[Música] Un nuevo amanecer nos envuelve con la promesa de un día lleno de propósito. Hoy, al abrir los ojos y contemplar la belleza de la creación, elevamos una oración de admiración y gratitud a nuestro creador. Inspirados en el salmo 8, recordamos cuán valioso es el ser humano a los ojos de Dios.
Abramos ahora nuestro corazón a la voz del Señor. Que las palabras del salmo 8 nos llenen de asombro ante su majestad y nos recuerden cuán valiosos somos en su mirada. Cada versículo es un canto de adoración, una invitación a contemplar la grandeza de Dios reflejada en la creación y el profundo amor con el que él nos ha coronado.
Del libro de los Salmos, Salmo 8. Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra. Has puesto tu gloria por encima de los cielos.
Por boca de niños de pecho has establecido una fortaleza frente a tus adversarios para silenciar al enemigo y al rebelde. Al ver tu cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, que es el ser humano para que te acuerdes de él, el Hijo del Hombre para que cuides de él. Lo hiciste poco menor que un Dios.
Lo coronaste de gloria y honor. Le diste dominio sobre la obra de tus manos. Todo lo pusiste bajo sus pies.
Ovejas y bueyes, todo ello. Y también los animales del campo, las aves del cielo y los peces del mar, que surcan los senderos del océano. Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra.
Padre celestial, hoy me presento ante ti con el corazón rendido, con la mente en silencio y el alma despierta ante tu grandeza. En este nuevo amanecer, mientras el sol se levanta sobre la tierra y la brisa fresca acaricia mi rostro, me uno a la sinfonía de la creación que te alaba y proclama. Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra.
Gracias por este regalo sagrado que es la vida. Gracias porque puedo abrir mis ojos y ver tu gloria reflejada en el cielo, en los árboles que danzan con el viento, en los pájaros que anuncian la mañana con su canto. Todo lo que has creado habla de ti, Señor.
Cada detalle de la naturaleza es una huella de tu amor eterno. Hoy, al comenzar esta jornada, quiero levantar mi voz en gratitud y adoración. Tú eres el Dios que creó el universo con el poder de su palabra.
Tú que pusiste la luna y las estrellas en lo alto, también te dignaste a mirar al ser humano con amor, dándole un lugar de honra en tu plan eterno. ¿Quién soy yo, Señor, para que pienses en mí? ¿Qué valor puedo tener para que me hayas coronado de gloria y honor?
Y sin embargo, así lo hiciste. Señor, me postro ante ti con reverencia y humildad. Mi corazón se llena de asombro al contemplar tu obra y recordar que en medio de tanta grandeza tú me ves, me conoces, me llamas por mi nombre, has puesto en mí un propósito, una misión, una chispa de eternidad que me conecta contigo.
En este día quiero comenzar reconociendo que tú eres el dueño de mi vida, el Señor de todo lo que soy y todo lo que tengo. No hay nada más importante que caminar contigo, escuchar tu voz y seguir tus caminos. No hay amanecer más hermoso que aquel que empieza en oración, buscando tu presencia como el siervo que anhela el agua fresca.
Padre amado, recibe esta oración como una ofrenda de gratitud. Que mis palabras suban como incienso agradable, como un canto de alabanza nacido del corazón. Que este momento contigo sea santo, transformador, lleno de luz.
No estoy aquí por costumbre ni por rutina, sino porque te necesito, porque te amo y porque deseo empezar este día afirmando que todo en mí depende de ti. Gracias por ser mi creador, mi sustento y mi esperanza. Gracias por recordarme a través del salmo 8 que aunque soy pequeño en comparación con los cielos, tengo un valor incalculable para ti.
Que esta verdad me acompañe durante toda la jornada. Que mi vida sea un reflejo de tu gloria, una respuesta viva a tu amor. Señor amado, en este momento de quietud, reconozco que tú estás aquí.
