Mi nombre es Damian Leclerc, y lo que estoy a punto de relatar es una experiencia tan perturbadora que me llevó a abandonar mi carrera periodística. Nunca pensé que investigar una secta secreta me cambiaría la vida de la forma en que lo hizo. Las horribles revelaciones que presencié al infiltrarme en un culto que adoraba a criaturas reptilianas subterráneas fueron más de lo que cualquier mente racional podría soportar.
En los años 70, mi vida había caído en una rutina monótona: trabajaba como periodista para un prestigioso periódico parisino, pero la pasión que alguna vez tuve por la profesión se había desvanecido. Día tras día, me encontraba atrapado en una serie interminable de reportajes triviales y noticias cotidianas que no lograban despertar mi interés. Cada artículo que escribía era un recordatorio de la chispa perdida que una vez me impulsó a seguir esta carrera.
Anhelaba una historia que me hiciera sentir vivo de nuevo, una investigación que no solo reviviera mi amor por el periodismo, sino que también me diera un propósito. Una noche, buscando despejar mi mente y ahogar mis frustraciones, me dirigí a un bar del centro de la ciudad. El lugar, envuelto en una tenue luz amarillenta y con un ambiente cargado de humo de tabaco, estaba lleno de personas conversando animadamente.
Me senté en un rincón oscuro, observando el bullicio a mi alrededor mientras bebía lentamente mi whisky. Mi atención fue captada por una conversación en una mesa cercana: dos hombres hablaban en voz baja, pero logré captar algunas palabras que despertaron mi curiosidad: "nueva religión", "San Paul de V", "movimiento draconiano". "Curioso, me deslizaré la próxima semana", decía uno de ellos, un hombre nervioso.
"Mi hermana dice que el movimiento draconiano puede cambiar nuestras vidas, pero necesito dinero para el viaje". El otro hombre se rió a carcajadas, casi derramando su cerveza. "¡Estás loco!
Una secta. . .
ni siquiera, aunque tuviera el dinero, te lo prestaría. Eso suena a una trampa para estafadores y fanáticos". El hombre nervioso se levantó de la mesa, derramando su cerveza y arrojando la silla en su furia.
Todo el bar quedó en silencio mientras se marchaba rápidamente. Con mi instinto periodístico en alerta, decidí seguirlo; esta podría ser la historia que tanto había buscado. Seguí al hombre por varias calles, manteniéndome a una distancia prudente.
Finalmente, el hombre se dio cuenta de que estaba siendo seguido; se dio la vuelta y, con una expresión de furia, me embistió, arrojándole un extraño que probablemente solo quería burlarse de mí. Pensé rápido: "Te daré dinero, el dinero que necesitas para mudarte, pero debes contarme todo lo que sepas sobre esta nueva religión". El hombre suspiró y extendió su mano.
"Está bien, pero hablaremos en mi casa". Me levanté del suelo y estreché su mano, sellando así el comienzo de mi aventura hacia lo desconocido. Me llevó a su casa, una vivienda modesta en las afueras de la ciudad.
A medida que nos acercábamos, podía sentir la tensión en el aire; el hombre no dijo mucho durante el camino y yo respeté su silencio. Entré en una sala de estar sencilla pero acogedora. La luz de una lámpara de pie daba un resplandor cálido al ambiente, pero no lograba disipar completamente la sensación de inquietud que me invadía.
"Marí, tenemos visitas", anunció el hombre. Su esposa, una mujer de cabello castaño y rostro cansado, apareció desde la cocina, secándose las manos en el delantal. Su sonrisa era amable, pero sus ojos delataban una tristeza profunda.
"Buenas noches", saludé, intentando sonar lo más amigable posible. "Soy Damian Leclerc, un periodista; su esposo me ha invitado a cenar". "Encantada, Damian", respondió Marí, aunque su voz sonaba algo forzada.
"Por favor, siéntese. La cena estará lista en un momento". Nos sentamos alrededor de la mesa, y la incomodidad en el aire era palpable.
El hombre no paraba de mirar su plato, mientras que Marí servía la comida en silencio. Intenté romper el hielo con algunas preguntas triviales, pero las respuestas eran breves y cortantes. Fue entonces cuando mis ojos se posaron en una fotografía colgada en la pared de la cocina.
