7 Marcas Secretas que Solo las Mujeres Elegidas por Dios Llevan

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jesushablahoy
¿Alguna vez te has sentido diferente, como si llevaras una marca invisible que no todos pueden ver? ...
Video Transcript:
Y si te dijera que existen marcas secretas, señales espirituales que solo unas pocas mujeres elegidas llevan y que revelan un destino divino mucho mayor del que jamás imaginaste. unas marcas que no son visibles al ojo humano, pero que el cielo reconoce y que el enemigo teme. Hoy voy a revelarte cuáles son esas marcas y cómo puedes identificarlas en tu propia vida. Porque si descubres, aunque sea una de ellas en ti, estás a punto de recibir una revelación que podría transformar tu destino para siempre. Este mensaje no es para todas. Es para aquellas mujeres que han
caminado por el fuego, que han llorado en silencio, que han sido rechazadas, pero que en lo más profundo de su ser sienten que hay algo más grande esperándolas. Hoy vamos a desvelar las siete marcas secretas de una mujer elegida. marcas que pocos conocen, pero que pueden ser la clave para desbloquear un poder espiritual sin precedentes. Y antes de comenzar, quiero pedirte algo muy importante. En los comentarios escribe, "Dios revela mi destino, porque cuando lo haces, estás abriendo tu corazón a recibir la revelación que el cielo ha preparado para ti en este día." Y al mismo
tiempo estás ayudando a que este mensaje llegue a más mujeres que necesitan escucharlo urgentemente. Dale me gusta a este video porque al hacerlo estás empujando esta palabra a más mujeres elegidas que aún no saben que lo son. Suscríbete y activa las notificaciones, porque aquí cada video es una oportunidad para descubrir lo que Dios ha puesto en tu vida y que aún no has visto. Recuerda esto. La penúltima marca que voy a revelar hoy podría ser la clave que desbloquee la bendición que llevas esperando por años. Quédate hasta el final porque lo que estás a punto
de descubrir podría cambiar tu vida para siempre. Ahora sí, respira hondo, abre tu corazón y comencemos. ¿Alguna vez te has preguntado por qué ciertas personas parecen estar destinadas a un propósito mayor, a un llamado que no todos comprenden? Después de todo, en un mundo donde tantos buscan encajar, hay quienes desde el principio parecen estar marcadas por algo más grande, por un destino que las aparta del resto. Desde antes de nacer ya había un propósito divino trazado. Jeremías 1:5 nos revela una verdad poderosa. Antes que te formase en el vientre te conocí y antes que nacieses
te santifiqué. Dios no solo te vio, sino que te apartó para algo específico, un propósito que fue sellado en el cielo antes de que siquiera respiraras por primera vez. Eso es lo que significa ser una mujer elegida. Una mujer elegida no es aquella que el mundo destaca, ni aquella que encaja perfectamente en los moldes sociales. Es aquella que, a pesar de no entender del todo por qué, siente en lo más profundo de su ser que ha sido apartada. Es aquella que ha atravesado batallas que otros no comprenderían, que ha enfrentado rechazos, incomprensiones y soledad, pero
que aún así sigue en pie. porque sabe que hay un propósito mayor guiando sus pasos. Cuando Dios te elige, no te llama porque seas perfecta ni porque lo tengas todo resuelto. Te llama porque él ve en ti algo que el mundo no puede ver. Ve una fortaleza que aún no has descubierto, un potencial que todavía no has explotado y una misión que solo tú puedes cumplir. A veces ser elegida puede sentirse como una carga pesada porque implica llevar un peso que otros no llevan. Pero ese peso es un recordatorio constante de que hay un destino
divino esperando por ti. Y es justamente en esos momentos de dolor, de rechazo, de silencio, donde el llamado se hace más evidente. Porque una mujer elegida no es aquella que siempre recibe elogios, sino aquella que soporta el proceso sin perder la fe. Y ese proceso es el que prepara el corazón para recibir las marcas. que solo las mujeres elegidas llevan. Ahora que sabemos lo que significa ser una mujer elegida, nos adentraremos en el misterio de esas marcas secretas. Porque si el cielo ha puesto un propósito sobre tu vida, ten por seguro que esas marcas están
allí esperando ser reveladas. ¿Estás lista para descubrirlas? Vamos a continuar. El llamado de ser una mujer elegida no viene sin un precio. Justo cuando comenzamos a comprender que hemos sido apartadas por Dios, las tormentas se intensifican, las pruebas se multiplican y el fuego se hace más ardiente. Como si el cielo declarara sobre nosotras, "Esta es mi hija, mi escogida." Y el enemigo inmediatamente se levantara para intentar destruir lo que Dios ha marcado. Isaías 43:2 nos da una promesa poderosa. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo, y si por los ríos, no te anegarán. Pero
lo que muchos no entienden es que esas aguas y esos ríos son inevitables. Porque una mujer elegida no es aquella que camina por senderos fáciles, sino aquella que atraviesa tempestades que otros no comprenderían. Las batallas espirituales se vuelven más intensas porque el enemigo no ataca lo que no teme. Si tus luchas han sido grandes, si los vientos han soplado con más fuerza en tu vida, es porque llevas un propósito que asusta al infierno. Y esas batallas no son casualidad, son parte del proceso de refinamiento. Porque Dios no solo te eligió, también te está preparando para
algo mayor. A veces esas batallas son invisibles, se libran en el silencio de la mente y del corazón. No hay heridas físicas, pero el alma lleva cicatrices profundas. Es el peso de la incertidumbre, el ataque de la duda, los pensamientos de no ser suficiente. Es el enemigo susurrando que no eres capaz, que no estás calificada, que tu llamado es demasiado grande para ti. Pero otras veces las batallas son visibles. manifiestan en puertas que se cierran sin explicación, en traiciones inesperadas, en personas que te rechazan o te menosprecian sin razón aparente. Esos momentos pueden ser devastadores,
pero en lugar de verlos como un castigo, debemos entenderlos como una confirmación, porque una mujer elegida siempre enfrentará resistencia antes de la elevación. Y aquí está la clave. Esas pruebas no están diseñadas para destruirte, sino para revelarte. Cada lágrima que has derramado, cada noche en la que has orado sin respuestas, cada vez que has sentido que el mundo te daba la espalda, todo eso es parte del proceso divino de formación, porque cada batalla que enfrentas está marcando tu alma con las señales invisibles que solo las mujeres elegidas llevan. Y es justamente en esas luchas donde
comenzamos a discernir las marcas. Porque el fuego no solo quema, también revela. Y lo que está a punto de ser revelado en tu vida podría cambiar tu destino para siempre. Prepárate porque lo que viene a continuación es el comienzo del descubrimiento de esas marcas. Marcas que no todos pueden ver, pero que el cielo reconoce. Vamos a seguir adelante. La primera marca de una mujer elegida es una sensibilidad espiritual aumentada, un don que no todos poseen y que muchas veces ella misma no comprende del todo. Es la capacidad de sentir, de discernir, de percibir lo invisible,
aún cuando el mundo grita lo contrario. ese susurro en el alma que le advierte cuando algo no está bien, cuando una situación no es lo que parece, cuando alguien a su alrededor lleva intenciones ocultas. En Primero de Samuel 3:10 vemos a un joven Samuel siendo llamado por Dios en medio de la noche. Tres veces escuchó su nombre y no entendió lo que estaba ocurriendo. Solo cuando el sacerdote Elí explicó que era la voz de Dios, Samuel estuvo listo para responder, "Habla, porque tu siervo oye." Samuel era apenas un niño, pero llevaba una sensibilidad espiritual que
