Imagina que todo lo que anhelas ya está aquí, esperando por ti. Si eso fuera cierto, ¿cómo cambiaría la forma en que pides? Jacobo Greenberg, conocido por explorar los misterios de la conciencia, decía que nuestra percepción de la realidad está profundamente ligada a nuestra mente.
No se trata solo de lo que pensamos, sino de cómo pensamos. Hoy vamos a adentrarnos en un concepto que transformará la manera en que entiendes el acto de pedir, porque, aunque no lo sepas, siempre estás pidiendo. Cuando escuchamos la palabra "pedir", tal vez pensamos en algo verbal, en palabras dirigidas hacia algo externo, quizás hacia una fuerza superior que imaginamos fuera de nosotros.
Pero pedir es mucho más que eso. Tus peticiones suceden antes de que abras la boca; es un diálogo constante que ocurre en el espacio más íntimo de tu ser. Tu mente piensa en esto: cada pensamiento que tienes es una declaración hacia el universo; cada imagen, cada emoción que permites crecer en tu interior, está moldeando la forma en que experimentas la vida.
Por ejemplo, cuando deseas algo, quizás dices "quiero éxito, amor, abundancia", pero si en lo profundo de tu mente albergas pensamientos como "no lo merezco", "es muy difícil" o "¿quién soy yo para tener eso? ", estás enviando un mensaje contradictorio, y ese mensaje interno es el que prevalece. Pedir no es un acto ocasional; es un estado de ser.
Es el conjunto de tus pensamientos, emociones y creencias dominantes. Si tu mente es un río, tus peticiones son la corriente que lo atraviesa; siempre están en movimiento. Lo más importante que debes entender es que no puedes dejar de pedir, ni aunque quisieras.
No importa si lo haces de manera consciente o inconsciente: tu mente siempre está comunicando algo. Cada vez que te preocupas por el futuro, que dudas de tus capacidades, o incluso cuando sientes gratitud y amor, estás pidiendo. Estás mandando un mensaje al universo que dice: "Dame más de esto".
El problema es que muchas de nuestras peticiones son caóticas. Imagina que quieres sembrar un jardín hermoso, pero cada día plantas semillas diferentes. Al final, lo que crece es un caos.
Así es como solemos construir nuestra realidad: pidiendo abundancia, pero al mismo tiempo temiendo a la escasez. La clave está en hacerte consciente de este diálogo interno. Observa qué mensajes estás enviando y cómo eso se refleja en tu vida.
Cuando alineas tus pensamientos con lo que realmente deseas, comienzas a transformar tu realidad desde adentro. Piensa en tu mente como un espejo: si sostienes frente a él una imagen de temor o carencia, eso es lo que reflejará; pero si sostienes una imagen de plenitud y certeza, el espejo no tendrá más opción que devolverla. Aquí hay un principio que parece sencillo, pero que puede ser revolucionario si lo aplicas: la realidad es un efecto, no es la causa de tus experiencias, sino el reflejo de lo que sucede en tu interior.
Muchas veces intentamos cambiar nuestra vida manipulando los efectos. Por ejemplo, si quieres éxito, podrías pensar: "tengo que trabajar más duro", pero si en tu mente sigues creyendo que no eres digno de ese éxito, todos tus esfuerzos serán en vano. Para cambiar tu realidad, primero debes cambiar la causa, y la causa siempre está en tu mente.
Mira a las personas que parecen tener una vida llena de plenitud. No se trata solo de sus acciones, sino de su estado interno. Estas personas han aprendido a vivir en armonía con sus deseos, a sostener una visión clara de lo que quieren y, más importante aún, a creer que ya lo tienen.
Cambiar la causa significa enfocar tu energía en lo que realmente importa: tu estado interno. ¿Has notado cómo tus pensamientos pueden moldear tu día? Si despiertas pensando "hoy será un día difícil", tu mente buscará constantemente pruebas que confirmen esa expectativa.
Sin embargo, si despiertas sintiéndote agradecido y abierto a recibir lo mejor de la vida, es como si el universo se alineara para darte razones para sentirte así. La clave está en aprender a comunicarte con esa fuerza que algunos llaman inteligencia universal, campo cuántico o Dios. No importa el nombre que uses; lo esencial es entender que esta fuerza responde no solo a lo que dices, sino a lo que eres.
Un error común es pensar que para pedir necesitamos usar palabras específicas, adoptar posturas formales o hacer rituales complejos. Pero una petición poderosa no requiere nada de eso. La verdadera petición es un estado de alineación; es el momento en que tu mente, tus emociones y tu intención están en coherencia.
Por ejemplo, si dices "quiero abundancia", pero en tu interior sientes miedo o escasez, tu estado de ser no está alineado con lo que estás pidiendo. Es como querer escuchar música clara en una radio sintonizada en la frecuencia incorrecta. La frecuencia que emites debe coincidir con la realidad que deseas atraer.
Aquí entra en juego el concepto de que ese poder superior no está separado de ti. No está en algún lugar lejano, esperando que lo encuentres; está dentro de ti, presente en cada momento. Para acceder a él, no necesitas buscarlo afuera; necesitas volver a ti mismo.
Cierra los ojos por un momento e imagina que todo lo que deseas ya está cumplido. No pienses en el cómo o en los pasos para llegar allí; simplemente siente cómo sería vivir esa realidad. ¿Puedes sentir la paz, la gratitud, la confianza?
