Desesperada fui a la oficina del notario, sabiendo que me esperaban mi exmarido, su amante y su madre, que siempre odié. Pero cuando el notario leyó el testamento, "Señora Valenzuela, me alegra que haya decidido acompañarnos", dijo el notario Gustavo Herrera con formalidad, mientras yo permanecía de pie con los brazos cruzados, sintiendo las miradas hostiles a mi espalda. "No me quedó otra opción, licenciado,", respondí sin voltear.
Aunque no entiendo qué hago aquí, ahora mismo lo sabrá", contestó ojeando sus documentos. Sentí un escalofrío. A mis espaldas, Javier, Camila y doña Mercedes esperaban como buitres.
Podía sentir su desprecio sin necesidad de verlos. "Helena, por favor, siéntate de una vez. " La voz de Javier sonaba impaciente.
Terminemos con esto rápido. Prefiero estar de pie, respondí secamente. Doña Mercedes soltó un bufido, siempre tan dramática.
Me giré lentamente para enfrentarlos. Javier, con su traje impecable y esa sonrisa falsa que tanto conocía, Camila, su asistente y ahora amante, con ese ridículo pelo teñido de azul. y doña Mercedes, la matriarca manipuladora, que siempre me hizo la vida imposible.
Comencemos entonces, anunció el notario. Una semana antes, mientras revisaba planos en mi pequeño despacho de arquitectura, sonó mi teléfono. Era casi medianoche.
Arquitecta Valenzuela. Soy el notario Gustavo Herrera. Lamento hora, pero es importante.
Frunc el ceño. ¿En qué puedo ayudarlo? Se trata del testamento de don Ricardo Castellanos.
falleció ayer y dejó instrucciones específicas para que usted esté presente en la lectura. Sentí como si me hubieran echado un balde de agua fría. Don Ricardo era el padre de Javier, mi exmarido, el único miembro de esa familia que me trató con respeto.
Debe haber un error, respondí. Hace un año que me divorcié de su hijo. No hay error, señora.
Don Ricardo fue muy claro. La lectura será el próximo martes a las 10. Es importante que asista.
Después de colgar, me quedé mirando por la ventana hacia las luces de Monteverde, ese elegante suburbio de la Ciudad de México, donde alguna vez creí que sería feliz. 7 años de matrimonio destruidos cuando encontré a Javier con Camila en nuestra propia casa. Al día siguiente llamé a Patricia.
¿Estás loca? Claro que tienes que ir, dijo mi amiga y abogada mientras tomábamos café. Si don Ricardo te incluyó, debe ser por algo importante.
No quiero ver a Javier ni a su madre, mucho menos a esa mujer. ¿Sabes lo que me costó salir de ese matrimonio? Le mostré la cicatriz en mi muñeca.
Recuerdo de cuando rompí un espejo tras descubrir la infidelidad. Ya no quiero saber nada de los castellanos. Patricia me tomó de las manos.
Elena, tienes 35 años y una vida por delante. Sea lo que sea, te dará un cierre. Si no vas, te quedarás con la duda para siempre.
Doña Mercedes siempre me odió, murmuré. Desde el día que Javier me presentó me hizo sentir como si fuera poca cosa, porque ella sabía que vales más que toda su familia junta. Recordé mi primer encuentro con don Ricardo en una cena familiar.
Mientras doña Mercedes criticaba mi vestido demasiado sencillo, don Ricardo me preguntó sobre mis proyectos de arquitectura sustentable. fue el único que me vio como profesional y no como un adorno para su hijo. Iré, decidí, pero no por ellos, sino por don Ricardo.
La mañana de la lectura me vestí con un traje azul marino, mi armadura. Con cada botón que abrochaba, construía un muro alrededor de mi corazón. No les daría el gusto de verme débil.
El edificio del notario Herrera en la colonia Roma brillaba bajo el sol de octubre. Entré con paso firme, ignorando el nudo en mi estómago. En elevador ensayé mi cara de indiferencia.
Cuando las puertas se abrieron en el piso 12, los vi. Estaban los tres sentados en la sala de espera. Javier revisaba su celular con impaciencia.
Camila, vestida completamente de negro, miraba al suelo y doña Mercedes, con su eterno collar de perlas, me observaba como si fuera una cucaracha. ¿Qué hace ella aquí? Escuché que doña Mercedes le susurraba a Javier cuando entré.
No les di el gusto de saludar. Me acerqué directamente a la secretaria. Elena Valenzuela.
Tengo cita con el licenciado Herrera. Minutos después estábamos en la elegante oficina del notario. Una mesa de caoba pulida nos separaba, yo de un lado, ellos tres del otro, como siempre había sido.
"Señora Valenzuela", comenzó el notario. "Don Ricardo dejó instrucciones muy precisas sobre su presencia hoy. Estamos a punto de conocer sus últimas voluntades.
Fue entonces cuando me quedé de pie con los brazos cruzados mientras el notario comenzaba a sacar los documentos. No me senté. No les daría la satisfacción de verme a su nivel.
Por favor, Elena, insistió Javier con esa sonrisa que alguna vez me derritió, pero que ahora me provocaba náuseas. Esto es un asunto familiar. Hace tiempo que dejé de ser parte de tu familia, respondí.
El notario carraspeó incómodo y comenzó a leer. Por la presente yo, Ricardo Castellanos Fuentes, en pleno uso de mis facultades mentales, comenzó a leer el notario mientras todos guardábamos silencio. El testamento continuó con formalidades legales y algunas donaciones menores a primos y sobrinos.
Doña Mercedes sentía satisfecha, seguramente anticipando el momento en que todo el imperio castellanos quedaría en manos de su adorado hijo. Respecto a mis acciones y control mayoritario de Grupo Castellanos, continuó el notario ajustándose las gafas. He tomado una decisión que puede resultar sorprendente para algunos.
Noté como Javier se enderezaba en su asiento. Camila le lanzó una mirada nerviosa. Lego, el 40% de las acciones de Grupo Castellanos con carácter de control a mi exnuera, la arquitecta Elena Valenzuela Montalvo.
El silencio que siguió fue tan denso que podría cortarse con un cuchillo. Por un momento pensé que había escuchado mal. Esto es inaceptable.
Doña Mercedes fue la primera en reaccionar poniéndose de pie. Mi hijo es el heredero natural. Ella ni siquiera es parte de la familia.
Javier se quedó paralizado con la boca entreabierta y la cara pálida. Camila tenía los ojos clavados en el suelo. Esto es una broma.