Tu presencia me envuelve como el aire que respiro, como la luz que lentamente inunda el día. No puedo verte con mis ojos físicos, pero mi espíritu sabe que tú estás cerca, más cerca que mi propio aliento. Eres el Dios que habita en lo alto de los cielos y al mismo tiempo en lo profundo de cada corazón que te busca con sinceridad.
Gracias, Señor, porque no eres un Dios distante ni indiferente. No te escondes de los que claman. No ignoras las lágrimas ni los suspiros.
Eres un padre bueno que se deleita en estar con sus hijos. Y en este amanecer siento tu amor abrazándome como los primeros rayos del sol que atraviesan la ventana. Tu fidelidad se renueva cada mañana y eso es motivo suficiente para agradecerte con todo mi ser.
Contemplo el cielo y veo reflejada tu majestad. Cada nube, cada tono del amanecer, cada estrella que se retira con la llegada del día. Son testigos silenciosos de tu poder y tu belleza.
La creación entera habla de ti, Señor. El trino de los pájaros, el perfume de las flores, el susurro del viento en los árboles. Todo proclama que tú eres bueno, que tú eres digno, que tu nombre es admirable en toda la tierra.
Padre, a veces mi mente se llena de preocupaciones, mis días se tornan agitados y mi corazón se olvida de detenerse. A mirar tu obra, perdóname por esos momentos en que he vivido con prisa, sin detenerme a contemplar tu bondad. Hoy decido bajar el ritmo, hacer una pausa santa y volver mis ojos a ti.
Porque cuando fijo mi mirada en tu grandeza, todo lo demás encuentra su lugar. Gracias por el milagro de la existencia. Gracias porque me has dado vida y no una vida cualquiera, sino una vida con propósito, con dignidad, con valor.
En tu inmenso universo me has escogido, me has amado, me has confiado la responsabilidad de vivir como un reflejo de tu imagen. Eso me llena de humildad, pero también de gozo. No soy un accidente, no soy una casualidad, soy parte de tu plan eterno, Señor.
Que nunca se me olvide lo profundamente amado que soy por ti. Que en medio de mis luchas, mis errores, mis limitaciones, pueda siempre recordar que tú me formaste con intención, que cada célula de mi cuerpo fue tejida por tus manos, que cada día de mi vida ya estaba escrito en tu libro antes de que yo naciera. Hoy me levanto con gratitud, con reverencia y con esperanza.
Gratitud por todo lo que has hecho, reverencia por quién eres y esperanza por lo que aún harás en mi vida. Que mis pensamientos se alineen con tu verdad, que mis palabras hablen de tu bondad. Que mis pasos te sigan con fidelidad.
Tú eres el Alfa y la Omega, el principio y el fin, y aún así decidiste amarme. No hay verdad más poderosa que esa. Señor de la creación, hoy me despierto ante un nuevo día como quien recibe un lienzo en blanco directamente de tus manos.
Cada amanecer es una oportunidad que nace cargada de esperanza. Es un recordatorio de que tu misericordia no se agota, de que aún hay tiempo para crecer. para amar para comenzar de nuevo.
Hoy quiero recibir este día con un corazón lleno de gratitud. Gracias, Padre, por el don de la vida, por haberme sostenido mientras dormía, por haber velado mis pensamientos, mis sueños, mi descanso. Muchos no tuvieron la dicha de ver la luz de este nuevo día, pero yo estoy aquí respirando, sintiendo, pensando y todo gracias a ti.
No quiero dar por hecho ni un solo detalle. El techo que me cubre, los alimentos que me esperan, la salud de mi cuerpo, la compañía de quienes amo. Cada bendición es un regalo y hoy decido reconocerlo.
Padre, este día puede traer desafíos, lo sé. Tal vez enfrente problemas, decisiones difíciles, momentos de duda, pero también sé que no estoy solo. Tú que creaste los cielos y la tierra caminas a mi lado.
