LA TEORÍA DEL BOSQUE OSCURO ⚫️ | El Aterrador Silencio del Cosmos: ¿solución a la Paradoja de Fermi?

583.86k views5331 WordsCopy TextShare
Pol Bertran
Concebida en 2008, la teoría del Bosque Oscuro busca dar una solución a la paradoja de Fermi proponi...
Video Transcript:
Pocos episodios en la historia del periodismo  muestran tan bien el poder de la prensa como el torbellino mediático que se desencadenó en Estados  Unidos a finales de los años 40. Un día de verano de 1947, Kenneth Arnold, un experimentado piloto,  acudió a un periódico de Oregón para informar de una extraña observación que había realizado. Prometía haber divisado una escuadrilla de naves entre las montañas, nueve objetos con forma de  bumerán que superaban con creces la velocidad máxima de cualquier avión.
Sospechando que podía  tratarse de una misión de espionaje soviética, con las sombras de la Guerra Fría  expandiéndose por el mundo, esperaba que pudieran dar voz a su relato. Sin embargo, ávidos de una noticia que les diera una potente repercusión,  los periodistas decidieron maquillar su historia. Si insinuaban que las naves que  el piloto había visto no eran de este mundo; si dejaban abierta la posibilidad a que el  avistamiento fuera el primer contacto con una civilización extraterrestre, unos visitantes del  espacio, entonces tendrían el suceso del año.
Confundiendo la descripción del piloto,  creyendo que el movimiento que había detallado era en realidad su forma, aunque  en ningún momento se mencionara tal cosa, el periódico escribió un artículo acerca de algo  que habían bautizado como platillos voladores. Con ese error de comprensión, el concepto  acababa de nacer y la tormenta mediática estaba a pocos instantes de desencadenarse. El impacto del reportaje fue inmediato.
Decenas de diarios estadounidenses se hicieron eco  de la noticia y los supuestos avistamientos de naves con formas de platillo se dispararon.  Probablemente todas las razas alienígenas tuvieron que rediseñar sus naves interplanetarias para  adaptarse al error de un periodista de Oregón, porque a pesar de ese fallo, la fiebre de los  platillos voladores se había desatado. En menos de una semana, se reportaron más de 800  presuntos casos, con personas enviando fotografías de encuentros con unos platillos que hasta  hacía siete días, nadie jamás había visto.
Una histeria colectiva por el contacto con seres  de otros mundos que dividió a la sociedad entre aquellos que estaban convencidos de que  algo se escondía entre las nubes y los que consideraban aquellos relatos como  simples fantasías. Pero fuera como fuera, la fiebre de los platillos voladores inspiró  una pregunta que nos llevaría a aventurarnos hasta los límites del espacio y del tiempo. En medio de una cada vez más calmada histeria por los visitantes de las estrellas, el verano  de 1950, The New Yorker Magazine publicó una viñeta cómica en la que acusaban a los  hombrecillos verdes de ser los responsables de una curiosa oleada de robos de papeleras que  estaba ocurriendo en la ciudad de Nueva York.
Casualmente, un ejemplar de la revista llegó  hasta el Laboratorio Nacional de los Álamos, a las manos del físico italiano Enrico Fermi, que  en ese momento estaba trabajando en la Comisión de Energía Atómica. A raíz de la viñeta,  varios científicos tuvieron una distendida conversación durante la hora del desayuno. Los reportes de los que en pocos años serían bautizados como OVNIs y la viabilidad de  viajar más deprisa que la luz avivaron un debate acerca de la posibilidad de ser realmente  visitados por una civilización extraterrestre.
Porque a pesar del circo mediático que se había  formado a su alrededor, descubrir que estamos acompañados en el Universo sería el hallazgo  más importante y con mayores implicaciones filosóficas de la historia de la humanidad. En un intento de mostrar que sería imposible desarrollar una tecnología que nos permitiera  superar el límite máximo de velocidad en el Universo, algo esencial para que los viajes entre  las estrellas fueran factibles, Fermi dijo que de ser viables, cualquier civilización avanzada  habría tenido tiempo de llegar a la Tierra. Si esa tecnología era alcanzable y el Cosmos  está habitado por muchas otras civilizaciones alieníegenas, esos hombrecillos verdes ya nos  habrían visitado.
Una opinión que condensó en una reflexiva pregunta. Where is everybody?  ¿Dónde está todo el mundo?
Una duda que, sin ser consciente de ello, iba a  despertar más de setenta años de debate. A preguntarnos qué papel interpretamos  en el eterno bosque del Universo. En ese momento, la crítica de Fermi quedó  como una simple anécdota.
Al fin y al cabo, ser visitados era la única forma de saber que  ahí fuera había alguien más. Si no venían hasta nosotros, era imposible dar respuesta a la  pregunta de si estamos solos en el Universo. A no ser que fuéramos capaces de ver lo invisible. 