Mostraba a un hombre y a Marí con una pequeña niña de unos ocho años. Había algo en esa foto que me perturbaba, una sensación de pérdida que no podía ignorar. "¿Es su hija?
", pregunté, señalando la foto. Jean Luk levantó la mirada y asintió con una expresión sombría. "Se llamaba Emily", dijo con voz grave.
"Murió hace un año en un accidente; un camión la atropelló cuando iba a recoger su pelota en la calle". Un silencio pesado cayó sobre nosotros. Sentí un nudo en la garganta, sabiendo que había tocado una herida abierta.
"Lamento mucho su pérdida", dije sinceramente, afectado. El hombre asintió y tomó un sorbo de su vino antes de continuar: "Gracias, ha sido muy difícil para nosotros. Por eso, por eso estamos tan interesados en el movimiento draconiano".
Me incliné hacia adelante, intrigado. "¿Cómo puede ayudarles esta nueva religión? " El hombre tomó aire profundamente y empezó a explicar: "El movimiento draconiano cree en la existencia de seres ancestrales que tienen el poder de resucitar a los muertos.
Según René Dalmar, estos seres pueden devolver la vida a quienes han fallecido, pero no es barato; se requieren grandes donaciones para financiar los rituales y la construcción de su templo". Mis pensamientos se arremolinaron; la idea parecía absurda, pero el dolor en los ojos del hombre y su esposa era real. Se aferraban a esta creencia desesperadamente.
Cuidadoso con mis palabras, intenté parecer lo más empático posible. "Entiendo lo que sienten. De hecho, he tenido la suerte de ganar una suma considerable en un concurso de periodismo el año pasado.
Podría ayudarlos con el dinero que necesitan para mudarse a Saint Paul de V, pero hay una condición". El hombre me miró con desconfianza. "¿Qué condición?
" "Quiero acompañarlos", dije. "Quiero ver con mis propios ojos lo que este movimiento draconiano puede hacer". El hombre se quedó en silencio por.
. . “Un momento, sopesando mis palabras, finalmente asintió lentamente: ‘Está bien.
Nos mudaremos el viernes. Te daremos toda la información que necesites y podrás acompañarnos’. Por cierto, mi nombre es Jean Luk,” dijo el hombre, estrechando su mano, sintiendo que acababa de sellar un pacto con el destino.
No tenía idea de lo que me esperaba en Saint Paul de V, pero estaba decidido a descubrirlo sin importar el costo. Volví a mi apartamento esa misma noche, sabiendo que no tenía tiempo que perder. La pequeña habitación estaba desordenada, con papeles y libros esparcidos por todas partes.
Empecé a empacar con prisa, asegurándome de llevar mi cámara, grabadora y cuadernos. Esto era más que una simple investigación; era una oportunidad para hacer algo significativo con mi carrera. Al día siguiente, me presenté temprano en la oficina del periódico.
Mi jefe, un hombre corpulento de mediana edad, con una barba espesa, levantó la mirada cuando entré. “Damien, ¿qué te trae por aquí tan temprano? ” preguntó, claramente sorprendido de verme.
Me senté frente a él, tomando aire profundamente antes de hablar. “Voy a necesitar unos días libres, jefe. Tengo una pista sobre una historia que podría ser el gran golpe que hemos estado esperando.
” Le expliqué brevemente mi plan de ir a San Paul de V y documentar la secta del Movimiento Drconiano. Su expresión pasó de la sorpresa a la preocupación. “¿Estás seguro de esto, Damian?
Suena peligroso. ” Asentí con determinación. “Sí, lo estoy.
Esta es la oportunidad que he estado buscando. Prometo que traeré un reportaje que valdrá la pena. ” Finalmente, accedió, aunque con cierta reticencia.
“Está bien, pero ten cuidado y mantén el contacto. Quiero saber que estás bien. ” Con eso, salí de la oficina, listo para embarcarme en lo desconocido.
El viernes por la mañana, me dirigí a la casa de Jean Luke. Cuando llegué, ya estaban esperando en el frente con sus maletas. Un auto antiguo y polvoriento estaba estacionado frente a la casa, con Jean Luk al volante.
“Damien, él es Pierre,” dijo Jean Luk, presentándonos. “Pierre, él es Damien, el periodista del que te hablé. ” Pierre me saludó con una sonrisa tensa y rápidamente cargamos nuestras pertenencias en el auto.