lo apartaba de los demás. Esa misma sensibilidad es una marca poderosa en las mujeres elegidas. La mujer elegida puede estar rodeada de personas que no perciben el peligro, que no entienden el peso de las palabras, que ignoran las señales del espíritu, pero ella lo siente. Siente cuando alguien está mintiendo, siente cuando un ambiente está cargado de oscuridad, siente cuando una situación parece inocente, pero espiritualmente está contaminada. Esta sensibilidad no es paranoia ni intuición común, es un don divino que viene directamente del cielo. Es como tener los ojos del alma abiertos a realidades que otros no
pueden ver. Y aunque puede ser un don poderoso, también puede sentirse como una carga. Porque mientras otros viven en la ignorancia, ella vive percibiendo lo que sucede en el mundo espiritual, aún cuando nadie más lo note. En ocasiones esa sensibilidad puede ser tan intensa que llega a ser agotadora. Es la voz de Dios llamando en la noche, como hizo con Samuel, despertándola en medio de un sueño para orar por alguien sin saber por qué. Es un presentimiento que no puede ignorar, un impulso a interceder por una situación aparentemente sin importancia, pero que en el plano
espiritual está librando una batalla intensa. Pero, ¿por qué Dios le da esta marca a las mujeres elegidas? Porque ellas han sido apartadas para ser guardianas del Espíritu, intercesoras en tiempos de guerra espiritual, atalayas que ven lo que otros no pueden ver y que oran por lo que otros ni siquiera perciben. Esta marca es una espada invisible que corta el engaño, que desarma las mentiras, que expone las trampas del enemigo antes de que caiga la primera piedra. Y es aquí donde la mujer elegida debe aprender a usar este don con sabiduría. No todo lo que percibe
debe ser dicho. No todo lo que siente debe ser compartido. Porque esta marca no es para demostrar poder, sino para proteger, para interceder, para vigilar. Cuando Samuel dijo, "Habla, porque tu siervo oye." Estaba reconociendo su disposición a escuchar la voz de Dios, incluso cuando otros dormían. Esa es la esencia de esta primera marca. No es un poder humano. Es un llamado divino a estar despierta cuando otros están distraídos, a escuchar cuando otros están ocupados y a discernir lo que otros no pueden ver. ¿Te has sentido así alguna vez? Has sentido que ves más allá de
lo evidente que percibes lo que otros no notan. Si es así, esa marca ya está en ti y lo que viene a continuación revelará aún más sobre el propósito de estas señales invisibles que el cielo ha puesto sobre tu vida. Vamos a continuar. La segunda marca de una mujer elegida es un corazón que no se conforma, un fuego interno que arde continuamente y que no la deja estar en paz con lo ordinario. Mientras otros parecen estar satisfechos con lo que tienen, ella siente que hay algo más, algo más grande, más profundo, más cercano a Dios.
Es un descontento divino, una inquietud santa que la impulsa a seguir avanzando, a buscar más de Dios, a no quedarse estancada en lo común. En Filipenses 3:14, el apóstol Pablo declara con firmeza, "Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús." Y esa es precisamente la esencia de esta marca. La mujer elegida no corre tras el aplauso humano ni tras el reconocimiento temporal. Ella corre tras lo eterno, tras ese premio que no se ve, pero que su espíritu percibe claramente. Ese fuego en el corazón es una señal divina. Es la
voz del cielo susurrándole que no se conforme, que no se acomode, que no baje la guardia. Es un llamado constante a avanzar, a dejar atrás lo que ya no le aporta, a soltar las relaciones que la frenan, a salir de los lugares que le impiden crecer. Y aunque esa decisión puede doler, es precisamente el precio de no conformarse. Porque cuando una mujer elegida decide ir tras el propósito de Dios, inevitablemente comienza a alejarse de lo que antes le parecía suficiente. Deja de interesarle lo que los demás buscan. No le atraen las conversaciones superficiales ni las
distracciones vacías. Mientras otros celebran lo temporal, ella anhela lo eterno. Mientras otros buscan lo cómodo, ella busca lo santo. Pero esta marca no es fácil de llevar. Ese fuego interno puede sentirse como una carga, una voz persistente que no la deja en paz. Es el Espíritu Santo empujándola hacia lo desconocido, hacia lo que aún no ha visto, hacia lo que otros no se atreven a buscar. Y en ese proceso puede parecer que se queda sola. Las personas que alguna vez la acompañaron ya no comprenden su pasión, ya no comparten su sed espiritual, ya no encajan
en su nueva realidad. Sin embargo, esa aparente soledad es el lugar donde Dios comienza a revelarle los secretos del cielo. Es en ese desierto, en esa temporada de incomodidad donde la mujer elegida descubre que el fuego que arde en su corazón no es un castigo, sino una preparación. Es un recordatorio constante de que ella no fue llamada a vivir una vida común, sino a caminar en lo extraordinario. Y mientras los demás se conforman con lo ordinario, ella sigue adelante porque sabe que lo mejor está por venir, que la meta aún no ha sido alcanzada, que
lo que Dios ha prometido es mucho mayor que cualquier comodidad temporal. Esa es la esencia de un corazón que no se conforma, un alma que sigue adelante, no porque no esté satisfecha, sino porque ha probado la gloria de Dios y sabe que aún hay más. ¿Sientes ese fuego en tu interior? ¿Sientes que hay algo en tu vida que te llama a ir más allá, a no conformarte, a no acomodarte? Si es así, esa marca ya está en ti y lo que viene a continuación te mostrará cómo ese fuego puede llevarte a una revelación aún más
profunda. Sigamos adelante. La tercera marca de una mujer elegida es una fe inquebrantable, una convicción tan profunda que ni los vientos más fuertes ni las tormentas más oscuras pueden apagarla. Es esa fe que se sostiene en pie, aún cuando todo a su alrededor parece derrumbarse, cuando las promesas de Dios parecen estar tan distantes que casi se desvanecen. Y sin embargo, ella sigue creyendo. Hebreos 11:1 lo define con claridad. Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Esa certeza es lo que distingue a una mujer
elegida. Es la voz interior que le dice que aunque sus ojos no lo vean, aunque sus manos no lo toquen, Dios está obrando. Es la confianza inquebrantable de que aunque todo parezca perdido, Dios no ha terminado de escribir su historia. Pensemos en Ana, una mujer que año tras año soportó la humillación de ser estéril mientras los demás la señalaban y la hacían sentir menos. Ana lloraba, oraba, clamaba, pero no veía resultados. Sin embargo, no dejó de creer. En lugar de rendirse, se postró en el templo y con un corazón quebrantado le entregó a Dios lo
único que tenía, su fe. Y fue esa fe inquebrantable la que abrió las puertas del cielo y le dio a Samuel, un profeta que cambió la historia de Israel. Ruth es otro ejemplo poderoso. Después de perder a su esposo, sin esperanza aparente y sin futuro claro, pudo haber regresado a su antigua vida, pero decidió aferrarse a la fe. Siguió a Noemí, abrazó al Dios de Israel y caminó hacia un destino incierto. A simple vista, parecía que lo había perdido todo, pero en realidad estaba en el camino hacia él. Propósito divino. Esa fe inquebrantable la llevó
a encontrarse con voos y de esa unión nacería la descendencia del rey David y más tarde del mismo Jesús. Y luego está Ester, una mujer que en medio de un reino pagano tuvo que arriesgarlo todo para salvar a su pueblo. Con cada paso, Ester tuvo que elegir entre el miedo y la fe, y eligió la fe. entró en la presencia del rey sin ser llamada, sabiendo que eso podría costarle la vida, pero lo hizo porque sabía que Dios estaba con ella y esa fe la convirtió en una heroína del pueblo de Israel, Anna, Ru y
