y por qué solamente sonaban cuando era Semana Santa. Si no es de alguna parte, ¿de dónde saldrían esas campanadas?
¿Ha escuchado sobre algo así? ¿Qué teoría tiene? ¿Quién hacía sonar esas campanas?
Mientras nos comenta, "Vámonos hacia Chihuahua, México. " Una persona que solo nos pidió llamarla Liliana, nos cuenta lo siguiente. Quiero omitir mi nombre real.
Esto pasó dentro de mi familia y no dejó cosas buenas después de lo que ocurrió. Y para esto es necesario que mencione que esto pasó en el año 94. Vivíamos en José Mariano Jiménez, toda mi familia, pero cada quien tenía su casa.
Una noche, yo creo que apenas iban nacer las 8, era temprano. Yo tenía 22 años, entonces recuerdo todo a detalle. Esa noche llegó una tía a la casa tocando fuerte, desesperada.
Papá fue quien le abrió la puerta y mi tía venía llorando. Entró y de verdad estaba muy mal. Temblaba.
Veía a mis papás, los saludaba y los abrazaba llorando. Jamás habíamos visto a mi tía así. Ella era la menor de mis tíos.
tendría 35 en ese entonces. Y claro que todos estábamos con ella preguntándole que qué había pasado y ella decía que no sabía exactamente. Luego sí dijo que estaba segura más bien de lo que vio, pero no de lo que era eso que vio en la calle.
Le costaba mucho hablar. Tartamudeaba demasiado de los nervios. y sentada en la sala nos dijo a todos que por favor no le dijéramos a mis abuelos ni a mis otros tíos que se quedara solo entre nosotros.
Ella nos dijo que venía manejando para su casa del trabajo, vivía a cuatro calles de nosotros y que manejando por la avenida Alerdo de Tejada, a la altura donde había puro monte de un lado y del otro, una calle que daba para más casas, estaba muy solo, vaya. que ella ni siquiera venía manejando rápido y que una niña se le aventó al auto. que esta niña que decía mi tía no pasaría de los 6 años, morenita, cabello largo, se le aventó directo al cofre cuando vio que mi tía se venía acercando y que en el momento que ella se arrojó al auto, la vio agarrándose del cofre, sonriéndole a mi tía, que todo esto le pasó en apenas segundos y que ella agarró muy fuerte el volante para no salirse de la avenida y que no había nadie más por ahí y que descartó la idea de frenar cuando a la niña le alcanzó a ver dos cuernos pequeños que le salían de la cabeza.
En ese momento se quebró mi tía. Volvió a temblar, a abrazar a mamá, diciéndonos que saliéramos a ver su coche si no le creíamos. Pero mis papás le dijeron que le creíamos.
Yo por mi parte también le dije que sí, intentando entre todos tranquilizarla, diciéndole que había sido solo un susto y salimos, mi padre y yo, a ver su auto. Yo nunca había visto un auto así, solo tenía el cofre, una pequeña parte quemada. El auto de mi tía era blanco, fue demasiado fácil verlo y no estaba abollado o impactado de algún otro lado, solo de ahí.
Y sí coincidía con el tamaño de una pequeña, esa mancha quemada que papá la tocó y dijo que estaba muy caliente a comparación de las otras partes del cofre. Y la pintura, pues imagínense, ya no tenía en esa parte. Papá, él era su hermana.
Cuando entramos, le dijo a mi tía que intentara conducir por alguna otra parte, aunque rodeara deás, pero donde siempre hubiera gente. Porque mis abuelos ya nos habían dicho que en Semana Santa salen demonios. Mis abuelos, por eso no se movían de noche, solo durante esas fechas, que fue un sábado después del viernes santo.
Mi tía, quien nunca tomaba ni siquiera, jamás tuvo problemas con nadie, era la más tranquila de toda la familia. Ella se enfermó después de eso. Ocurrió el sábado y el lunes.
Ya estaba en el hospital. Dejó de comer. No podía tomar agua sin regresar el estómago.
Minutos después. No podía dormir. Adelgazó mucho en semanas y para pesar de toda mi familia.
Mi tía falleció. Nunca se explicaron cómo. No quisimos nunca asociarlo a esto que nos llegó a contar ese día.
Sin embargo, no podíamos pasar por alto esa coincidencia de que ella siempre estuvo bien de salud. Y apenas pasados dos días después de que ella vio eso, ya no tuvo vuelta atrás. Me duele recordarla y saber que se fue de este mundo asustada.
Aún en el hospital nos decía que no podía dormir sin recordar a esa niña, a esos cuernos que le salían. A usted le han dicho que son únicamente algunos días de Semana Santa cuando se deben hacer ciertas cosas o es durante toda la semana. Le pregunto porque he escuchado opiniones divididas respecto a esto.
