Un nuevo día ha comenzado y con él la oportunidad de experimentar la restauración y la alegría que solo el Señor puede dar. Esta oración de la mañana basada en el salmo 126 te invita a renovar tu fe y creer que Dios puede cambiar tu historia. Que tu corazón se abra hoy a un nuevo tiempo de esperanza.
Escuchemos ahora la palabra del Señor contenida en el salmo 126, un canto profundo de esperanza y restauración. Este salmo nos transporta al momento en que el pueblo de Dios fue liberado del exilio y sus corazones se llenaron de una alegría tan inmensa que parecía un sueño. Que cada versículo renueve en ti la fe en un Dios que transforma el llanto en risa y la siembra en lágrimas en una cosecha de gozo.
Del libro de los Salmos. Salmo 126. Cuando el Señor cambió la suerte de Sion, nos parecía estar soñando.
Nuestra boca se llenaba de risa y nuestros labios de canciones. Hasta los mismos paganos decían, "El Señor hizo por ellos grandes cosas. " Sí, el Señor había hecho grandes cosas por nosotros y estábamos rebosantes de alegría.
Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre cantares. Se va llorando el que lleva la semilla, pero vuelve cantando con su gavilla.
Señor Dios todopoderoso, en esta nueva mañana me presento ante ti con un corazón abierto, sediento de tu presencia y lleno de esperanza. Hoy me acerco a ti con la confianza de que escuchas cada palabra. cada clamor, cada lágrima que brota desde lo más profundo de mi alma.
Padre celestial, gracias por el regalo de este nuevo amanecer. Gracias porque a pesar de las luchas que pueda estar enfrentando, tengo la certeza de que tu fidelidad permanece intacta. Hoy con humildad me arrodillo espiritualmente ante tu trono y hago mías las palabras del salmo 126.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sion, nos parecía estar soñando. Qué hermoso es recordar que tú eres un Dios que transforma historias, que convierte el lamento en baile, que cambia las temporadas de sequía en tiempos de abundancia. Señor, confieso que muchas veces he sembrado con lágrimas, he pasado noches, en vela.
He llevado cargas que solo tú conoces. Pero hoy al elevar esta oración de la mañana, renuevo mi fe en tu promesa. Creo que tú eres capaz de cambiar mi suerte, de darme un nuevo comienzo, de hacerme reír otra vez como quien sueña.
Tú eres el Dios de las segundas oportunidades, el Dios que no se olvida de sus hijos, el que recoge cada lágrima, el que escucha aún cuando el corazón ya no tiene fuerzas para hablar. Y por eso, Padre, hoy no me presento con una oración vacía, sino con una esperanza viva. Sé que así como restauraste a Sión, así también restaurarás mi vida.
Así como llenaste de risa los labios de tu pueblo, así también llenarás mi boca de cantos de gozo. Espíritu Santo, llena este momento con tu presencia. Que cada palabra pronunciada aquí no sea solo un suspiro, sino una semilla de fe plantada.
En el corazón de quien escucha, declaro que este será un día de bendición, un día de avance, un día de esperanza renovada. Señor, al comenzar este día, pongo delante de ti mis caminos, mis decisiones, mis pensamientos. No quiero caminar sin tu dirección.
No quiero comenzar sin invocar tu nombre. Toma el control, Padre. Sé mi guía, mi fuerza, mi protector.
Que todo lo que viva hoy esté marcado por tu gracia y por tu propósito. Gracias por estar conmigo. Gracias por amarme.
Gracias por recordarme a través del Salmo 126 que la risa volverá, que la cosecha llegará y que tú aún tienes el poder de sorprenderme con tu fidelidad. Señor amado, en este instante sagrado reconozco tu presencia en este lugar. No hay rincón en mi vida que no haya sido tocado por tu mano.
Tú estás en lo alto del cielo, pero también estás aquí conmigo en este momento de oración. Me envuelves con tu paz, me abrazas con tu ternura, me hablas en lo profundo del alma. Tú has sido bueno conmigo, Señor, aún cuando no lo merezco, aún cuando me he alejado, tú permaneces fiel.
Tu amor es como un río que nunca se seca, como un sol que siempre se levanta. Has estado en mis días de gloria y también en mis noches de quebranto. Ha sido mi refugio cuando me sentí vulnerable, mi consuelo cuando no tuve palabras, mi fuerza cuando sentí que ya no podía más.