Logré articular finalmente. El notario negó con la cabeza. Le aseguro que no, señora Valenzuela.
Don Ricardo fue muy claro y revisamos este documento varias veces antes de su fallecimiento. Impugnaré este testamento gritó Javier golpeando la mesa. Mi padre estaba enfermo, no sabía lo que hacía.
Al contrario, respondió el notario con calma. Don Ricardo dejó también una carta explicativa que solicita sea leída en presencia de todos ustedes. Sacó un sobre sellado con el emblema de los castellanos, lo abrió con cuidado y extrajo varias hojas escritas a mano.
Si están escuchando esto, significa que ya no estoy entre ustedes leyó el notario. Y también significa que Elena tuvo la valentía de presentarse a pesar de todo el daño que esta familia, mi familia, le ha causado. Sentí un nudo en la garganta mientras doña Mercedes bufaba con desprecio.
Durante el último año de mi enfermedad descubrí algo que me partió el corazón. Mi propio hijo Javier ha estado desviando fondos de la empresa sistemáticamente. Creó empresas fantasma para canalizar dinero de nuestros proyectos legítimos, dejando a inversionistas y contratistas sin pagar.
"Mentira! ", gritó Javier, pero su voz temblaba. "Las pruebas están en la caja fuerte de mi oficina, cuya combinación solo conocen ahora el notario Herrera y Elena.
Elena siempre tuvo la integridad que le faltó a mi hijo y la visión profesional que nuestra empresa necesita. Le pido perdón por no haber visto antes lo que sucedía y por no haberla protegido como merecía. Las lágrimas rodaban por mis mejillas.
Recordé las pocas veces que don Ricardo intentó acercarse a mí, siempre interrumpido por doña Mercedes. Esto es ridículo, intervino doña Mercedes. Obviamente manipuló a Ricardo en sus últimos días.
Todos sabemos que ella solo se casó con mi hijo por interés. "Usted sabe perfectamente que no fue así", respondí encontrando mi voz. Yo amaba a su hijo.
Dejé mi carrera por apoyarlo. El notario continuó leyendo. Elena, sé que podría haber denunciado a Javier directamente, pero eso habría destruido todo lo que he construido.
En cambio, te doy el poder para decidir cómo proceder. Confío en tu juicio más que en el de mi propio hijo. Javier se levantó bruscamente, tirando su silla hacia atrás.
No permitiré que esta mujer tome el control de lo que me pertenece. Su rostro estaba rojo de ira. El patrimonio de los castellanos no quedará en manos de una arbista.
Señor Castellanos, le recuerdo que estamos en una notaría advirtió Herrera. Si continúa alterando el orden, tendré que pedirle que se retire. Camila, quien había permanecido en silencio, finalmente habló.
Javier, por favor, cálmate. Su voz sonaba tensa. Tú cállate, le espetó él.
Esto no te concierne. Vi como Camila se encogía ante sus palabras, un gesto que yo conocía demasiado bien. Acaso estaba empezando a recibir el mismo trato que yo notario continuó con la lectura de documentos adicionales que explicaban los términos legales de mi nueva posición.
Mientras escuchaba, observé a la familia Castellanos desmoronarse frente a mí. Doña Mercedes murmuraba oraciones como si esto fuera una catástrofe divina. Javier alternaba entre amenazas veladas y súplicas falsas hacia mí.
"Señora Valenzuela," dijo finalmente el notario cuando terminó. "Estos son los documentos que acreditan su nueva posición. Puede revisarlos con su abogado también.
Esta es la llave de la caja fuerte de don Ricardo. Tomé los papeles y la pequeña llave dorada con manos temblorosas. Esto no ha terminado susurró Javier cuando pasé junto a él.
Te destruiré antes de dejarte tomar lo que es mío. Lo miré directamente a los ojos, aquellos ojos marrones que alguna vez creí sinceros. Ya intentaste destruirme una vez, Javier.
No funcionó. Salí de la notaría con la cabeza alta, aunque por dentro temblaba. En la calle, el sol de media mañana me golpeó el rostro.
Respiré profundamente el aire de la ciudad mientras los eventos se asentaban en mi mente. De repente sentí una mano en mi hombro y me giré sobresaltada. Era Camila.
Sus ojos estaban enrojecidos. Elena, necesito hablar contigo dijo en voz baja. Pero no aquí.
Él no puede enterarse. ¿Por qué debería confiar en ti? Pregunté con frialdad.
Porque estoy tan atrapada como tú lo estuviste", respondió. "Y porque hay más cosas que deberías saber. " Antes de que pudiera responder, Javier y doña Mercedes salieron del edificio.
Camila se alejó rápidamente, dejándome con mil preguntas. Esa noche, sola en mi pequeño apartamento, extendí los documentos sobre la mesa, el 40% de grupo castellanos, control efectivo sobre la empresa, donde una vez fui tratada como un adorno y en algún lugar una caja fuerte con evidencia que podría enviar a mi exmarido a la cárcel. Tomé mi teléfono y llamé a Patricia.
"Tenemos mucho trabajo por hacer", le dije cuando contestó. "Prepárate para una guerra. Dos días después de la lectura del testamento, me encontraba revisando documentos en mi apartamento cuando sonó mi celular.
Era un número desconocido. Diga, contesté con cautela. Elena, soy Rodrigo Sandoval, director financiero de Grupo Castellanos.
La voz sonaba nerviosa. Necesito hablar con usted urgentemente. Javier ha convocado una junta directiva extraordinaria para mañana.
Una junta. Nadie me ha notificado nada. Exactamente", respondió.
"Están intentando tomar decisiones antes de que usted pueda ejercer sus derechos. Don Ricardo confiaba en usted y yo confíé en don Ricardo durante 20 años. Acordamos vernos en una cafetería alejada del distrito financiero.
Rodrigo resultó ser un hombre de unos 50 años con lentes y una expresión perpetuamente preocupada. He estado reuniendo mi propia evidencia", me dijo mientras me entregaba discretamente una carpeta. Hace meses que sospechaba de irregularidades, pero don Ricardo estaba muy enfermo y no quería perturbarlo.
Revisé los documentos, transferencias sospechosas, contratos con empresas inexistentes, firmas falsificadas. ¿Por qué me ayuda? Pregunté sin rodeos.
Podría perder su trabajo. Rodrigo suspiró. Digo, porque llevo toda mi vida profesional en Grupo Castellanos.