Ester. Tres mujeres que enfrentaron lo imposible, pero que se negaron a ceder ante la adversidad. Porque una mujer elegida no es aquella que no enfrenta problemas, es aquella que en medio de ellos sigue creyendo en las promesas de Dios. Y es precisamente en esos momentos de oscuridad, de silencio, de espera, donde la fe se vuelve más evidente, cuando las oraciones parecen no ser respondidas, cuando las puertas se cierran, cuando los sueños se postergan, es ahí donde la fe inquebrantable se convierte en una marca visible en el alma de la mujer elegida. Y tú estás pasando
por un momento en el que parece que Dios está en silencio. Te sientes olvidada, ignorada, abandonada. Recuerda esto. La fe inquebrantable no se mide por los resultados visibles, sino por la certeza en lo invisible. Si tu corazón sigue creyendo a pesar del dolor, esa marca ya está en ti y lo que viene a continuación te revelará aún más sobre cómo esa fe inquebrantable puede llevarte a lugares que nunca imaginaste. Sigamos adelante. La cuarta marca de una mujer elegida es un corazón quebrantado, pero no destruido. Es la marca que se forma en medio del dolor en
esas noches de lágrimas silenciosas, en esos momentos en que el alma siente que ya no puede más. Es la marca de quienes han sido heridas profundamente, pero que en lugar de quedarse en el suelo se levantan con más fuerza que antes. El Salmo 34:18 nos revela una promesa poderosa. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón y salva a los contritos de espíritu. Dios no se aleja del dolor, al contrario, él se acerca. Y cuando una mujer elegida pasa por el fuego de la traición, del rechazo o de la pérdida, no lo hace sola. Cada
lágrima que derrama es recogida por las manos de Dios. Cada herida es vista por sus ojos. El quebrantamiento es un proceso doloroso, pero necesario, porque un corazón que nunca ha sido roto es un corazón que no ha sido moldeado. Y Dios, en su infinita sabiduría, permite que las mujeres elegidas pasen por temporadas de dolor para enseñarles a depender solo de él, a encontrar su identidad, no en lo que han perdido, sino en lo que él les ha prometido. Pensemos en la historia de Ana. Año tras año soportaba el desprecio de Penina, quien la humillaba por
no poder tener hijos. Ana se sentía vacía, rota, incomprendida, pero en lugar de quedarse amargada, corrió a los pies de Dios y allí derramó su corazón. En ese lugar sagrado, su dolor se convirtió en oración y su oración en promesa. Lo que parecía una derrota, se transformó en la semilla del profeta Samuel, un hombre que cambiaría la historia de Israel. Luego tenemos a José. Sus propios hermanos lo vendieron como esclavo, lo rechazaron, lo humillaron. Durante años vivió en el olvido, lejos de su familia, lejos de sus sueños. Pero aún en las tinieblas de la prisión,
su corazón no se endureció. José no permitió que el dolor lo destruyera y en el momento adecuado, Dios lo levantó y lo posicionó en el trono de Egipto, recordándonos que aquellos que han sido rotos de manera profunda serán restaurados de manera extraordinaria. Y luego está David, un hombre que conocía el quebrantamiento mejor que nadie. Desde joven fue rechazado por sus propios hermanos, perseguido por el rey Saúl, traicionado por aquellos en quienes confiaba. Sus días estuvieron marcados por el dolor, pero en medio de cada batalla, David escribía salmos. Cada herida se convertía en una canción de
fe y esa es la esencia de esta marca, convertir el dolor en adoración, las lágrimas en oración y las cicatrices en testimonios. Porque un corazón quebrantado no es un corazón débil, es un corazón que ha sido moldeado por el fuego del sufrimiento y que ha salido del otro lado más fuerte, más sabio, más lleno de fe. La mujer elegida sabe que el dolor no define su destino, pero sí fortalece su espíritu. Sabe que cada rechazo no es un castigo, sino una redirección. Cada pérdida no es el final. sino el comienzo de una restauración mayor. Y
cuando una mujer lleva esta marca, su mirada cambia. Ya no ve el dolor como un enemigo, sino como un maestro. Ya no ve las cicatrices como señales de derrota, sino como pruebas vivas de que sobrevivió. Y sobre todo entiende que cada herida fue una oportunidad para ver a Dios más de cerca, para experimentar su abrazo, para escuchar su voz. Sientes que has sido quebrantada una y otra vez, que las heridas de la vida te han dejado marcas profundas. Si es así, esa marca ya está en ti. Pero recuerda, Dios no permite el quebrantamiento para destruirte,
sino para fortalecerte. Y lo que viene a continuación te mostrará cómo esas cicatrices pueden convertirse en señales de un destino que el cielo ya ha escrito para ti. Sigamos adelante. La quinta marca de una mujer elegida es un amor radical por lo sagrado, una devoción que va más allá de lo superficial y que arde en lo profundo de su ser. Es un anhelo constante de vivir en santidad, de apartarse de lo mundano y acercarse a lo divino. Mientras otros buscan encajar, ella busca agradar a Dios. Mientras otros se conforman con lo temporal, ella anhela lo
eterno. Romanos 12:2 nos advierte, "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento. Esta marca es un recordatorio constante de que la mujer elegida no ha sido llamada a vivir según los patrones del mundo. Ella no sigue las tendencias del momento, no se deja llevar por lo que es popular o aceptado. Su mirada está puesta en lo alto, en lo que es puro, en lo que es santo. Pero este amor por lo sagrado no es algo que surge de la noche a la mañana. Es un proceso que se
va cultivando con el tiempo a través de momentos de soledad, de oración, de búsqueda constante. Es un amor que se fortalece cuando el mundo intenta distraerla con lo superficial, cuando las voces a su alrededor le dicen que está siendo demasiado radical, demasiado intensa, demasiado espiritual. Y es que la mujer elegida siente un rechazo natural hacia lo que no glorifica a Dios. Es un fuego en su interior que la consume cada vez que se encuentra en ambientes donde lo santo es profanado, donde lo puro es menospreciado. No se conforma con vivir a medias, no se conforma
con una fe tibia. Ella quiere todo de Dios, quiere sentirlo, quiere obedecerlo, quiere reflejarlo. Pensemos en la historia de Daniel, un hombre apartado desde joven, un hombre que vivía en un entorno hostil, rodeado de idolatría, de paganismo, de costumbres ajenas al Dios de Israel. Y aún así, Daniel no se contaminó. rechazó la comida del rey, rechazó los placeres del palacio, rechazó todo aquello que pudiera apartarlo de la santidad. Y esa fidelidad inquebrantable lo llevó a ver visiones, a interpretar sueños, a caminar ileso en medio de los leones. Luego está José, tentado día tras día por
la esposa de Potifar, pudo haber cedido, pudo haber aceptado los placeres del momento, pero en lugar de eso huyó. Prefirió ser encarcelado antes que mancharse con el pecado, porque un corazón que ama lo sagrado no negocia su integridad por un momento de placer. Y luego tenemos a María, la madre de Jesús, una joven pura, consagrada, dispuesta a soportar la vergüenza pública, el rechazo de su comunidad y la incomprensión de quienes la rodeaban. Todo por abrazar un llamado divino que ella sabía que venía del cielo. Eso es lo que hace la mujer elegida. Elige la santidad
aunque le cueste. Elige lo puro aunque duela. Elige lo sagrado, aunque parezca estar caminando sola, porque sabe que lo que Dios ha preparado para ella es mucho más valioso que cualquier tentación pasajera. Pero esta marca también implica sacrificio, implica aprender a decir no a ciertas amistades, a ciertos lugares, a ciertos hábitos. implica soportar la burla de quienes no comprenden su entrega, de quienes la acusan de ser demasiado estricta o demasiado fanática. implica renunciar a lo que el mundo aplaude para abrazar lo que Dios aprueba. Y aunque ese camino puede parecer solitario, el cielo está atento.