Mensajes ocultos entre la niebla del espacio. Con el nacimiento de la radioastronomía  en los años 30, inspeccionando el cielo en el espectro de las ondas de radio, un  nuevo Cosmos se reveló ante nosotros. Todo aquello fuera de la luz visible, hasta entonces  invisible, pasó a estar a nuestro alcance.
Las señales de radio, desde las  profundidades del espacio y del tiempo, llevaron al descubrimiento de cuerpos celestes  que, sin ellas, jamás hubiéramos conocido. Pero no fue hasta finales de los años 50 que ampliamos  horizontes a algo más allá de la naturaleza. En un artículo publicado en Nature en septiembre  de 1959, Giuseppe Cocconi y Philip Morrison sugirieron que los radiotelescopios habían  alcanzado una sensibilidad suficiente como para detectar potenciales transmisiones  alienígenas.
Captar comunicaciones de una hipotética civilización. Las ondas de radio, a diferencia de otras ondas del espectro electromagnético, viajan de  forma más libre, siendo muy poco afectadas por el polvo y el gas interestelar. Era razonable pensar  que cualquier civilización capaz de comunicarse, estaría usando señales de radio para ello.
Por tanto, si queríamos dar respuesta a la eterna pregunta de si estamos o no solos en el Universo,  no podíamos esperar a que otra forma de vida estableciera contacto con nosotros. Debíamos  ir en busca de los ecos de su existencia. Bajo este pretexto y con las esperanzas  más justificadas que nunca, en 1960, el jóven astrónomo estadounidense Frank  Drke desarrolló un experimento pionero en la búsqueda de señales extraterrestres. 
Como parte del bautizado como Proyecto Ozma, usó el radiotelescopio de 26 metros de Green  Bank para inspeccionar dos estrellas cercanas, Tau Ceti y Epsilon Eridani, a la espera de  percibir posibles transmisiones de radio. Como era de esperar dada la baja escala del  proyecto y los pocos recursos con los que contaba, el proyecto Ozma finalizó unos pocos meses  después, en julio de 1960. No se detectaron señales extraterrestres, ningún indicio de la  existencia de una civilización emitiendo ondas de radio accidental o intencionadamente.
Pero lejos de ser un fracaso, Drke llamó la atención de toda la comunidad, que después  de tanto tiempo, veía una esperanza. Muchos sentían que era cuestión de tiempo y de  esfuerzo que diéramos con el hallazgo que cambiara para siempre nuestra visión de la vida  y del lugar que ocupamos en el Universo. Por primera vez en la historia, Drke habría  escuchado la oscuridad.
Buscando susurros en medio de las tinieblas. Y viendo  que los seguidores estaban creciendo, que cada vez más gente quería sumarse a esa  ambición, organizó un encuentro para establecer las bases del proyecto SETI, acrónimo en inglés  de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre. Diez científicos acudieron a la reunión  celebrada en Green Bank en noviembre de 1961.
Los participantes, entre ellos un joven Carl Sagan,  marcaron el camino a seguir para el desarrollo de un proyecto internacional enfocado a usar  distintos radiotelescopios del mundo para analizar señales que pudieran ser indicio de la existencia  de vida extraterrestre inteligente. Los cimientos de lo que más tarde se  conocería como SETI, the Search for Extraterrestrial Intelligence, se establecieron  en aquella quedada. Una reunión en la que Drke, como apoyo a lo que estaban construyendo,  presentó una ecuación que, esperaba, mostrara que sus esperanzas tenían una razón de ser.
Había desarrollado una fórmula para estimar el número actual de civilizaciones comunicativas en  la galaxia, expresada en la ecuación como una N, que es el resultado de una serie  de parámetros multiplicados entre sí para llegar a esa cifra tan ansiada. En concreto, se trata de la vigente tasa de formación de nuevas estrellas, multiplicada  por la fracción de estrellas con sistemas planetarios a su alrededor, multiplicado por el  cociente de planetas que reúnen las condiciones de habitabilidad necesarias, multiplicado por la  fracción de dichos mundos donde la vida germina, multiplicado por la proporción en la que esa  vida evoluciona hasta entes inteligentes, multiplicado por la fracción de aquellos que usan  su inteligencia para desarrollar y transmitir comunicaciones, multiplicado, finalmente, por  la vida media de dichas civilizaciones. La bautizada como ecuación de Drke solo  buscaba simplificar los parámetros que, como científicos, debían tener en cuenta cuando  comenzaran los esfuerzos internacionales en esa búsqueda de vida inteligente.
Fue solo una  herramienta para conducir el encuentro. Una simple aproximación más que un intento serio  de llegar a un resultado preciso ante tantas variables que eran imposibles de descifrar. Podemos conocer la tasa de formación de estrellas, el primer parámetro de la ecuación. 