Hoy al meditar en el salmo 126, mi corazón se llena de gratitud, porque no solo me has dado victorias, sino que me has sostenido en medio de las derrotas. Y esa fidelidad, Señor, es la que me da esperanza. Si tú lo hiciste una vez, sé que lo harás otra vez.
Si en el pasado cambiaste mi suerte, si me diste motivos para cantar, lo harás de nuevo, porque tú no cambias y tu bondad se renueva cada mañana. Tú eres como los torrentes del Neg, Señor. Cuando el desierto parecía eterno, tú hiciste brotar ríos de vida.
Cuando todo parecía seco y muerto, enviaste la lluvia oportuna. Y hoy, una vez más me acerco a ti con la expectativa de ver esos torrentes fluir. Cambia mi suerte, Señor.
Haz correr de nuevo las aguas. Restaura mi alma. Devuelve la risa a mis labios y la alegría a mi corazón.
Gracias por cada detalle de tu amor, por el aire que respiro, por el techo que me cubre, por la mesa que has provisto. Gracias por las personas que has puesto en mi camino, por las veces que me has hablado a través de una palabra, una canción, un abrazo inesperado. Nada escapa a tu bondad.
Hoy, Señor, me aferro a tus promesas. No permitas que olvide lo que has hecho por mí. Que cada recuerdo de tu fidelidad pasada se convierta en una razón para confiar en el presente.
Aunque hoy mis ojos vean lágrimas, aunque mis manos estén vacías, creo que vendrá la cosecha, que volveré cantando con mis brazos llenos y mi alma encendida de gratitud. Tú, Señor, eres mi más preciado. No hay mayor tesoro que tu presencia.
No hay mayor gozo que saber que caminas conmigo y por eso, aún en medio de la espera, sigo creyendo, sigo confiando, sigo sembrando, porque sé que el fruto llegará. Padre eterno, al abrir mis ojos en este nuevo día, lo primero que brota de mi corazón es gratitud. No porque todo sea perfecto, no porque no existan luchas, sino porque sé que tu misericordia se ha renovado una vez más sobre mí.
Y eso, Señor, es motivo suficiente para dar gracias. Gracias porque me has permitido despertar. Gracias porque tengo aliento de vida.
Gracias porque aunque muchas cosas no han cambiado todavía, yo sé que tú sí estás trabajando y esa es mi esperanza, esa es mi certeza, esa es la roca firme sobre la cual puedo construir este día. Señor, el salmo 126 me recuerda que hay una temporada para sembrar y una temporada para cosechar, que las lágrimas de hoy no son en vano, que tú ves cada esfuerzo, cada semilla plantada en la fe. Y aunque ahora me toque caminar con el alma cansada, sé que llegará el día en que volveré con cantos, con alegría, con frutos que superarán mis expectativas.
Gracias porque cada nuevo día es como una hoja en blanco, un lienzo sobre el cual tú, el gran artista puedes pintar con los colores de tu gracia. Hoy decido entregarte ese lienzo, Señor. No quiero escribirlo con mis temores ni con mis dudas, sino con la tinta de tu palabra, con el pincel de la fe, con el soplo de tu espíritu.
Enséñame, Señor, a vivir este día con propósito. Que no se me pase como uno más. Que pueda ver tu mano en lo pequeño, que no dé por sentado lo que tengo.
Que aprenda a valorar cada bendición, desde el pan que tengo en la mesa hasta la voz de un ser querido. Que mis ojos estén abiertos a los regalos que tú colocas a mí alrededor. Señor, si este día trae desafíos, ayúdame a verlos como oportunidades.
Si hay pruebas, que me acerquen más a ti. Si hay silencios, que me enseñen a esperar con paciencia. Si hay puertas cerradas, que recuerde que tú tienes otras que se abrirán en el momento perfecto.
Gracias por las veces que dijiste no cuando yo quería un sí porque me estabas protegiendo. Gracias por las veces que me hiciste esperar, porque estabas preparando algo mejor. Gracias porque incluso cuando no entiendo tus caminos puedo confiar en que son más altos y sabios que los míos.
Hoy, Señor, mi oración es simple. Que este día sea una ofrenda a ti. Que mis pensamientos, palabras y acciones reflejen tu amor.
Que donde haya tristeza yo lleve consuelo. Que donde haya desesperanza yo siembre fe. Que donde haya oscuridad yo brille con tu luz.