Porque un corazón que se consagra, un alma que elige lo sagrado por encima de lo mundano, es un corazón que está siendo preparado para recibir lo mejor de Dios. ¿Sientes ese fuego por lo sagrado en tu interior? ¿Sientes que cada vez que el mundo te ofrece algo tentador, hay una voz en tu interior que te dice, "No, esto no es para ti. Si es así, esa marca ya está en ti y lo que viene a continuación te mostrará cómo esa devoción radical por lo santo puede abrir puertas que ninguna otra cosa en este mundo puede
abrir." Sigamos adelante. La sexta marca de una mujer elegida es un espíritu indomable ante el rechazo. Es fortaleza que emerge cuando el mundo le da la espalda, cuando las puertas se cierran sin razón aparente, cuando las personas que más amaba la malinterpretan y se alejan. es la capacidad de seguir en pie, de avanzar sin perder el propósito, aun cuando todo a su alrededor parece decirle que no pertenece, que no encaja, que no es suficiente. En Lucas 10:16, Jesús les dice a sus discípulos, "El que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a
vosotros desecha, a mí me desecha." Con estas palabras, el maestro les estaba enseñando una verdad crucial. El rechazo no es personal, es espiritual. Quien rechaza a una mujer elegida, en realidad está rechazando al Dios que la envió, al llamado que ella lleva, al propósito que ella porta. El rechazo es un arma que el enemigo usa para intentar destruir la identidad de las mujeres elegidas. Y es que el dolor de ser ignorada, malinterpretada o incluso traicionada puede ser devastador. Pero cuando una mujer elegida comprende que el rechazo humano no define su destino, sino que lo redirige,
comienza a ver cada pérdida como una oportunidad, cada puerta cerrada como una señal de que Dios tiene algo mejor preparado. Pensemos en José. Sus propios hermanos lo vendieron como esclavo, lo rechazaron, lo menospreciaron, lo olvidaron. Pero ese rechazo no fue un accidente, fue la redirección divina que lo llevó a Egipto, donde sería elevado al trono, donde cumpliría el propósito que Dios había preparado para él desde el principio. Lo que parecía el final de sus sueños fue en realidad el comienzo de su destino. Luego está Moisés, rechazado por su propia gente, perseguido por faraón, obligado a
huir al desierto. Durante años vivió en el anonimato, lejos del pueblo, que algún día lideraría. Pero ese desierto no era un castigo, era una preparación. Fue allí donde Moisés aprendió a escuchar la voz de Dios, a depender de él, a ser moldeado para la misión que lo esperaba. Y finalmente está Jesús rechazado por los suyos, acusado injustamente, crucificado por aquellos a quienes vino a salvar. Pero cada golpe, cada burla, cada palabra hiriente fue parte del plan divino para redimir a la humanidad. Porque lo que el mundo rechaza, Dios lo eleva. Lo que los hombres menosprecian,
el cielo lo usa para cumplir su propósito eterno. Una mujer elegida lleva esta marca de manera visible. Ella ha sido herida, sí, pero no destruida. Ha sido ignorada, pero no olvidada por Dios. Ha sido traicionada, pero no abandonada. Y es en ese dolor que su espíritu se fortalece, que su carácter se define, que su identidad se reafirma, porque ella ha aprendido que cada rechazo humano es una redirección divina. Y aquí está la clave. El enemigo usa el rechazo para hacerte sentir insignificante, para convencerte de que no eres valiosa, de que no eres amada, de que
no tienes un propósito. Pero Dios permite el rechazo para apartarte de lo que no te conviene, para librarte de relaciones que te distraerían, para cerrar puertas que te alejarían de tu destino. Así que cuando una mujer elegida se enfrenta al rechazo, ya no lo ve como una pérdida. Lo ve como una señal del cielo de que hay algo más grande esperándola. sabe que quien la rechaza está perdiendo la oportunidad de ver el propósito divino que lleva en su interior y en lugar de amargarse sigue avanzando. ¿Has sentido el dolor del rechazo? ¿Ha sido ignorada, malinterpretada,
incluso humillada por personas que no entendieron tu llamado? Si es así, esa marca ya está en ti y lo que viene a continuación te mostrará cómo esa resistencia al rechazo puede convertirse en un combustible para alcanzar un propósito aún mayor. Sigamos adelante. La séptima marca de una mujer elegida es un espíritu inquebrantable de intercesión. Es un llamado poderoso, un mandato divino que la impulsa a ponerse de rodillas cuando otros se rinden, a clamar cuando otros callan, a interceder aún cuando sus propias fuerzas se han agotado. Es un fuego en el alma que no puede ser
apagado, un peso en el espíritu que la despierta en medio de la noche, un clamor que no es solo suyo, sino del cielo mismo. En Ezequiel 22:30 el Señor dice, "Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí a favor de la tierra." Dios busca a alguien que se levante como intercesor, alguien que se atreva a ponerse en la brecha, alguien que esté dispuesto a clamar por aquellos que no pueden o no saben cómo hacerlo. Y cuando una mujer es elegida, ese llamado se convierte en una
carga sagrada que no puede ignorar. La intersión no es un acto sencillo. Es un campo de batalla donde el enemigo lanza sus ataques más feroces. Porque una mujer que ora es una amenaza directa para las tinieblas. Ella no solo ora por sus necesidades, ora por su familia, por su comunidad, por su iglesia, por los perdidos, por aquellos que están a punto de rendirse. Es una guerrera espiritual, una vigía en la muralla, una voz que se alza cuando todo parece perdido. Pensemos en Ana. Cuando ella clamó por un hijo, no solo estaba pidiendo por un milagro
personal, ella estaba intercediendo por el futuro de Israel. Estaba orando por un profeta que traería la voz de Dios a una nación corrompida. Ana no sabía que sus lágrimas en el templo estaban abriendo el camino para Samuel, un hombre que cambiaría el destino del pueblo de Dios. Luego está Es Ester, una mujer que al enterarse del decreto que amenazaba con destruir a su pueblo, decidió ayunar y orar durante tres días. Pudo haberse quedado callada, pudo haber ignorado el peligro, pero entendió que había sido elegida para interceder. Sus oraciones no solo salvaron su vida, sino la
vida de toda una nación. Y luego está Jesús, nuestro mayor ejemplo de intercesión. En Getsemaní, mientras sus discípulos dormían, él oraba. Mientras otros descansaban, él clamaba con lágrimas y sudor de sangre. Jesús se puso en la brecha, se levantó como el intercesor supremo, aquel que intercedió por nosotros aún cuando no lo merecíamos. Esa es la esencia de esta marca. La mujer elegida siente el peso de las almas perdidas, de los corazones rotos, de los sueños frustrados. A veces ni siquiera sabe por qué está orando, pero su espíritu siente la carga. Hay noches en las que
