Mi nombre es Nolan, exagente de la CIA. A lo largo de mi carrera, me forjé una reputación que solo se alcanza con un historial impecable de misiones cumplidas y decisiones frías y calculadas. La vida me llevó a dejar atrás cualquier atisbo de humanidad y convertir las órdenes en mi único propósito.
Mis días de gloria quedaron en el pasado y ahora solo soy un hombre solitario con reconocimientos que no llenan el vacío que dejé crecer. Era la noche del 25 de agosto de 1974. Recuerdo esa fecha con una precisión aterradora porque fue cuando recibí la llamada que cambiaría todo.
El reloj marcaba las 2:45 a. m. cuando el teléfono en mi habitación rompió el silencio con un estridente timbre.
Contesté sin pensar, como un reflejo de tantos años de entrenamiento. "Nolan, necesitas presentarte en las oficinas de la CIA inmediatamente. Es una cuestión de máxima urgencia", dijo una voz autoritaria al otro lado de la línea.
Sin hacer preguntas, colgué y me preparé. La rutina de vestirme y armarme era casi automática. En menos de 15 minutos estaba listo y saliendo de mi casa.
Un par de agentes me escoltaron hasta las instalaciones de la CIA. La tensión en el aire era palpable y el silencio en el vehículo solo aumentaba mi curiosidad y preocupación. Al llegar, me condujeron directamente a la oficina del director.
El hombre detrás del escritorio me observó con una mirada que mezclaba urgencia y gravedad. Sin perder tiempo, me entregó un expediente voluminoso. "Nolan, esto es lo que sabemos hasta ahora", dijo, señalando el expediente.
Lo abrí y empecé a leer. El informe detallaba eventos que parecían sacados de una novela de ciencia ficción. A la 1:36 a.
m. de ese mismo día, los radares aéreos habían detectado un objeto volador no identificado. Tras varios intentos fallidos de comunicación, el objeto desapareció del radar a la 1:41 a.
m. , solo para reaparecer 6 minutos después. Un piloto que venía del paso de Ciudad de México había emitido un pedido de Mayday tras describir cómo un objeto en forma de plato impactó su ala derecha, haciendo que perdiera el control de su avioneta.
El avión terminó estrellándose del lado mexicano y la comunicación se cortó abruptamente. La situación se volvió aún más alarmante cuando F-111 fueron enviados a interceptar el objeto. Las transcripciones de las conversaciones entre los pilotos y el control de misión eran escalofriantes.
Los pilotos describían maniobras imposibles del OVNI, su velocidad increíble y los impactos directos que sufrieron. "Control de misión, alerta a todos los pilotos. Se ha detectado un objeto no identificado en el cuadrante Sulu 3.
Procedan con cautela". "Eagle, aquí Eagle, acercándome al objetivo desde el este". "Maverick, Maverick, en posición, visualizando.
Parece ser rápido y errático". "Falcon, Falcon, aquí me uno desde el norte, intentando flanquear". "Wolf, este es Wolf, viniendo desde el sur para apoyar a Falcon".
"Spartan, Spartan, al mando desde el oeste, cerrando el cerco. Mantengamos la formación y procedamos con cuidado". La descripción de los eventos era clara: el OVNI realizaba maniobras evasivas y ofensivas con una precisión letal.
Uno a uno, los pilotos reportaban fallos en sus sistemas y pérdida de control. Finalmente, Spartan decidió realizar una maniobra kamikaze, sacrificándose en un intento desesperado por detener al objeto. "Spartan, esto es Spartan, soy el último operativo.
No hay otra opción. Voy a intentar una maniobra kamikaze. Es ahora o nunca".
"Control de misión, Spartan, reconsidera. Hay otros medios". "Spartan, no hay tiempo.
Es nuestra única chance". "Spartan, procediendo con la maniobra final. Que Dios nos ayude.
Adiós". El impacto final ocurrió cerca de la frontera del lado mexicano. El avión de Spartan y el OVNI, y ahora el caso estaba en mis manos.
El director me miró fijamente. "Nolan, la situación es crítica. Necesitamos que recuperes el objeto y descubras qué está pasando.
Esta misión es de máxima prioridad y confidencialidad". Asentí, consciente de la magnitud de la tarea que tenía por delante. Las sombras de la noche aún cubrían la ciudad mientras salía de la oficina del director, pero el peso de la misión ya empezaba a caer sobre mis hombros.
Salí de la oficina del director con el expediente bajo el brazo, sintiendo el peso de la responsabilidad. La frase "ya sabes qué hacer" resonaba en mi mente, cargada de una expectativa clara. No podía haber margen de error.