Inspeccionando las cunas estelares, nebulosas en cuyas profundidades emergen los  dioses de luz del Universo, hemos descubierto que el actual ratio de nacimiento de estrellas  en nuestra galaxia es de unas 7 por año. Del mismo modo, todas las observaciones de los  sistemas estelares nos han llevado a deducir que los planetas son una consecuencia natural del  nacimiento de una estrella. Que prácticamente todos los dioses de luz disponen de hijos  navegando sus cercanías.
Haciendo que la segunda variable de la ecuación también sea  conocida y que ese cociente de estrellas con mundos a su alrededor sea muy cercano al  1. Pero más allá de esto, en la ecuación reina una devastadora incertidumbre. Superados los parámetros astronómicos, los únicos que podemos conocer, nos sumergimos en  un terreno sin cartografiar.
Con cada siguiente variable, nuestra ignorancia aumenta. Todas  las que tienen que ver con la astrobiología, la posibilidad de que en un mundo emerja vida  inteligente, están rodeadas de incertidumbre. Pero sumergidos ya en las sociológicas, ni  siquiera podemos definir algo con sentido.
Solo conjeturar, especular y adivinar. Aun así y en contra de lo que el propio Drke creía, cuando su creación se hizo suficientemente  famosa como para atravesar la frontera mediática, la ecuación comenzó a ser pervertida por  supuestos científicos que intentaron hacer pasar la adivinación como evidencia. Muchas personas comenzaron a jugar con la ecuación, dando valores a los parámetros  astrobiológicos y sociológicos a placer para llegar a un resultado que por la  inherente incertidumbre de la fórmula, no podía describir ninguna realidad.
Aun así, los medios de comunicación se hicieron eco de las publicaciones, convirtiendo  la ecuación de Drke en una de las fórmulas más famosas de la historia y vendiendo la  idea de que en la galaxia podría haber entre 1. 000 y 100 millones de civilizaciones  inteligentes detectables. Cuando en realidad, la única certeza es que no lo sabemos.
Pero a pesar de esa explotación pseudocientífica, la repercusión de la ecuación de Drke  permitió que el mundo entero conociera los esfuerzos que desde Estados Unidos se  estaban haciendo por lograr el descubrimiento de vida más allá de la Tierra. Y tal fue el impacto que en pleno esplendor de la Guerra Fría, un grupo de  astrónomos soviéticos se unieron a ellos como parte del proyecto SETI. La ambición por  cumplir ese sueño había roto todas las fronteras entre dos países que lideraban una contienda  entre dos formas de entender el mundo.
En este contexto, el astrofísico Nikolai Kardashev  se convirtió en la cara visible del proyecto en el bloque soviético. En 1964, tres años después  de la formulación de la ecuación de Drke, el científico ruso organizó una conferencia en  el Observatorio de Byurakan, en Armenia. Kardashev reunió a las grandes eminencias  del campo de la radioastronomía para, según sus propias palabras, hallar técnicas viables  para la detección de señales extraterrestres y solucionar los problemas lingüísticos  que podrían emerger de la comunicación con una hipotética civilización más avanzada  que la humana.
Se había propuesto definir qué teníamos que buscar en la oscuridad. El físico soviético creía que si no dejábamos de considerar las civilizaciones extraterrestres  iguales a la nuestra, el fracaso estaba garantizado. Unos cientos o miles de años de  ventaja, por no hablar de lo que supondría unos millones, haría que tuvieran una tecnología muy  distinta.
Si queríamos encontrar algo, primero teníamos que saber qué estábamos buscando. Partiendo de esta premisa, Kardashev desarrolló un método para categorizar civilizaciones. Una  manera de clasificar cualquier civilización del Universo de acuerdo a un único  parámetro.
Su uso de energía. Todas serían muy distintas entre ellas. Pero todas  y cada una de ellas, de una forma u otra, tendrían que consumir energía para sobrevivir y,  sobre todo, para cumplir con sus ambiciones.
El científico, en aquella conferencia,  presentó al mundo lo que él mismo había bautizado como Escala de Kardashev. Medir  el grado de evolución tecnológica de una civilización en función de la cantidad de  energía que es capaz de utilizar de su entorno para clasificarlas en tres categorías. En primer lugar, una civilización de Tipo I, aquella hacia la que nosotros mismos  estamos transicionando, es aquella que ha logrado dominar su mundo.
Controlar y  usar a placer toda la energía disponible en su planeta de origen. Un poder absoluto sobre  sus recursos, sus ecosistemas y su clima. Con este dominio energético, si no han convertido  su mundo en un planeta inhabitable y han perecido por culpa de sus ansias de crecimiento, los seres  echarán su mirada a los cielos.