El viaje comenzó en silencio, con el motor del auto rugiendo suavemente mientras nos alejábamos de la ciudad. Mientras avanzábamos por la carretera, Pierre me entregó un pequeño libro de tapas desgastadas. “Lee esto,” dijo, manteniendo los ojos en el camino.
“Te dará una idea de en qué nos estamos metiendo. ” Abrí el libro y comencé a leer. Era una especie de manifiesto escrito por René Dalmar, el líder del Movimiento Drconiano.
Describía su encuentro con las criaturas aurias en una cueva subterránea y cómo había recibido una revelación divina que lo impulsó a formar el culto. Según René, hace muchos años, durante una exploración a unas cuevas, se separó de su grupo, hipnotizado por una voz que lo llamaba desde la oscuridad. René comenzó a caminar en la oscuridad de los túneles, y para su mala suerte, tropezó y cayó en un profundo agujero lleno de rocas puntiagudas, las cuales destrozaron sus huesos y perforaron su carne.
Sintió un dolor horrible y estaba seguro de que iba a morir. Poco a poco, sintió su cuerpo cerrándose y aceptó su muerte. Pero después de un tiempo, volvió a abrir los ojos.
El aire volvió a llenar sus pulmones y lentamente sintió de nuevo su cuerpo. Miró a su alrededor y estaba en una gran gruta subterránea, iluminada por antorchas. Mientras examinaba su cuerpo, que estaba ileso tras la gran caída, unas figuras emergieron de la oscuridad.
René las describió como nuestros hermanos con escamas, los saurios. La mayoría de ellos medía alrededor de 2,80 de altura, aunque podían encontrarse individuos de mayor y menor tamaño. Poseían cinco dedos palmeados en manos y pies, además de una uña extra retráctil, similar a la de los gatos, pero más dura y apta para el combate.
Su piel, cubierta de escamas, parecía estar permanentemente húmeda y era de color verde marrón. Algunas tenían un plumaje azul verdoso en el tórax, indicando linajes altos o castas reinantes. Su piel pasaba a ser de color rojo en la región ventral, donde era posible observar su sistema linfático sanguíneo.
Estos seres se presentaron ante él, diciéndole que el gran patriarca le devolvió la vida y le permitió regresar de entre los muertos, ya que tenía la misión deud a esta raza, a restaurar su reinado en la Tierra. Estos seres afirmaban tener un pasado imperial y glorioso, ahora en declive. René Dalmar aceptó su destino y en su libro afirmaba haber conocido al Gran Patriarca.
Aseguraba que cualquiera podía hacerlo, pero había ciertos requisitos para ingresar al movimiento, entre ellos, recaudar fondos para la construcción de su nuevo templo, donde el Gran Patriarca podría salir de su reino subterráneo para reinar sobre la Tierra. Pasé la mayor parte del viaje leyendo ese libro, tomando notas en mi libreta. Cuanto más leía, más crecía mi desconfianza; las descripciones eran tan detalladas y extravagantes que resultaban difíciles de creer.
Además, el hecho de que se necesitaran grandes sumas de dinero para estos rituales me hacía pensar que todo era una gran estafa dirigida a gente vulnerable. Marie, quien estaba sentada detrás de mí, notó mi expresión preocupada. “¿Estás bien, Damian?
” preguntó suavemente. Asentí, cerrando el libro. “Sí, solo tratando de asimilar todo esto.
” Pierre soltó una carcajada amarga desde el asiento del conductor. “Lo entiendo. Al principio, también pensé que era una locura, pero cuando estás desesperado, te aferras a cualquier cosa que te ofrezca una chispa de esperanza.
” Miré por la ventana, viendo el paisaje cambiar a medida que nos ocultaban secretos antiguos bajo su superficie tranquila. Después de cuatro días de viaje, finalmente llegamos a una granja apartada en las afueras de Saint Paul de V. El camino de tierra levantaba nubes de polvo a medida que nos acercábamos.
Al llegar, la hermana mayor de Jean Luk salió a recibirnos. Era. .
. Una mujer robusta, con una risa amable, no podía ocultar la sorpresa en sus ojos al ver a un desconocido entre los visitantes. "Bienvenidos", dijo, extendiendo la mano.
