Jacobo Greenberg, el visionario que exploró la conexión entre la conciencia y la realidad, dejó un mensaje profundo: lo que percibimos como real no es más que una proyección de nuestra mente, moldeada por creencias y patrones internos. El universo no está separado de nosotros; somos co-creadores de lo que experimentamos. Hoy veremos cómo usar nuestra energía para movernos hacia la realidad que queremos experimentar.
Estás a punto de aprender algo nuevo. Imagina que estás caminando por un sendero rodeado de vastos paisajes, pero hay un muro invisible frente a ti. Puedes sentir la fuerza de lo que hay más allá: tus sueños, tu propósito, esa vida que deseas experimentar.
Sin embargo, algo te detiene; no es un obstáculo físico, no hay cadenas ni barrotes. Lo que te retiene está en tu mente, en esas creencias que has llevado contigo por tanto tiempo, que ahora parecen formar parte de quién eres. ¿Te has preguntado alguna vez qué tan profundas son estas raíces?
Hoy vamos a hablar sobre cómo activar la energía que todos llevamos dentro, pero para eso necesitamos hablar sobre las creencias. Lo cierto es que no necesitas activar tu energía, porque tu energía nunca se apaga; pero sí necesitas eliminar los muros que la contienen. Debemos hablar sobre las creencias, pero no desde un lugar de juicio o lucha, sino desde un lugar de comprensión, porque antes de transformar algo, primero debemos entenderlo.
Las creencias son los cimientos invisibles de nuestra experiencia, los planos que dictan cómo percibimos y vivimos el mundo. Pero aquí está el detalle: toda creencia, sin importar cuán positiva o negativa parezca, limita tu percepción. ¿Cómo puede ser esto posible?
Para entenderlo, imagina una caja. Cada vez que adoptas una creencia, es como si construyera una pared en torno a tu mente, delimitando lo que consideras posible o imposible. Si crees que el éxito solo llega a través del esfuerzo extremo, entonces te encierras en un mundo donde solo a través del agotamiento puedes prosperar.
Si crees que todas las oportunidades están fuera de tu alcance, tu vida se configura para confirmar esa perspectiva. Así funciona la mente: proyecta hacia afuera lo que sostienes dentro. Pero aquí no se trata de demonizar las creencias; es natural y humano tenerlas.
Son estructuras que nos dan una sensación de estabilidad y que nos permiten navegar por un mundo caótico. El problema no es estar en una caja; el problema es estar en la caja equivocada. Cuando nuestras creencias no están alineadas con lo que realmente deseamos, esa misma estabilidad puede convertirse en estancamiento.
Veamos esto desde otra perspectiva: las creencias no son simplemente pensamientos al azar; son pensamientos que se han repetido tantas veces y con tal carga emocional que se han grabado en nuestro subconsciente, este último, que es el verdadero arquitecto de nuestra realidad, las toma como verdades absolutas. No cuestiona, no razona; simplemente ejecuta. Y así, lo que creemos se manifiesta como nuestra experiencia.
Por ejemplo, si alguna vez te has dicho "no soy suficiente" o "todo lo malo me pasa a mí", esas palabras, cargadas de emociones como el miedo o la duda, se imprimen en el subconsciente. Con el tiempo, ese programa interno comienza a moldear las circunstancias que confirman esa percepción. Entonces, no es que el mundo te esté diciendo que no eres suficiente, sino que tu propia mente ha construido un filtro que selecciona solo las experiencias que refuerzan esa creencia.
Esto es algo que vale la pena repetir: tu propia mente construye un filtro que selecciona solo las experiencias que refuerzan esa creencia. Esto es básicamente lo que se conoce como sesgo de confirmación. Lo interesante es que esta dinámica no distingue entre creencias consideradas positivas o negativas.
Toda creencia, por su propia naturaleza, nos limita. Si aceptas algo como cierto y decides creer en eso, automáticamente estarás aceptando lo opuesto como falso. Piénsalo por un momento: el mundo entero está dividido en base a sus creencias.
Todos creen tener razón y defienden sus verdades. Pero si lo observas desde una perspectiva elevada, te darás cuenta de que absolutamente todo lo que defienden son creencias. Se sienten reales, pero no dejan de ser creencias, las cajas que limitan su energía.