No voy a ver cómo Javier lo destruye por codicia. Al día siguiente me presenté en las oficinas centrales de Grupo Castellanos en Polanco. El edificio de cristal y acero que alguna vez había ayudado a diseñar se alzaba imponente.
En la recepción, la seguridad intentó detenerme. Lo siento, señora, pero no la tenemos en la lista de autorizados. Saqué los documentos notariales.
Soy Elena Valenzuela, accionista mayoritaria de esta empresa y esa reunión no puede celebrarse sin mi presencia. El guardia llamó nerviosamente a alguien. Minutos después apareció Javier con expresión furiosa.
¿Qué haces aquí? Siseó. Estás haciendo el ridículo.
Vengo a la junta directiva. Como accionista mayoritaria, tengo derecho a estar presente. Esto es una reunión informal, no una junta oficial, mintió descaradamente.
Estás interrumpiendo. Entonces, ¿por qué están todos los directores aquí? Señalé hacia el ascensor, donde varios ejecutivos nos observaban con curiosidad.
¿Puedo llamar ahora mismo al notario Herrera para clarificar mis derechos o podemos subir civilizadamente? Javier me miró con odio, pero se dio. En el ascensor nadie habló.
T. Los directores me lanzaban miradas furtivas mientras yo mantenía la compostura, aunque por dentro estaba aterrorizada. La sala de juntas era tal como la recordaba, una enorme mesa de cristal con vistas panorámicas a la ciudad.
Al entrar, todos se pusieron de pie por cortesía, excepto doña Mercedes, que ocupaba la cabecera. "Ese es el lugar de don Ricardo", dije con firmeza. "Y ahora como accionista mayoritaria me corresponde a mí.
" "Insolente", murmuró doña Mercedes, pero se movió. La tensión era palpable mientras tomaba asiento. "Señores", comenzó Javier con su mejor sonrisa de vendedor.
"les presento a mi exesposa, quien aparentemente heredó algunas acciones de mi padre. Por supuesto, estamos resolviendo esta irregularidad legalmente. No son algunas acciones, lo corregí, es el 40% con control efectivo.
Y antes de continuar, necesito entender por qué el proyecto Laguna Azul sigue adelante cuando sus estudios de impacto ambiental están incompletos. La sala quedó en silencio. Uno de los directores, un hombre mayor que recordaba como aliado de Javier, tosió incómodo.
Señora Valenzuela, esos tecnicismos no son relevantes para esta reunión. Tecnicismos, repetí, contaminar un humedal protegido no es un tecnicismo, es un delito ambiental y expone a la empresa a sanciones millonarias. Vi a Rodrigo asintiendo discretamente desde su lugar.
Javier golpeó la mesa. Suficiente. Mi exesposa está aprovechando una situación irregular para sembrar dudas infundadas.
Les recuerdo que no tiene experiencia en gestión empresarial. Quizás no, respondí con calma, pero soy arquitecta especializada en desarrollo sustentable y reconozco un fraude cuando lo veo. La reunión se convirtió en un campo de batalla.
Javier intentaba invalidar cada una de mis intervenciones, pero yo estaba preparada. Gracias a Rodrigo y a mi propia investigación, pude cuestionar varios proyectos problemáticos con conocimiento de causa. Cuando terminó la junta, había conseguido al menos sembrar dudas entre los directores.
Mientras recogía mis documentos, una mujer joven se me acercó. Soy Tomás Vega, ingeniero ambiental del proyecto Laguna Azul. Se presentó en voz baja.
Llevo meses intentando que alguien escuche mis preocupaciones sobre ese proyecto. Si está dispuesta a ayudar, tengo toda la documentación. Le di mi tarjeta.
Llámame mañana. Al salir, Camila me esperaba junto a los elevadores. ¿Podemos hablar?
, preguntó. En privado. Dudé, pero accedí.
Nos encontramos en un pequeño café a unas cuadras de la oficina. Camila parecía haber perdido peso desde la última vez que la vi. Sus manos temblaban ligeramente.
Sé que no tengo derecho a pedirte nada, comenzó. Lo que hice no tiene justificación. Entonces, ¿por qué estamos aquí?
Pregunté fríamente. Camila sacó un pequeño dispositivo USB de su bolso. Porque he estado intentando dejar a Javier durante meses, pero me tiene atrapada.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Ha amenazado con destruir mi carrera profesional. Si lo dejo, "Conozco bien sus tácticas", respondí sintiendo una punzada de empatía involuntaria.
"Aquí hay más evidencia", deslizó el USB hacia mí. "Ha estado falsificando estudios de impacto ambiental para el proyecto Laguna Azul. Si la construcción continúa, destruirá humedales protegidos.
Miré el dispositivo con escepticismo. ¿Cómo sé que esto no es una trampa? No puedes saberlo, admitió.
Pero pronto sabrás que estoy embarazada de Javier y no quiero que mi hijo crezca con un padre corrupto y una abuela manipuladora. Tú eres mi única esperanza. La noticia me golpeó como un puñetazo.
El mismo hombre que me había jurado que no quería hijos conmigo iba a ser padre con su amante. Javier lo sabe, pregunté. Camila negó con la cabeza.
Todavía no. Y tengo miedo de su reacción. Tomé el USB y lo guardé en mi bolso.
No estoy haciendo esto por ti, aclaré. Lo hago por la empresa y por la memoria de don Ricardo. Cuando nos despedimos, me quedé observándola mientras se alejaba.
¿Estaba siendo manipulada nuevamente o realmente Camila era otra víctima de Javier? Esa noche revisé el contenido del USB con Patricia a mi lado. Efectivamente, contenía estudios ambientales originales y sus versiones falsificadas.
Esto es dinamita pura, comentó Patricia. Con esto podríamos detener el proyecto y poner a Javier contra las cuerdas, pero también podría ser una trampa. Reflexioné.
Necesito verificar esta información independientemente. Mi teléfono sonó con un mensaje de Javier. Esto puede terminar de dos maneras, Elena.
Conmigo como tu aliado o como tu peor enemigo. Piénsalo bien. Patricia notó mi expresión.
¿Qué pasa? Le mostré el mensaje. La guerra apenas comienza.
La oficina que una vez perteneció a don Ricardo permanecía intacta. Los libros de arquitectura que me había regalado seguían en los estantes. Me senté en su sillón de cuero, sosteniendo la pequeña llave dorada que me había entregado el notario.