Declaro que este será un día bendecido, que tú vas delante de mí preparando el camino, que tu favor me rodea como un escudo y aunque siembre con lágrimas, lo haré con esperanza, porque sé que llegará la cosecha. Gracias, Señor, por este nuevo día. Gracias porque en ti mi historia no termina en derrota, sino en restauración.
Señor amado, hoy quiero recordar que no soy el primero en caminar por este sendero de lágrimas y esperanza. Tu palabra está llena de historias de hombres y mujeres que sembraron en medio del dolor, pero que cosecharon con gozo porque confiaron en ti. Al igual que el salmo 126, sus vidas gritan restauración, victoria y fidelidad divina.
Pienso en José, el hijo de Jacob, un joven que fue traicionado por sus hermanos. vendido como esclavo, acusado injustamente y encerrado en una cárcel. ¿Cuántas lágrimas habrá derramado José en la oscuridad de esa celda?
Cuántas veces habrá preguntado si tú lo habías olvidado. Pero en medio de esa siembra dolorosa, tú estabas con él. Lo formaste, lo preparaste, lo maduraste hasta el día en que lo sacaste de la prisión para colocarlo en el palacio.
Lo que sus enemigos pensaron para mal, tú lo transformaste en bendición. Y cuando todo parecía perdido, tú cambiaste su suerte. Qué grande es tu poder, Señor.
Recuerdo también a Ana, la madre de Samuel, una mujer estéril que lloraba amargamente delante del altar deseando un hijo. Su alma estaba abatida, sus lágrimas eran constantes, pero ella no se rindió. Siguió orando, siguió creyendo, siguió sembrando su fe aún cuando su vientre estaba vacío.
Y tú, Señor, escuchaste su clamor. No solo le diste un hijo, sino que hiciste de ese hijo un profeta para la nación. Cuántas veces creemos que el silencio es rechazo cuando en realidad es preparación para algo mayor, me conmueve pensar en David, aquel joven pastor que fue ungido como rey, pero que por años tuvo que huir, esconderse en cuevas, vivir como un fugitivo.
Aún teniendo la promesa, vivió la persecución. Aún teniendo el llamado, experimentó el dolor. Pero él no dejó de escribir salmos, no dejó de adorarte, no dejó de sembrar con lágrimas y en el tiempo perfecto tú lo levantaste y lo colocaste en el trono.
Porque tú no olvidas, Señor, tú eres fiel. Y cómo no recordar a Rut, la moabita, una extranjera, viuda, pobre, sin esperanza humana. Pero ella eligió quedarse con Noemí, seguir a tu pueblo y confiar en el Dios de Israel.
Fue al campo a recoger espigas con humildad y trabajo. Sembró con esfuerzo, sembró con lágrimas y tú la honraste. Le diste un esposo, una familia y la incluiste en la genealogía del Mesías.
Qué hermoso es ver que tu gracia alcanza a los que el mundo desprecia. Señor, también pienso en el apóstol Pablo, un hombre transformado por tu gracia que enfrentó naufragios, cárceles, azotes, traiciones, pero que jamás dejó de sembrar. En medio del dolor escribió cartas que hoy son vida para nosotros.
En medio de las cadenas adoraba. En medio del rechazo predicaba. Su vida entera fue una siembra constante y hoy cosechamos los frutos de su obediencia.
Tú lo fortaleciste, lo usaste y lo coronaste. Y cómo no mirar a Jesús, mi Salvador, el Hijo perfecto, sin pecado, que eligió sembrarse a sí mismo en la cruz. Su sangre fue derramada con dolor, con lágrimas, con sufrimiento.
Pero de esa siembra brotó la vida eterna para todos nosotros. Porque tú, Padre, no permites que ninguna lágrima se pierda. Jesús fue el grano que cayó a tierra y murió, pero resucitó.
y con él nuestra esperanza. Hoy, Señor, estos ejemplos me hablan, me recuerdan que la historia no termina en el dolor, que el exilio no es eterno, que la esterilidad puede dar paso a la vida, que el campo que hoy parece seco mañana puede florecer, que tú eres especialista en transformar el lamento en danza, el polvo en corona, la semilla en cosecha abundante. Padre, gracias por estos testimonios.
Gracias por mostrarme que no estoy solo en este camino. Si ellos pudieron creer, yo también puedo. Si ellos fueron restaurados, yo también lo seré.
Si ellos vieron tu gloria después del llanto, yo también veré la mía. Porque el mismo Dios que lo sostuvo me sostiene hoy a mí. Espíritu Santo, haz que estas verdades se arraiguen en mi corazón.