Tú que formaste galaxias y sembraste flores en el campo, te interesas por los asuntos de mi corazón. Qué maravilloso eres, Señor. Qué cercano y qué poderoso a la vez.
Hoy, al mirar el cielo, me uno al asombro. David, quien preguntaba, "¿Qué es el ser humano para que te acuerdes de él? Y sin embargo, tú te acuerdas, me amas, me sostienes, me das valor.
Aunque a veces me sienta pequeño ante el mundo, tú me recuerdas que tengo un lugar en tu corazón. No soy uno más en la multitud. Soy creación tuya, portador de tu imagen, embajador de tu amor.
Señor, enséñame a vivir este día con intención. Que no pase por él como un viajero distraído. Que lo viva con los ojos abiertos a tu bondad.
Con los oídos atentos a tu voz, con las manos dispuestas a servir y el corazón listo para amar. Que mi rutina se convierta en alabanza. Que mis acciones más simples reflejen tu carácter.
Gracias también por lo que no entiendo, por los planes que no resultaron como esperaba, por las puertas que se cerraron, por las lágrimas que he derramado, porque aún en medio del dolor tú estás obrando, porque tu propósito es más alto que mi lógica y tu amor es más profundo que mis preguntas. Hoy decido confiar. Hoy decido agradecer.
incluso aquello que no comprendo. Padre, dame un corazón agradecido, no solo cuando todo va bien, sino también en los valles, en los silencios, en las pruebas. Que mi alabanza no dependa de mis circunstancias, sino de tu fidelidad que nunca cambia.
Quiero aprender a ver tu mano en cada detalle, en el pan sobre mi mesa, en el abrazo de un ser querido, en la sonrisa de un niño, en la paz que solo tú sabes dar. Este día es tuyo, Señor, y yo también. Haz de mí un instrumento de tu gracia, una expresión de tu bondad, un testimonio viviente de tu amor.
Padre celestial, al levantar mis ojos al cielo y contemplar la inmensidad de tu creación, no puedo evitar recordar a aquellos hombres y mujeres de fe que vivieron bajo esa misma bóveda celeste, que caminaron esta misma tierra que tú hiciste y que fueron testigos de tu grandeza en medio de sus propias historias. Ellos también miraron las estrellas, sintieron el viento en su rostro y escucharon tu voz que los llamaba con ternura y poder. Recuerdo a David, el pastor de ovejas, que escribió este hermoso salmo 8.
Aquel joven que entre los campos de Belén se quedaba solo con sus pensamientos, su arpa y la creación como compañía. Él veía el cielo y se maravillaba de tu majestad. Desde joven comprendió que aunque era pequeño, su valor no estaba en su fuerza ni en su estatura, sino en el hecho de ser conocido y amado por ti.
Fue él quien derrotó a Goliat, no por su destreza, sino por su confianza en el Dios que había creado los cielos y la tierra. Señor, que yo tenga esa misma fe, que mi confianza no esté en mis recursos, sino en tu presencia que me acompaña. Miro también a Moisés, ese hombre que un día se encontró contigo en una zarza ardiente en medio del desierto.
Tú lo llamaste por su nombre y lo enviaste a liberar a tu pueblo. Moisés dudó de sí mismo. Se sintió incapaz, frágil, inadecuado.
Pero tú le mostraste que no importaba quién era él, sino quién eras tú. Eres el Yo soy, el eterno, el creador. Tú abriste el Mar Rojo, sustentaste al pueblo en el desierto y hablaste cara a cara con tu siervo.
Señor, cuando yo dude de mis capacidades, recuérdame que tú eres suficiente, que si tú estás conmigo, nada es imposible. Y pienso también en Abraham, el padre de la fe. A él le mostraste las estrellas y le dijiste que así sería su descendencia.
Él creyó, aunque su realidad decía lo contrario. Él confió aunque pasaban los años y no veía el cumplimiento. Caminó por fe, no por vista.