En este punto, quizás estés pensando que para liberar nuestra energía debemos escapar de estas cajas, elevarnos y escapar de la dualidad. Pero eso solo serían palabras bonitas. Lo cierto es que, hagas lo que hagas, siempre estarás en una caja y siempre estarás limitado en cierta forma.
Nadie escapa de esto. Si te consideras un elegido, estás en una caja; si te consideras un despierto, estás en otra caja. Cualquier palabra que uses para definirte te encierra en una caja.
Pero esto no es nada negativo. La clave está en elegir aquellas cajas que nos limitan hacia la dirección que deseamos. Si inevitablemente vamos a vivir dentro de una caja, al menos que sea una que refleje nuestros sueños y aspiraciones más elevados.
Despertar no significa escapar de las cajas; significa escoger la caja más conveniente. Aquellos que realmente han despertado saben el poder que tiene decidir creer en algo. Aceptarla una creencia es donde surge una pregunta esencial: ¿Cómo se crean las creencias?
Todo comienza con un pensamiento, pero no cualquier pensamiento. Para convertirse en creencia, ese pensamiento necesita repetirse y estar impregnado de emoción. Las emociones son el lenguaje del subconsciente y el subconsciente, a su vez, es el puente entre tu mente y la realidad que experimentas.
Es como un terreno fértil que da vida a las semillas que decides plantar. Por eso, si una creencia como "el dinero es malo" se planta con emociones de miedo o frustración, el subconsciente tomará esa semilla y producirá una realidad donde el dinero se asocia con experiencias negativas. Al comprender esto, podemos empezar a ver nuestras creencias desde una perspectiva más objetiva.
En lugar de decir "esta creencia es mala" o "buena", podemos preguntarnos: "¿Esta creencia me acerca o me aleja de mi propósito? " Es una pregunta. Simple, pero profundamente transformadora, nos permite convertirnos en observadores conscientes de nuestros propios pensamientos y tomar las riendas de nuestra narrativa interna.
La realidad es que no hay una verdad absoluta; lo que consideramos verdad es simplemente lo que nuestro subconsciente ha aceptado como tal. Por eso, muchas veces nos encontramos atrapados en patrones de vida que parecen inevitables, pero no lo son. Solo son manifestaciones de las ideas que hemos sostenido como ciertas.
Y lo más poderoso es que, al cambiar estas ideas, cambiamos el mundo que proyectamos. Esto nos lleva de nuevo al muro invisible. Ese muro no es real; no tiene forma ni sustancia, pero existe porque tus creencias lo sostienen.
Lo que puedes hacer es observar ese muro con valentía y curiosidad. No se trata de destruirlo con fuerza, sino de preguntarte qué creencia lo mantiene en pie. Una vez que identifiques esa creencia, tienes el poder de reconfigurar, de elegir conscientemente una que construya puentes hacia lo que deseas en lugar de levantar barreras.
Esto se dice fácil, pero lo cierto es que no lo es tanto, ya que inevitablemente te encontrarás con una piedra enorme en el camino: tu ego. Nuestro viaje hacia la comprensión de las creencias no estaría completo sin explorar la relación que estas tienen con el ego. Hay que mencionar que el ego, esa parte de nosotros que se identifica con el "yo", no es ni bueno ni malo; simplemente es una herramienta, es el vehículo que utilizamos para movernos a través de la experiencia humana.
Pero, como cualquier herramienta, su utilidad depende de cómo lo manejemos. Imagina que el ego es un automóvil; si sabes cómo usarlo, puedes llegar a destinos sorprendentes, pero si lo dejas sin control, puede llevarte a lugares que nunca deseaste visitar. El problema surge cuando dejamos que el ego tome el mando absoluto.
Este "yo" tiende a operar desde una perspectiva limitada, enfocándose en lo tangible, lo "in", lo seguro. Es por eso que las creencias creadas desde el ego suelen estar impregnadas de miedo y escasez: "no soy suficiente", "nunca lo lograré", "no puedo confiar en nadie". Estas frases son expresiones típicas del ego que busca protegernos al mantenernos en un terreno conocido, aunque ese terreno esté lleno de insatisfacción.
Pero aquí está la paradoja: mientras más intentamos protegernos desde el ego, más nos alejamos de nuestra esencia divina, esa parte de nosotros que es ilimitada y está conectada con el flujo infinito del universo. Para trascender estas limitaciones, no necesitamos ni debemos destruir el ego; la idea de matar al ego es en sí misma un acto de resistencia nacido del propio ego. El camino no es destruir, sino integrar, reconocer que el ego tiene su propósito, pero que no debe ser el único conductor de nuestra vida.