Antes de poder actuar, la CIA debía seguir el protocolo diplomático. Miembros de la agencia esperaban que el secretario de defensa obtuviera el permiso del gobierno mexicano para realizar la extracción del avión y del objeto desconocido. Las horas pasaron con una tensión creciente hasta que finalmente llegó la respuesta.
El permiso fue negado por los altos mandos mexicanos. Aceptaron devolver el F-111 sin difundir la información, pero insistieron en que ellos se encargarían del objeto desconocido. El director de la Agencia Central de Inteligencia, visiblemente frustrado por la negativa, me miró fijamente.
Sabía lo que eso significaba. "Nolan, ya sabes qué hacer", dijo con firmeza. Asentí, respondiendo con la misma convicción.
"Considérelo hecho". Mi primer objetivo era reclutar al mejor equipo posible; no podía permitirme llevar a cualquier grupo de agentes. Necesitaba a los más capacitados.
Me dirigí al centro de operaciones especiales, donde el equipo SEALs de élite se encontraba en entrenamiento. A pesar de la hora, sabía que siempre estaban listos para cualquier misión. "Comandante, necesito a los mejores hombres disponibles ahora", dije con firmeza.
El comandante, un veterano con ojos fríos y calculadores, asintió y comenzó a reunir a los agentes. En pocos minutos tenía frente a mí a un grupo de hombres que encarnaban la eficiencia y la letalidad. Les expliqué la misión brevemente, sin entrar en detalles que no fueran necesarios para evitar especulaciones que pudieran distraerlos.
"Nos infiltraremos en territorio mexicano para recuperar un objeto de máxima importancia. La operación debe ser precisa y rápida; no podemos permitirnos errores", les dije, mirando a cada uno. Ojos, los agentes asintieron, la seriedad en sus rostros reflejando la comprensión de la gravedad de la misión.
Pasamos a la planificación inmediata; nos reunimos en una sala de briefing donde desplegamos nuestro objetivo. Está en movimiento, un convoy lo transporta hacia una ubicación desconocida. Interceptaremos el convoy en este punto, señalé en el mapa.
Dividiremos el equipo en dos grupos: uno para la intercepción y otro para la extracción. La comunicación constante será crucial; debemos estar preparados para enfrentamientos hostiles. Cada miembro del equipo tenía una tarea específica; la coordinación sería esencial para evitar bajas y asegurar el éxito de la misión.
La tensión era palpable, pero también lo era la determinación; sabíamos que no había espacio para la duda. Antes de partir, revisé el equipo personalmente: armas, municiones, dispositivos de comunicación y equipos médicos. No podía permitirme dejar nada al azar.
Los agentes SEAL eran expertos, pero incluso los mejores necesitan estar preparados para cualquier eventualidad. Nos dirigimos al punto de despegue donde un helicóptero nos esperaba. La oscuridad de la noche nos envolvía mientras abordamos; el sonido de los rotores llenaba el aire y el helicóptero despegó, dirigiéndose hacia la frontera mexicana.
El viaje fue silencioso; cada uno de nosotros estaba perdido en sus propios pensamientos, conscientes de la misión que teníamos por delante. La tensión en el equipo era tangible, pero también lo era la confianza en nuestras habilidades. Habíamos entrenado para esto y estábamos listos.
A medida que nos acercábamos a la frontera, el paisaje se volvía más inóspito. Las luces de la ciudad quedaron atrás, reemplazadas por la oscuridad del desierto. El helicóptero aterrizó en un claro cerca de la frontera.
La noche seguía siendo nuestra aliada y aprovechamos la oscuridad para movernos sin ser detectados. Nos dirigimos a una zona segura donde teníamos un vehículo esperando. Desde allí, la nave desconocida.
Manténganse alerta y sigan las instrucciones al pie de la letra, no podemos permitirnos errores, les recordé a los agentes mientras revisé el equipo por última vez. Usamos dispositivos de rastreo avanzados y datos de inteligencia para localizar el convoy. La espera era tensa, cada minuto parecía una eternidad mientras nos manteníamos en contacto constante con nuestros informantes.
Finalmente, a través de las coordenadas proporcionadas, detectamos el convoy moviéndose a través de una carretera secundaria, protegido por vehículos blindados. "Objetivo avistado", informó uno de los agentes, observando a través de binoculares de visión nocturna. "Perfecto, prepáren la emboscada", ordené, señalando los puntos estratégicos en el mapa que habíamos memorizado.
