La teoría del desarrollo psicosexual de Freud afirma que, a medida que crecemos, pasamos por cinco fases críticas. Nuestro impulso sexual, al que Freud llamó libido, se concentra en una zona erógena diferente en cada fase. Las fases se denominan: oral, anal, fálica, latente y genital.
Si nuestra experiencia durante cualquiera de estas fases fue traumática, podríamos desarrollar fijaciones más adelante en la vida, como neurosis, dependencias, adicciones o depresión. La fase oral, de 0 a 1 año En el primer año de nuestra vida, descubrimos el mundo a través de nuestros sentidos orales. Nuestro mayor placer proviene de succionar el pecho de nuestra madre o un biberón.
El conflicto que ocurre ahora es el destete de nuestro cuidador principal. Javier es destetado del pecho de su madre sin trauma. La madre de Ernesto deja de alimentarlo a los 4 meses después del nacimiento, lo cual es demasiado temprano.
A Diana a menudo se la deja llorando sola cuando tiene hambre. Javier se convierte en un adulto sano e independiente. Ernesto sufre un trauma y desarrolla una fijación oral.
Intenta compensarlo mascando chicle todo el tiempo. Diana pasa toda su vida buscando la estimulación oral que le negaron cuando era niña y, por lo tanto, desarrolla una personalidad manipuladora y adictiva. La fase anal, de 1 a 3 años El enfoque principal de nuestra libido a esta edad es el control de la vejiga y las deposiciones.
Tenemos que aprender a usar el orinalito. Los padres de Javier elogian sus intentos de usar el baño y lo animan a aprender a su propio ritmo. Los padres de Ernesto lo obligan a aprender a ir al baño demasiado pronto y lo castigan por sus errores.
Los padres de Diana descuidan por completo cualquier esfuerzo por enseñarle a ir al baño. Javier desarrolla una personalidad competente y una relación buena y equilibrada con la autoridad. Ernesto desarrolla una personalidad anal-retentiva: se convierte en un adulto demasiado controlador y tacaño, disgustado por su propio cuerpo y con tendencia a obedecer a la autoridad.
Diana desarrolla una personalidad anal-expulsiva: se vuelve desordenada, desorganizada, desconsiderada con los sentimientos de los demás y rebelde ante la autoridad. La fase fálica, de 3 a 6 años Nuestra libido ahora se vuelve hacia los genitales a medida que descubrimos las diferencias entre el género femenino y masculino. El conflicto de los chicos en esta fase se presenta como una rivalidad con su padre.
También llamado “Complejo de Edipo”. Ernesto y Javier desean poseer a su madre y fantasean con deshacerse de su padre. Pero saben que su padre es más fuerte y temen ser castigados por su deseo.
Freud llamó a esto “angustia de castración”. Diana experimenta "envidia del pene". Ella cree que un pene es la clave del poder y la dominación, y también quiere uno.
El padre de Javier estuvo muy presente en esa etapa. Más tarde, Javier resuelve este conflicto identificándose fuertemente con él. Aprende a asumir un papel masculino.
Como adulto, respeta a ambos géneros. Ernesto, cuyo padre estuvo ausente durante esa fase, no logra desarrollar un fuerte sentido de hombría. Tiene una fijación con la madre y no está seguro de su sexualidad.
También tiende a ser agresivo con las mujeres y constantemente necesita competir con otros hombres. Diana, como todas las mujeres, mantiene la envidia del pene durante el resto de su vida, lo que en su caso le provoca un complejo de inferioridad hacia los hombres. Fase de latencia, edad 7 a 13 En esta fase, nuestra libido se suprime a medida que nuestra energía sexual se sublima en el desarrollo de habilidades para la vida.
Nuestro superego se fortalece y nos identificamos fuertemente con valores sociales, héroes del mismo sexo y amigos. Javier tiene muchos pasatiempos. A Ernesto le encanta aprender en la escuela y Diana hace muchas amigas nuevas.
No hay ningún conflicto real en esta fase. Los tres se benefician por el resto de sus vidas de las habilidades que desarrollaron durante la latencia. La fase genital, de la pubertad a la muerte Una vez que alcanzamos la pubertad, nuestra libido comienza a activarse nuevamente y desarrollamos un interés por las parejas sexuales.
Javier, Diana y Ernesto enfrentan el desafío de equilibrar los deseos sexuales del “id” y las necesidades del “superego” de obedecer las normas sociales. El desarrollo de un “ego” fuerte ayuda a encontrar un compromiso entre los dos. Javier, que ha vivido una infancia sin muchos traumas, logra construir un ego fuerte.
Es disciplinado en el trabajo, tiene una relación amorosa y una vida sexual plena. El ego de Ernesto es más débil que su superego. Obedece las normas y autoridades y, como resultado, suprime sus deseos, lo que conduce al desarrollo de perversiones.
Diana tiene un ego débil y un superego débil. Sus necesidades sexuales son más importantes que las normas sociales o los sentimientos de otras personas. Es egoísta y no se siente culpable por violar la ley o lastimar a otros.
Para entender la teoría, necesitamos verla en el contexto del famoso trabajo de Freud sobre el inconsciente. Al reconocer que tenemos un subconsciente, también implicamos que almacenamos recuerdos de la primera infancia y otras experiencias sin siquiera darnos cuenta. Estas experiencias pasadas influyen inconscientemente en nuestro comportamiento a diario.
Freud afirmó que nuestra mente opera en 3 esferas, que podemos imaginar como un submarino. El nivel inconsciente opera el Id. El nivel preconsciente opera el Superego.
El nivel consciente y preconsciente opera nuestro Ego. Los niños pequeños son impulsados por el Id y exigen una satisfacción inmediata. Alrededor de los siete años, comenzamos a desarrollar un Superego y queremos convertirnos en buenos ciudadanos morales y complacer a los demás.
El Ego se forma con la adolescencia para equilibrar las dos fuerzas. Sigmund Shlomo Freud fue un neurólogo austriaco y el fundador del psicoanálisis. Freud teorizó que el inconsciente recordaría y almacenaría todas nuestras experiencias.
Luego, aparecen de vez en cuando a través de sueños y pensamientos asociativos. Al revelar recuerdos traumáticos y deseos a través de la conversación, podemos liberarnos de nuestras neurosis y vivir una vida más saludable y plena. Recomendó: “no debemos esforzarnos en eliminar nuestros complejos sino en concordar con ellos: éstos son los que legítimamente dirigen nuestra conducta en el mundo”.
¿Qué opinas sobre esta teoría y la práctica del psicoanálisis? ¿Hay algo de verdad en ello? ¿Tenemos un inconsciente?
Si es así, ¿realmente almacena todas nuestras experiencias infantiles e influye en nuestro comportamiento como adultos? Por favor, comparte tus pensamientos en los comentarios a continuación.