"Soy Claire. Claire, él es Damian Leclerc", dijo Jean Luke. "Es el periodista del que te hablé.
Sin su ayuda monetaria, no estaríamos aquí". Claire asintió, aunque su mirada seguía siendo cautelosa. "Entiendo.
Damien, te pido que respetes nuestro estilo de vida aquí en el pueblo. No digas nada ofensivo o fuera de lugar, por favor". Le devolví la sonrisa, intentando tranquilizarla.
"No te preocupes, Claire. Solo busco un poco de guía espiritual". "Excelente", dijo, más relajada.
"Vengan, les mostraré sus habitaciones". Apenas entramos en la gran casa, noté algo perturbador: las paredes estaban llenas de fotografías de un hombre en túnica blanca. Conté al menos 20, todas mostrando a René Dalmar en diferentes poses y momentos.
Un escalofrío recorrió mi espalda al darme cuenta de lo profundamente que esta gente veneraba a su líder. "¿Es él René Dalmar? ", pregunté, tratando de sonar casual.
"Sí", respondió Claire con orgullo, "es nuestro líder y guía espiritual. Gracias a él tenemos esperanza". Intenté disimular mi incomodidad mientras me mostraban mi habitación.
El cuarto era sencillo, pero acogedor, con una pequeña cama y un escritorio. Esa noche, nos reunimos para la cena. Claire nos dio un pequeño discurso en la mesa, dándonos la bienvenida a su hogar.
"Mañana será un gran día", dijo con entusiasmo. "Podrán escuchar al líder en la capilla del pueblo, pero ahora los invito a todos a darse la mano y elevar una oración al Gran Patriarca". Nos tomamos de las manos, y Claire comenzó a rezar en un idioma extraño que no pude entender.
Incliné la cabeza, intentando disimular mi confusión. "Oh, Gran Patriarca, permite a nuestros seres queridos regresar a la vida". Amén, concluyó Claire.
"Amén", respondimos todos al unísono. La comida que sirvieron esa noche era extraña, con sabores y texturas que nunca había probado antes. Claire nos aseguró que era una dieta especial para mantener el cuerpo sano y libre de sustancias extrañas.
Después de la cena, mientras las mujeres recogían la mesa sucia, Jean Luke me indicó con una seña que saliéramos afuera. Nos alejamos un poco de la casa, caminando bajo el cielo estrellado. "¿Ya escuchaste a mi hermana?
", dijo Jean Luke con voz seria. "Mañana asistiremos a la misa del líder. Claire logró que él atienda mi caso después de la misa, pero necesitaré el dinero que me prometiste".
Asentí. "Lo tengo preparado en una bolsa de tela en mi habitación; lo dejaré frente a tu puerta esta noche". Jean Luke me miró con gratitud y extendió su mano.
"Gracias, Damian. Esto significa mucho para nosotros". A medida que se daba la vuelta para regresar a la casa, no pude evitar preguntarle: "Jean Luke, ¿qué exactamente es lo que puede hacer ese líder por ti?
". Él se detuvo, tragando saliva antes de responder: "Va a revivir a mi pequeña hija". Un escalofrío recorrió mi espalda mientras veía a Jean Luke alejarse.
La desesperación y el dolor que lo llevaban a creer en algo tan increíble eran palpables. Pero ahora estaba involucrado y debía seguir adelante para descubrir la verdad. Decidí dar un paseo por la propiedad, esperando que el aire fresco despejara mis pensamientos.
Caminé por los alrededores de la granja, observando la quietud del campo bajo la luz de la luna. Mientras deambulaba, llegué a un granero grande y antiguo, cerrado con tres grandes candados. Me acerqué para investigar, curioso por lo que podrían estar protegiendo con tanta seguridad.
Escuché un sonido débil, como un tintineo de cadenas. Mi corazón comenzó a latir más rápido. Encontré una pequeña abertura entre las tablas de madera y acerqué mi ojo.
Lo que vi me dejó helado: en el interior del granero, al menos 10 personas estaban encadenadas en los establos donde deberían estar los caballos. Parecían estar alimentándose de una manera feroz, como animales salvajes. No pude observar con detalle debido a la poca luz.