el sueño no llega, días en los que siente un dolor inexplicable en el alma. Y es porque el cielo ha llamado a interceder, a clamar, a ponerse en la brecha por aquellos que están a punto de caer. Pero esta marca también es agotadora, porque mientras otros pueden seguir con sus vidas, la intercesora no puede ignorar el llamado. Mientras otros descansan, ella está orando. Mientras otros festejan, ella está clamando. Y a veces ese peso puede parecer demasiado grande para llevarlo sola. Sin embargo, Dios no deja sola a la mujer elegida. En cada oración, en cada clamor,
en cada lágrima derramada, él está allí fortaleciendo sus manos, renovando su espíritu, confirmando que su labor no es en vano. Porque cada oración que eleva, cada súplica que pronuncia es una semilla que el cielo no deja caer en tierra estéril. ¿Sientes esa carga en tu corazón? sientes que hay momentos en los que no puedes dejar de orar, en los que sientes el beso de otras vidas sobre tus hombros. Si es así, esa marca ya está en ti y lo que viene a continuación te mostrará cómo ese espíritu de intercesión puede abrir los cielos y desatar
milagros que jamás imaginaste. Sigamos adelante. Ahora que hemos revelado las siete marcas de una mujer elegida, llega el momento crucial. ¿Qué hacer si te has identificado con ellas? ¿Cómo activar y potenciar esas marcas espirituales para vivir plenamente el propósito que Dios ha trazado y para tu vida? Porque reconocerlas es solo el primer paso. El verdadero poder se manifiesta cuando decides caminar en ellas, cuando tomas acción, cuando te armas espiritualmente para enfrentar los desafíos que vienen con ser una mujer marcada por Dios. Efesios 6:18 nos da las instrucciones precisas para esto. Por lo demás, hermanos míos,
fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las acechanzas del Esta armadura no es opcional. Es la preparación diaria que toda mujer elegida debe llevar para resistir los ataques que inevitablemente vendrán contra su fe, contra su propósito, contra su identidad. Primero, la oración. No se trata solo de orar cuando las cosas van mal, sino de mantener una vida constante de comunicación con Dios. La oración es el arma más poderosa que una mujer elegida puede usar. Es el canal directo con
el cielo, el lugar donde recibe fuerzas, donde encuentra dirección, donde se despoja de las cargas que el enemigo intenta poner sobre ella. No subestimes el poder de tus palabras cuando te arrodillas ante el trono de Dios. Cada vez que oras, los cielos se abren y las tinieblas retroceden. Segundo, el ayuno. El ayuno no es solo una práctica antigua, es un acto de guerra espiritual. Es un sacrificio que debilita la carne y fortalece el espíritu. Cuando decides ayunar, estás diciéndole a Dios, "Más que mis deseos, más que mis necesidades, más que mi comodidad, yo anhelo tu
presencia, tu dirección, tu poder." Ana ayunó, Ester ayunó, Jesús ayunó y en cada caso el ayuno rompió cadenas, abrió puertas, desató milagros. Si sientes que tu espíritu está débil, que tu fe se tambalea, que no puedes escuchar claramente la voz de Dios, el ayuno es el camino para recuperar la conexión y el enfoque. Tercero, la santidad. En un mundo que celebra lo profano, la mujer elegida decide apartarse, no porque sea perfecta, sino porque ha sido marcada para algo más grande. La santidad es una elección diaria. Un acto consciente de rechazar lo que contamina el alma
y abrazar lo que purifica el espíritu. Es elegir lo que edifica, lo que alimenta el alma, lo que honra a Dios. No permitas que las influencias externas apaguen el fuego que el Espíritu Santo ha encendido en ti. Mantente apartada, consagrada, vigilante, porque cuando el enemigo no puede destruirte, intentará distraerte. Y finalmente la conexión con otras mujeres de fe. Una mujer elegida no puede caminar sola. Dios no diseñó el camino del propósito para ser transitado en solitario. La comunidad es esencial. Busca a otras mujeres que también lleven estas marcas, que te comprendan, que te animen, que
oren por ti cuando tus fuerzas se agoten. Ester tenía a Mardoqueo. Ru tenía a Noemí. Ana tenía al sacerdote Elí. Rodearte de personas que comparten tu fe y tu visión es clave para mantenerte firme cuando el enemigo intente sembrar dudas y desánimo. Entonces, ¿te has identificado con alguna de estas marcas? ¿Sientes que Dios te ha elegido, que te ha apartado, que te ha llamado a algo mayor? Si es así, no te quedes solo con el conocimiento. Activa esas marcas. Ora sin cesar. Ayuna para mantener tu espíritu alineado con el cielo. Vive en santidad, apartándote de
lo que contamina tu propósito. Y únete a otras mujeres que como tú han sido elegidas para caminar en lo sobrenatural. Dios ya te ha marcado. Ahora es momento de levantarte y caminar en esa identidad. Porque lo que viene a continuación requiere una mujer equipada, una mujer vestida con la armadura espiritual, una mujer lista para avanzar hacia el destino divino que el cielo ha preparado. Sigamos adelante. Cuando una mujer es marcada por Dios, el enemigo lo sabe. Él puede ver las marcas espirituales que el cielo ha puesto sobre ella y entiende el peligro que representa. Por
eso sus ataques se vuelven más intensos, más sutiles, más estratégicos, porque el enemigo no pierde tiempo con quienes no tienen propósito. Pero cuando una mujer lleva un llamado divino, él hace todo lo posible por desviarla, por desgastarla, por hacerla dudar de su identidad y de su misión. Pedro 5:8 nos advierte, "Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario, el como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar. El enemigo no ataca al azar, él estudia, observa, espera el momento perfecto para lanzar sus trampas. Y cuando una mujer ha sido marcada por Dios, el enemigo intenta atacarla
en sus áreas más vulnerables, en sus puntos más débiles, en aquellos lugares donde sabe que puede causar más daño. La primera trampa es la distracción. Cuando el enemigo no puede destruir a una mujer elegida, buscará distraerla. le presentará opciones aparentemente inofensivas, oportunidades que parecen buenas, pero que no son parte del plan divino. La llenará de compromisos, de actividades, de relaciones superficiales que la mantendrán ocupada, pero espiritualmente vacía. Porque una mujer distraída es una mujer desenfocada y una mujer desenfocada es una mujer que pierde el rumbo del propósito. La segunda trampa es la duda. Si el
enemigo logra hacerla dudar de quién es, de lo que Dios ha dicho sobre ella, de las promesas que ha recibido, entonces ya tiene la mitad de la batalla ganada. La duda es una semilla que el enemigo planta en la mente, pero que termina contaminando el corazón. ¿De verdad crees que eres elegida? ¿Y si todo esto es solo tu imaginación? ¿Y si Dios realmente no te ha llamado? Son sus que buscan apagar el fuego, silenciar la fe, debilitar el espíritu. La tercera trampa es el desánimo. El enemigo sabe que una mujer que se siente sola, cansada,
