EL MUNDO PERFECTO. Un CUENTO que te hará LLORAR y REFLEXIONAR

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Los relatos de la abuela
Sumérgete en un mundo de cuentos inspiradores, reflexiones profundas y relatos con valores que te ha...
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Es posible que alguno de vosotros haya soñado alguna vez con un mundo sin odio, sin avaricia y donde todos los seres humanos vivamos en paz y armonía. Puede ser que ese mundo maravilloso exista escondido en alguna parte. [Música] Entonces, ¿dónde dices que vais?
, preguntó la mujer con cara de preocupación. Queremos ir a la selva negra. Vamos a hacer la ruta de las tres cataratas.
Todo el mundo dice que es una ruta muy bonita y no es nada peligrosa. Solo serán tres días. ¿Y dónde vais a dormir?
Ya hace muy buen tiempo y dormiremos en el suelo. No te preocupes, madre. Ya somos mayores.
Pues a mí no me parece que con 16 años seáis muy mayores dijo la mujer un poco resignada. Si estuviera aquí tu padre, creo que no te dejaría ir. Estaremos de vuelta antes de lo que te imaginas.
Tened mucho cuidado, por favor. Concluyó la mujer. El joven Joel durmió muy poco durante aquella noche.
Era la primera vez que se iba a alejar de su casa y estaba nervioso e ilusionado. Le daba bastante pena dejar a su madre sola, pero sentía que ya era prácticamente un adulto y podía desenvolverse solo. Al día siguiente, Mayira despedía a su único y querido hijo desde la puerta de casa.
Sabía que no tenía más remedio que dejarle volar, pero sentía pánico de que pudiera ocurrirle algo. Era la única persona que tenía en su vida. Joel había quedado con su amigo del alma en su casa e iba a buscarle para partir desde allí.
Esperaba que estuviera preparado para la partida. "¿Has traído todo lo que te dije? ", preguntó Samuel.
Llevo las mantas, el farolillo y el mapa, respondió Joel orgulloso. Pues ya nos podemos ir. Aquí comienza nuestra aventura.
Y los dos muchachos recorrieron la calle principal del pueblo para buscar el camino que llevaba a la selva negra. Tras 4 horas de camino, entraron de lleno en la famosa selva. Ambos muchachos estaban emocionados escuchando los sonidos de la naturaleza que les rodeaba.
Todo era nuevo para ellos. Samuel, que tenía un par de años más que Joel, se sentía responsable de su amigo y de lo que le pudiera pasar, pero estaba orgulloso de estar en su compañía. Tras 6 horas de viaje, era el momento de hacer una parada para descansar y tomar algo de alimento.
Se sentaron en unas piedras y empezaron a comer lo que habían traído de casa. ¿Nos queda mucho para llegar a la primera catarata? Preguntó Joel demostrando una gran impaciencia.
Estoy deseando llegar. Según este mapa, aún no hemos hecho ni la mitad del viaje. Tenemos que tomar el próximo camino a la derecha y caminar unas 7 horas más.
Pues se me está haciendo muy largo, dijo Joel. Vaya, un aventurero estás hecho, respondió Samuel. Tenemos que seguir el camino, pues en unas 5 horas se hará de noche.
Y los dos muchachos siguieron su pequeño viaje siguiendo las indicaciones del mapa. Iban recordando sus pequeñas aventuras desde que se conocieron unos cuantos años atrás, pero sin duda esta era la más excitante y arriesgada. La oscuridad se iba apoderando del bosque y cada vez se veía menos.
Creo que deberíamos parar a dormir. Es fácil que sin luz acabemos perdidos en esta selva, dijo Samuel ejerciendo de hermano mayor. Es la primera vez en toda mi vida que no voy a dormir en casa y ya estoy echando de menos a mi madre, dijo Joel, envuelto en melancolía.
Alguna vez tenía que ser la primera, le respondió Samuel. Ya somos mayores. Mientras tanto, a unos cuantos kilómetros de distancia, Mayira echaba en falta a su pequeño.
Nunca se había separado de él y su ausencia dejaba un gran vacío en su alma. Para ella, Joel seguía siendo su niño. Nada ni nadie puede impedir que sufra.
Que las agujas avancen en el [Música] reloj, que decidan por ellos, que se [Música] equivoquen, que crezcan y que un día nos sigan a Dios. Joel se dio cuenta de que aunque había crecido, seguía siendo un niño que echaba de menos a su madre. Desde que faltaba su marido 7 años atrás, Mayira había sacado adelante sola al pequeño Joel y tenía pánico de que algún día cercano echara a volar y le dejara sola.