Nos dividimos en dos grupos, posicionándonos en ambos lados de la carretera. El convoy se acercaba y cada uno de nosotros sostenía su posición con una mezcla de adrenalina y calma calculada. El ruido de los motores rompía el silencio de la noche y, en el momento exacto, dimos el primer paso.
"¡Ahora! ", grité y el equipo actuó en perfecta sincronía. Las explosiones controladas sacudieron la carretera, deteniendo al convoy en seco.
Los vehículos se detuvieron bruscamente y los soldados mexicanos comenzaron a responder con una rapidez admirable. El fuego cruzado estalló en segundos y la oscuridad se llenó de destellos de balas y explosiones. "¡Cúbranse!
", ordené mientras nos movíamos con precisión, disparando y avanzando con cautela. El primer enfrentamiento fue brutal; las balas volaban en todas direcciones y el estruendo de las armas resonaba en el desierto. Pude ver a mis compañeros moverse con la eficacia letal por la que eran conocidos, pero los soldados mexicanos no se quedaban atrás.
La lucha era feroz y cada metro ganado se pagaba caro. En medio del caos, uno de mis mejores hombres, Johnson, fue alcanzado; un disparo le atravesó el costado y cayó al suelo con un grito de dolor. Mi corazón se detuvo un instante, pero no había tiempo para dudar.
Me lancé hacia él, arrastrándolo a una cobertura mientras intentaba detener la hemorragia con un torniquete improvisado. "Aguanta, Johnson", le dije, presionando la herida mientras él luchaba por mantenerse consciente. El humo y el polvo levantados por el feroz enfrentamiento entre los bandos hacían difícil ver claramente a nuestro alrededor.
En medio de esa confusión, no me percaté de que un soldado enemigo se había acercado por la retaguardia. Escuché un clic seco y giré la cabeza para ver al soldado intentando gatillar su arma, pero el cargador ya estaba sin balas. Mi arma estaba en el suelo; había bajado mi guardia al atender a Johnson.
El enemigo aprovechó la oportunidad y me impactó con una patada en el pecho, haciéndome caer hacia atrás y dándole tiempo para cargar su arma. Sin mucha demora, me abalancé sobre él, impulsado por la adrenalina; le encajé un cuchillazo en la pierna, dejándolo herido. El enemigo, aunque alterado y herido, sacó su propio cuchillo y comenzó una batalla cuerpo a cuerpo.
El combate fue intenso; mis sentidos se agudizaron mientras esquivaba y atacaba con precisión. Estaba fresco, con gran fuerza y agilidad, y no le di oportunidad al enemigo de recuperarse. Con un movimiento rápido y decidido, le encajé el cuchillo en el pecho.
El soldado cayó al suelo, su cuerpo convulsionando antes de quedar inmóvil. Mientras el combate continuaba a nuestro alrededor, mis compañeros, con una frialdad letal, terminaron en un parpadeo con la vida de los que escoltaban la nave. Me tomé un momento para respirar, sabiendo que el precio había sido alto.
Johnson seguía luchando por su vida y la gravedad de su herida era evidente; sabía que necesitaba atención médica urgente y esperábamos que nuestro equipo de evacuación estuviera listo. "Convoy asegurado", informó uno de los agentes mientras otros comenzaban a inspeccionar los vehículos. Nos dirigimos al vehículo que transportaba la nave desconocida.
La tensión no había desaparecido, pero al menos habíamos superado la primera prueba. El verdadero desafío estaba por comenzar y sabíamos que no podíamos bajar la guardia ni un segundo. Me acerqué al soldado moribundo, notando que no llevaba el uniforme del ejército mexicano.
Le pregunté: "¿Por qué están interesados en ese objeto? ¿Por qué tanto interés en. .
. ? " "Esta nave", dije con el cuchillo aún goteando sangre.
El soldado, con la respiración entrecortada, respondió con voz débil: "Lo llevábamos a Teotihuacán, donde está la pirámide del sol. Esas criaturas que tripulaban la nave eran nuestros dioses en el pasado. La pirámide debía ser su lugar de descanso final.
" Escupió sangre y dio su último respiro, dejando una sensación de inquietud y misterio en el aire. Sabía que esa información cambiaba todo y que el verdadero significado de nuestra misión apenas comenzaba a revelarse. Mientras el resto del equipo aseguraba el convoy y revisaba la nave, mis pensamientos giraban en torno a lo que el soldado moribundo había revelado: dioses antiguos, la pirámide del sol.