Su planeta se les habrá quedado pequeño y el camino hacia una  nueva clase de civilización habrá empezado. Porque en segundo lugar en la escala, una  civilización de Tipo 2 será aquella capaz de dominar a su estrella madre. Controlar  a su Sol.
Cosechar toda la energía del Dios de Luz que les dio la vida a través de una  megaestructura más allá de nuestros sueños. En esa ambición por dar el siguiente paso  evolutivo, la civilización empezará a sacrificar a sus mundos hermanos. A destruir  otros planetas y cuerpos de su sistema, especialmente asteroides, ricos en minerales  y más sencillos de manipular gracias a su baja gravedad.
Convertirían todo el imperio  de su estrella en una colosal mina. Con el exclusivo propósito de alzar la  estructura más colosal del Cosmos. Un salto evolutivo equiparable al descubrimiento  del fuego.
La construcción de un enjambre de colectores solares que formarían una especie  de sarcófago alrededor del Sol. Unos 30 cuatrillones de paneles constituyendo lo que  sería bautizado como una esfera de Dyson. Con semejante creación, la civilización estaría  controlando toda la energía de una estrella, pudiendo incluso alzarla alrededor de un agujero  negro.
Una proeza tecnológica. Mantener un monstruo de las tinieblas dentro de un sarcófago  para conseguir una energía virtualmente infinita. De una forma u otra, se habrán convertido en  una civilización de Tipo 2 y con el poder de los dioses en la palma de su mano, habrán derribado  todas las fronteras del espacio y del tiempo.
Porque en tercer y último lugar, una civilización  de Tipo 3 será aquella que habrá dominado toda una galaxia. Que habrá cosechado la energía de todas y  cada una de las estrellas de su isla de luz. Con la energía obtenida de la esfera de Dyson,  los viajes interestelares pasarán a ser viables.
Solo necesitarán tiempo y recursos para conquistar  toda su galaxia. Incluso suponiendo que siguieran usando una arcaica propulsión química como la  que usamos los humanos a día de hoy, bastarían solo 300 millones de años para colonizar hasta la  última de las 100. 000 millones de estrellas que, de media, habitan en una galaxia.
Y aunque 300 millones de años parezca una eternidad, a nivel cósmico no es  nada. Con sus 13. 000 millones de años, la Vía Láctea habría podido ser conquistada más  de 40 veces.
Bastaría una sola civilización así de avanzada para llenar toda una galaxia. Y  en caso de disponer de tecnologías que para nosotros son puramente hipotéticas, podrían lograr  esa conquista en apenas 1 millón de años. Con la dominancia galáctica, habrían alcanzado el  último nivel de la escala.
Un punto a partir del cual las motivaciones trascenderían nuestro  pobre conocimiento humano. Una virtuosidad y un poder insondables para nosotros. La  cúspide de la evolución biológica.
Hasta ese momento, con las ondas de radio, siempre  habíamos buscado trazas de una civilización que, como nosotros, estaba en camino de convertirse  en una de tipo I. Con su teorización, quiso mostrar que los esfuerzos tenían  que centrarse en captar los ecos de una tecnología propia de una civilización de  tipo 2 o de tipo 3. La escala de Kardashev nos iba a guiar entre las tinieblas.
Cuando las noticias de la conferencia soviética se expandieron por el mundo y los científicos  que formaban parte del SETI descubrieron los fundamentos de la escala de Kardashev,  las esperanzas para hallar rastros de vida inteligente crecieron más que nunca. Tanto es así que la propia NASA financió algunos de los primeros proyectos, marcando el inicio  de más de seis décadas de búsqueda. Desde los años 60 con el SETI y más recientemente con  el Breakthrough Listen, un proyecto iniciado en enero de 2016 que con una financiación  de 100 millones de dólares representa la más completa busca de vida inteligente, hemos  escaneado millones de sistemas estelares en la Vía Láctea y cientos de galaxias.
Los experimentos más obvios han sido la búsqueda de señales de radio emitidas por  sistemas de comunicación extraterrestres; pero siguiendo con los fundamentos  de la escala de Kardashev, ha habido intentos de dar con huellas más extrañas. Esfuerzos de captar señales ópticas, breves pulsos láseres que no puedan ser generados por la  naturaleza pero sí por mecanismos artificiales de una civilización avanzada. Del mismo modo, se ha  aspirado a captar los ecos de una posible esfera de Dyson en un sistema de nuestra galaxia.
Si una civilización de tipo 2 hubiera construido esta megaestructura alrededor del Sol, desde la  Tierra observaríamos no solo unas fluctuaciones lumínicas extrañas en dicha estrella,  sino también una poderosa emisión de luz infrarroja. El cuerpo se calentaría tanto que  parte de la energía se perdería en calor. Si dábamos con una estrella con fluctuaciones de  luz inexplicables por ningún fenómeno natural que, a la vez, emite grandes cantidades de  radiación infrarroja podríamos deducir la existencia de una esfera de Dyson  y, por tanto, confirmar que hay alguien más poblando los océanos del Universo.
