Hola, ¿qué tal? Le has dado clic a este vídeo, pero. .
. ¿podrías no haberlo hecho? Y si no, ¿lo has hecho libremente?
Hoy, veremos lo que desde la filosofía se dice de la libertad. ¿Qué es la libertad? Enseguida veremos una definición quizás un poco más elaborada, pero empecemos partiendo de algo vago y común: libre es aquel que es dueño y principio de sus actos.
Cuando te levantas sonámbulo por la noche y te pones ahí a fregar toda la casa, nadie pensaría que eres libre haciéndolo, porque estás actuando de manera mecánica, no eres tú el que está en control de la situación. Pero cuando haces eso mismo por la mañana, lo que pensamos todos intuitivamente es que lo estás haciendo porque quieres, y que, por ende, eres tú el origen de tus acciones y que, por tanto, actúas libremente. Cuando, por un golpe de viento, te chocas conmigo y me tiras al suelo, oye, mira, no te voy a dar la culpa porque es que no es tu culpa.
Pero cuando vienes y me empujas, pues ahí sí que me voy a cabrear, y la vamos a tener tú y yo, ¿eh? Si, en cambio, me revelan que me has empujado porque un científico malvado te estaba controlando mediante un microchip implantado en tu cerebro, pues prácticamente de inmediato voy a dejar de estar enfadado contigo. De nuevo, pensaré que no lo has hecho queriendo, que no es tu culpa, que no estabas tú en control.
Otro ejemplo para ver esta diferencia intuitiva: no tienes control de tu digestión, pero sí que tienes control sobre lo que terminas digiriendo. L: Eso, lo siento, pero no es del todo exacto. Yo una vez quise dejar de comer kebabs, pero no pude.
¿Por qué pensar que somos libres, que tenemos este tipo de control interno y último de nuestras propias acciones? Bueno, de entrada, algunos filósofos plantean que tenemos que pensar que somos libres porque, efectivamente, parece que lo somos. Todos nos movemos por el mundo con la sensación evidente de que efectivamente somos libres la mayor parte del tiempo, de que tenemos el timón de nuestros cuerpos, de que llevamos las riendas de nuestros actos.
Nos parece tan, tan, tan evidente que, si la libertad es una ilusión, pues es el fraude más exitoso de toda la historia. Entonces, dicen estos filósofos, a la luz de que así es como nos parece que son las cosas, pues a menos que queramos ponernos escépticos porque sí, tenemos que asumir que efectivamente somos libres (tal y como nos parece que lo somos), a menos que tengamos razones de peso conclusivas para pensar lo contrario. Igual que yo, cuando entro en una habitación, pues bueno, es lógicamente posible que todas las personas con las que me encuentre sean hologramas, pero mientras no tenga un motivo para pensar eso, voy a pensar que son lo que me parece que son: personas de verdad.
Desde este punto de vista, la libertad es simplemente un hecho de experiencia, que hay que tomar como algo dado, igual que la realidad del mundo extramental o de otras mentes. Si tú y yo nos ponemos a hablar, yo no tengo ningún acceso directo a tu conciencia, a tu mundo interior, pero voy a asumir que efectivamente eres una persona de verdad, con conciencia y mundo interior, porque así me lo parece y no tengo ningún motivo de peso para pensar lo contrario. Pues con la libertad tenemos que hacer lo mismo, dirían estos filósofos.
Aparte de esto, argumentan algunos, hay varios elementos de nuestra experiencia que carecerían en absoluto de sentido si la libertad fuera enteramente una ilusión. Así, podemos construir una especie de reducción al absurdo de la negación de la libertad, mostrando, poniendo sobre la mesa cuál es el precio de esa negación, qué otras muchas cosas tendríamos que abandonar si negáramos la existencia de la libertad. Por poner un ejemplo, muchos filósofos consideran que sin la libertad caería también la ética como disciplina acerca de lo moralmente bueno y lo moralmente malo.