La caja fuerte estaba oculta detrás de un cuadro de la hacienda Castellanos, la propiedad familiar en Cuernavaca. ¿Está segura de que quiere hacer esto sola? , preguntó Rodrigo, quien me había ayudado a entrar discretamente en fin de semana.
Necesito hacer esto yo misma, respondí, pero gracias por ayudarme a llegar hasta aquí. Cuando Rodrigo cerró la puerta, descolgó pequeña y discreta. Introduje la llave y giré el mecanismo.
Dentro encontré varias carpetas cuidadosamente etiquetadas y un sobre con mi nombre. Abrí primero el sobre. Elena.
Si estás leyendo esto, significa que tuviste el valor de enfrentar a mi familia. Lo que encontrarás aquí te dará el poder para proteger lo que construí o para desmantelarlo si así lo decides. Confío en tu juicio, Ricardo.
Con manos temblorosas comencé a revisar las carpetas. Cada una contenía evidencia meticulosamente organizada. Transferencias bancarias, correos electrónicos impresos, contratos falsificados.
Don Ricardo había documentado cada movimiento fraudulento de Javier durante 3 años, pero lo que me dejó helada fue la carpeta marcada como matrimonio. Dentro había informes de investigadores privados sobre mí fechados antes de conocer a Javier, fotos mías saliendo de mi antiguo estudio de arquitectura, copias de mis premios universitarios, análisis de mis patentes de diseño sustentable, plan de adquisición de patentes Valenzuela decía un documento firmado por doña Mercedes. De repente todo encajó.
Nuestro encuentro casual en aquella exposición de arquitectura, el interés repentino de Javier, la insistencia de que dejara mi despacho para unirme a Grupo Castellanos, me habían elegido, no por amor, sino por mis patentes de diseño ecológico, que valían millones. Las lágrimas nublaron mi vista mientras los recuerdos inundaban mi mente. La primera vez que Javier me llamó demasiado ingenua para los negocios cuando doña Mercedes sugirió que mi lugar estaba apoyando a mi esposo, no compitiendo con él.
Cómo gradualmente me fueron apartando de los proyectos importantes hasta que solo era la esposa del jefe. No puedo creerlo murmuré, aunque en el fondo siempre lo había sospechado. ¿Estás completamente segura?
Preguntó Patricia al día siguiente mientras revisábamos los documentos en mi apartamento. Esto es mucho más grande de lo que pensábamos. Cada firma está verificada.
Cada documento es auténtico", respondí. Doña Mercedes no solo estaba al tanto de los fraudes de Javier, sino que lavaba el dinero a través de sus fundaciones benéficas. Y lo del matrimonio.
Patricia dejó la frase en el aire. Todo fue una estrategia corporativa. Completé con amargura.
Me eligieron por mis patentes. Me aislaron de mi familia y amigos. Y cuando ya no les servía, te desecharon concluyó Patricia.
Esos miserables. Mi teléfono vibró con un mensaje de Tomás Vega. He revisado los documentos.
Todo coincide. La construcción en Laguna Azul debe detenerse inmediatamente. Los daños podrían ser irreversibles.
Necesito ver ese terreno. Decidí. Si vamos a confrontar a Javier, necesito evidencia sólida.
El proyecto Laguna Azul se ubicaba a dos horas de la Ciudad de México. Era un terreno hermoso, un lago rodeado de humedales con una diversidad biológica impresionante. Javier planeaba construir un complejo turístico de lujo que, según los documentos falsificados, respetaría el entorno natural.
Tomás me guiaba mientras caminábamos por la orilla del lago. "Aquí es donde planean construir el hotel principal", señaló una zona de juncos. Este humedal filtra naturalmente el agua y alberga especies protegidas.
Si lo destruyen, todo el ecosistema colapsará. ¿Y estos serían los bungalows? , pregunté indicando una zona marcada en los planos.
Exacto. Construidos sobre pilotes que penetrarían directamente en el acuífero. Un desastre ecológico completo.
Mientras tomábamos fotos y muestras, noté una camioneta negra estacionada a lo lejos. Tomás, creo que nos están vigilando, susurré. Son seguridad de la empresa, respondió en voz baja.
Desde que empecé a hacer preguntas incómodas, me siguen a todas partes. De repente, dos hombres comenzaron a acercarse. Guardamos rápidamente nuestros equipos.
Señora Valenzuela, uno de ellos me reconoció. El sñor Castellanos nos informó que podría aparecer por aquí. Este es un terreno privado.
Soy accionista mayoritaria de Grupo Castellanos, respondí con firmeza. Tengo todo el derecho de inspeccionar nuestros proyectos. Aún así, necesitamos pedirle que se retire, insistió tocando sutilmente la pistola que llevaba bajo la chaqueta.
Tomás y yo nos marchamos sin discutir más. En el auto mi teléfono sonó. Era Javier.
Disfrutando el paisaje, querida. Su voz sonaba burlona. Deberías tener cuidado.
Los accidentes ocurren fácilmente en zonas rurales. ¿Me estás amenazando, Javier? Solo me preocupo por mi exesposa, respondió con falsa dulzura.
Por cierto, ya revisaste la caja fuerte de mi padre. Interesante lectura, ¿no? Especialmente la parte sobre nuestro matrimonio.
Sentí un escalofrío. ¿Cómo sabes? Tengo ojos en todas partes, Elena.
Siempre un paso adelante de ti, como cuando creíste que nuestro matrimonio era real. Colgué con las manos temblorosas. Tomás me miró preocupado.
Está bien. No admití, pero voy a estarlo. Esa noche regresé a mi apartamento para encontrar la puerta forzada.
Entré con cautela. Habían revuelto todo, pero curiosamente no parecía faltar nada valioso. Llamé inmediatamente a Patricia.
Han entrado en mi casa. le dije mientras revisaba el desastre. Buscaban los documentos.
Los tenían contigo. Siempre los llevo conmigo respondí palmeando mi bolso. Pero esto es una declaración de guerra.
Necesitas protección, Elena. Esto ya no es un juego. Mientras limpiaba el desorden, encontré una foto mía con Javier de nuestra boda rota por la mitad.
Al darle la vuelta había un mensaje escrito. Recuerda tu lugar. Fue entonces cuando tomé mi decisión.
Ya no se trataba solo de una empresa o de justicia para don Ricardo, era sobre recuperar mi dignidad, mi trabajo, mi vida. Esa misma noche redacté un correo convocando una junta extraordinaria del Consejo Directivo, el asunto irregularidades en proyecto Laguna Azul y malversación de fondos corporativos. Mientras daba al botón de enviar, sonó mi teléfono.