Asimismo, en civilizaciones todavía más avanzadas, que están en camino de alcanzar el nivel 3 en  la escala, habría algo más con lo que cazarlas. Cualquier civilización que estuviera conquistando  las estrellas de la galaxia, necesitaría viajar a velocidades muy cercanas a las de la luz. Y una hipotética nave capaz de ello, al frenar en medio del espacio, dejaría una  inmensa estela de gas ionizado.
Un rastro incandescente que pintaría el firmamento como  una pincelada de luz en un oscuro lienzo. Finalmente, como última frontera en la escala  de Kardashev, una civilización de tipo 3 que ha conquistado la totalidad de su isla de  luz podría, en teoría, hacer que toda una galaxia se apagara. Con poder sobre todas  las estrellas, podrían haberlas consumido una a una.
Arrebatar hasta la última luz de una  galaxia para colonizar otra, como parásitos que succionan la vida de los dioses de luz. Sin embargo, a pesar de todo esto, de todos los rastros que hemos seguido, de todos los esfuerzos  realizados durante más de seis décadas observando y escuchando los cielos, no hemos encontrado nada.  Solo una triste colección de falsas alarmas.
Nadie está llamando. Nadie está dando señales de  su presencia. Todo cuando tenemos es una inquietante calma a la que los astrónomos  han bautizado como El Gran Silencio.
Esta aparente contradicción entre las  supuestamente altas probabilidades de que existan otras civilizaciones inteligentes  y la ausencia de evidencia de las mismas es lo que fue bautizado como la Paradoja de Fermi.  Una incongruencia entre el optimismo de los números y el pesimismo de la observación. Postulada en honor a Enrico Fermi y la pregunta que se hizo aquella mañana de verano de  1950, la paradoja resalta que escudándose en la estadística, en las estimaciones  que señalan que tendrían que existir muchas civilizaciones inteligentes en el Universo  Observable, es extraño que no hayamos encontrado aún evidencia de vida extraterrestre.
La Vía Láctea es una isla de luz formada por lo que podrían llegar a ser más de 400. 000 millones  de estrellas, la práctica totalidad de ellas con mundos a su alrededor. Y nuestra galaxia es  solo una más de las 2 trillones que podrían navegar el océano del Universo Observable.
Dada esta inimaginable cantidad de estrellas, tendría que existir un número también  inconcebible de planetas habitables, donde la semilla de la vida podría haber  encontrado un lugar para germinar. Y si sumamos a esto la edad del Cosmos, con las galaxias  siendo casi tan viejas como el propio tiempo y habiendo tenido miles de millones de años  para florecer, parece impensable que la vida inteligente no haya surgido en otro lugar. Es en estas premisas que descansa la paradoja de Fermi, un término que desde su concepción en  1975 en un artículo escrito por el astrofísico estadounidense Michael Hart no ha hecho más que  incrementar su fama.
Los constantes fracasos, la imposibilidad de dar con señales de vida  ahí fuera a pesar de cada vez poder escuchar y observar mejor han hecho del concepto uno de los  más reconocidos en el mundo de la ciencia. Con ese reconocimiento creciente, astrónomos de  todo el mundo llevan décadas intentando dar una solución a ese problema. Resolver la paradoja  de Fermi y entender por qué estamos rodeados de un inquietante silencio que se extiende por  las tinieblas del espacio y del tiempo.
Una posibilidad es que simplemente seamos  demasiado primitivos para llamar la atención de nadie. Que una civilización  suficientemente avanzada en la escala de Kardashev nos vea como simples insectos. Seres  infraevolucionados con los que no vale la pena comunicarse y menos cruzar los desiertos del  Universo para llegar hasta nosotros.
Otra de las hipótesis que pretenden resolver  la paradoja es que cualquier civilización, en sus ansias de crecer y prosperar, se convierte  en su propio verdugo. Que existe una especie de frontera que impide que una civilización se  desarrolle lo suficiente como para contactar con otras o viajar entre las estrellas  antes de exterminarse a sí mismas. Una visión que establece que todas y cada una de  las posibles formas de vida que han surgido no han contactado con nosotros ni nos han visitado  porque antes de llegar a ese punto evolutivo, se han autoaniquilado por sus ansias de poder,  víctimas de su propia tecnología.
Esto es lo que se conoce como la Teoría del Gran Filtro. Una hipótesis que postula que algo tiene que reducir la posibilidad de que la materia inerte  germine la vida o, en su sentido más reconocido, que esta escale en la escala de Kardashev. En el  contexto de la paradoja de Fermi, el Gran Filtro nos dice que la inteligencia es la maldición de la  vida, aquello que nos condena a la extinción.