Señor, dame una fe como la suya. Que al mirar el cielo esta mañana también recuerde que hay promesas vivas sobre mi vida. que aunque no vea la respuesta aún, yo pueda creer, esperar y caminar con esperanza.
También recuerdo a Ester, la reina que arriesgó su vida para salvar a su pueblo. Ella entendió que no estaba en el palacio por casualidad, sino que había sido puesta allí para un tiempo como este. Señor, recuérdame que mi vida tiene propósito.
Que no importa dónde me encuentre hoy, en casa, en el trabajo, en una situación difícil, tú puedes usarme para traer luz, para marcar la diferencia, para manifestar tu gloria. que no me esconda por miedo, sino que actúe con valentía, sabiendo que tú me has colocado aquí por una razón. Me inspiro también en José el soñador, aquel joven que fue traicionado por sus hermanos, vendido como esclavo, olvidado en prisión, pero nunca perdió la esperanza.
Él sabía que aunque las circunstancias fueran oscuras, tú estabas con él y al final lo levantaste para ser instrumento de salvación para muchos. Señor, cuando enfrente momentos de injusticia, de dolor, de silencio, recuérdame que tú sigues obrando, que incluso lo que otros quieren usar para mi mal, tú lo transformarás para bien. No puedo olvidar a María, la madre de Jesús, una joven sencilla que recibió el anuncio más asombroso del cielo.
A pesar del temor, dijo, "Hágase en mí según tu palabra. " Su vida cambió para siempre, pero también fue instrumento de vida para el mundo. Señor, dame un corazón como el de María, dispuesto, obediente, confiado, que aunque no entienda todos tus caminos, yo diga sí a tu voluntad.
Y por supuesto, Señor, miro a Jesús, tu hijo amado, el reflejo perfecto de tu gloria. Él caminó por esta tierra, tocó la creación con sus manos, amó con compasión divina y vivió con una entrega total. Jesús no vino a ser servido, sino a servir.
No vino a condenar, sino a salvar. En cada paso, él mostró tu carácter, tu ternura, tu poder y en la cruz nos dio el mayor acto de amor que el universo haya presenciado. Señor Jesús, quiero seguirte, quiero aprender de ti.
Que mi vida sea una respuesta de gratitud a tu sacrificio. Que cada día que viva sobre esta tierra lo viva con la mirada puesta en el cielo y el corazón entregado por completo a ti, Padre. Gracias por los ejemplos que dejaste en tu palabra.
No fueron perfectos, pero fueron fieles. No fueron poderosos en sí mismos, pero caminaron contigo y eso hizo toda la diferencia. Que sus historias me impulsen, me inspiren, me animen a seguir adelante.
Que sus luchas me enseñen que no estoy solo. Que sus victorias me recuerden que tú eres fiel. Hoy, en este nuevo amanecer, me uno a esa gran nube de testigos.
Y así como ellos vivieron para tu gloria, yo también quiero vivir. Quiero caminar con propósito, amar con intensidad y creer con firmeza. Gracias, Señor, por recordarme que no soy una hoja al viento.
Soy parte de una historia eterna escrita por tu mano. Padre bueno, en la belleza de este nuevo día me acerco a ti, no solo para adorarte por tu grandeza, sino también para presentarte las áreas más frágiles de mi vida. Tú conoces mi corazón como nadie.
¿Sabes dónde me siento inseguro? ¿Qué pensamientos me inquietan? ¿Qué decisiones me pesan?
Por eso, con humildad hoy te pido, guíame, protégeme y transfórmame. Señor, necesito tu dirección. Hay momentos en los que no sé qué camino tomar, donde las opciones parecen confusas y el miedo al error me paraliza.
Pero tu palabra dice que tú eres lámpara para mis pies y luz en mi sendero. Hoy te entrego mis planes, mis ideas, mis deseos y te pido que tomes el control. Si algún camino no es el correcto, ciérralo aunque me duela.
Y si hay puertas que debo cruzar, ábrelas con claridad, aunque me desafíen. Dame sabiduría, Señor. No quiero actuar por impulso ni tomar decisiones basadas en emociones.
