Como madre de dos niñas, muchas veces me preocupa ser capaz de ayudarlas en su gestión emocional. Sobre todo, para que sus propias emociones no las desborden en la vida, pero es muy complicado, porque son niñas, no controlan sus reacciones. ¿Cómo crees que podría ayudarlas?
Hay muchas técnicas de gestión de las emociones muy interesantes, y a mí me gusta mucho una en concreto, que está siendo muy vanguardista en la neurociencia, que es utilizar el cuerpo. ¿Por qué? Te lo enseño en el cerebro.
Cuando a nosotros nos llega información. Imagínate, tú ahora me estás escuchando. Llega, nuestro cerebro tiene sus receptores de los sentidos, por ejemplo, el oído.
La información llega de fuera, los receptores traducen el mundo al lenguaje biológico, que es la electricidad, y a través de sus nervios, se lo pasan al cerebro. En el cerebro, la información sigue un recorrido. Es muy importante saber que nada sucede de forma instantánea, sino que la información, por ejemplo, esas ondas sonoras que a ti te están llegando, una vez que pasan a tu cerebro, a tu cuerpo, van pasando por diferentes estaciones y pasa un tiempo entre que mi palabra ha llegado a tus oídos y tú eres consciente de lo que yo estoy diciendo.
Por ejemplo, imaginamos. Tú estás escuchando una cosa, te llega por aquí. .
. Lo primero que pasa es a las zonas más profundas del cerebro. Ahí hay un gran receptor, que es el que va distribuyendo la información.
Dice: "¿Tú vienes de los oídos? Pues tú eres una información auditiva". "¿Tú vienes de los ojos?
Eres una información visual". Lo primero que se hace es reconocer las palabras, la memoria, luego el contenido emocional, luego la expresión que se le da a nuestro cuerpo, cómo reaccionamos ante lo que estamos percibiendo, y luego ya hay ciertas zonas que lo traducen, que lo mandan a la parte superficial del cerebro, que es lo que nosotros llamamos la corteza. Solo cuando la corteza del cerebro está activa, esa información es consciente.
Las emociones también tardan un tiempo en prepararse en el cerebro. ¿Pero qué pasa? Que esa preparación, esos potenciales preparatorios, esa preparación de la emoción, se está preparando, se está cocinando una emoción en mí, pero se está cocinando de forma que es no consciente.
Entonces, ¿cómo puedo yo saber lo que se está preparando? ¿Cómo puedo saber yo algo, ser consciente de algo que todavía está siendo inconsciente? Pues dentro de todo ese recorrido que van generando las emociones por nuestro cerebro, una de las primeras estaciones por las que pasa la emoción es la estación cerebral que coordina la respuesta del cuerpo.
Y la respuesta de mi cuerpo ante esa emoción es anterior al momento consciente en el que yo percibo esa emoción. El cuerpo sabe lo que la mente aún no se ha dado cuenta. Es el marcador somático.
Entonces, lo que dice la literatura científica es: si nosotros tenemos consciencia corporal, yo puedo observar en mi cuerpo lo que se está preparando antes de que ya se haya expresado la emoción. Un ingrediente que yo resaltaría más en la educación es trabajar más con la expresión del propio cuerpo. Que desde pequeños, los niños aprendan a reconocer las emociones en su cuerpo, que aprendan a tener consciencia corporal.
¿Dónde está la alegría? ¿Dónde la sientes? ¿Dónde está el enfado?
Entonces aprendes a identificar y ya reconoces en tu propio cuerpo sensaciones que ya te avisan de que: "Uy, me estoy empezando a poner así o a poner asá". Nuestro cerebro interpreta constantemente la postura de nuestro cuerpo. La postura, cómo tengamos la postura de nuestro cuerpo es fundamental para que nuestro cerebro sepa cómo estamos.
Decía William James: “No lloro porque estoy triste, estoy triste porque lloro”. Sin las sensaciones de tu cuerpo, la emoción sería una noción abstracta, solo un concepto intelectual. "Estoy nervioso".
No, ¡estás nervioso! Lo tienes que sentir en el cuerpo. Hay muchos ejercicios que se hacen con niños, observar cómo sube y baja su tripita cuando respiran, por ejemplo.
Al fin y al cabo, es solo un ejercicio para decir: “Obsérvate a ti”. Más quisiera yo que desde pequeñita me hubieran enseñado a reconocer la expresión de mi cuerpo, a cuidar más la postura de mi cuerpo. Creo que sería un ejercicio fantástico.