Sin embargo, lejos de este pesimismo, hay quienes  defienden que simplemente no hemos escuchado ni observado suficiente. Que con nuestras limitadas  capacidades de alcance, aseverar que la Tierra es el único reducto para la inteligencia sería  como llenar una diminuta botella de agua del mar, ver que está vacía y sentenciar que en los océanos  no hay nada vivo. Tenemos que ver más lejos y, sobre todo, durante más tiempo.
Del mismo modo, es posible que ni siquiera estemos buscando lo que debemos buscar.  Hasta ahora, si bien ha habido esfuerzos minoritarios en captar los ecos de tecnologías  como una esfera de Dyson o una estela de luz causada por los viajes interestelares, todo  lo que tiene que ver con las comunicaciones se ha centrado en las ondas de radio. Pero una vez más, estamos dando por hecho que una civilización tan avanzada, tan  evolucionada social y tecnológicamente, seguiría anclada en algo tan arcaico. 
Podrían comunicarse de formas muy distintas, dejándonos a ciegas, persiguiendo sombras. Unos seres suficientemente avanzados podrían estar usando unas partículas fantasma para sus  transmisiones. Los neutrinos, las partículas más misteriosas del modelo estándar, podrían ser la  base de sus comunicaciones.
Partículas neutras, sin carga eléctrica y un tamaño incluso inferior  al del electrón, que interactúan con la materia de forma tremendamente elusiva. Cada segundo, cada superficie de nuestro cuerpo equivalente a un pulgar es atravesada  por 60 mil millones de neutrinos procedentes del Sol y de otros parajes del Universo sin que  sintamos absolutamente nada. Unas entidades que se desplazan por el espacio como fantasmas.
Sin embargo, en 2012, un equipo de científicos de la Universidad de Cornell demostró  que la comunicación basada en neutrinos era físicamente posible, tal y como  demostraron enviando un mensaje muy simple codificado en ellos una distancia de  1. 000 kilómetros e incluso, lo más prometedor, a través de 240 metros de roca maciza. Una civilización suficientemente avanzada podría estar usando neutrinos para enviar  mensajes complejos a la velocidad de la luz y superando cualquier obstáculo gracias  a su capacidad de atravesar la materia.
Pero con una tecnología suficiente, podrían  hacer algo incluso más grande. Utilizar el propio espacio-tiempo como sistema  de comunicación. Convertir las ondas gravitacionales en mensajes que transmitir por el  Universo.
Si fueran capaces de manipular cuerpos celestes de gran poder gravitatorio, podrían crear  perturbaciones en el tejido espacio temporal. Crear ondas gravitacionales que se desplazan por  los océanos del Cosmos en todas direcciones y a la velocidad de la luz. Un poder absoluto sobre la  fábrica del espacio y del tiempo.
Una manipulación de los cimientos de la realidad. De todos modos y como tal vez la más inquietante respuesta a la paradoja de Fermi,  existe la posibilidad de que, en efecto, estemos solos. Que el Universo solo haya hallado  en nosotros, esa forma de entenderse a sí mismo.
Revisando la historia de la Tierra, podemos  ver cómo tomó casi 4. 000 millones de años que las células primigenias evolucionaran hasta  el amanecer de la civilización humana. Un tercio de la edad del Universo empleado para  que emergiera la inteligencia como la conocemos.
Una eternidad en la que la cadena de la vida  no se ha fracturado en ningún punto. Miles de millones de años de una afortunada estabilidad,  lejos del caos y la violencia del Cosmos, para que llegáramos nosotros. Una colección  de átomos tan antiguos como el propio tiempo con la capacidad de pensar.
Tal vez no haya tantos mundos donde la vida haya encontrado ese equilibrio tan  prolongado en el tiempo. Quizás seamos el único refugio de consciencia en un  eterno océano de inconsciencia. Además, investigaciones recientes señalan  que estadísticamente, la vida inteligente fue más probable hace 4.
000 millones de años y  más cerca del núcleo de la Vía Láctea. Podría ser que estemos en el momento y en el lugar  equivocados. Demasiado lejos en el espacio y en el tiempo de la que quizás fue la edad de  oro de la inteligencia en nuestra galaxia.
Tal vez, hace mucho tiempo, la Vía Láctea fue  hogar de cientos o miles de civilizaciones. Todas ya extintas en el momento en el que  nosotros hemos alzado la mirada al cielo. Rodeados de lo que hoy no es más que un  cementerio cósmico.
Pero también existe la posibilidad de que sigan vivas, pero que  hayan decidido permanecer invisibles. Patrullando los rincones más profundos de la Vía  Láctea en busca de evidencias de mundos más allá del Sistema Solar, el observatorio espacial  Kepler se ha convertido en el más célebre cazador de exoplanetas de la historia. A  lo largo de su misión iniciada en 2009, ha observado más de 530.