En cuanto amaneció, Samuel y Joel reanudaron el camino, pues la primera catarata estaba a menos de 2 horas. Según se iban acercando, ya podían oír a lo lejos el sonido del agua cayendo. Cuando por fin llegaron a su destino, se quedaron impresionados por lo que tenían ante sus ojos.
Joel entendió por primera vez el poder infinito de la naturaleza y la belleza de la creación. Tenían delante decenas de cascadas que arrojaban millones de litros de agua con una gran fuerza. "Nunca había visto nada parecido", dijo Samuel con asombro.
"Pero ahora tenemos que irnos, pues nos espera la segunda catarata, que según dicen es más bella aún. " Y los dos muchachos reanudaron el viaje en busca de la siguiente cascada. [Música] Cuando llevaban otras dos horas caminando y sin previo aviso, una gran tormenta con lluvia, rayos y truenos se cernió sobre el bosque y la claridad se convirtió en oscuridad.
No habían ido preparados para esa lluvia torrencial y el miedo comenzó a apoderarse de ellos. Al poco rato, los dos muchachos se dieron cuenta de que estaban perdidos. Tenemos que encontrar algún sitio para refugiarnos, pues tengo entendido que los rayos debajo de los árboles son muy peligrosos", dijo Joel.
Y siguieron caminando buscando un refugio. Allí parece que hay una cueva o algo parecido. Caminemos hacia ella.
Cuando entraron en la caverna estaban totalmente a oscuras. Deberíamos encender el farolillo de aceite que hemos traído", dijo Samuel. Cuando lo prendieron, se dieron cuenta de que la gruta era enorme.
Caminaron por ella, pues al final de la galería se vislumbraba lo que parecía ser luz natural. Cuando llegaron al final del corredor, pudieron observar una gruta mucho más grande, con mucha agua cayendo entre las rocas. Detrás de aquella cascada parece que hay una salida", dijo Joel.
"Tengo un poco de miedo, pero ya que estamos aquí, vayamos hasta el final. " Y los chicos fueron decididos a atravesar la cortina de agua. Lo que vieron cuando la traspasaron superaba con mucho la belleza de la catarata que vieron unas horas antes.
No solamente no había ni rastro de la tormenta y la lluvia, sino que tenían ante ellos toda una ciudad. Estaba construida de madera y barro, y el agua caía por todas partes. La misteriosa ciudad estaba repleta de gente que se movía de un sitio a otro.
Samuel y Joel empezaron a caminar entre las calles de aquella maravillosa ciudad. Estaban fascinados por sus casas y por sus pacíficos habitantes. Se fijaban en cada detalle y no podían dejar de mirar en todas direcciones.
Un muchacho que parecía muy amable se cruzó en su camino y empezó a hablarles. El gran señor quiere que les acompañe a su palacio. Está deseando conocerles.
Dijo amablemente. Acabamos de llegar y pensábamos que nadie nos había visto dijo Samuel sonriendo. Os estamos siguiendo desde que entrasteis en la cueva respondió el chico.
Seguirme. Os guiaré a su presencia. Y dándose media vuelta comenzó a caminar.
[Música] Y el muchacho comenzó a guiarles por un laberinto de cascadas cuyo sonido retumbaba en sus oídos. Samuel y Joel estaban maravillados con lo que veían, pues les parecía estar dentro de un cuento de hadas. "Esta es la entrada del palacio", dijo el muchacho con gran cortesía.
El gran Señor les está esperando dentro. Muchas gracias por traernos. Nosotros somos Samuel y Joel.
Mi nombre es Amed y siempre estaré dispuesto para serviros, replicó el amable muchacho. Cuando entraron en la cueva, un anciano con ropas sencillas y humildes le sonreía sentado sobre una roca. "Amed nos ha dicho que quería vernos", dijo Samuel.
"Pues ya estamos aquí. Bienvenidos a mi pequeño palacio de agua. Es muy modesto, pero es acogedor.
Yo pensaba que veníamos a un palacio como los que tienen los reyes y usted tendría una corona sobre la cabeza, dijo Joel con naturalidad. Oh, no, claro que no. Yo no soy ningún rey, ni esto es un palacio real.
Solo le llamo así por lo hermoso que es. Yo solo soy el fundador de esta pequeña ciudad. Hace 60 años, cuando yo solo era un joven con inquietudes, descubrí este lugar por casualidad.
Entré aquí por el mismo sitio que vosotros. Cuando llegué a este lugar y descubrí su belleza, me quedé fascinado. Era un lugar inexplorado y oculto, alejado del resto del mundo.