Este es el lenguaje que esa inteligencia superior entiende. Más allá de las palabras, responde a tu vibración, a la frecuencia emocional que mantienes. Y hablando de frecuencia emocional, si tuvieras que describir la emoción que predomina durante tu día con una sola palabra, ¿cuál sería?
Escríbelo en los comentarios: una sola palabra que defina tu frecuencia emocional predominante. Esto podría ayudarte a comprender si tu vibración está bloqueando lo que pides. La petición más efectiva no es siempre la que pronuncias en voz alta; a menudo.
. . Es la petición que sucede en silencio, en los momentos en que tu mente está calmada y abierta.
Es el momento en que reconoces que no necesitas luchar por tus deseos porque ya están disponibles para ti; que tienes una conversación íntima con ese poder superior dentro de ti, no como alguien que ruega, sino como alguien que agradece. No necesitas convencer a este poder de darte lo que deseas, simplemente necesitas alinearte con él. Piensa en una montaña: cuando deseas agua, no subes la montaña para buscarla; en cambio, creas un canal que permite que el agua fluya hacia ti.
Así funcionan tus peticiones: no se trata de alcanzar algo, sino de abrir un camino para que lo que deseas fluya naturalmente hacia tu vida. Muchas personas caen en la trampa de creer que deben hacer algo extraordinario para ganarse lo que desean. Pensamos que necesitamos trabajar más, sacrificarnos o demostrar nuestro valor, pero esta mentalidad nos desconecta de nuestra verdadera naturaleza.
El universo no te recompensa por tu esfuerzo, solo responde a tu estado interno. Si vives en un estado constante de necesidad, eso es lo que seguirás atrayendo. Pero si vives desde un estado de certeza, gratitud y plenitud, el universo reflejará eso de vuelta hacia ti.
Para cambiar la causa, necesitas aprender a declarar con intención. Esto significa que tus pensamientos y emociones deben estar alineados con lo que quieres crear. No basta con decir: "Quiero felicidad"; necesitas vivir como si esa felicidad ya fuera una realidad en tu vida.
Ahora, una vez que quieras pedir algo, haz esto: cierra los ojos y respira profundamente. Visualiza lo que deseas, pero no como algo que está en el futuro; imagina que ya está aquí. Permite que esa visión despierte emociones en ti: gratitud, alegría, paz.
Repite mentalmente: "Gracias porque ya es mío". Este simple ejercicio transforma tu estado interno y alinea tu mente con la realidad que deseas manifestar. Al comprender que pedir es más que usar palabras, que es un diálogo interno constante, te conviertes en un creador consciente de tu vida.
Tu realidad ya no estará definida por el azar o las circunstancias, sino por lo que eliges sembrar en tu mente. Pedir no se trata de hacer, sino de ser; es un estado de comunión con esa fuerza superior que vive en ti, una conversación silenciosa que tiene el poder de transformar todo lo que te rodea. Pero, ¿cómo puedes mantenerte en ese estado de coherencia en medio de los desafíos de la vida diaria?
La clave está en practicar la presencia. Ser consciente de tus pensamientos, emociones y creencias te permite identificar cuándo te estás alejando de lo que realmente deseas manifestar. Esto no significa que debas evitar emociones como el miedo o la duda, sino que debes aprender a observarlas sin permitir que definan tu vibración.
Imagina que eres el cielo y tus pensamientos son las nubes: algunas nubes son ligeras y hermosas, mientras que otras son oscuras y pesadas. Sin embargo, el cielo nunca deja de ser el cielo, sin importar cómo sean las nubes. Cuando te identificas con tus pensamientos negativos, es como si olvidaras que eres el cielo y te convirtieras en la nube.
Pero cuando aprendes a observar tus pensamientos, te das cuenta de que siempre tienes la opción de elegir cuáles alimentar. Supongamos que deseas atraer más abundancia a tu vida, pero notas que continuamente tienes pensamientos como "nunca es suficiente" o "no sé si puedo lograrlo". En lugar de luchar contra esos pensamientos, simplemente obsérvalos y pregúntate: "Esto refleja la realidad que quiero crear?
". Al tomar conciencia de ellos, puedes reemplazarlos por otros más alineados con tus deseos, como "estoy rodeado de abundancia" o "confío en que todo llega a mí". Recuerda que el universo no escucha solo tus palabras; escucha tu frecuencia.
Puedes repetir afirmaciones positivas todo el día, pero si en lo profundo de ti sientes carencia o miedo, eso es lo que el universo reflejará. Por eso es esencial cultivar un estado de gratitud y certeza. La gratitud es una herramienta poderosa, porque te coloca automáticamente en la frecuencia de lo que ya está cumplido.
No puedes sentir gratitud por algo que no existe, así que al agradecer, estás declarando que ya es tuyo. En cierta forma, no se trata de pedir, sino de recordar. Recordar que ya estás conectado con todo lo que necesitas, que dentro de ti habita una fuerza infinita que está lista para manifestar tus más profundos deseos.
Recibe, como siempre, el abrazo de todo el equipo. Por ahora, me retiro, agradeciéndote por tu compañía y deseándote todo lo bueno que la vida tenga para darte. Nos vemos pronto; mantente despierto.