000 estrellas y  descubierto un total de 2. 778 planetas. Con la principal meta de hallar mundos similares  a la Tierra, los hallazgos de Kepler avivaron todas las esperanzas.
Sus resultados, escalados  al tamaño de la galaxia, mostraron que la Vía Láctea podría contener 20. 000 millones de planetas  parecidos al nuestro. Mundos rocosos en la zona de habitabilidad de su Sol, con la temperatura  adecuada para albergar agua, el ingrediente fundamental para que la vida germine.
Este descubrimiento fortaleció todavía más la paradoja de Fermi. Nuestra galaxia es hogar de  un número inconcebible de mundos como el nuestro, donde la evolución podría llevar al surgimiento  de civilizaciones inteligentes. Pero aun así, no vemos nada.
No escuchamos  nada. Un eterno silencio. Los abrumadores hallazgos del telescopio Kepler  abrieron la puerta a una solución a la paradoja que hasta ese momento considerábamos  algo propio de la ciencia ficción.
Una teoría concebida en 2008 por el escritor  chino Liu Cixin que empieza a calar en la comunidad astronómica y que fue bautizada  como la hipótesis del bosque oscuro. El escritor, en su novela “El Bosque Oscuro”, se  sumerge en la naturaleza de la ecuación de Drke, en los parámetros sociológicos de las  civilizaciones, para presentar tres axiomas claves. Tres postulados que, juntos,  dan una respuesta a la paradoja de Fermi.
En primer lugar, suponemos que el Universo  Observable está habitado por inmenso número de civilizaciones inteligentes. Que aunque la  fracción de planetas donde la vida, los seres pluricelulares y eventualmente la inteligencia  germinan sea ínfima, dado el tamaño del Cosmos, son muchísimas las civilizaciones que  conviven en dicha sociedad cósmica. En segundo lugar, suponemos que la necesidad  primaria de cualquier civilización es la supervivencia.
La protección de su integridad.  La búsqueda de la seguridad de sus miembros del mismo modo que las comunidades humanas se han  mantenido unidas para garantizar su vida. Y en tercer lugar, suponemos que las  civilizaciones se expanden continuamente con el tiempo pero que la materia total  del Universo permanece constante.
Cada vez amplían sus dominios en un océano en el que  tarde o temprano se encontrarán con otras que compartirán sus mismos deseos y necesidades. Con las tres premisas unidas, la única conclusión lógica es que cualquier forma de vida inteligente  se enfrentará a todas las demás en una lucha por la supervivencia a escala galáctica. Y en esa  guerra fría, toda civilización reconocerá el contacto como algo demasiado peligroso.
De esta forma, la teoría del bosque oscuro dice que las civilizaciones inteligentes  permanecen calladas, sin revelar su existencia, por miedo a ser descubierta por otra más  avanzada y poderosa. Una hipótesis que resolvía la paradoja de Fermi diciendo que las  civilizaciones verdaderamente inteligentes saben que deben esconderse. Porque cada una es un  cazador al acecho en una noche sin luna.
Fuera del contexto literario y como  hipótesis astronómica, la teoría nos hace imaginar el Universo como un bosque en  el que todas las civilizaciones son cazadores que se desplazan entre las tinieblas. En nuestro hogar, todas las formas de vida buscan sobrevivir, alimentarse, reproducirse  y obtener los recursos necesarios para ello. Y en esa lucha por la supervivencia,  su mayor y único obstáculo son otros organismos que comparten ese mismo objetivo.
Fue precisamente esta competitividad entre las especies la que impulsó una selección natural  que en algún punto de esa historia ancestral derivó en la aparición de la consciencia.  De los seres humanos. Una inteligencia que permitió el progreso tecnológico manteniendo  las necesidades más primitivas de la vida.
En la unión hallamos la fuerza y se alzaron  las primeras civilizaciones del mundo. Culturas envenenadas por esos deseos de dominancia que  lucharon entre ellas por el control de las tierras. Viendo nuestro pasado y nuestro presente,  queda claro que la inteligencia nos hizo poderosos y peligrosos a partes iguales.
Los humanos hemos dominado el planeta, sometiendo a todo aquello que se interpusiera en  nuestro camino. Una historia que ha levantado la sociedad de hoy pero que va a seguir  escribiéndose. En ese futuro capítulo en el que busquemos en las estrellas, una  oportunidad para extender nuestro imperio.
Pero cuando ese momento llegue, tal vez  nos encontremos con otros que tengan las mismas ideas que nosotros. La lucha por la  supervivencia podría extenderse al cielo, cuando emprendamos ese viaje por el bosque oscuro  donde otros cazadores puedan estar al acecho.