incomprendida, es una mujer vulnerable. Por eso usa las circunstancias adversas para agotarla, para hacerla pensar que sus oraciones no tienen poder, que su esfuerzo es en vano, que nadie la entiende. Es en esos momentos de debilidad cuando el enemigo intenta susurrarle al oído. Vale la pena seguir luchando. Vale la pena seguir orando, creyendo, esperando. La cuarta trampa es la tentación. No siempre se presenta de manera evidente. A veces es algo sutil, un desvío pequeño que parece inofensivo, pero que la aparta del camino. Puede ser una relación que promete consuelo, pero que en realidad la aparta
de la santidad. Puede ser un lugar que parece seguro, pero que en realidad está espiritualmente contaminado. Puede ser una oferta tentadora que promete éxito, pero que en el fondo la aleja del propósito eterno. Y la quinta trampa es el aislamiento. Si el enemigo logra apartarla de su comunidad de fe, de aquellas personas que la apoyan, que oran por ella, que la guían, entonces puede atacarla con más fuerza. Porque una mujer aislada es una mujer expuesta. Y es allí, en la soledad, donde las voces del enemigo se amplifican, donde los pensamientos oscuros se vuelven más intensos,
donde el temor encuentra terreno fértil para crecer. Pero aquí está la clave. El enemigo puede planear sus trampas, pero no tiene poder sobre una mujer que permanece firme en la verdad. Porque ella ha sido advertida, ha sido equipada, ha sido preparada. Y cuando viste la armadura de Dios, cuando se mantiene alerta, cuando ora sin cesar, cada trampa del enemigo se convierte en una oportunidad para fortalecer su fe. ¿Te has sentido atacada últimamente? ¿Sientes que el enemigo ha intentado distraerte, desanimarte, hacerte dudar? Si es así, no te sorprendas. Eso es evidencia de que llevas un propósito
que el enemigo teme, pero recuerda, lo que el enemigo planea para destruirte, Dios lo usa para prepararte y lo que viene a continuación te mostrará cómo mantenerte firme y avanzar sin temor, aún en medio de las trampas del enemigo. Sigamos adelante. Mantenerse firme en el propósito cuando todo a tu alrededor parece desmoronarse no es fácil, pero es precisamente en esos momentos de prueba donde se define el carácter de una mujer elegida. Es allí donde se pone a prueba su fe, donde se fortalece su identidad, donde se revela lo que realmente lleva en su interior. Gálatas
6:9 nos exhorta, "No nos cansemos, pues, de hacer bien." Esta es una palabra que resuena profundamente en el corazón de una mujer elegida, porque ella sabe que aunque las respuestas no lleguen de inmediato, aunque las puertas permanezcan cerradas, aunque el camino parezca largo y solitario, no puede detenerse, no puede renunciar, no puede permitirse desviar la mirada del propósito eterno que Dios ha trazado para su vida. Mantenerse firme en el propósito es un acto de fe, pero también es un acto de resistencia. es tener la valentía de seguir avanzando, aún cuando los resultados no sean visibles,
aun cuando las oraciones parezcan escuchadas, aun cuando la voz del enemigo intente susurrar que todo es en vano. Porque la mujer elegida ha aprendido a no guiarse por lo que ve, sino por lo que Dios ha prometido. Pensemos en Noé. Durante años construyó un arca en medio de la burla, del rechazo, del escepticismo. No había señales de lluvia, no había evidencia tangible de que el diluvio vendría. Pero él se mantuvo firme, obedeciendo a Dios sin dudar, sin cuestionar, sin detenerse. Y cuando finalmente llegó la tormenta, Noé y su familia estaban a salvo, mientras todos los
que lo habían despreciado se ahogaban en sus propias dudas. Luego está José, vendido por sus propios hermanos, encarcelado injustamente, olvidado por aquellos a quienes ayudó. A simple vista parecía que el propósito de Dios sobre su vida se había desvanecido. Pero José no dejó que las circunstancias determinaran su identidad. En lugar de amargarse, se preparó. En lugar de rendirse, se fortaleció. En lugar de cuestionar a Dios, confió en él. y en el momento indicado fue elevado al trono de Egipto, demostrando que quien se mantiene firme en el propósito, termina viendo el cumplimiento de las promesas divinas
y luego está Jesús. Mientras colgaba en la cruz, los que lo rodeaban pensaban que había sido derrotado. Pero aún en su sufrimiento, Jesús no perdió el enfoque. mantuvo la vista fija en el propósito eterno, redimir a la humanidad. Cada latigazo, cada golpe, cada clavo fue un paso más hacia el cumplimiento de la voluntad del Padre, porque Jesús sabía que el propósito divino no se define por lo que vemos, sino por lo que Dios ha determinado. Así que, ¿cómo se mantiene una mujer elegida firme en su propósito? Primero, aferrándose a la palabra. Cuando los pensamientos de
duda intenten infiltrarse, recuerda lo que Dios ya ha dicho sobre ti. Repite sus promesas, declara su verdad, levanta tu voz contra las mentiras del enemigo. Porque lo que el cielo ha hablado sobre tu vida es más real que cualquier circunstancia adversa. Segundo, rodeándose de personas que fortalezcan su fe. No puedes permitirte caminar sola. Busca a aquellos que creen en tu propósito, que oran por ti, que te recuerdan quién eres cuando olvidas tu identidad, porque el enemigo intentará aislarte para que te sientas vulnerable. Pero la comunidad de fe es un refugio, un escudo, una fuente de
fuerza. Tercero, manteniendo los ojos fijos en lo eterno. Las circunstancias cambian, las temporadas pasan, las emociones fluctúan, pero lo que Dios ha dicho permanece para siempre. No te distraigas con lo temporal. No permitas que un retraso te haga dudar del destino, porque aunque parezca que nada está ocurriendo, Dios sigue obrando en lo invisible, preparando el escenario para manifestar su gloria en tu vida. ¿Te sientes cansada? ¿Te has cuestionado si realmente vale la pena seguir adelante? Recuerda, el enemigo no ataca a quien no tiene propósito. Si los vientos se han intensificado, si las pruebas se han
multiplicado, es porque tu propósito está cerca de manifestarse. Mantente firme, no retrocedas, no te rindas, porque lo que viene a continuación es la recompensa para aquellos que se niegan a soltar el propósito, para aquellos que siguen creyendo aún cuando no ven nada. Sigamos adelante. A lo largo de las Escrituras encontramos ejemplos poderosos de mujeres elegidas que llevaron las marcas divinas con valentía. determinación y fe inquebrantable. Ellas no eran perfectas ni estaban exentas de sufrimiento, pero sus historias revelan cómo Dios utiliza a mujeres comunes para cumplir propósitos extraordinarios. Hoy vamos a mirar más de cerca las