Era Camila. Elena, ten cuidado susurró Javier. Está furioso.
Nunca lo había visto así. Demasiado tarde para advertencias, Camila. Esto termina ahora.
Hay algo más que debes saber. Su voz temblaba. Sobre doña Mercedes y los documentos que falsificó a tu nombre.
Mi corazón se aceleró. ¿De qué hablas? Ella manipuló documentos para que pareciera que tú habías autorizado transferencias ilegales.
Si te enfrentas a ellos, te culparán de todo. Después de colgar, me quedé mirando por la ventana hacia las luces de la ciudad. La trampa era clara.
Si avanzaba, intentarían destruirme. Si retrocedía, ganaría Javier. Tomé mi teléfono nuevamente y llamé a Rodrigo.
Necesito acceso completo a los registros financieros de los últimos 5 años. le dije, "Y necesito que sea esta misma noche. " Es arriesgado, respondió, "pero lo haré.
Don Ricardo confíó en usted y yo también. La guerra por Grupo Castellanos había comenzado oficialmente y esta vez no pensaba perder. La sala de juntas del grupo castellanos nunca me había parecido tan imponente.
A través de los ventanales se extendía el paisaje urbano de la Ciudad de México, pero yo tenía la mirada fija en las 12 personas sentadas alrededor de la mesa de cristal. Cada rostro mostraba tensión, curiosidad o preocupación. Agradezco su presencia en esta reunión extraordinaria.
Comencé intentando que mi voz no revelara mis nervios. Como accionista mayoritaria de Grupo Castellanos, es mi deber informarles sobre irregularidades graves que he descubierto. Javier, sentado frente a mí, mantenía una sonrisa confiada.
A su lado, doña Mercedes me observaba con desprecio apenas disimulado. Ambos creían tener la situación bajo control. Antes de empezar, me gustaría presentarme formalmente, continué.
Muchos me conocen como la exesposa de Javier. Pero soy Elena Valenzuela, arquitecta especializada en diseño sustentable con tres patentes registradas que actualmente utiliza esta empresa. Noté que algunos directores asentían con respeto, otros evitaban mi mirada, claramente incómodos.
"Mi primera preocupación es el proyecto Laguna Azul. " Proyecté las fotografías que había tomado con Tomás. Los estudios de impacto ambiental presentados a las autoridades no corresponden con la realidad del terreno.
Elena, por favor, interrumpió Javier con tono condescendiente. Todos aquí tenemos experiencia en desarrollo inmobiliario. Siempre hay ajustes técnicos en los proyectos.
¿La más ajustes técnicos a falsificar documentos oficiales? Respondí proyectando ahora los estudios originales junto a los manipulados. Esto no son ajustes, Javier, es fraude.
Un murmullo recorrió la sala. Javier mantuvo la compostura, pero noté cómo apretaba la mandíbula. Estas acusaciones son graves, intervino uno de los directores más antiguos.
¿Tiene pruebas de quién habría autorizado estas modificaciones? Las tengo, confirmé mostrando correos electrónicos impresos. Todas las alteraciones fueron ordenadas directamente por Javier Castellanos y aprobadas por la junta directiva anterior.
Sin embargo, los documentos presentan una irregularidad interesante. Proyecté una autorización con mi supuesta firma. Esta no es mi firma, declaré.
Nunca autoricé estas modificaciones. De hecho, renuncié a mi posición en el departamento de arquitectura meses antes de que se crearan estos documentos. Doña Mercedes se aclaró la garganta.
Querida, estas son acusaciones muy serias contra mi hijo. ¿No será que estás confundida? El divorcio ha sido difícil para todos.
La miré directamente, confundida como cuando descubrí que mi matrimonio fue orquestado para adquirir mis patentes. Un silencio incómodo cayó sobre la sala. No sé de qué hablas", respondió ella, pero su voz tembló ligeramente.
Saqué los documentos de la caja fuerte de don Ricardo. "Hablo de este plan firmado por usted para adquirir las patentes Valenzuela mediante una alianza matrimonial estratégica". Javier se puso de pie bruscamente.
Esto es ridículo. Estamos aquí para hablar de negocios, no de conspiraciones absurdas. Los negocios y las conspiraciones están perfectamente entrelazados en tu caso, respondí con calma.
Porque mientras me utilizabas para adquirir patentes valiosas, también desviabas fondos de la empresa a cuentas personales. Con ayuda de Rodrigo, quien manejaba la presentación, mostré gráficos detallados de flujos financieros irregulares. En los últimos 3 años, más de 175 millones de pesos han sido canalizados a empresas fantasma, empresas que, curiosamente comparten domicilio fiscal con fundaciones benéficas presididas por doña Mercedes Castellanos.
La sala estalló en conversaciones alteradas. Javier golpeó la mesa. Suficiente.
Esto es una venganza personal disfrazada de preocupación empresarial. Si es venganza, no es la mía. Respondí, "Don Ricardo documentó cada uno de tus movimientos.
Él descubrió tu fraude antes de morir. Mostré la carta manuscrita de don Ricardo, donde detallaba sus descubrimientos. Varios directores la leyeron con expresiones de shock.
Justo cuando la tensión parecía insostenible, la puerta se abrió. Era Camila con un folder en la mano y visible nerviosismo. Disculpen la interrupción, dijo con voz temblorosa, pero hay información adicional que el consejo necesita conocer.
Javier la miró furioso. Camila, este no es el momento. Al contrario, respondió ella, sorprendiéndonos a todos con su firmeza.
Es exactamente el momento. Camila abrió su folder y comenzó a distribuir documentos. Como asistente ejecutiva del señor Castellanos durante los últimos dos años tuve acceso a información confidencial.
Estos son registros de reuniones privadas con inversionistas del proyecto Laguna Azul, donde se discutió explícitamente la intención de evadir regulaciones ambientales. Javier se puso pálido. Camila, piensa bien lo que estás haciendo.
Lo he pensado durante meses respondió ella, colocando una mano sobre su vientre ligeramente abultado. Especialmente ahora que espero un hijo. Tu hijo.
La revelación causó conmoción. Doña Mercedes se llevó una mano al pecho horrorizada. ¿Estás embarazada?
, preguntó Javier atónito. ¿Y decides traicionarme así? No es traición buscar la verdad, respondió Camila.