Quiero vivir según tu voluntad, aunque eso signifique esperar, cambiar o comenzar de nuevo. Enséñame a depender de ti como el barro depende del alfarero. Moldéame, Señor, hasta que mi vida refleje el diseño que tú soñaste para mí.
También te pido protección, Padre. En un mundo donde tantos peligros acechan, donde la violencia, el miedo y la injusticia caminan por las calles, me refugio bajo tus alas. Sé mi escudo, mi torre fuerte, mi lugar seguro.
Guarda mi entrada y mi salida. Protege mi mente de pensamientos destructivos y mi corazón de heridas innecesarias. Cuida de los míos, de mi familia, de mis amigos.
Rodea a los que amo con tu favor como un escudo y más allá de la protección física, Señor, protégeme de todo aquello que quiera apartarme de ti, de la arrogancia, de la rutina sin alma, del egoísmo disfrazado de autosuficiencia. Que mi corazón no se endurezca, que mi fe no se enfríe, que mi vida no pierda la sensibilidad a tu voz. Padre, deseo ser transformado por ti.
No quiero vivir arrastrando hábitos que me alejan de tu propósito. Si hay pensamientos que me contaminan, renuévalos. Si hay heridas que aún sangran, sánalas.
Si hay actitudes que no te honran, cámbialas desde la raíz. Yo sé que tú no te cansas de trabajar en mí. Sé que como buen alfarero sigues dándole forma a este vaso de barro con manos firmes y llenas de amor.
Señor, que mi carácter sea afinado en el fuego de tu verdad. Que mis palabras lleven consuelo y no juicio. Que mis manos estén dispuestas a servir y no a señalar.
Que mi presencia sea luz y no sombra. y que en lo profundo de mi ser brote un deseo incontenible de parecerme cada día más a Jesús. En este día que empieza, te entrego lo que soy y lo que aún no he llegado a ser.
Ayúdame a caminar contigo, no solo en los momentos de calma, sino también en las tormentas. Que no olvide nunca que aunque el mundo cambie, tú sigues siendo mi roca, mi fundamento, mi sustento eterno. Gracias, Señor, porque sé que me escuchas.
Gracias porque tú no miras solo lo externo, sino que conoces lo que hay en lo profundo. Y aún así me amas, me moldeas y me guías con ternura hacia lo mejor. Señor, Dios de misericordia, en este momento de comunión contigo, no quiero solo hablar de mí, de mis necesidades o de mis anhelos.
Quiero levantar mi voz como intercesor, como aquel que se pone en la brecha, como hijo tuyo que ama a sus hermanos y siente el dolor de los que le rodean. Porque así como la creación entera refleja tu gloria, también clama por redención, por justicia, por paz. Padre amado, hoy intercedo por los que sufren en silencio, por los enfermos que han perdido la esperanza, por aquellos que despiertan cada mañana con dolor en su cuerpo y cansancio en el alma.
Señor, tú eres el Dios que sana, el que tocó a los leprosos, el que devolvió la vista a los ciegos y levantó a los paralíticos. Te pido que extiendas tu mano sobre todos los que atraviesan enfermedades físicas o mentales. Que tu poder restaurador fluya en hospitales, en casas, en lugares de angustia.
Que donde haya desesperanza brote la fe como una semilla viva. También intercedo, Señor, por quienes están pasando por pruebas económicas, por los desempleados, por los que no saben cómo llevar pan a su mesa. Por los padres y madres que luchan con preocupación por el bienestar de sus hijos.
Tú eres el proveedor fiel, el que hizo llover maná en el desierto, el que multiplicó los panes y los peces. Te ruego que abras puertas de oportunidad, que inspires ideas creativas, que levantes personas generosas que sean instrumentos de bendición. Padre, mira también a los que se sienten solos, a los ancianos que esperan una visita, a los niños que anhelan amor, a los jóvenes que no encuentran sentido en su existencia.