Entonces, tuve una revelación. Pensé que aquí se podría construir una ciudad donde la envidia y el odio no existieran, donde no se valorara a la gente por su riqueza, sino por su corazón, en el que todos convivieran como hermanos y reinara por siempre la paz. A los pocos meses regresé con un grupo de gente buena, hombres y mujeres que querían cambiar su vida y la de sus descendientes.
Entre todos empezamos a construir esta ciudad. Con mucho trabajo y esfuerzo pudimos terminarla en menos de 10 años. Ahora que ya soy un anciano, estoy muy orgulloso de haber creado esta ciudad llena de gente buena y amable, donde las cosas no se compran ni se venden, simplemente se regalan, donde no existen ricos ni pobres, pues la única riqueza es el amor y la generosidad.
Entonces, ¿aquí no existe el dinero? , preguntó con curiosidad Joel, que se había sentado en el suelo junto a Samuel. No, claro que no.
¿Para qué queremos el dinero si todo se da a los demás con generosidad? Sería motivo de peleas y disputas. ¿Y la gente entonces no trabaja?
Si no existe el dinero, ¿para qué tienen que trabajar? Preguntó Samuel con gran curiosidad. Sí, claro que trabaja, pero cada uno trabaja en lo que más le gusta o donde piensa que puede ser más útil a los demás.
Le puedo preguntar por qué quería vernos, interrogó Joel. Solo somos dos niños normales que salieron a hacer una excursión. No tenemos nada especial.
Quería daros la bienvenida y conoceros para saber si podríais ser dignos habitantes de esta ciudad. también para comunicaros algo que quizás no os guste, pero tenéis que comprender. En esta ciudad se puede entrar, pero no se puede salir.
Si alguien saliera de aquí al exterior, esta dejaría de ser una ciudad perdida y al poco tiempo se llenaría de personas indeseables que podrían quebrantar nuestra paz. Al escuchar de boca de aquel hombre que nunca podrían salir de allí, los dos muchachos se pusieron muy tristes, especialmente Joel, que enseguida comprendió que nunca más volvería a ver a su querida madre. Mientras tanto, Mayira esperaba con impaciencia el regreso de su amado hijo.
"La comida está preparada", dijo aquella muchacha rubia que apareció de repente en la escena. Los invitados pueden pasar al comedor de palacio", añadió con una sonrisa. Esta muchachita es mi nieta.
Suponíamos que estaríais hambrientos y os ha preparado un pequeño banquete de bienvenida. Aunque antes deberíamos presentarnos. Aún no os lo he dicho, pero mi nombre es José.
Mi amigo se llama Joel y yo me llamo Samuel", dijo el niño rubio. Estamos encantados de conoceros. "Mi nombre es Raquel y estoy aquí para serviros", dijo la chica haciendo una pequeña reverencia.
Los muchachos se lo agradecieron con una gran sonrisa. Yo os tengo que dejar. Ya soy bastante mayor y estoy muy cansado.
Después de la comida, Raquel os llevará a vuestra nueva casa. Es un alojamiento modesto, pero espero que os guste. Cuando Joel y Samuel entraron al comedor, se quedaron con la boca abierta.
En la mesa había todo tipo de frutas y verduras y el lugar era impresionantemente hermoso. No se extrañaban nada de que lo llamaran el palacio. Los chicos se pusieron a comer como si no hubieran comido nunca mientras disfrutaban de aquel lugar celestial.
Tras reponer fuerzas y descansar, Samuel y Joel salieron caminando del palacio acompañados de Raquel. Os enseñaré la ciudad y después os llevaré a vuestra nueva casa, dijo la muchacha con una gran alegría. Y empezaron a recorrer juntos aquella maravillosa ciudad donde todo era belleza.
Raquel paraba de vez en cuando y les explicaba algo de las gentes que allí habitaban. Casi toda nuestra alimentación está basada en el pescado, la fruta y la verdura, les explicó. Por eso mucha gente se dedica a pescar y a cuidar los cultivos.
No he visto vacas, ni ovejas, ni cerdos. ¿No coméis carne? , preguntó Samuel con curiosidad.
Los animales mamíferos solo los tenemos para que nos acompañen, pues les consideramos muy cercanos a los seres humanos. No seríamos capaces de matarlos para comerlos, respondió Raquel con presteza. Cuando pasaban cerca de alguien, siempre les saludaba.
"Si necesitáis ropa, no tenéis más que decirlo", dijo la mujer. "Hago la ropa más bonita de toda la ciudad. " "¿No queréis fruta?
", preguntó otra que tenía un puesto junto a una de las calles. Es de mi huerto y está cultivada con cariño. "Entonces, si aquí no existe el dinero, unas cosas se cambian por otras", preguntó Samuel.