No quiero que mi hijo crezca en una familia construida sobre mentiras como lo hiciste tú. Me sentí extrañamente identificada con ella. Ambas habíamos sido utilizadas por Javier de diferentes maneras.
Aproveché el momento para continuar. Señores directores, entiendo que estas revelaciones son impactantes, pero tenemos una responsabilidad con los inversionistas, empleados y con la ley. Propongo tres acciones inmediatas.
Proyecté mis propuestas. Suspender temporalmente a Javier de sus funciones ejecutivas mientras se investiga, detener inmediatamente el proyecto Laguna Azul y contratar una auditoría externa independiente. Esto es un golpe de estado corporativo, gritó Javier.
Mi padre estaría avergonzado. Tu padre descubrió tus fraudes, le recordé. por eso me dejó sus acciones.
La votación fue tensa. Varios directores, claramente leales a Javier votaron en contra, pero con mi 40% de acciones y el apoyo de Rodrigo y otros directores independientes, obtuvimos la mayoría necesaria. "Queda aprobada la suspensión temporal", anunció el secretario del Consejo.
Javier me miró con un odio visceral. Esto no ha terminado, Elena. No tienes idea de con quién te estás metiendo.
Te equivocas, respondí. Sé exactamente con quién me estoy metiendo. Viví 7 años con él.
Cuando los directores comenzaron a salir, Javier se acercó a mí. Bajó la voz para que solo yo pudiera escucharlo. Dime tu precio.
Su tono era casi suplicante. Todos tienen uno. ¿Qué quieres para irte?
Dinero. ¿Una casa? Puedo darte lo que sea.
Lo miré a esos ojos que una vez creí sinceros. Quería dignidad cuando era tu esposa. Ahora quiero justicia.
Me di la vuelta para marcharme, pero sus siguientes palabras me detuvieron. Si sigues con esto, destruiré todo lo que amas. Recuerda que conozco tus debilidades.
No respondí. Salí de la sala con paso firme, aunque por dentro temblaba. En el pasillo Camila me esperaba.
Gracias", le dije sinceramente. "Sé lo difícil que fue eso. " Ella asintió con lágrimas en los ojos.
Tenía miedo, pero verte enfrentarlos me dio valor. "¿Qué harás ahora? ", pregunté.
"Alejarme", respondió. "Tengo familia en Monterrey. Empezaré de nuevo allá.
Nos despedimos con un extraño entendimiento mutuo. Rivales convertidas en aliadas por las circunstancias. Cuando llegué al estacionamiento, Rodrigo me alcanzó.
Felicidades", me dijo. "Pero esto apenas comienza. Javier tiene muchos aliados poderosos.
" "Lo sé", respondí mientras entraba a mi auto. "Por eso, necesito que seas mis ojos y oídos en la empresa mientras no estoy. " "¿A dónde vas?
" "A presentar una denuncia formal", respondí. "Es hora de que la justicia entre a Grupo castellanos". Los meses siguientes pasaron como un torbellino.
La denuncia formal contra Javier por fraude y delitos ambientales desató una tormenta mediática. Heredera de Grupo Castellanos, denuncia corrupción interna, decían los titulares. De repente, mi cara aparecía en periódicos y noticieros, algo para lo que no estaba preparada.
No mires los comentarios en redes", me aconsejó Patricia mientras revisábamos documentos en mi nuevo despacho en Grupo Castellanos. Javier está usando sus contactos para desprestigiarte. Era cierto.
Aparecían fuentes cercanas describiendo mi supuesta inestabilidad emocional, mi ambición desmedida, incluso inventando romances con ejecutivos de la empresa. La guerra sucia estaba en marcha. No me importa lo que digan de mí", respondí, aunque en el fondo cada comentario dolía.
"Lo importante es salvar la empresa y el proyecto Laguna Azul. Habíamos logrado detener la construcción justo a tiempo. Los estudios ambientales independientes confirmaron nuestras sospechas.
El proyecto original habría destruido irremediablemente el ecosistema. Ahora, con ayuda de Tomás y un equipo de arquitectos ecológicos, estábamos rediseñando completamente el concepto. El nuevo diseño preserva los humedales intactos, explicaba mientras mostraba los planos a inversionistas nerviosos.
Los bungalows flotantes no impactarán el subsuelo y utilizarán energía solar. será el primer resort verdaderamente sustentable de México. No fue fácil convencerlos, pero gradualmente la visión comenzó a tomar forma.
Varios inversionistas internacionales, atraídos por el enfoque ecológico, decidieron aumentar su participación. En la oficina la transición fue complicada. Algunos empleados me veían como la villana que había derrocado a Javier.
Otros, especialmente mujeres que habían sufrido su actitud machista, me apoyaban discretamente. Tiempo al tiempo, me aconsejó Rodrigo, quien se había convertido en mi mano derecha. La lealtad no se gana con discursos, sino con acciones.
Implementamos nuevos protocolos de transparencia financiera. Cada peso gastado debía ser justificado y documentado. Las reuniones eran grabadas para evitar malentendidos.
Poco a poco estábamos limpiando la empresa. Una tarde, mientras revisaba informes en la que había sido la oficina de don Ricardo, Rodrigo entró con expresión grave. Acaban de llamar del Hospital Ángeles.
Doña Mercedes sufrió un derrame cerebral esta mañana. La noticia me tomó por sorpresa. Es grave.
Bastante. Y hay un problema adicional, añadió Rodrigo. Usted aparece como su contacto de emergencia en documentos médicos antiguos.
Al parecer nunca los actualizó después del divorcio. Yo me quedé atónita. ¿Qué hay de Javier?
Está en proceso legal y tiene prohibido contactar con miembros de la junta directiva, incluida su madre. Me quedé en silencio, procesando la ironía de la situación. La mujer que me había manipulado y despreciado durante años ahora dependía de mí para decisiones médicas.
Iré al hospital, decidí finalmente. Patricia me miró como si hubiera perdido la razón. ¿Por qué te involucrarías?
Después de todo lo que te hizo, no lo hago por ella, respondí. Lo hago por mí. No quiero convertirme en lo que ella fue, alguien que usa a las personas como objetos desechables.
El hospital era un edificio moderno en las lomas. Cuando llegué a la habitación privada, la imagen de doña Mercedes conectada a máquinas, pequeña y frágil en la cama me impactó. La mujer imponente que siempre me había intimidado, parecía ahora una anciana vulnerable.
Señora Valenzuela, me saludó el médico. La paciente está estable, pero ha perdido movilidad en el lado derecho. Necesitamos su autorización para algunos procedimientos.