Si realmente no somos libres, si no somos dueños de nuestros actos, no parece que tenga mucho sentido considerarnos moralmente responsables de lo que hacemos. Si no está realmente en mi mano hacer lo que hago, sino que, por decirlo de alguna manera, estaba decidido, estaba escrito de antemano desde el inicio de los tiempos, ¿qué mérito o demérito puedo tener en hacerlo? Si sí o sí tenía que hacer lo que hice y no tenía realmente ninguna otra opción, ¿qué sentido tiene pensar que no debería haberlo hecho?
Entonces, tenemos dos opciones: o la negación de la libertad nos empuja también, para ser consistentes, a negar la realidad de estos fenómenos, o la afirmación de todas estas cosas que aprehendemos de modo directo en la experiencia moral de nuestra propia acción nos lleva a afirmar la libertad. ¿Qué tienes que hacer? ¿Qué camino tienes que tomar?
No sé, tú eliges xD Sea como sea, dentro de la filosofía hay dos modelos básicos de la libertad, y se distinguen en las condiciones que cada uno pone para poder decir que alguien actúa libremente. Por un lado está el compatibilismo, que defiende que la libertad es compatible con el determinismo (de ahí su nombre). Y por el otro lado está el libertarismo, que defiende justamente lo contrario.
Por cierto, si te está gustando este vídeo, dale un buen like, que así me ayudas un montón. La diferencia clave entre ambos, compatibilista y libertario, es que para el compatibilista no hace falta realmente tener opciones abiertas, alternativas abiertas, para ser libre. Si una persona está bien de la cabeza, no está siendo manipulada ni presionada por nadie, y toma una decisión en base a buena información, pues entonces está actuando libremente, y ya está, no hace falta nada más.
En concreto, no hace falta también que esa persona tuviera dos opciones metafísicamente abiertas, es decir, no hace falta que esa persona hubiera podido realmente actuar de manera distinta. Si el determinismo es verdad, al fin y al cabo, solamente hay un futuro posible, solamente hay una acción posible para cada persona en cada momento, la que termina haciendo. Para el compatibilista, esto no es ningún problema: la decisión que una persona toma puede estar determinada desde el inicio de los tiempos, pero si la toma estando bien de la cabeza, sin ser manipulada ni presionada por nadie, y en base a buena información, la está tomando de manera libre.
Yo ahora estoy grabando este vídeo y tú lo estás viendo, ¿de acuerdo? (Bueno, en el momento en el que tú lo estés viendo. .
. ). Para el compatibilista, era absolutamente necesario que esto sucediera así: no había ninguna posibilidad de que sucediera de manera distinta, que, por ejemplo, yo en lugar de grabar ahora este vídeo, lo grabara un poco más tarde y ahora grabara otro vídeo distinto; o que tú, en lugar de estar viendo este vídeo de filosofía, estuvieras ahora viendo, hubieras escogido ver un vídeo de Mr Beast.
Estaba totalmente determinado y escrito que esto sucedería así, y aún así, para el compatibilista, tú y yo somos libres en lo que estamos haciendo. . .
A menos que tu profesor te esté forzando a ver este vídeo, claro. Una ventaja del compatibilismo es que, bueno, pues es compatible, como su nombre indica, con el determinismo, y hay mucha gente que piensa que el determinismo es algo que ha sido demostrado científicamente, por la física o por yo qué sé. Entonces, bueno, pues podemos abrazar lo que pensamos que la ciencia ha demostrado, y no tenemos por qué abandonar la idea de que somos libres.
Una desventaja clara, en mi opinión, del compatibilismo es que no parece hacer justicia a esa noción intuitiva que todos tenemos de en qué consiste la libertad, de qué es ser libre. Cuando decimos que somos libres, que somos dueños de nuestros actos, pensamos implícitamente que de verdad tenemos opciones abiertas y que, aunque tomemos la decisión de ir por este camino, podríamos haber ido por el otro. Pensamos que no era absolutamente necesario que fuéramos por este camino, que tomáramos esta decisión.