Acércate a ellos, Señor. Envíales ángeles, personas de fe, palabras que sanen, que sepan que no están olvidados, que aún hay esperanza, que tú los ves y los amas. Clamo por mi comunidad, por los barrios olvidados, por las calles donde reina la violencia, por las familias fragmentadas por la falta de amor.
Señor, levanta tu Iglesia como faro en medio de la oscuridad. Haznos sensibles al dolor del otro. que no pasemos de largo como el sacerdote o el levita, sino que nos detengamos como el buen samaritano, que nuestras manos sanen, que nuestras palabras consuelen, que nuestras acciones hablen más fuerte que nuestros discursos.
También, Señor, pongo en tus manos a mi país. Tú conoces nuestras heridas: corrupción, injusticia, desigualdad. Tú ves los clamores que se elevan desde los pueblos más remotos hasta las grandes ciudades.
Hoy te pedimos por nuestros gobernantes, que los rodees de sabiduría, que despiertes en ellos un temor reverente a ti, que legislen con justicia, que defiendan al débil, que trabajen con integridad. Y si no lo hacen, Señor, que tú levantes otros valientes y rectos que caminen en tu luz. Te ruego por los maestros, por los médicos, por los campesinos, por los obreros, por cada persona que se levanta cada día para aportar algo a esta nación.
Bendícelos, fortalécelos, cuídalos y sobre todo que en medio de este mundo tan roto puedan encontrar en ti la fuente de vida, de paz y de propósito. Gracias, Señor, porque cuando oramos por otros, nuestro corazón se expande. Gracias porque nos enseñaste que el amor verdadero se manifiesta en la entrega, en la empatía, en la oración sincera.
Hoy intercedo sabiendo que tú escuchas, que tú actúas y que nada es imposible para ti. Padre santo, en la quietud de este momento, reconozco que no quiero quedarme igual. No quiero vivir una fe superficial ni pasar por esta vida sin haber conocido verdaderamente tu propósito para mí.
Tú que creaste los cielos con orden y armonía, también me formaste con intención, con un llamado único. Hoy clamo a ti no por cosas materiales, sino por transformación, por madurez, por un crecimiento real que me acerque más a tu corazón. Señor, quiero desarrollarme como persona, pero también como hijo tuyo.
Que cada día sea una oportunidad para parecerme más a Cristo, para reflejar en mi carácter la huella de tu espíritu. Tu palabra dice que no nos conformemos a este mundo, sino que seamos transformados mediante la renovación de nuestra mente. Hoy me presento como barro en manos del alfarero, sabiendo que todavía hay mucho por moldear, mucho por sanar, mucho por purificar.
Padre, elimina en mí toda actitud que no te agrada. Si hay orgullo, desarrígalo. Si hay impaciencia, reemplázala con la paz de tu espíritu.
Si hay temor, lléname de la confianza que viene de saber que estoy en tus manos. Que mi vida no se defina por mis reacciones humanas, sino por la obra viva de tu espíritu dentro de mí. Ayúdame a cultivar una vida interior fuerte, una fe que no se tambalee ante las pruebas, un amor que no dependa de condiciones, una esperanza que no se desgaste con el paso del tiempo.
Que mi mente sea renovada cada día con tu verdad. Que mis pensamientos se alineen a tus promesas. Que deje de lado las mentiras del enemigo y abrace con firmeza lo que tú has dicho sobre mí.
Señor, quiero crecer también en sabiduría. Enséñame a escuchar antes de hablar, a pensar antes de reaccionar, a orar antes de decidir. Que mis palabras edifiquen, que mis acciones inspiren, que mi ejemplo sea una luz para los que me rodean.
No permitas que viva por vivir, que repita rutinas sin propósito. Llévame a una vida de propósito, de impacto, de pasión por tu reino. Despierta en mí, Señor, un hambre por tu presencia.
que no me conforme con oraciones rápidas o momentos esporádicos de fe. Que te busque con sinceridad. Que anhele tú vos como quien anhela el agua en medio del desierto.