Las cosas no se venden ni se cambian, respondió Raquel. Simplemente se ofrecen y se regalan. Sería una ofensa para ellos que les ofrecieras algo a cambio.
Estamos felices de dar lo que tenemos y de ayudar. Me parece increíble el mundo que habéis creado. Dijo Joel con una sonrisa.
La gente es muy generosa, por eso aquí se respira paz y tranquilidad y nadie se pelea. "Ahora, antes de llevaros a vuestra nueva casa, voy a enseñaros algo muy bonito", dijo Raquel. Y los tres muchachos se pusieron en camino.
Al poco rato, un hombre desde una barca les hacía señales con su mano para que se acercaran. "¿Queréis que os lleve a algún sitio? ", dijo con amabilidad.
Soy uno de los barqueros más rápidos de la ciudad. Preferimos seguir caminando por tierra firme", respondió la muchacha rubia. "Pero muchas gracias por su ofrecimiento.
Si me necesitáis alguna vez, ya sabéis dónde estoy. Estaré encantado de ayudaros", dijo el hombre despidiéndose. "Aquí es donde guardamos las piedras brillantes y bonitas", dijo Raquel cuando llegaron a aquel lugar.
Cuando las encontramos, las traemos aquí, pues están por todas partes. Los dos muchachos se quedaron atónitos ante lo que tenían delante de sus ojos. Montones de pepitas de oro del tamaño de un puño y sin ningún tipo de vigilancia en la puerta.
Aquí hay más oro que en el resto del mundo, dijo Yael asombrado. Con una sola de estas piedras, fuera de aquí podríamos tener lo que quisiéramos. dijo Samuel con un gran brillo en sus ojos.
Son preciosas, dijo cuando las vieron más de cerca. Pues podéis las que queráis, dijo Raquel sonriendo. Aquí solo las utilizamos para hacer herramientas o para adornar.
Tras la visita al almacén de oro, la muchacha les llevó hasta la que iba a ser su nueva casa. Ya hemos llegado. Solo hay que subir un tramo de escaleras.
tiene unas magníficas vistas al lago. Cuando entraron por una puerta que no tenía llave, los dos chicos sonrieron felices al ver lo bonita y lo coqueta que era. "La he elegido yo, dijo la chica orgullosa.
Creo que aquí tenéis todo lo que necesitáis. Ahora os dejo que descanséis, pues estaréis agotados después de vuestro viaje", dijo la chica despidiéndose. "Muchas gracias por lo que haces por nosotros", dijo Joel con sinceridad.
Los dos chicos se metieron a dormir, pues había sido un día largo y con muchas sorpresas. "¿Qué te pasa? ", preguntó Samuel al ver a su amigo tan triste.
"Parece que no estás contento de estar aquí. Esto es un lugar maravilloso, pero no puedo soportar la ausencia de mi madre", dijo Joel sin parar de llorar. "Eres un blando", respondió Samuel en tono de burla.
"En vez de un amigo, pareces mi hermano pequeño. " Tras una noche de luna llena, empezó a amanecer en la ciudad. Los rayos de sol despertaron a Joel, que al abrir los ojos se llevó una gran sorpresa.
La cama de Samuel estaba vacía y no había ni rastro del muchacho. ¿Se habrá ido y me habrá abandonado? Se preguntaba el chico con tristeza.
Si hubiera sido así, no lo podría soportar. Empezó a gritar su nombre, pero nadie respondía. pensó que lo mejor era salir a buscarlo fuera y empezó a caminar sin rumbo por la ciudad intentando encontrar a su amigo.
Tras recorrer toda la ciudad, Yael se sentó sobre una piedra. Empezó a pensar que tal vez Samuel habría robado oro del almacén y se habría ido. Le pareció que miraba el preciado metal con cara de codicia.
"No le esperes más", dijo Raquel cuando por fin le encontró. Los vigilantes le vieron salir corriendo por la cueva cuando estaba amaneciendo. Mi abuelo está muy triste y decepcionado, pues ha desobedecido las normas de la ciudad.
Yo también me encuentro como tu abuelo, dijo Yael. Nunca pensé que me abandonara. Yo nunca te voy a abandonar, dijo la muchacha intentando animarle.
Te vendrá bien que demos un paseo. Y los dos muchachos empezaron a caminar sin rumbo. Samuel había salido corriendo por la gruta a toda velocidad para que los vigilantes no le descubrieran.
