Con su maquillaje exagerado y sus ropas extravagantes, para algunos son la personificación misma de la diversión; para otros, fuente de inquietud y ¡hasta terroooor! Lo cierto es que los payasos forman parte importante de las culturas del mundo. ¿Por qué nos gustan y nos asustan?
¿Cumplen una función en la sociedad? ¿Qué tipos existen? Y, sobre todo.
. ¿De dónde salieron los payasos? Aunque los payasos actuales, con ese aspecto tan característico, son bastante modernos, la profesión de “hacer reír” con su forma de actuar es tremendamente antigua.
Se tiene registro de que en el Egipto del año 2500 antes de nuestra era existían los “dangas”, que e ran como bufones pigmeos que, además de hacer reír a los cortesanos tenían un papel importante en los rituales religiosos. En el teatro griego había personajes cómicos que con ademanes exagerados satirizaban la política y a la sociedad. Y los romanos siguieron esa tradición con mimos que, lejos de quedarse callados, actuaban en los festivales y los mercados imitando y burlándose de personajes famosos.
En China las cortes también tenían bufones a los que se les permitía ser irrespetuosos y críticos con la autoridad y en la India los Vidushaka eran el alivio cómico en los dramas que daban sabios consejos disfrazados de bromas y con buen humor. En las naciones nativas de América del Norte existen una especie de “payasos sagrados”, como los Koshare de la nación Hopi o los O Heyokas de los Sioux que actúan para aliviar tensiones y participan de los rituales: para que puedan ejercer su labor su identidad debe permanecer oculta. Algunos rasgos del payaso moderno empiezan a reconocer en los bufones medievales a los que se les permitía decir verdades incómodas usando el humor.
Los Enfants sans Souci, o “niños sin preocupaciones” eran una sociedad de actores que se adornaban con cascabeles y marchaban en procesiones cómicas y presentaban farsas en las plazas públicas. Algunos bufones famosos fueron Will Sommers, que era un “tonto natural”, o sea que tenía discapacidad intelectual y le alegraba la vida a Enrique VIII de Inglaterra; o Richard Tarlton “el payaso favorito de la Reina Isabel”. Un fenómeno importante fue un tipo de teatro popular nacido en Italia en el Siglo Dieciséis: la “Comedia del arte”, descendiente del teatro romano donde los papeles cómicos eran “tontos rústicos”: el payaso romano era el “fossor”, literalmente un cavador, trabajador del campo.
En la comedia del arte, un grupo de personajes, principalmente criados y sirvientes, desarrollaban graciosos enredos amorosos. Entre ellos estaban Arlequino, un pícaro cuyo traje originalmente era de remiendos y que evolucionó hasta el arlequín de rombos coloridos; Polichinela caracterizado por su traje blanco, su astucia y su propensión a apalear y ser apaleado y Pedrolino o Pierrot, el sirviente de rostro blanco y final triste. También de Italia proviene la palabra “Payaso”: pagliaccio hace referencia a algo relleno de paja, porque quizá antiguamente así se rellenaban los trajes de los actores.
Pero el primer payaso moderno, con su maquillaje exagerado, extravagante indumentaria y colorido peinado, lo creó el británico Joseph Grimaldi al empezar el Siglo Diecinueve. En ese entonces había un género teatral, derivado de la comedia del arte, llamado “arlequinada”. Grimaldi le dio más fuerza a los personajes cómicos y también fue él quien le dio mucha importancia a la comedia física: sus actuaciones estaban llenas de acrobacias, caídas y golpes.
Fue tan popular que su personaje Joey fue imitado por muchos otros comediantes e incluso el término “joey” se empezó a usar como sinónimo de “payaso”. Desgraciadamente sus proezas físicas eran tan extremas que su físico se deterioró y no pudo seguir actuando. ¿Cómo llegaron los payasos a los circos?
Originalmente su función era llenar los espacios entre los actos de proezas atléticas o de animales entrenados, pero poco a poco se fueron convirtiendo en parte esencial del espectáculo circense. La nariz roja de los payasos originalmente representaba que el personaje seguramente estaba borracho y poco a poco se volvió una convención icónica: se dice que esa esfera colorada es la máscara más pequeña del mundo que permite al que la porta expresarse de una manera que no podría en la vida cotidiana. Actualmente los arquetipos de payaso más populares son: El Cara blanca, derivado del Pierrot, payaso elegante, alegre e inteligente.
Se las suele dar de jefe de los otros payasos. Suele usar sombrero puntiagudo, tener la boca roja y su nariz no es exagerada. El Augusto es el que tiene facciones más exageradas: bulbosa nariz roja, pelo de colores, boca rodeada de rojo y zapatos enormes.
Es caótico, torpe y mete en problemas a los demás. El vagabundo es parecido al Augusto, pero su característica es la soledad y que las cosas le suelen salir mal, por eso raya en la tristeza. Su maquillaje indica que no se ha rasurado y su vestimenta incluye parches y remiendos.
Fue popular en la depresión norteamericana No a todo el mundo le gustan los payasos: de hecho existe un trastorno llamado coulrofobia: miedo a los payasos. Las personas que lo padecen experimentan un intenso temor e intentan evitar a estos personajes o sus imágenes. Una posible causa es que tuvieron alguna experiencia traumática con payasos en la infancia.
Y es que, especialmente para los niños, los rasgos exagerados por el maquillaje generan extrañeza y desconfianza, llegando a percibirse como monstruosos, debido al fenómeno de “El Valle Inquietante” del que haremos un video después. Otros profesionales dicen que la coulrofobia –término que se acuñó apenas en 1990– ha sido provocada por la exposición a los medios de comunicación donde los payasos a veces son representados como los villanos. Lo cierto es que, aprovechando esta inquietud y generando una incongruencia con el conocido carácter alegre de los payasos, cómics, libros y películas han creado el arquetipo del “payaso malvado” con personajes como Joker, enemigo de Batman, o Pennywise de la novela “It” de Stephen King.
Pero, dejando de lado a estos personajes que dan miedo, los payasos cumplen un papel muy importante en nuestra sociedad: primero que nada, la risa es un remedio para el espíritu y tiene múltiples beneficios para la salud física y mental. La risa y el juego ayudan a reducir la ansiedad, mejorar el estado de ánimo y fomentar la autoestima. En un estudio hecho en hospitales, a niños que iban a ser operados se les presentaron actos con payasos: los niños atendidos mostraron una gran disminución en sus niveles de ansiedad ¡e incluso sus papás!
Por eso, médicos como Hunter Doherty Adams, conocido como “Patch Adams” han aplicado con éxito las técnicas payasísticas en hospitales y albergues de todo el mundo. Además, el humor es muy importante para reflexionar sobre la realidad y poner en entredicho los convencionalismos sociales que damos por sentados: un arquetipo muy fuerte es el de “El loco, el tonto o el bufón sabio”: un payaso que posee un tipo de sabiduría que va más allá del razonamiento convencional. Aunque no era un payaso, se dice que Sócrates encarnaba el arquetipo del “tonto sabio” aquel que sabía más que los demás porque sabía que no sabía nada.
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