Mi mente luchaba por comprender lo que acababa de ver. ¿Qué estaba pasando aquí? Me dirigí a la entrada del granero, considerando si debía intentar abrir los candados cuando una mano fría se posó sobre mi hombro.
Me giré bruscamente y me encontré cara a cara con Claire. "¿Qué haces aquí afuera? ", preguntó con una voz más fría de lo que había esperado.
"Me perdí en la oscuridad", mentí, intentando mantener la calma. Claire me miró fijamente por un momento antes de asentir. "Ven, te mostraré el camino de regreso a la casa.
Este no es un lugar seguro para deambular por la noche". Mientras caminábamos de regreso, no pude contener mi curiosidad. "¿Qué hay en el granero?
", pregunté. Claire se detuvo y me miró directamente a los ojos. "Eso no es un granero, es la habitación de mis familiares".
Un escalofrío recorrió mi espalda. La frialdad de su respuesta y la calma con la que lo dijo me hicieron sentir aún más incómodo. Regresé a mi habitación, mi mente dando vueltas con lo que había visto y escuchado.
Saqué mi libreta y comencé a anotar todo: desde las personas encadenadas hasta la extraña explicación de Claire. "Algo muy oscuro está ocurriendo aquí", escribí. "Esta gente está más que perturbada.
Están atrapados en un culto que va más allá de lo que podría haber imaginado. Las fotografías de René Dalmar, la devoción ciega de la familia, y ahora las personas encadenadas en el granero, todo apuntaba a que había mucho más de lo que parecía a simple vista". A la mañana siguiente, la casa estaba llena de actividad.
Claire y Marie nos indicaron que debíamos vestirnos completamente de blanco para asistir a la misa. La vestimenta era un símbolo de pureza, nos explicaron. "Hoy es un día importante", dijo Claire mientras nos ayudaba a preparar nuestros trajes.
"René Dalmar dará una misa especial y luego atenderá el caso de mi hermano". Observé a Jean Luke mientras se. .
. Preparaba. Había una mezcla de esperanza y ansiedad en su rostro.
Para él, este era el momento que había estado esperando, pero para mí era una oportunidad para descubrir más sobre este culto y sus oscuros secretos. Caminamos juntos hasta el pueblo; el ambiente era igual de perturbador y extraño que la granja. La mayoría de los habitantes estaban reunidos en una plaza pública, todos vestidos de blanco y cantando una extraña canción que resonaba por todo el pueblo.
Nos unimos a ellos y, pronto, la campana de una capilla comenzó a sonar, llamando a todos a entrar. Nos dirigimos hacia la capilla, que aún estaba en construcción; a pesar de ello, el interior estaba meticulosamente cuidado, casi como un pequeño palacio. Las paredes estaban adornadas con figuras de criaturas que parecían anfibios o reptiles, y en el techo había una figura de una criatura mucho más grande rodeada de figuras que parecían adorarlo.
"Ése es el líder todopoderoso que pronto saldrá a reinar la Tierra", me susurró Claire mientras señalaba la figura en el techo. Nos sentamos en las bancas y el sonido rítmico de tambores llenó la capilla. Los tambores anunciaban la llegada de René Dal Mar.
Todos se pusieron de pie y lo recibieron con fuertes aplausos. René, un hombre de apariencia imponente, vestía una túnica blanca, levantó las manos pidiendo calma y comenzó a hablar por un micrófono. "Hermanos y hermanas", comenzó René, su voz llenando cada rincón de la capilla.
"Hoy es un día sagrado; nos reunimos para honrar al Gran Patriarca y a nuestros hermanos saurios". René continuó su sermón, contando su testimonio de cómo había conocido a la raza de los saurios y los milagros que estos seres habían hecho en su vida. Habló de cómo pronto saldrían a la superficie para reinar la Tierra como alguna vez lo hicieron.
Cada palabra estaba cargada de fervor y convicción, pero para que este proceso se complete, hizo una pausa: "Necesitamos dinero, mucho dinero. Para los saurios, el dinero no vale nada, pero nuestra sociedad está construida en base a él. Por eso les pido que depositen su dinero en estas urnas para la construcción del templo definitivo que será el hogar del Gran Patriarca.
Les prometo que, una vez que gobierne la Tierra y destruya a los líderes corruptos, el dinero no valdrá nada; eliminará el dinero". Observé con asombro cómo la gente se levantaba y depositaba cantidades inmensas de dinero en las urnas. René miraba de reojo cada urna llena y sonreía con satisfacción.