No permitas que olvide lo que has hecho en el pasado, ni en mi vida, ni en la historia de tu pueblo. Que cada historia bíblica sea una semilla de fe en mí. Que cuando llegue el cansancio, recuerde a Pablo cantando en la prisión.
Que cuando llegue la espera, recuerde a Ana clamando en el templo. Que cuando llegue el rechazo, recuerde a José en el calabozo. Que cuando la promesa parezca lejana, recuerde a David en la cueva.
Gracias, Señor, porque a través de sus vidas me hablas, me inspiras, me fortaleces y me aseguras que si sigo sembrando, si sigo creyendo, si sigo caminando, veré tu mano, veré tu gloria, volveré con cantos, como dice el salmo 126, con las manos llenas y el alma rebosante de gozo. Padre amado, en esta mañana levanto mi voz para presentarte cada área de mi vida que necesita tu intervención. No solo deseo tu consuelo, Señor, también necesito tu dirección.
Tú conoces mis pensamientos más profundos, mis luchas internas, mis decisiones pendientes, mis dudas. Y por eso vengo a ti. Me rindo ante tu sabiduría, porque sé que mis caminos son limitados, pero los tuyos son perfectos.
Guía mis pasos, Señor. Ilumina con tu verdad las sendas que debo seguir. No quiero caminar guiado por mi impulso o mis emociones.
Quiero que cada decisión, sea grande o pequeña, esté marcada por tu consejo. Si alguna puerta no es tu voluntad, ciérrala aunque duela. Si un camino no me lleva a ti, apártalo de mi vista.
Que mi corazón no se deje engañar por lo inmediato, sino que aprenda a confiar en lo eterno. Te pido también protección, mi Dios. Hay peligros que no puedo ver, amenazas ocultas, batallas que no sé cómo enfrentar.
Pero tú, Señor, eres mi escudo. Rodea mi vida con tu favor. Guarda mi salida y mi entrada.
Protege mi mente de pensamientos destructivos. Mi corazón de heridas no sanadas, mi cuerpo de todo mal. Que nada ni nadie tenga poder sobre mí, porque mi vida está escondida.
En ti cubro con oración a mi familia, Señor. Te pido por cada uno de ellos. Protégelos en su caminar, en sus decisiones, en sus emociones.
Guarda sus cuerpos, pero también sus almas. Que tu amor sea el lazo que nos una. Que donde haya división traigas unidad.
Que donde haya heridas derrame sanidad y donde haya vacío florezca la esperanza. Pero más allá de la protección exterior te suplico transformación interior. Señor, cámbiame.
No quiero seguir igual. Quiero crecer, madurar, avanzar. Toca las áreas de mi vida que necesitan ser renovadas.
Si hay orgullo en mí, quebrántalo. Si hay resentimiento, límpialo. Si hay hábitos que me alejan de ti, dámelos a conocer y dame fuerzas para dejarlos atrás.
Moldea mi carácter como el alfarero moldea el barro. Que cada proceso difícil sea una oportunidad para ser transformado. Que no me resista a tu mano, aunque duela, porque sé que todo lo que haces lo haces por amor.
Tú no quieres destruirme, sino formarme. No quieres condenarme, sino restaurarme. Renueva mi mente, Señor.
Ayúdame a pensar con fe, a hablar con esperanza, a vivir con propósito. Sáname de pensamientos que me estancan, de creencias que me limitan. Enséñame a verme como tú me ves, amado, perdonado, llamado con propósito eterno.
Lléname con tu presencia. Que mi corazón arda por ti. Que mi vida refleje tu luz.
Dame hambre por tu palabra, sed de tu verdad, deseo de tu voluntad. que no me conforme con una fe superficial, sino que anhele lo profundo, lo verdadero, lo eterno. Gracias, Señor, porque no me dejas como estoy.
Gracias porque me amas tanto que decides trabajar en mí. Hoy me entrego en tus manos sin reservas. Restaura mi interior como restauraste a Sión.
Haz fluir ríos donde solo hay desierto y que en cada parte de mí se vea tu gloria. Señor todopoderoso, en este momento elevo mi voz no solo por mí, sino por cada persona que necesita un toque de tu amor, un milagro de tu mano, una palabra de esperanza. Hoy quiero interceder por los que sufren, por los que claman en silencio, por los que ya no tienen fuerzas para orar.