La misión, ya de por sí complicada, acababa de adquirir una nueva dimensión. Sabía que no podíamos perder más tiempo; teníamos que llevar esa nave a la base secreta y descubrir qué estaba pasando realmente. El verdadero desafío estaba por comenzar, y aunque habíamos superado la primera prueba, las palabras del soldado moribundo resonaban en mi mente, añadiendo una capa de misterio y peligro a nuestra misión.
Con el convoy asegurado y el enfrentamiento finalizado, el equipo se reunió alrededor del vehículo que transportaba la nave alienígena. La atmósfera era tensa, cargada de anticipación y ansiedad. Sabíamos que lo que íbamos a encontrar dentro podía cambiar todo lo que creíamos saber.
"Abramos esto con cuidado; quiero que todos estén en alerta máxima", ordené. Mientras nos acercábamos al contenedor blindado que ocultaba la nave, usamos herramientas especiales para cortar las cerraduras y abrir las compuertas del vehículo. Una vez abiertas, la nave quedó expuesta ante nosotros: un objeto metálico con una forma aerodinámica y siniestra.
La superficie reflejaba la luz de nuestras linternas, creando sombras que se movían como criaturas vivientes. Me acerqué a la entrada de la nave con cautela, seguido de cerca por algunos de mis hombres. La puerta de la nave se abrió con un siseo, liberando un aire estancado que olía a ozono y metal.
Di un paso adelante, y lo que vi dentro me dejó sin aliento. En el interior encontramos cuerpos. No eran humanos; eran seres de una apariencia majestuosa y aterradora.
Llevaban túnicas ricamente decoradas con símbolos que no pude reconocer de inmediato. Sus rostros eran una mezcla inquietante de rasgos humanos y animales, con características que recordaban a jaguares. Sus ojos eran grandes y luminosos, y colmillos afilados sobresalían de sus bocas.
"Dios mío", murmuró uno de mis hombres, incapaz de apartar la mirada. Nos acercamos más, inspeccionando los cuerpos con cuidado. A pesar de estar destrozados, sus vestimentas y accesorios estaban increíblemente bien conservados.
Llevaban tocados elaborados con plumas de colores vivos, y en sus manos sostenían cetros adornados con piedras preciosas. Era como si hubiéramos encontrado a los antiguos dioses de los aztecas y mayas, congelados en el tiempo. El impacto emocional fue profundo.
Cada uno de nosotros estaba atrapado entre el asombro y el temor. La realidad de nuestra misión había cambiado de forma drástica. Estas criaturas no eran solo alienígenas; eran seres que alguna vez fueron venerados como deidades por las antiguas civilizaciones de México.
"Esto es increíble", dije, intentando procesar lo que estaba viendo. "Parece los dioses jaguares de los aztecas y mayas. Sus vestimentas, los tocados.
. . ¿Qué significa esto?
" Nolan preguntó, su voz temblando ligeramente. "No lo sé, pero está claro que lo que llevamos aquí es mucho más que una simple nave alienígena. Esto podría reescribir la historia de la humanidad".
El paralelismo con los dioses antiguos era innegable. La majestuosidad de su apariencia, combinada con la tecnología avanzada de la nave, sugería que estas criaturas podrían haber influido en las culturas mesoamericanas de maneras que ni siquiera habíamos imaginado. Nos tomamos un momento para asimilar todo, sabiendo que cada detalle sería crucial para entender la verdadera naturaleza de lo que habíamos encontrado.
Las preguntas se agolpaban en mi mente: ¿Eran estos seres realmente los dioses antiguos o simplemente habían sido confundidos con ellos por las civilizaciones antiguas? El hallazgo en el interior de la nave había dejado a mi equipo y a mí en un estado de asombro y temor reverencial. Sabíamos que lo que teníamos entre manos era más que una simple nave alienígena; era un vínculo con el pasado de la humanidad.
Pero no había tiempo para contemplaciones prolongadas. "Reagrúpense", ordené, tratando de mantener la calma y el enfoque. El equipo se reunió rápidamente, cada uno procesando lo que habíamos visto a su manera.
A pesar del asombro, la eficiencia y el profesionalismo prevalecieron. Nos aseguramos de que la nave estuviera adecuadamente asegurada para su transporte. Mientras tanto, preparamos un área para rendir homenaje a Johnson, quien había dado su vida en esta misión.
Nos reunimos alrededor de su cuerpo, cubierto con la bandera de los Estados. "Había sido un buen hombre y un soldado ejemplar. Su sacrificio no sería olvidado.
Johnson dio su vida para que esta misión pudiera continuar. No podemos permitir que su sacrificio sea en vano. Llevaremos esta nave a la base y descubriremos la verdad, por él y por todos los que dieron su vida en el cumplimiento del deber", dije con voz firme mientras el equipo asentía solemnemente.