No podía creer lo ciega que estaba toda esta gente. Después de casi tres horas de misa, todo estaba a punto de finalizar. René indicó a todos que formaran filas, ya que a continuación recibirían la sangre y la carne del verdadero Dios.
La gente obedeció, formando cinco filas. Yo también me uní a una de las filas, observando cómo los feligreses recibían en la boca pedazos de lo que parecían escamas y bebían de una copa una sustancia verdosa. Cuando llegó mi turno, tomé un pedazo de escama y una copa.
El olor era nauseabundo y tuve que hacer un esfuerzo para no vomitar. La escama tenía un sabor metálico y la sustancia verdosa quemaba ligeramente al pasar por mi garganta. Sentí náuseas y mi visión comenzó a nublarse.
Salí apresuradamente de la capilla buscando aire fresco. Me apoyé contra un árbol, intentando recomponerme. El horror de lo que acababa de presenciar me golpeó con fuerza.
Esta gente estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por su fe, y yo estaba en medio de todo, documentando algo que no alcanzaba a comprender del todo. Después de unos 15 minutos, escuché unos pasos detrás de mí. Al girar, me di cuenta de que era Jean Luke, junto a su esposa Marie, acompañados por el líder René Dal Mar.
Me quedé en silencio unos segundos antes de extender mi mano hacia René. "Me han contado que estás buscando ayuda espiritual, hermano mío", dijo René, estrechando mi mano e intentando seguir la corriente. "Así es, líder.
Estoy buscando algo que reviva mi fe", respondí. René me miró con una sonrisa. "Excelente, tienes suerte.
Hoy vamos. . .
". "¿A dónde vamos? ", pregunté.
"¡A presenciar un milagro, vamos todos! ", respondió René. Todos, obedientemente, fuimos acompañados por otros seguidores vestidos con túnicas rojas, quienes encendieron antorchas para alumbrar el interior del sótano.
Para mi sorpresa, era un túnel extenso que parecía recorrer la parte inferior de todo el pueblo. Caminamos por aproximadamente unos 30 minutos, mientras las personas de túnicas rojas entonaban una terrorífica canción. En eso, me percaté de que las últimas dos personas del fondo venían cargando un extraño bulto.
Llegamos a lo que parecía una gran recámara, una cueva enorme. René pronunció en voz alta: "Llegamos". Unas antorchas en las paredes se encendieron, mostrando un mejor panorama.
Efectivamente, era una gran cueva rodeada de figuras con capuchas negras. Una de ellas se acercó a René y le estrechó la mano. Me quedé horrorizado al darme cuenta de que era una mano llena de escamas y con garras.
"Bienvenidos, hermanos. Yo soy Sorax, el Custodio de esta cueva. Su líder me ha comentado que buscan un milagro", dijo el líder.
"Entonces", dijo René, "así es. Ellos están aquí buscando traer a la vida a una persona querida. Han cumplido con el templo, aportando una donación monetaria".
Sorax se quitó la capucha, revelando su rostro reptil lleno de escamas, ojos almendrados de color amarillo y una boca repleta de dientes. "Gracias por su colaboración. Por favor, indiquen a quién necesitan revivir", dijo Sorax con una voz gruesa.
Jean Luke, exaltado de la emoción, respondió: "¡Esa! Mi pequeña hija, ella es todo para mí. Por favor, revívela".
"Está bien, hermanos. Traigan aquí el cuerpo de la niña. Sáquenla de su cajón", me quedé horrorizado al descubrir que habían traído consigo, oculto en el auto desde la ciudad, el cadáver de la pequeña Emily en un ataúd.
La gravedad de exhumar ilegalmente un cadáver se hizo. . .
Evidente en ese momento, los hombres de las túnicas rojas cumplieron las órdenes, dejando el pequeño ataúd frente a nosotros y abriéndolo con fuerza. Un horrible olor a descomposición y muerte se desprendió del cajón, haciendo que todos los presentes retrocedieran, tosiendo y tapándose las narices. El líder levantó la voz sobre el ruido: "Tranquilos, hermanos, el dolor a muerte solo es temporal.