Cuéntenos, siempre podemos aprender algo más. Rodrigo Córdoba desde Veracruz, México, nos cuenta esto. Hace exactamente 20 años me pasó algo que me cambió por completo la visión que tenía sobre Semana Santa.
No es que antes creyera que eran días buenos, que yo estuviera muy apegado a la religión o temas por el estilo. No era por eso, sino que me alegraba al menos porque eran días de vacaciones. Sin embargo, cuando vivíamos en el municipio de San Rafael en Veracruz, una localidad algo pequeña, ahí vivía con mis papás y mi hermana.
Yo tenía en ese entonces 8 años, pero me acuerdo de todo lo que pasó. Yo estaba familiarizado con los viacrucis. Si no se hacían por acá estas representaciones, las íbamos a ver a casa de mis abuelos, quienes vivían en Martínez de la Torre.
Todos ya estábamos acostados en casa. Era Semana Santa y por estar de vacaciones, a mí se me hizo la mejor idea pasar la noche jugando en mi cuarto al Nintendo 64. Le bajé todo el volumen para que mis papás no escucharan que yo estaba jugando.
Mi hermana compartía la habitación conmigo, pero jamás se despertó. Y cuando tenía un buen rato jugando, escuché que afuera estaban haciendo un viacrucis. Oía a la gente hablando, pasando, gritando, como en esas representaciones hacen de gritarle cosas a Jesús.
Oía los pasos y es que mi ventana quedaba justo a unos pasos de la calle. Eran calles y banquetas pequeñas, por lo que me asomo emocionado y a la vez extrañado, porque en mi buró, al lado de mi ventana, tenía uno de estos relojes con una pantallita pequeña y eran las 3 de la mañana. Muevo la cortina y en la calle, a pesar de que había alcanzado a ver a través de las cortinas antes de quitarlas algún tipo de antorcha que traían por ahí, ahora no había nada.
Estaba la calle sola y todo se había quedado en silencio. Mi primera reacción fue moverme hacia la sala, despacio sin hacer mucho ruido. Me fui a asomar por otra ventana por si se me había pasado, pero no.
Todo estaba igual, callado y solo. Mamá me dio una buena regañada en voz baja cuando me encontró esa noche en la sala viendo por la ventana a esa hora diciéndome que tenía que estar dormido y bueno, tenía razón. Le conté lo que había escuchado cuando me acompañó a acostarme y recuerdo que ella se quedó en silencio por unos segundos.
Luego me dijo que quizás lo soñé, pero no podía ser así. Yo estaba sentado emocionado jugando. Lo menos que tenía era sueño, pero eso ya no se lo dije.
Hasta que pasaron un par de años, mamá me dijo que esa noche cuando me encontró en la sala tampoco ella podía dormir, que estaba dando vueltas en la cama y que se levantó porque se iba a asomar también por la ventana de la sala cuando escuchó un viacrucis en la calle que se detuvo en su puerta al darse cuenta de la hora y que apenas se iba a regresar a su cama cuando me escuchó salir del cuarto, que estaba esperando que abriera la puerta del baño, pero al no escuchar que yo hiciera eso, fue que salió. Sin embargo, apenas salió, dejó de escuchar a toda la gente afuera. Entonces ella me dijo que eso que ambos escuchamos por separado esa noche no era gente haciendo un viacrucis.
No tiene idea de qué haya sido, pero recordó lo que mi abuela siempre les decía, que nunca se desvelaran en Semana Santa, porque se podían ver, escuchar o sentir cosas que no deberían estar entre nosotros. Y yo lo confirmo, me pasó en aquel año y también le creo a mamá. Por eso es que después de que supe aquello, me daba miedo quedarme despierto hasta altas horas de la noche, al menos en viernes santo, que fue cuando me ocurrió eso.
Solo que gracias a Dios, jamás volvía a escuchar nada raro. Entidades que repliquen estos sonidos, los diálogos incluso de lo que se cuenta pasó en aquellos tiempos de Jesucristo, qué cree que sean. Imagínese a un ser que puede hacer esto, qué es lo que busca.
¿Y usted se atrevería a asomarse si escucha un viacis a las 3 de la mañana? Una persona que prefiere no comentemos su nombre esta noche nos cuenta esto. Prefiero no comentar mi nombre porque aún a día de hoy sigo sirviendo para una iglesia de aquí de Tabasco.
No quiero que la gente que está conmigo, aún los sacerdotes o no sé a alguien que le llegue esta historia y la escuche, vayan a pensar que quiero hablar mal de ellos cuando es todo lo contrario. Considero que lo que ocurrió no tiene nada que ver con ellos, sino que algo más pasó esa tarde. Estábamos preparando una representación del viacrucis.