Pensamos que no está determinado: elijo el helado de chocolate, pero podría haber tomado el de vainilla; escojo estudiar filosofía, pero podría haber estudiado bioquímica; decido ver este vídeo de Adictos a la Filosofía, pero podría haber dedicado mi tiempo a algo distinto. L: Seguramente a algo más productivo. E: Tú, calla.
En fin, a muchos la idea del determinismo no les hace simplemente encogerse de hombros y decir: "Ah, bueno, todo está determinado, no pasa nada: yo soy libre igual", sino justamente lo contrario. Parece ser que mucha, mucha gente naturalmente piensa que en un mundo determinista no seríamos libres. Eso tiene que ser porque nuestra noción intuitiva de libertad, lo que queremos realmente decir cuando decimos que somos libres, tiene algo que choca con el determinismo, que no es realmente compatible con él.
Te cuento una historia en torno a este tema, dada por el filósofo Alfred Mele, a ver si confirma esta intuición. Supongamos un universo determinista en el que existe una diosa, Diana, que es omnisciente: conoce a la perfección las leyes de la naturaleza, la posición y la velocidad de todas las partículas del universo, todo, todo, todo. El 1 de enero de 1990, Diana deduce matemáticamente que en el 2020 habrá una pandemia en la Tierra.
Al mismo tiempo, gracias a todo su conocimiento, infiere que, si junta estos átomos de esta manera, creará un cigoto que, si implanta en una tal Juanita de Murcia, pues dará lugar a una persona, Gilberto, que el 15 de enero de 2020 creará una vacuna y la donará gratuitamente a diversas ONGs de todo el mundo. Junto con todo esto, Diana deduce literalmente todo lo que Gilberto va a hacer en su vida, hasta el más mínimo detalle. Diana crea el cigoto, lo implanta en Juanita de Murcia, y luego, pues se pega una siesta y no hace nada más en 30 años.
La vida de Gilberto transcurre tal cual como Diana había deducido y, efectivamente, el 15 de enero de 2020, Gilberto crea la vacuna y la dona a todas las ONGs de manera gratuita. L: Creo que necesito hablar con esta Diana. .
. El guion de mi vida necesita algunos ajustes. Gilberto está perfectamente bien de la cabeza, no está siendo manipulado ni presionado por nadie, y hace todo lo que hace después de pensarlo mucho.
Pero todo estaba escrito de antemano, estaba todo determinado al milímetro que iba a suceder. Así, ¿es Gilberto libre? ¿Es realmente dueño de sus actos?
Si tu estómago te está gritando que no, pues primero ve al médico porque eso no es normal, y segundo, tiene que ser porque en el fondo, intuitivamente, algo te chirría con el compatibilismo, con la idea de que libertad y determinismo son compatibles: te parece claro que el compatibilismo es un análisis insuficiente de la libertad, que algo le falta. Lo que le falta es justamente eso que añade la segunda opción que veíamos, el libertarismo. El libertarismo dice que para ser libre no basta con que una persona esté bien de la cabeza, no esté siendo manipulada ni presionada y decida lo que hace en base a buena información.
Para ser realmente libre, dicen los libertarios, además de todo esto, necesita tener opciones abiertas, alternativas abiertas: tiene que tener la capacidad de haber actuado de otra manera distinta. No todo puede estar escrito de antemano, si es que tengo que ser libre. Para ser realmente libre en un momento dado, tiene que ser verdad que, en ese mismo momento, me estaba abierta la posibilidad real de haber hecho algo distinto.
He de tener posibilidades alternativas entre las que escoger: hice esto, sí, pero podría haber hecho lo otro. ¿Cuál es la objeción más interesante en contra del libertarismo? Las llamadas historias de Frankfurt y, no, Leónidas, no tienen nada que ver con las salchichas.
L: Pero si no iba a decir nada. E: Pero todo esto te lo cuento en el siguiente vídeo, así que dale clic aquí para verlo. Si tú quieres, claro: decide libremente.