Después del breve pero emotivo homenaje, nos enfocamos en la logística. La nave fue asegurada en un remolque especialmente adaptado para su transporte. Nos aseguramos de que estuviera completamente cubierta para evitar cualquier tipo de detección o interferencia durante el viaje.
"Todo listo, jefe", informó uno de los agentes. "Bien, movámonos. No podemos permitirnos ningún retraso", respondí.
El convoy comenzó su viaje hacia el desierto de Nevada, donde una base secreta nos esperaba. La travesía fue larga y llena de tensión. Cada uno de nosotros sabía que llevábamos algo monumental; algo que podría cambiar el curso de la historia.
Durante el viaje, mis pensamientos volvieron al soldado moribundo que había revelado la conexión con Teotihuacán y los dioses antiguos. Las implicaciones de sus palabras eran profundas. ¿Qué significado tenían realmente estas criaturas para las antiguas civilizaciones?
¿Y qué implicaba para nosotros, en el presente? La carretera se extendía interminable bajo el cielo nocturno, y el silencio en el vehículo solo amplificaba mis reflexiones. Mis compañeros estaban igualmente inmersos en sus pensamientos; sabíamos que estábamos transportando algo que no solo era un misterio científico, sino también un enigma cultural e histórico.
La luz del amanecer se filtraba a través de las montañas cuando finalmente llegamos a la base secreta en el desierto de Nevada. La instalación, rodeada de vallas electrificadas y con torres de vigilancia en cada esquina, emanaba una sensación de misterio y seguridad. Nos recibieron con una combinación de asombro y respeto, conscientes de la magnitud de lo que habíamos traído.
El convoy se detuvo, y los portones de la base se abrieron lentamente, permitiéndonos ingresar. Los científicos y agentes de seguridad, vestidos con trajes de protección y equipo de análisis, se apresuraron hacia nosotros, preparados para la transferencia. "Anunció uno de los líderes del equipo de recepción.
Procedan con cuidado. Lo que llevamos aquí es más que una simple nave", les advertí mientras supervisaba el proceso. El cargamento fue transferido meticulosamente; la nave, aún cubierta y asegurada, fue llevada a una instalación subterránea especialmente diseñada para investigaciones de alto secreto.
Observé cómo los equipos de científicos comenzaban a trabajar de inmediato, documentando cada detalle y preparando los análisis necesarios. Los cuerpos de las criaturas, con sus majestuosas vestimentas y características aterradoras, también fueron trasladados con el mayor cuidado. Sabía que lo que estaba dentro de esa nave podría revolucionar nuestra comprensión de la historia y de nuestro lugar en el universo.
Los científicos murmuraban entre ellos, examinando los cuerpos con una mezcla de reverencia y temor. Con la nave y las criaturas seguras en la base, mi equipo y yo finalmente pudimos relajarnos un poco. La adrenalina de la misión comenzaba a desvanecerse, dejando lugar a una profunda reflexión.
"Buen trabajo, equipo. Lo que logramos hoy es monumental. Ahora es momento de dejar que los científicos hagan su parte", les dije, sabiendo que cada uno de nosotros llevaba consigo el peso de lo que habíamos presenciado.
Me dirigí a una de las salas de descanso, necesitando un momento para procesar todo. Mientras me sumía en mis pensamientos, el director de la CIA entró en la sala. Su presencia era imponente, y sus ojos reflejaban tanto orgullo como preocupación.
"¡Nolan, lo lograste! Sabíamos que esta misión requería de alguien con tu habilidad y determinación", dijo, extendiendo su mano para felicitarme. "Gracias, señor, pero esto es solo el comienzo.
Lo que encontramos plantea más preguntas de las que responde", respondí, estrechando su mano firmemente. "Lo sé, y es por eso que tu trabajo aquí aún no ha terminado. Pero antes de continuar, el gobierno quiere agradecerte personalmente por tus servicios.
Tu país te debe mucho, Nolan. " El director me entregó una medalla, símbolo de reconocimiento por el éxito de la misión. Sentí una mezcla de orgullo y responsabilidad mientras la aceptaba.
Sabía que esta misión había cambiado mi vida para siempre y que lo que habíamos descubierto era solo el comienzo de una búsqueda mucho más profunda. "Hiciste un trabajo increíble, Nolan. Estamos orgullosos de ti y de tu equipo.
Descansa un poco, porque lo que viene no será fácil, pero sé que estarás a la altura del desafío", dijo el director, dándome una palmada en el hombro antes de salir de la sala.