Porque así como tú cambiaste la suerte de Sion, también puedes cambiar la historia de quienes hoy viven en exilio emocional, espiritual o físico. Padre, te pido por los enfermos, por aquellos que están postrados en una cama, que están atravesando tratamientos médicos, que sienten que su cuerpo les falla. Extiende tu mano sanadora, Señor.
Que cada célula, cada órgano, cada parte dañada sea restaurada por tu poder. Declaro que tú eres Jehová Rafa, el Dios que sana, y que en tu presencia hay salud y renovación. Que ellos puedan ver tu gloria aún en medio del dolor.
Clamo por los que están pasando por dificultades económicas. Tú eres el proveedor fiel, el dueño del oro y la plata. Abre puertas de empleo, oportunidades nuevas, ideas creativas.
Multiplica los recursos en los hogares, Señor. Que no falte el pan, que no falte la paz, que no falte la fe. Y si están sembrando con lágrimas en medio de la escasez, que pronto puedan cosechar con alegría, con manos llenas de provisión.
Oro por las familias. Dios, tú conoces cada conflicto, cada silencio, cada herida escondida. Restaura matrimonios rotos, sana relaciones entre padres e hijos, devuelve el amor que se ha enfriado.
Que las casas vuelvan a ser refugios de paz. Que se levanten altares de oración en los hogares. Que tu espíritu habite en cada rincón.
Señor, te presento a los jóvenes que están perdidos, confundidos, buscando sentido en un mundo que ofrece promesas vacías. Protéjelos de las decisiones apresuradas, de las influencias tóxicas, de la desesperanza que conduce a la destrucción. Llámalos por nombre, atrae sus corazones, despierta en ellos un propósito eterno, que no se pierdan en la multitud, sino que sean encontrados por tu amor.
Clamo también por los ancianos, por aquellos que se sienten olvidados, solos, cansados. Recuérdales que aún tienen valor, que sus oraciones siguen moviendo el cielo, que su historia no ha terminado. Llénalos de paz, rodéalos de cariño y dales nuevas fuerzas como las del águila.
Señor, oro por mi comunidad, por las personas que caminan a mi lado sin que yo sepa por lo que están pasando. Enséñame a tener un corazón compasivo, unos oídos atentos, unos brazos dispuestos a ayudar. Que yo no viva solo para mí, sino que sea instrumento de bendición.
Que donde haya necesidad pueda llevar respuesta. Que donde haya soledad pueda ser compañía. Finalmente, Padre, intercedo por mi país.
Tú conoces las divisiones, las injusticias, las heridas sociales. Levanta líderes con integridad, hombres y mujeres con temor de Dios, con pasión por la verdad, con compasión por el pueblo. Trae unidad donde hay conflicto, justicia donde hay opresión, esperanza donde hay desesperación.
Señor, cambia la suerte de mi nación como los torrentes del Negeb. Derrama tu lluvia sobre la tierra seca. Restaura el alma de este pueblo y que tu nombre sea exaltado desde las calles más humildes hasta los palacios de poder.
Gracias, Padre, porque sé que tú escuchas y sé que así como lo hiciste una vez con Sion, también lo harás hoy con nosotros. Señor amado, hoy me presento ante ti con un anhelo profundo. Crecer, madurar, avanzar en mi vida espiritual.
No quiero vivir de recuerdos pasados ni conformarme con una fe superficial. Deseo más de ti. Deseo ser transformado, renovado, moldeado por tu espíritu.
Así como el salmo 126 nos habla de restauración, también clamo por una restauración interior, una obra profunda en mi corazón. Padre, reconozco que muchas veces he vivido atrapado en rutinas espirituales, oraciones automáticas, devocionales apurados, momentos de fe que no logran tocar mi alma. Pero ya no quiero seguir así.
Hoy te pido, aviva mi corazón, despierta en mí el deseo ardiente de buscarte, de conocer más de tu palabra, de escuchar tu voz y obedecerla. Transforma mi carácter, Señor. Que mi vida sea testimonio vivo de tu poder.
Arranca de mí todo lo que no refleja a Cristo. La impaciencia, el orgullo, la ira contenida, el egoísmo que me encierra en mí mismo. Ayúdame a desarrollar frutos que glorifiquen tu nombre.
Amor verdadero, gozo que no dependa de las circunstancias, paz que supere todo entendimiento, paciencia que espera en silencio, bondad que actúa sin pedir nada a cambio. Fe que resiste la tormenta. Hazme una persona íntegra, coherente entre lo que creo y lo que vivo.