Related Videos
LA ESFERA DE DYSON 🔴 | El Misterio de la Estrella de Tabby: ¿una megaestructura alienígena?
38:00
LA ESFERA DE DYSON 🔴 | El Misterio de la ...
Pol Bertran
444,488 views
EL GRAN ATRACTOR 🧲 | ¿El Fin de la Vía Láctea? Un Pozo Oscuro en las Profundidades del Universo
19:11
EL GRAN ATRACTOR 🧲 | ¿El Fin de la Vía Lá...
Pol Bertran
1,146,839 views
ANUNNAKIS ⚜️ | El Mito de Nibiru y los Dioses Astronautas: ¿qué revelaron los escritos sumerios?
35:16
ANUNNAKIS ⚜️ | El Mito de Nibiru y los Dio...
Pol Bertran
3,456,703 views
JUNO: El Secreto de Júpiter 🔸 | Un Viaje al Corazón del Rey: ¿qué se esconde bajo sus nubes?
40:26
JUNO: El Secreto de Júpiter 🔸 | Un Viaje ...
Pol Bertran
114,465 views
El Problema de los Tres Cuerpos, una Visualización del CAOS del Cosmos
20:22
El Problema de los Tres Cuerpos, una Visua...
Mates Mike
718,473 views
La Demostración Científica de que la Reencarnación Existe
1:33:08
La Demostración Científica de que la Reenc...
NUDE PROJECT
8,390,449 views
MEGATORMENTAS ⚡Grandes Huracanes del Cosmos | La ira de los vientos: ¿infiernos en otros mundos?
42:15
MEGATORMENTAS ⚡Grandes Huracanes del Cosmo...
Pol Bertran
155,219 views
EL ARCA DE LA ALIANZA ⚜️ | El Misterio del Trono de Dios: ¿dónde descansa el Arca Perdida?
34:12
EL ARCA DE LA ALIANZA ⚜️ | El Misterio del...
Pol Bertran
147,199 views
¿Dónde están los extraterrestres? La PARADOJA de FERMI • #Datazo
13:10
¿Dónde están los extraterrestres? La PARAD...
Pablo Molinari
126,079 views
NÉMESIS 🔴 | El Gemelo Perdido del Sol: ¿una estrella oculta en el Sistema Solar?
31:19
NÉMESIS 🔴 | El Gemelo Perdido del Sol: ¿u...
Pol Bertran
252,889 views
MISIÓN ROSETTA ⚫️ | La Travesía del Cazador de Cometas: ¿cómo aterrizamos en una reliquia helada?
48:45
MISIÓN ROSETTA ⚫️ | La Travesía del Cazado...
Pol Bertran
111,200 views
La razón por la que NO deberíamos buscar extraterrestres: el bosque oscuro
11:09
La razón por la que NO deberíamos buscar e...
En Pocas Palabras – Kurzgesagt
801,532 views
RAYOS CÓSMICOS⚡La Amenaza Fantasma | Los Mensajeros de los Monstruos del Cosmos: ¿un peligro real?
40:53
RAYOS CÓSMICOS⚡La Amenaza Fantasma | Los M...
Pol Bertran
89,742 views
The 100 Year Journey to Proxima Centauri B (Sci-Fi Documentary)
18:55
The 100 Year Journey to Proxima Centauri B...
Venture City
4,232,508 views
HUGE Magnet VS Copper Sphere - Defying Gravity- Will a Neodymium Magnet Float Inside?
13:06
HUGE Magnet VS Copper Sphere - Defying Gra...
Robinson Foundry
1,759,562 views
MULTIVERSO 🧿 | Una Odisea más allá del Cosmos (Documental Completo, 2023)
1:41:19
MULTIVERSO 🧿 | Una Odisea más allá del Co...
Pol Bertran
3,396,289 views
Viaje al principio de los tiempos
1:20:46
Viaje al principio de los tiempos
Kosmo ES
11,045,820 views
EL SACRIFICIO DE CASSINI 🪐 | Saturno, el Mundo de los Anillos: ¿el Dios que devoró a sus hijos?
33:39
EL SACRIFICIO DE CASSINI 🪐 | Saturno, el ...
Pol Bertran
176,024 views
OCÉANOS 🌊 La Odisea de los Mares | Los Mundos de Agua del Universo: ¿unos oasis para la vida?
51:48
OCÉANOS 🌊 La Odisea de los Mares | Los Mu...
Pol Bertran
128,829 views
ONDAS GRAVITACIONALES 🌀 PARTE II | Bailando con Monstruos: ¿ecos de las grandes batallas del Cosmos?
48:30
ONDAS GRAVITACIONALES 🌀 PARTE II | Bailan...
Pol Bertran
45,765 views
Copyright © 2024. Made with ♥ in London by YTScribe.com