vidas de Ester, Débora, Ana y María Magdalena, mujeres que dejaron huellas imborrables en el reino espiritual. Ester era una joven huérfana que jamás imaginó que el destino la llevaría al palacio del rey. Fue elegida como reina en un tiempo crítico cuando el pueblo judío estaba a punto de ser exterminado por un decreto maligno. Pero Ester no se dejó intimidar por su posición ni por el poder de sus enemigos. Cuando Mardoqueo le reveló el plan de destrucción, Ester tomó una decisión radical, ayunar y orar. Sabía que presentarse ante el rey sin ser llamada podría costarle la
vida, pero su amor por su pueblo y su obediencia a Dios la impulsaron a actuar. Con un espíritu indomable y un corazón dispuesto a interceder, Ester se levantó en medio del peligro y usó su voz para salvar a su nación. Se puso en la brecha arriesgando todo, demostrando así que una mujer elegida no teme enfrentarse al poder terrenal cuando sabe que está respaldada por el poder celestial. Ester no solo salvó a su pueblo, se convirtió en un ejemplo eterno de valentía y propósito. Luego tenemos a Débora, una mujer que no solo fue profetiza, sino también
jueza, en un tiempo en que Israel estaba bajo la opresión de sus enemigos. Mientras los hombres se escondían y el pueblo se acobardaba, Débora se levantó como una líder espiritual, guiando a Baraca a la batalla y proclamando la victoria en nombre del Señor. En Jueces 4:14, Débora declaró con firmeza, "Levántate, porque este es el día en que Jehová ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti?" Débora no solo veía lo que otros no veían, hablaba con la autoridad de alguien que sabía que Dios estaba de su lado. Esta marca
de discernimiento, de audacia, de fe inquebrantable, la convirtió en una mujer que no solo escuchaba la voz de Dios, sino que guiaba a toda una nación a la victoria. Ana es otro ejemplo poderoso. Año tras año soportaba la humillación de ser estéril mientras Penina la provocaba y la hacía sentir menos. Ana podría haberse rendido, podría haberse resignado a su condición, pero en lugar de eso tomó su dolor y lo convirtió en oración. Enders, el templo, se postró y clamó a Dios con tal intensidad que el sacerdote Elí pensó que estaba ebria, pero Ana no estaba
ebria, estaba desesperada. estaba derramando su corazón ante Dios, transformando cada lágrima en una súplica, cada palabra en una promesa. Y en ese acto de entrega total, Dios no solo le dio a Samuel el hijo que tanto había deseado, sino que la convirtió en la madre de un profeta que marcaría la historia de Israel. Finalmente tenemos a María Magdalena, una mujer cuyo pasado estaba marcado por la opresión demoníaca, una mujer que había sido despreciada y estigmatizada, pero a quien Jesús liberó de siete demonios. María Magdalena pasó de ser una mujer rota y rechazada a ser una
discípula fiel, alguien que siguió a Jesús hasta el pie de la cruz y que fue la primera en verlo resucitado. En el momento más oscuro, cuando todos los discípulos huyeron, María Magdalena permaneció. Ella fue testigo de la crucifixión, fue la primera en ver la tumba vacía y fue la primera en recibir el mandato de anunciar la resurrección. ¿Por qué? Porque una mujer elegida no huye ante la adversidad, se queda ahora persevera. Y es allí, en ese lugar de fidelidad donde recibe la mayor revelación. He visto al Señor. Juan 20:18. Estas mujeres no eran perfectas. Ester
tenía miedo. Débora enfrentaba un ejército. Ana era estéril. María Magdalena cargaba un pasado oscuro. Pero todas tenían algo en común, un llamado divino, una marca espiritual, una misión que iba más allá de sus circunstancias. Sus historias nos enseñan que cuando Dios elige a una mujer, no lo hace porque ella sea la más fuerte, la más perfecta o la más poderosa. La elige porque ve en ella un corazón dispuesto a obedecer, una voz dispuesta a clamar, unas manos dispuestas a servir. Y es en ese acto de entrega que el cielo deposita marcas invisibles, señales eternas que
el mundo no puede ver, pero que el enemigo teme. ¿Te has identificado con alguna de ellas? ¿Sientes que como Ester Dios te está llamando a interceder por otros? ¿O que como Débora te ha dado la autoridad para proclamar victoria en medio de la batalla? O tal vez como Ana estás en una temporada de espera, de oración, de clamor. O quizás como María Magdalena, Dios te ha liberado de tu pasado y te ha llamado a anunciar el poder de la resurrección. Si es así, esas marcas ya están en ti y lo que viene a continuación te
mostrará cómo seguir avanzando en ese propósito, cómo permanecer firme cuando las pruebas se intensifican y cómo caminar con la seguridad de que el cielo te ha marcado para un destino eterno. Sigamos adelante. La hora ha llegado. Todo lo que hemos hablado hasta ahora no ha sido en vano. Cada marca revelada, cada historia contada, cada palabra pronunciada ha sido una preparación para este momento. Porque cuando Dios marca a una mujer, no lo hace para que se quede en la sombra, no lo hace para que permanezca escondida, no lo hace para que viva en silencio. La marca
es un llamado, un grito del cielo que dice, "Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti." Isaías 60:1, "Levántate porque ya no eres la misma. Levántate, porque ahora sabes que el dolor que viviste no fue un castigo, sino un entrenamiento. Levántate, porque el enemigo ha intentado hacerte olvidar quién eres, pero hoy el cielo te recuerda que llevas un propósito que no puede ser silenciado. Es el momento de dejar atrás las excusas, de abandonar el miedo, de romper las cadenas del pasado y de caminar hacia el destino que
Dios ha preparado para ti. Porque una mujer elegida no se queda en el suelo lamentando sus pérdidas. Se levanta con la fuerza del Espíritu Santo y avanza aún cuando el camino esté lleno de obstáculos. Pensemos en Ester. Ella tuvo que tomar una decisión radical, quedarse callada y ver cómo su pueblo era destruido o levantarse, arriesgarlo, todo y hablar. Y cuando Mardoqueo le dijo, "¿Quién sabe si para esta hora has llegado al reino?" Algo despertó en su interior. En ese momento, Ester entendió que había llegado su hora, que todo lo que había vivido hasta entonces, su
orfandad, su tiempo en el palacio, su posición de reina no eran coincidencias, sino preparación para un propósito divino. Y se levantó y salvó a su nación. Ahora piensa en la mujer encorbada que llevaba 18 años mirando al suelo, encadenada por una dolencia que nadie podía sanar. Hasta que un día Jesús la vio, la llamó y le dijo, "Mujer, eres libre de tu enfermedad." Y ella se levantó después de casi dos décadas de dolor, de humillación, de sentirse invisible, aquella mujer se enderezó, se levantó y comenzó a caminar con la dignidad de quien ha sido restaurada