Que mis palabras no contradigan mis actos. Que mis decisiones estén alineadas con los valores del reino. Que las personas a mi alrededor puedan ver en mí una luz, una esperanza, una diferencia.
Señor, quiero crecer en discernimiento. Vivimos en tiempos confusos, donde lo bueno se presenta como malo y lo malo como bueno. Enséñame a distinguir tu verdad en medio del ruido que no me deje llevar por las corrientes del mundo, sino que renueve mi mente conforme a Romanos 12:2.
No se amolden a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente. Enséñame a amar como tú amas. a perdonar como tú perdonas, a servir como Jesús sirvió.
Que no busque títulos ni reconocimientos, sino oportunidades para reflejar tu gloria. Que mi mayor deseo sea parecerme más a Cristo cada día. Que cada paso que doy sea una oportunidad de crecer en gracia y sabiduría.
Padre, dame un espíritu enseñable. No quiero vivir creyendo que ya lo sé todo. Quiero aprender, escuchar, dejarme corregir, ser guiado.
Muéstrame lo que aún debo rendir, lo que aún debo sanar, lo que aún debo cambiar. Y cuando venga el proceso, aunque duela, ayúdame a abrazarlo con gratitud, sabiendo que es parte de tu plan para llevarme a un nuevo nivel. Que mi crecimiento espiritual no sea solo para mí, sino también para bendecir a otros.
Hazme una fuente, que otros puedan beber del amor, la fe, la paz y la esperanza que tú has derramado en mí. Que mi vida sea como un campo fértil que da fruto en su tiempo. Gracias, Señor, porque tú no has terminado tu obra en mí.
Lo que comenzaste lo perfeccionarás. Y aunque hoy solo vea el terreno removido, sé que la semilla está creciendo. Sé que vendrá la cosecha.
Sé que un día miraré atrás y diré, "El Señor ha hecho grandes cosas por mí y estoy lleno de alegría. " Señor todopoderoso, al llegar al final de esta oración, mi corazón se llena de gratitud. Gracias por tu presencia, por tu palabra viva, por recordarme que tú eres el Dios que restaura, que transforma el llanto en risa y que aún tienes el poder de hacerme soñar otra vez.
Hoy, a través del salmo 126 has renovado mi esperanza. Me has recordado que no importa cuán profundo haya sido el dolor, tú eres capaz de revertir mi historia. que no importa cuántas lágrimas haya sembrado, llegará el día en que cosecharé entre cantos con mis manos llenas y mi alma encendida de gozo.
Declaro en fe que esta no será solo una oración más, será un parteaguas, un momento de rendición total, un reinicio desde lo alto, porque tú no olvidas ninguna semilla sembrada con sinceridad. Tú ves cada esfuerzo, cada clamor, cada paso de obediencia en medio de la prueba y en tu tiempo perfecto harás florecer lo que parecía estéril. Señor, gracias por tu fidelidad.
Gracias por no dejarme solo. Gracias por caminar conmigo, por hablarme, por fortalecerme. Hoy renuevo mi confianza en ti.
Me abrazo a tus promesas. Camino hacia adelante con la certeza de que veré tu gloria manifestada y así como lo dijiste en tu palabra. Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre cantares.
Se va llorando el que lleva la semilla, pero vuelve cantando con su gavilla. Declaro que volveré cantando, que mi boca se llenará de risa, que mi vida será testimonio. Vivo de que el Señor ha hecho grandes cosas por mí y estaré lleno de alegría.
Bendigo este día, bendigo mi casa, bendigo mi nación. Declaro cielos abiertos, caminos preparados, fuerza renovada. Que tu paz gobierne mi mente y tu amor inunde cada rincón de mi ser.
Gracias, Padre, por esta poderosa oración de restauración y alegría en ti. Gracias por el salmo 126. Gracias porque aún haces milagros como los que parecen un sueño.
En el nombre poderoso de Jesús. Amén. Si esta oración ha tocado tu corazón, te invito a compartirla con alguien que necesite restauración y alegría en el Señor.
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No estás solo. Que la paz del Señor llene tu vida y su alegría te acompañe en cada paso que des. Gracias por orar con nosotros hoy.
Recuerda, Dios aún tiene el poder de hacerte reír como quien sueña. Hasta la próxima oración y que tu día esté lleno de bendiciones. Si esta oración ha fortalecido tu fe, no te detengas aquí.
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