Firmé los documentos necesarios y me quedé un momento a solas con ella. Aunque inconsciente, su presencia seguía siendo poderosa. "Nunca entenderé por qué me odiaste tanto", murmuré.
"Yo solo quería formar parte de tu familia. " Para mi sorpresa, doña Mercedes abrió los ojos. Elena.
Su voz era apenas audible. No, deberías estar aquí. Soy su contacto de emergencia, expliqué.
Nadie más podía venir. Intentó moverse, pero no pudo. Lágrimas de frustración rodaron por sus mejillas.
Todo arruinado, logró decir. Mi familia destruida. Usted y Javier destruyeron su propia familia con sus acciones.
Respondí con calma. Don Ricardo lo descubrió todo. Se quedó callada un momento, sus ojos fijos en el techo.
Ricardo nunca me perdonó, susurró. por la otra mujer. La revelación me dejó sin palabras.
Don Ricardo también había sido engañado. Construí todo esto para proteger a Javier continuó con dificultad para que nunca pasara lo que yo pasé. Por primera vez vi a doña Mercedes como una mujer herida que había transmitido su dolor a la siguiente generación.
No justificaba sus acciones, pero al menos comenzaba a entenderlas. "Descanse", le dije levantándome para marcharme. "Me aseguraré de que reciba la atención necesaria.
" Cuando estaba en la puerta, su voz débil me detuvo. El cajón izquierdo del escritorio de Ricardo, hay algo para ti. Esa misma noche regresé a la oficina de don Ricardo.
El edificio estaba casi vacío, solo quedaban algunos empleados trabajando horas extra. Abrí el cajón izquierdo de su escritorio y no encontré nada. Estaba a punto de rendirme cuando noté que el fondo sonaba hueco.
Lo presioné y descubrí un compartimento secreto. Dentro había una vieja fotografía mía recibiendo un premio universitario de arquitectura junto a una nota manuscrita. La hija que me hubiera gustado tener.
Las lágrimas nublaron mi vista. Don Ricardo había visto mi valor mucho antes de que yo misma lo reconociera. me había dado las herramientas para recuperar no solo la empresa, sino mi dignidad.
También encontré un pequeño dispositivo USB con una nota adhesiva por si todo lo demás falla. En mi computadora descubrí que contenía grabaciones de conversaciones entre Javier y sus cómplices, discutiendo abiertamente cómo falsificar documentos y sobornar funcionarios. Era la pieza final que necesitábamos para el caso legal.
Al día siguiente entregué el dispositivo a la fiscalía. Semanas después, Javier aceptó un acuerdo de culpabilidad a cambio de una sentencia reducida. La transformación de Grupo Castellanos avanzaba gradualmente.
Implementamos un programa de integridad corporativa y contratamos a varios de mis antiguos colegas de arquitectura sustentable. El proyecto Laguna Azul se convirtió en nuestro buque insignia, un modelo de desarrollo turístico en armonía con la naturaleza. Los inversionistas están impresionados, me informó Rodrigo durante una reunión.
Las acciones han subido un 12% desde que anunciamos el nuevo enfoque. No se trata solo de dinero, respondí. Se trata de cambiar la forma en que hacemos negocios.
Una tarde, mientras supervisaba las obras en Laguna Azul con Tomás, recibí un mensaje de Camila. Gracias por todo. Nicolás y yo estamos bien en Monterrey.
Espero que hayas encontrado la paz que mereces. Adjuntaba una foto de su bebé recién nacido. Sentí una mezcla de emociones.
El dolor del pasado mezclado con cierta satisfacción por cómo habían cambiado las cosas. "Buenas noticias", preguntó Tomás al notar mi expresión. Noticias del pasado", respondí guardando el teléfono.
"Pero ahora estoy enfocada en el futuro. " "Hablando del futuro," sonríó él. Los ingenieros creen que podemos implementar un sistema adicional de filtración natural que reduciría aún más nuestro impacto.
Mientras recorríamos el terreno discutiendo mejoras al proyecto, me di cuenta de cuánto había cambiado en pocos meses. Ya no era la mujer insegura que permitía que otros definieran su valor. Había recuperado no solo una empresa, sino a mí misma.
Esa noche, visitando a doña Mercedes en el centro de rehabilitación donde la habíamos trasladado, la encontré más lúcida. "Has cambiado la empresa", comentó con dificultad. "Para mejor", respondí.
"Ahora es lo que don Ricardo siempre quiso que fuera. " "Él estarías orgulloso, admitió sorprendiéndome. De ti, no de nosotros.
Me quedé observándola. Esta mujer que tanto daño me había causado, la venganza habría sido fácil. Abandonarla, negarle atención médica de calidad.
Pero ese no era mi camino. No hago esto por buscar su aprobación, aclaré. Ni la de don Ricardo.
Lo hago porque es lo correcto. Cuando me levanté para irme, ella tomó mi mano débilmente. Perdón, susurró tan bajo que apenas la escuché.
Por todo no respondí. Algunas heridas eran demasiado profundas para cerrarse con una simple disculpa, pero sentí que algo se liberaba dentro de mí. Saliendo del centro médico, respiré profundamente el aire fresco de la noche.
Mi teléfono sonó. Era Patricia. ¿Cómo fue la visita a la bruja malvada?
Preguntó medio en broma. Reveladora respondí. Cenamos.
Tengo una idea para un nuevo proyecto que quiero discutir contigo. Nunca descansas. Río ella.
Descansé durante 7 años de matrimonio. Contesté. Ahora tengo mucho que recuperar.
Un año había pasado desde aquella tensa junta directiva en la que enfrenté a Javier y doña Mercedes. El sol de la tarde bañaba con luz dorada el complejo ecoturístico Laguna Azul durante su inauguración oficial. Los bungalaus flotantes, diseñados con mis patentes sustentables, se reflejaban perfectamente en las aguas cristalinas del lago.
Es más hermoso de lo que imaginamos, comentó Tomás a mi lado mientras observábamos a los invitados recorrer las instalaciones. Y el impacto ambiental es prácticamente nulo. Valió la pena cada batalla, respondí recordando los obstáculos superados.
La transformación de Grupo Castellanos había sido profunda. Habíamos implementado un código de ética corporativa que se había convertido en referente para otras empresas del sector. Nuestras prácticas transparentes atrajeron nuevos inversionistas internacionales, especialmente aquellos comprometidos con la sustentabilidad.