Al reconocer esto, podemos empezar a soltar el control y permitir que nuestra parte divina, el Dios dentro de nosotros, tome las riendas cuando se trata de manifestar nuestras realidades más elevadas. Cuando hablamos de Dios, hablamos de la energía divina que lo abarca todo, y es aquí donde surge un desafío esencial: identificar cuáles de nuestras creencias actuales están alineadas con nuestra esencia divina y cuáles provienen del miedo o de una percepción distorsionada de nuestra realidad. Este proceso requiere un nivel profundo de honestidad y autoobservación, porque muchas de nuestras creencias no se presentan como tales; se esconden detrás de lo que llamamos verdades.
Pero recuerda, toda verdad es simplemente una idea que hemos decidido aceptar, una caja y punto. Todos tenemos el poder de elegir en cada momento en qué creer. Este poder es el regalo más grande que nos ha sido dado, porque nos permite crear nuestra experiencia.
Y si has llegado hasta aquí, te pediré que comentes: "Tengo el poder de elegir". Esta frase no es para que la tengas presente en los momentos difíciles; es para que la tengas presente desde ahora mismo. Por ejemplo, si tus creencias te mantienen atrapado en la caja de la escasez, el trabajo duro o el sacrificio, recuerda que puedes elegir otra caja.
Tienes el poder y la libertad de hacerlo. Cuando lo hagas, las otras personas intentarán opacarte; el que trabaja duro te llamará vago, el que se sacrifica te llamará despreocupado, etcétera. No debes sentirte mal por esto.
Ellos son energía estancada; tú eres energía en movimiento. Es imposible que te entiendan desde su nivel de conciencia. Siempre avanza, siempre mantente en movimiento.
Dentro de ti resides una fuerza infinita, una chispa de divinidad que trasciende las limitaciones de tu mente consciente y del ego. Esa fuerza es la verdadera fuente de toda creación. Sin embargo, para conectar con ella, debes aprender a soltar el control, a dejar de lado la idea de que eres tú, desde tu limitado entendimiento, quién debe cargar con todo el peso de manifestar tus sueños.
Si intentas nadar contra la corriente en un río, agotas tus fuerzas y te sientes atrapado; pero si decides dejarte llevar por el flujo natural del agua, avanzas con facilidad y comienzas a notar que el río te lleva exactamente donde necesitas estar. Así es como funciona la conexión con la energía divina: cuando sueltas la necesidad de controlar cada detalle, permites que esa fuerza fluya a través de ti y cree la realidad que realmente deseas. La clave está en confiar, y no me refiero a una confianza superficial, sino a una confianza profunda, arraigada en el conocimiento de que esta fuerza divina no solo tiene el poder de manifestar tus sueños, sino que también conoce el mejor camino para hacerlo.
A menudo nos aferramos al cómo; pensamos que debemos planear cada paso, anticipar cada obstáculo, prever cada resultado. Pero esta necesidad de control viene del ego, que opera desde el miedo y la inseguridad. Cuando sueltas el cómo y te centras en el qué, es decir, en lo que realmente deseas, permites que la energía divina tome las riendas y abra puertas que ni siquiera.
¿Sabías que existían? Debes dejar que la energía fluya. El trabajo no es forzoso; no se trata de luchar contra tus creencias ni de arreglar tu vida desde un lugar de carencia.
Se trata de permitir, de dejar que el flujo divino te guíe, confiando en que todo lo que necesitas ya está dentro de ti. Porque, al final, no eres tú quien lleva a cabo el trabajo más pesado; es la energía divina dentro de ti. Es esa chispa infinita de potencialidad quien manifiesta tu realidad a través de ti.
Tu única tarea es alinearte, ajustar tus creencias y actuar desde un lugar de confianza y conexión. Tu energía no necesita ser activada; necesita ser liberada. Identifica la caja que mejor se alinee con tu propósito y permite que tu energía se traslade hacia ella, paso a paso.
Cree solo en aquello que te beneficie, porque tu vida no es más que el resultado de tus creencias. Como siempre, me despido con un fuerte abrazo en nombre de todo el equipo. Muchas gracias por darnos tu compañía un día más.
Nos vemos pronto, mantente despierto.