Seremos partícipes de un milagro de vida. " A continuación, René de Al Mar hizo una pausa, permitiendo que el silencio se instalara de nuevo en la cueva. "Que la madre de la niña se acerque a mí y se coloque a mi mano derecha.
Ella será vital para el milagro. " Marie, la esposa de Jean Luke, obedeció. Aunque sus pasos eran nerviosos, se situó junto a René, quien comenzó su ritual: "Oh, poderoso gran patriarca, tú que me devolviste la vida, te imploro, por favor, que ahora ayudes a esta niña a recuperar su energía vital.
Tráela de vuelta de entre los muertos. Tus fieles ya han ayudado a construir tu templo, que pronto estará listo para tu gobierno. Te lo rogamos, gran patriarca.
Ven aquí y hónralo con tu presencia. " Todos quedaron en un total silencio. Los hombres de túnicas rojas se acercaron al cadáver en el ataúd con sus antorchas en mano.
De repente, algo parecido a un tentáculo envolvió el ataúd y lo empezó a arrastrar hacia la oscuridad. Los hombres con antorchas lo siguieron, iluminando la escena macabra. El tentáculo pertenecía a una criatura mucho más grande, gorda y bizarra, que se escondía en la oscuridad.
Era el gran patriarca, bestial, con escamas y una gran cabeza parecida a la de un cocodrilo, con dientes horribles. Con la ayuda de su tentáculo, arrastró el cuerpo de la niña hasta su boca y se lo comió. Se pudo escuchar el sonido del crujir de los huesos en su mandíbula.
Después, se pudo ver un extraño movimiento en lo que parecía la barriga de la criatura; parecía retorcerse y los ojos del patriarca se tornaron de un color naranja brillante. El líder miró a Marie: "Es hora que la madre de la niña se acerque junto al Gran Patriarca. " Marie comenzó a caminar lentamente, su rostro una mezcla de miedo y esperanza.
Entonces, otro tentáculo de color negro emergió del cuerpo de la criatura, enrollándose, un sufrimiento indescriptible. La escena era brutal y duró por lo menos un minuto. Finalmente, el tentáculo liberó a Marie, quien quedó exhausta en el suelo.
René proclamó: "Está hecho, el patriarca ha traído a la vida a la niña. Es un milagro. " Marie comenzó a retorcerse en el suelo mientras su vientre se inflamaba hasta el punto de parecer una embarazada de 9 meses.
"Hermanos, ayudemos a esta mujer a dar a luz," dijo René. Jean Luke se arrodilló junto a ella. "Por favor, permítame a mí ayudar con el parto.
" René asintió. "Está bien, que sea el padre quien ayude. " Durante 3 minutos, Marie tuvo contracciones de parto.
Yo observaba, asombrado de lo que estaba viendo. Parecía que el milagro de la vida era real. Tras un último empuje de la madre, una criatura emergió de ella.
Definitivamente no era humano; era como un bebé con escamas, ojos amarillos, pequeñas garras en sus extremidades y una boca repleta de dientes. Jean Luke tomó a la criatura en sus brazos. "Por Dios, es tan hermosa como la recuerdo.
" Yo estaba aterrado ante tan horrible escena. Marie, aunque exhausta por el parto, pidió ver a su hija, o más bien dicha aberración, mitad reptil. Jean Luke obedeció y acercó a la criatura hasta su rostro.
Entonces, la criatura recién nacida se abalanzó sobre el rostro de Marie, arrancándole un pedazo de piel. Marie gritó de horror. René gritó: "¡La pequeña está hambrienta!
¡Cuidado! No la acerquen a su madre o podría comérsela entera. ¡Traigan al hombre que será sacrificado para alimento!
" Entonces, todos los hombres cubiertos con capuchas rojas giraron hacia mí. Allí entendí que el sacrificio era yo. Me habían llevado hasta esa cueva no para presenciar el milagro, sino más bien para ser el alimento de la criatura recién nacida.
La adrenalina inundó mi cuerpo. Tomé una antorcha de la pared y golpeé a uno de los encapuchados que bloqueaba mi salida, incendiando su túnica. Aproveché la confusión y comencé a correr desesperadamente por el pasillo por donde habíamos llegado.