Sabía que había vulnerado las normas, pero tenía que escapar de allí. Le costó encontrar el camino de vuelta, pero eso no le impidió regresar a toda velocidad. Ese limonero gigante lo plantó mi abuelo nada más llegar a la ciudad hace 60 años.
Da tantos limones que no sabemos qué hacer con ellos. ¿Podríais hacer limonada? Dijo Yael intentando hacer una broma.
La verdad es que no sé lo que es eso, respondió la chica. Eso no existe aquí. Tras pasar toda la mañana caminando, Jael y Raquel se sentaron sobre unas piedras a charlar.
Se divirtieron tanto que hasta se les había olvidado que no habían comido. Cuando Samuel, después de un agotador viaje llegó a su destino, ni podía articular palabra. "Si le ha pasado algo a mi hijo, dímelo", dijo Mayira, que llevaba todo el día esperando la vuelta de su hijo en la puerta.
No le pasa absolutamente nada. Está muy contento y feliz. Prepárate que nos vamos, dijo Samuel cuando recuperó el aliento.
Hemos encontrado un lugar donde nunca os tendréis que separar. Te lo terminaré de contar por el camino. Y la mujer echó a volar una gran sonrisa.
En el trayecto de vuelta a la ciudad perdida, Mayira y Samuel iban agotados, pero muy felices porque iban a volver a ver a Yael. La conversación había sido tan amena y divertida que a los dos muchachos se les había hecho de noche. "Aquí la gente no se casa", preguntó Yael con curiosidad.
"Claro que sí", respondió Raquel. Todo empieza cuando el hombre ofrece su mano a la mujer. Si ella acepta el matrimonio, esta le ofrece la suya.
Después, mi abuelo les bendice en el palacio de agua. Es algo realmente mágico, terminó la muchacha. Tenemos que ir a dormir, dijo Yael.
o tu abuelo no te volverá a dejar pasear conmigo. El muchacho se durmió con una gran tristeza, pues ahora, aparte de echar de menos a su madre, también echaba de menos a su amigo del alma. El sol salía por el horizonte sobre la ciudad perdida.
"Vamos, levántate que ya has dormido demasiado", dijo Samuel. "Tienes visita. " Y yael no tuvo más remedio que esbozar una gran sonrisa.
fue corriendo a abrazar a su querida madre, a la que tanto echaba de menos, y se dieron el abrazo más sincero que se pueden dar una madre y su hijo. Después corrió a abrazar a su amigo del alma del que había dudado sin merecerlo. has vulnerado las normas de la ciudad y debo confesar que estaba bastante decepcionado contigo, pero tienes a tu favor que lo has hecho por una excelente causa.
El amor entre los padres y los hijos es lo más grande que puede haber. Dicho esto, te debo perdonar, pues el perdón es una de las virtudes más grandes del ser humano. Te deseo felicidad en esta pequeña ciudad de personas buenas.
Estoy seguro de que nunca más le volveré a decepcionar, dijo Samuel, contento de que el gran señor le hubiera perdonado. ¿Te puedo ayudar en algo? , preguntó el herrero cuando vio aparecer al muchacho.
Me han dicho que usted es la persona que mejor trabaja el hierro de la ciudad, dijo Yael. Y quiero hacerle un encargo. Pues estaré encantado de realizarlo dijo el hombre con gran amabilidad.
Dime qué necesitas. Quiero encargarle una fuente, dijo el muchacho. Mi madre, mi amigo Samuel y yo la necesitamos para servir en ella limonada.
Vamos a hacerla durante el resto de nuestras vidas para todos los habitantes de la ciudad. No sé lo que es la limonada, pero te haré la fuente más hermosa que nunca haya existido, respondió el hombre orgulloso. Pues usted va a ser el primero que la va a probar, dijo Yael.
Estoy seguro de que le encantará. Si algún día te ofrezco mi mano, ¿la aceptarás para ser mi esposa? Preguntó el muchacho.
Por supuesto que sí. respondió Raquel. Este mundo perdido es maravilloso, pensó ya él.
Pero ahora es el mundo [Música] perfecto. Espero que esta bonita historia os haya gustado y os haga reflexionar. Trata sobre el dolor que hemos sentido los padres cuando notamos que nuestros hijos se alejan poco a poco de nosotros y un día alzan sus alas y empiezan a volar solos.
También trata de que es posible que algún día tengamos el sueño que tuvo aquel hombre bueno y hagamos entre todos el mundo perfecto. [Música] [Música] [Música] Si queréis contribuir a que este modesto canal se mantenga, os podéis suscribir gratuitamente pulsando este círculo. Activad la campanita para que os avisen cuando haya un nuevo relato y compartid con la gente que queréis.
Os lo agradezco de corazón.
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