Caminaríamos a lo largo de las calles de la colonia y yo no actuaría, simplemente coordinaba todo. Por eso es que en la parte de atrás de la iglesia, una pequeña de la colonia, estábamos cada quien preparándonos en vestuarios, una chica maquillando a los demás, yo viendo que no faltaran las cosas que cada quien llevaría cargando. Y por esto voy para un cuarto de atrás donde guardaban este tipo de cosas, pura utilería.
Y entrando ahí, veo que al fondo el muchacho que representaría a Jesucristo pasa caminando y entra hacia otra pequeña bodega donde tenían cosas ya más pequeñas. Era muy pequeño ese cuarto donde él entró. Lo reconocí.
tenía ese atuendo blanco con rojo, el cabello largo que era una peluca, la corona de espinas, todo ya estaba casi listo, por lo que supuse que andaría buscando alguna otra cosa. Salgo con unas cadenas que le faltaban a alguien y al entregárselas a otro muchacho veo que el chico que estaba representando a Jesús estaba sentado con la chica de maquillaje. Esto no era posible porque yo seguía parado justo en la puerta de esa bodega pequeña y la otra todavía más pequeña y la única salida era por donde estaba yo y no había salido nadie.
Habían sido segundos cómo le había hecho para salir y sentarse con ella sin que yo lo viera. Sin embargo, lo dejé así. Tampoco podía ser que alguien más se hubiera vestido de Jesús, porque estábamos con la gente apenas y muy contada y el tiempo lo traíamos encima.
Nadie pudo hacer eso solo para hacer una broma. Y esa misma tarde, cuando estábamos por salir ya, tomamos un amigo y yo unas cosas que se quedaron en la sala donde estaban maquillando a los demás. Fuimos a cerrar la puerta de la bodega, ya que yo era el encargado de las llaves y él tomaría no recuerdo qué cosa de esa bodega.
Y al entrar ya no fui solo yo, sino él también. Los dos nos quedamos parados en la puerta, congelados, escuchando a todos los demás afuera, acomodándose, hablando, pero al frente de nosotros, en la pared de esa habitación, vimos que de la bodega pequeña se estaba asomando un Jesucristo. Él no era ninguna estatua, era una persona, alguien a quien nunca reconocimos.
Observándonos, asomando la pura cabeza, le veíamos perfectamente el cabello, la corona de espinas y una expresión muy seria, muy triste, pero nos estaba sonriendo. Fue de esas veces en que el resto de la cara no coincide con la boca que está sonriendo. Así nos veía esa persona o lo que fuera eso que nos hizo salir lento de ahí, viendo en todo momento cómo se quedó observándonos.
Y sabíamos muy bien que no podía ser nadie de nosotros. No lo reconocíamos y no tenía que haber nadie en esa habitación. Cerramos la puerta, yo le puse llave y nos regresamos con los demás corriendo.
Acordamos en no hablar con los demás sobre esto. No nos iban a creer. Iban a pensar mal de nosotros o no lo sé.
Nos iban a sacar de la comunidad. Hasta eso pensábamos. Solo nos quedamos con esa imagen y entre mi amigo y yo lo platicábamos, estando de acuerdo en que eso que vimos no fue una persona, mucho menos algo bueno y procurábamos ya no ir solos hacia esa bodega.
Por esa razón Semana Santa para mí ya no es lo mismo. Nunca me volví a sentir seguro en los viacrucis, incluso entre mucha gente y a pesar de estar en una iglesia. Porque incluso dentro de las iglesias ocurren eventos que desafían a todo lo que se supone de esperar de estos espacios sagrados.
Se verán lo que sea que ande por ahí, tentados por estos espacios o por estas fechas. Si usted tuviera que darme una razón o contarme una historia en Semana Santa, ¿cuál sería? ¿Por esa razón o historia deberíamos cuidarnos más en estos días?
¿O pasa lo mismo que siempre? Coméntenos. Sería como en cada ocasión un placer leerle por acá.
Y damas, caballeros, por favor, échenle un vistazo al siguiente material. ¿Te atreverías a caminar entre tumbas antiguas y un panteón abandonado? Vamos a recorrer el panteón de Real de 14, donde este silencio tiene historia y cada tumba que recorremos tiene un relato que contarnos.
En el primer comentario les dejamos nuestro nuevo estreno en misterios de la fogata, un recorrido junto a ustedes en un cementerio abandonado y otro no tanto. Y muchas gracias por todo ese apoyo que le han estado dando aquí al canal también. Un gusto leerlos por allá.
O si usted tiene algún relato para contarnos, por favor escríbanos a través de cualquier medio que le facilitamos en la descripción o en el comentario fijado. Siempre es un gusto. Y sin más por agregar, les mando un muy fuerte abrazo.
Nos vemos en el próximo video. Y el último en salir, por favor, apague las luces y cierre las puertas del mausoleo.