Mis pies golpeaban el suelo rocoso con fuerza y mi respiración se hacía cada vez más pesada. No había tiempo para pensar, solo para escapar. Después de lo que parecieron 15 minutos interminables, finalmente llegué a la puerta que llevaba al exterior de la capilla.
Pero mis esperanzas se desvanecieron rápidamente al darme cuenta de que la puerta estaba cerrada y asegurada con cadenas. Golpeé la puerta con todas mis fuerzas, pero fue en vano. La desesperación se apoderó de mí.
En un último esfuerzo desesperado, grité: "¡El líder necesita ayuda, está herido! ¡Abran, abran! " Mis palabras resonaron en el túnel.
Escuché pasos acercándose y mi corazón latió con fuerza. Dos miembros de la secta, vestidos con túnicas rojas, llegaron a la puerta, y con miradas de preocupación, la abrieron rápidamente. "¿Dónde está?
" preguntó uno de ellos, mirando hacia el túnel. "Allá abajo, en la cueva," dije, señalando con urgencia hacia la oscuridad. Sin pensarlo dos veces, los guardias bajaron corriendo en dirección a la cueva.
Aproveché el momento y me deslicé por la puerta, sintiendo el aire fresco golpear mi rostro. No me detuve a mirar atrás, corrí con todas mis fuerzas, alejándome lo más lejos posible del pueblo. Seguí corriendo hasta que mis piernas ya no pudieron más.
La carretera se extendía ante mí, solitaria y desierta. Caminé durante casi un día entero, el sol golpeando mi espalda y el cansancio apoderándose de mi cuerpo. Finalmente, mis fuerzas me abandonaron y caí al suelo, exhausto.
En ese momento, un grupo de ciclistas apareció a lo lejos. Se detuvieron rápidamente al ver mi condición y uno. .
. De ellos, se arrodilló a mi lado, ofreciéndome agua. “¿Estás bien?
”, preguntó, su voz llena de preocupación. “Necesito ayuda. Secta,” fue todo lo que pude decir antes de perder el conocimiento.
Uno de los ciclistas fue pedaleando rápidamente hasta el siguiente pueblo para pedir ayuda. Sentí que mi conciencia se desvanecía, pero sabía que estaba a salvo por el momento. Recuerdo cómo, después de dos horas más, llegó una ambulancia que me llevó al siguiente pueblo, donde fui hospitalizado.
Al llegar, pedí hablar con un oficial de policía para denunciar a la secta. Poco después, un policía se acercó a mi habitación, cuaderno en mano, listo para tomar nota de mi denuncia. Aunque su expresión mostraba incredulidad ante lo que le contaba, me prometió que irían a verificar la zona.
“Es una historia increíble, señor Leclerc,” dijo el oficial Dubis. “Pero verificaremos la zona. ” Unos días después, el periódico donde trabajaba mandó a un compañero a buscarme en auto, después de que pude comunicarme con ellos por teléfono en cuanto a mi denuncia policial.
El oficial Dubuis me informó que no tenían jurisdicción para ir a ese pueblo a arrestar a nadie. “Tendría que ir a hacer su denuncia en ese pueblo,” me explicó el oficial. “Sin una denuncia formal en su localidad, no podemos actuar.
” Mi frustración era palpable. “Ni loco volvería a ese lugar,” respondí con furia mientras me dirigía a la puerta. Salí de la comisaría y subí al auto de mi amigo.
El viaje de regreso a la ciudad fue silencioso. Al llegar a la oficina del periódico, mi jefe esperaba ansioso por escuchar la gran historia que había prometido. “¿Qué tienes, Damien?
” preguntó con expectación. Lo miré, sintiendo el peso de mi decisión. “No puedo publicarlo,” dije finalmente.
“Es demasiado peligroso. ” Mi jefe me miró, sorprendido. “¿Estás seguro?
Esto podría ser la historia de tu carrera. ” Asentí lentamente. “Sé, pero hay cosas que es mejor no revelar.
” Los años pasaron y el recuerdo de esos días oscuros nunca me abandonó. Ahora, en mi vejez, decidí que era hora de contar mi historia, aunque solo fuera en mis memorias. Si estás leyendo esto, ten cuidado.
Las criaturas reptilianas aún están ahí fuera y sus planes para reinar sobre la Tierra no han cambiado. Protégete y protege a los que amas, porque el verdadero horror puede estar más cerca de lo que piensas.