Entre la multitud distinguía Patricia, quien charlaba animadamente con algunos ejecutivos extranjeros. me sonrió y levantó su copa en un brindis silencioso. Sin ella nada de esto habría sido posible.
Rodrigo se acercó con una tablet en mano. Las primeras reseñas en línea están saliendo. Todos elogian el concepto.
¿Qué hay del estudio de satisfacción de los empleados? , pregunté. 87% de aprobación, respondió con orgullo.
El año pasado apenas llegábamos al 40. Habíamos priorizado crear un ambiente laboral respetuoso y equitativo. Muchas mujeres ocupaban ahora puestos directivos que antes parecían reservados exclusivamente para hombres.
La cultura tóxica que Javier había fomentado quedaba gradualmente en el pasado. Durante el evento, varios periodistas me abordaron para entrevistas. Ya no me incomodaba la atención mediática como antes.
Arquitecta Valenzuela, ¿qué se siente haber transformado completamente la empresa que intentó destruirla? Preguntó una reportera. No vine a destruir ni a vengarme, respondí con calma.
Vine a construir algo mejor. En arquitectura aprendemos que las estructuras más sólidas son las que se adaptan a su entorno en lugar de imponerse sobre él. Apliqué el mismo principio a la empresa.
Mientras recorría el complejo saludando a inversionistas y autoridades. Recordé el largo camino hasta este momento. Javier cumplía una sentencia reducida de 3 años gracias a su acuerdo con la fiscalía.
Según mis fuentes, daba clases de administración a otros reclusos y parecía haber aceptado su situación. Camila y su pequeño Nicolás vivían en Monterrey. Ocasionalmente recibía mensajes suyos con fotos del niño.
Había encontrado trabajo en una agencia de marketing y comenzaba a reconstruir su vida. Nunca seríamos amigas cercanas. Había demasiada historia entre nosotras, pero existía un respeto mutuo basado en experiencias compartidas.
Doña Mercedes había sobrevivido al derrame cerebral, aunque quedó con secuelas permanentes. Vivía ahora en una residencia asistida de lujo en Cuernavaca. La visitaba una vez al mes, no por obligación, sino como parte de mi propio proceso de sanación.
Nuestras conversaciones eran breves y a veces incómodas, pero con el tiempo habíamos alcanzado una especie de tregua silenciosa. Durante uno de esos encuentros me reveló que ella misma había sufrido una traición similar a la mía en su juventud. Don Ricardo había tenido una amante durante años, algo que doña Mercedes descubrió cuando Javier era pequeño.
En lugar de divorciarse, decidió permanecer en el matrimonio y construir un imperio para proteger a su hijo. "Tú pudiste dejarlo," me dijo en una de nuestras últimas conversaciones. Yo no tuve esa libertad.
Comprendí entonces que su desprecio hacia mí tenía raíces en su propia historia. No justificaba sus acciones, pero al menos las entendía mejor. Al caer la noche, la ceremonia formal de inauguración comenzó junto al lago.
Como directora general y principal accionista de Grupo Castellanos, me tocaba dar el discurso de apertura. Hace un año y medio este proyecto estaba destinado a destruir un ecosistema único. Comencé.
Hoy celebramos no solo una nueva propiedad, sino una nueva filosofía empresarial. El desarrollo sostenible no es un obstáculo para la rentabilidad, sino su mayor aliado. Mientras hablaba, mi mirada recorrió las caras de quienes me habían acompañado en este camino.
Rodrigo, quien había arriesgado su carrera por apoyarme. Tomás, cuyo compromiso con el medio ambiente había salvado los humedales. Patricia, mi roca durante los momentos más oscuros.
Este proyecto no es solo mío, continué. Es de todos los que creyeron que era posible hacer las cosas de manera diferente. Al terminar el evento, me alejé un poco del bullicio para contemplar el lago bajo la luz de la luna.
Los sonidos de la fiesta se apagaban en la distancia. "¿Un peso por tus pensamientos? ", preguntó Patricia acercándose con dos copas de champaña.
"Estaba pensando en don Ricardo", confesé. Me pregunto si estaría orgulloso. Lo estaría, afirmó ella entregándome una copa.
Pero lo más importante es si tú estás orgullosa de ti misma, reflexioné sobre la pregunta. El camino había sido difícil. Hubo momentos en que dudé, en que temí convertirme en lo que combatía.
Lo estoy respondí finalmente, no por el éxito del proyecto, sino por no perderme a mí misma en el proceso. Brindamos mientras la luna se reflejaba en el lago. Patricia me contó sobre la fundación Nuevos Horizontes que habíamos establecido para apoyar a jóvenes arquitectas.
Estábamos a punto de otorgar las primeras becas. "Por cierto", añadió con una sonrisa cómplice. "He visto cómo te mira Tomás y cómo lo miras tú a él.
Sentí un ligero rubor. Tomás y yo habíamos desarrollado una cercana amistad profesional durante el proyecto, pero ambos éramos cautos respecto a cruzar esa línea. Es complicado, admití.
Después de todo lo ocurrido, no sé si estoy lista. El corazón sana a su propio ritmo, respondió Patricia. No hay prisa.
Volvimos a la celebración donde Rodrigo organizaba un recorrido nocturno por los senderos iluminados del complejo. Me uní al grupo caminando junto a Tomás, quien explicaba entusiasmado el sistema de iluminación de bajo consumo. Cuando los invitados se marcharon y solo quedaba el equipo principal, nos reunimos alrededor de una fogata en la playa del lago.
"Popongo un brindis", dijo Rodrigo levantando su copa. por Elena, quien nos demostró que la integridad no es negociable. Por Laguna Azul, añadió Tomás, un proyecto que protege en lugar de destruir.
Y por nosotros completé por esta nueva familia que hemos formado, observé a estas personas que se habían convertido en mi círculo de confianza. No compartíamos sangre, pero nos unían valores más profundos, respeto, integridad, un propósito común. Más tarde, caminando sola por la orilla del lago, saqué de mi bolsillo la vieja foto que don Ricardo había guardado, mi rostro joven y esperanzado recibiendo aquel premio universitario.
"Lo logramos", murmuré a la foto como si hablara con él. Una suave brisa movió las aguas del lago. En el reflejo de la luna por un momento, me pareció ver no solo a la mujer fuerte en que me había convertido, sino también a la joven arquitecta que soñaba con cambiar el mundo.
En cierto modo, ambas habían ganado.