por la mano de Dios. Y luego está María Magdalena, una mujer que el mundo despreciaba, que había sido poseída por siete demonios, que había sido marginada por su pasado. Pero Jesús no la vio como una mujer rota. Él vio una discípula, una testigo, una proclamadora del evangelio y después de la resurrección fue a ella a quien Jesús le dio el mensaje más importante. Ve y dile a mis hermanos que he resucitado. En ese momento, María Magdalena se levantó no como una mujer marcada por la vergüenza, sino como una enviada del cielo, una portadora de la
mayor noticia jamás contada. ¿Y tú, qué harás ahora que conoces las marcas que llevas? ¿Qué harás ahora que sabes que has sido apartada, marcada, llamada para un propósito mayor? Porque no basta con saberlo, no basta con sentirlo, no basta con recibirlo. Hay un momento en que debes levantarte, tomar tu lugar, salir de las sombras y caminar hacia el destino que Dios ha escrito para ti. Es hora de que te levantes y resplandezcas. Es hora de que tu voz sea escuchada, de que tu luz brille, de que el mundo sepa que no estás aquí por casualidad,
sino por un propósito divino. Es hora de que dejes atrás las excusas, los miedos, las dudas y tomes la posición que el cielo te ha dado. Porque el enemigo ha hecho todo lo posible por mantenerte encadenada al pasado, a la culpa, al dolor. Pero hoy el cielo te dice, "Levántate, resplandece. Ya no eres la misma, ya no eres la mujer herida, la mujer rota, la mujer ignorada. Ahora eres la mujer elegida, la mujer marcada, la mujer llamada para un propósito eterno. Así que, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a seguir esperando el momento perfecto? ¿Vas a
seguir dudando de tu llamado? O vas a levantarte ahora en este momento y caminar con la certeza de que la gloria de Dios ha nacido sobre ti. Este es tu momento, esta es tu hora. Levántate, resplandece y nunca más vuelvas a mirar atrás. Sigamos adelante. Si has llegado hasta aquí, quiero felicitarte. Muy pocas personas tienen la perseverancia, el compromiso y la fe para permanecer hasta el final de un mensaje tan profundo y desafiante como este. Eso dice mucho sobre ti. Dice que eres alguien que no se conforma, que busca más de Dios, que está dispuesto
a caminar en el propósito divino, aunque el camino sea difícil y las pruebas intensas. Hoy has descubierto las siete marcas que distinguen a una mujer elegida. Has aprendido que el llamado de Dios viene acompañado de desafíos, que las cicatrices del pasado se convierten en señales de victoria, que el dolor puede transformarse en fortaleza, que el rechazo es una redirección divina, que la santidad es un compromiso inquebrantable, que la intercesión es un mandato y que la fe inquebrantable es la clave para resistir en medio del fuego. Pero más allá de cada marca, hay una verdad que
permanece. Dios te ha elegido, no porque seas perfecta, no porque lo tengas todo resuelto, sino porque él ve en ti un corazón dispuesto, un corazón que arde con un fuego que el mundo no puede apagar, un corazón que ha sido marcado con un propósito eterno. Y ahora que has recibido esta revelación, la pregunta es, ¿qué vas a hacer con ella? Porque el conocimiento sin acción es un terreno fértil para la esterilidad espiritual. Si hoy Dios ha hablado a tu corazón, si te has identificado con alguna de estas marcas, es momento de levantarte y tomar acción.
No permitas que este mensaje se convierta en un eco vacío que se pierde con el tiempo. Hazlo parte de tu vida, de tu día a día, de cada oración, de cada decisión. Escribe en los comentarios la siguiente frase: "Estoy marcada por el cielo." Esas cinco palabras serán la confirmación de que has llegado hasta aquí, de que has escuchado cada palabra, de que estás dispuesta a llevar estas marcas con valentía y determinación. Y al escribirlo, estarás testificando ante el mundo espiritual que no has sido derrotada por las pruebas, que no ha sido silenciada por el enemigo,
que aún estás en pie y que caminarás en tu propósito sin importar lo que venga. Ahora quiero hablarte de algo fundamental. Estás aquí, pero estás realmente conectada con este canal. Porque si este mensaje ha encendido tu espíritu, si algo dentro de ti ha resonado con lo que has escuchado, es porque Dios está usando esta plataforma para hablarte. Pero, ¿qué sucede cuando apagas el video y te desconectas? ¿Qué sucede cuando el enemigo intenta llenarte de dudas, de miedos, de voces que te quieren hacer retroceder? Si no estás suscrita, estás cerrando una puerta a las palabras que
podrían mantener viva tu fe. Es como recibir una carta urgente y no abrirla. Es como estar sedienta y no beber agua que está justo frente a ti. Pero si te suscribes, estarás diciendo, "Quiero seguir escuchando, quiero seguir aprendiendo, quiero seguir creciendo en el propósito que Dios ha trazado para mí." Y no solo se trata de ti, porque cada vez que compartes este mensaje, cada vez que le das me gusta, cada vez que comentas, estás permitiendo que otras mujeres como tú, mujeres que también llevan estas marcas, pero que aún no lo saben, reciban esta palabra. Te
imaginas cuántas vidas podrían ser transformadas por el simple hecho de que tú decides compartir. No seas egoísta con lo que has recibido. No guardes para ti sola lo que el cielo te ha revelado hoy. Hay mujeres ahí fuera que están a punto de rendirse, que sienten que sus cicatrices son una señal de derrota, que han sido rechazadas y piensan que no tienen valor. Pero tú sabes la verdad. Tú sabes que esas marcas no son un castigo, sino una señal de que han sido elegidas. Así que suscríbete ahora mismo, no solo para seguir recibiendo mensajes como
este, sino para asegurarte de que otras mujeres puedan escuchar lo que hoy te ha sido revelado. Sé parte del ejército de mujeres que se levantan con fe, con fuerza, con propósito. Mujeres que saben que sus cicatrices no son el final. sino el comienzo de una historia poderosa escrita por el dedo de Dios. Y antes de terminar, déjame dejarte con una última reflexión. La vida está llena de voces que intentarán definirte, voces que te dirán que no eres suficiente, que tus errores te descalifican, que tus cicatrices son una señal de fracaso. Pero hoy has descubierto la
verdad. Hoy sabes que esas cicatrices son marcas del cielo, señales de que fuiste elegida, apartada, destinada para un propósito eterno. Así que cada vez que el enemigo intente recordarte tu pasado, cada vez que las voces del mundo intenten hacerte retroceder, levanta tu rostro y declara, "Estoy marcada por el cielo, porque lo que Dios ha puesto en ti es más fuerte que cualquier voz externa. Porque lo que el cielo ha dicho sobre tu vida no puede ser cancelado por el enemigo. Hoy te levantas con fuerza, hoy caminas con propósito, hoy avanzas con valentía, porque lo que
Dios ha comenzado en ti, él es fiel para completarlo. Sigue adelante, sigue firme, sigue creyendo, porque las marcas que llevas son la prueba de que has sido llamada para algo mucho más grande de lo que jamás imaginaste. M.
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