Así como el salmista contemplaba tu creación y quedaba maravillado, que yo también viva cada día con ojos abiertos a tu gloria, con el alma despierta al mover de tu espíritu. Padre, forma en mí un corazón generoso, dispuesto a dar, a servir, a amar, sin esperar nada a cambio. Que mi vida no sea centrada en mí mismo, sino en el servicio, en la compasión, en reflejar el carácter de Jesús en todo lo que hago.
Que donde haya división yo lleve unidad, donde haya dolor yo lleve consuelo. Donde haya oscuridad, yo lleve tu luz. Y finalmente, Señor, ayúdame a permanecer firme, a no retroceder en la prueba, a no cansarme en el camino, a no rendirme cuando todo parezca difícil.
Que tu espíritu me levante cada día, que tu palabra me fortalezca, que tu amor me impulse a seguir adelante. Que como dijo Pablo, yo también pueda decir al final, he peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. Gracias, Señor, porque no has terminado tu obra en mí.
Y sé que el que comenzó la buena obra la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús. Señor amado, al llegar al final de esta oración, mi alma rebosa de gratitud. Gracias por tu presencia, por tu palabra, por este día que me regalas como un nuevo comienzo.
Gracias por recordarme a través del salmo 8 que aunque parezca pequeño ante la inmensidad del universo, soy profundamente amado y valorado por ti. Hoy declaro que mi vida tiene propósito, que fui creado con intención, que todo lo que soy proviene de tu amor eterno. Que cada paso que dé en esta jornada esté marcado por la admiración por tu creación y por la gratitud de haber sido hecho a tu imagen.
No soy un accidente, no estoy solo. Fui coronado de gloria y honor por el creador del cielo y de la tierra. Te entrego mis pensamientos, mis palabras, mis decisiones.
Que todo en mí refleje tu gloria. Que los que me rodean puedan ver en mí un corazón lleno de fe, una vida que proclama con cada acto. Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra.
Padre, bendice este día que comienza. Llénalo de tu paz, de tu dirección, de tu gozo. Que donde yo vaya tu luz me preceda, que mis palabras traigan consuelo y que mi presencia sea instrumento de tu amor.
Que este día no pase sin que yo haya sembrado esperanza, sin que haya levantado a alguien, sin que haya dado gracias por la obra de tus manos. Y ahora, Señor, bendice también a cada persona que se unió a esta oración. Derrama sobre sus vidas tu gracia, tu favor, tu protección.
Que sus ojos se abran para contemplar la belleza de tu creación y que sus corazones se eleven en adoración al recordar lo valiosos que son para ti. Camina con nosotros, Señor. Sé nuestro guía, nuestro sustento, nuestra fuerza y que en todo lo que hagamos hoy se escuche el eco de nuestra fe, diciendo con firmeza: "Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra.
" En el nombre poderoso de Jesús. Amén. Si esta oración ha tocado tu corazón, te invito a dejar un amén en los comentarios como señal de tu fe.
Comparte esta oración con alguien que necesite una palabra de esperanza. Escríbenos también tus peticiones de oración o testimonios. Queremos orar contigo y celebrar tus victorias.
No olvides suscribirte al canal y activar la campanita para recibir más oraciones que fortalezcan tu vida espiritual. Que la paz de Dios llene tu corazón y su amor te acompañe en cada paso. Gracias por orar con nosotros hoy.
Que tengas un día lleno de propósito, alegría y la certeza de que eres profundamente amado por el creador. Si esta oración ha sido de bendición para ti, no detengas aquí tu camino espiritual. Haz clic en el video recomendado en tu pantalla y sigue profundizando en el conocimiento de la palabra de Dios.
Hay más promesas, más enseñanzas y más consuelo esperando por ti. Que Dios te bendiga abundantemente. [Música] Jesús.