Así funciona tu SISTEMA INMUNITARIO: ¿Cómo actúan las DEFENSAS?

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La Hiperactina
El SISTEMA INMUNITARIO es el conjunto de células y moléculas que nos defienden contra las agresiones...
Video Transcript:
Bueno, ya iba siendo hora de que trajésemos al canal uno de los temas estrella entre vuestras propuestas y que además ha ido haciendo varias apariciones en vídeos anteriores. Hoy quiero hablaros ni más ni menos que del SISTEMA INMUNITARIO, ese conjunto de células y moléculas que nos defienden contra las agresiones que nos amenazan, ya sean microorganismos, sustancias peligrosas o incluso células cancerosas. Lo mejor de todo es que el sistema inmunitario se ha volviendo bastante popular este año gracias a nuestro pequeño amigo, tanto que conceptos como “anticuerpos”, “linfocitos” o “memoria inmunitaria” aparecen en los medios como quien no quiere la cosa.
Que a mi como biomédica, personalmente me emociona bastante que la gente hable de PCRs. Total, que me propuse contaros qué hay detrás de ese SISTEMA INMUNITARIO, concretamente quiero que entendáis en qué consiste la respuesta inmunitaria, es decir, qué pasa desde que un agente invasor entra en nuestro cuerpo hasta que nos lo cargamos (o no). Hoy en la Hiperactina, hablamos del SISTEMA INMUNITARIO.
Antes que nada, el tema de este vídeo fue elegido por los Patreon, en una reñida votación entre diabetes, epigenética y sistema inmunitario. (La verdad es que son temazos, con lo que saldrán en futuras encuestas fijo). Si tú también quieres proponer y elegir los temas de los próximos vídeos, puedes unirte a Patreon y apoyar este canal.
BUENO, VAMOS A LA CHICHA. Imagina por un momento que eres un señor virus, o señora bacteria o el microorganismo que quieras. Si quieres infectar un cuerpo humano, la primera prueba a la que tendrás que enfrentarte será atravesar lo que llamamos las BARRERAS DE DEFENSA naturales.
A ver, nuestro organismo está protegido por toda una serie de barreras que bloquean la entrada de los agentes externos y los destruyen, como por ejemplo las superficies del cuerpo, o sea, la piel y las mucosas. Por ejemplo, nuestra piel tiene una serie de características que resultan desfavorables para los microorganismos: es un ambiente seco, tiene un pH bajo y además las glándulas sebáceas de la piel secretan ácidos grasos y ácido láctico, que inhiben el crecimiento bacteriano. La piel en general es un órgano bastante infravalorado pero hace una burrada de cosas.
Y si bien la piel recubre la superficie externa del cuerpo, las mucosas son las que revisten, entre otras cosas, las paredes internas de los órganos que están en contacto con el exterior del cuerpo, como el tracto respiratorio, digestivo y genital. Es decir, al final hay que pensar que por mucho que la piel nos recubra y nos proteja por fuera, tenemos toda una serie de orificios por el cuerpo por los que los microorganismos podrían entrar, como el interior de la boca, la vagina o la cavidad nasal. Es por eso que estos orificios y revestimientos internos están recubiertos por las mucosas que secretan cosas como lágrimas, saliva o el moco, que contienen sustancias antimicrobianas que se cargan a los microorganismos.
No solo eso sino que no hay que olvidar que tanto en nuestra piel como en nuestras mucosas habitan toda una serie de microorganismos que en conjunto llamamos microbiota y que también nos defienden contra los agentes infecciosos, por ejemplo al competir con ellos por el espacio y los nutrientes, o al secretar sustancias antimicrobianas que inhiben la proliferación de otros microorganismos. De todos modos, las barreras naturales no son únicamente revestimientos del cuerpo como la piel o las mucosas: otra barrera natural es, por ejemplo, la temperatura corporal. Os habéis parado a pensar alguna vez ¿por qué nuestro cuerpo reacciona con fiebre a las infecciones?
O sea ¿por qué decide aumentar la temperatura corporal cuando tenemos una infección? Pues básicamente por dos motivos: el primero es que las temperaturas altas limitan el crecimiento de muchos microbios, especialmente los virus; y por otro lado, porque se ha visto que las temperaturas altas hacen más eficiente la respuesta inmunitaria. En relación con esto tenéis el vídeo sobre si “el frío puede causar resfriado”, en el cual os hablo de algunos estudios que relacionaban la temperatura corporal con la respuesta inmunitaria.
Bueno, la cosa es que todo este sistema está muy bien planteado, pero no es perfecto: a veces, estas barreras se deterioran o se rompen, como por ejemplo cuando nos hacemos un corte en la piel. En el momento en que nos hacemos una herida, estamos abriendo una vía de entrada estupenda a los microorganismos que aprovecharán para meterse directamente en nuestra sangre. Pero que no "panda el cúnico", porque por mucho que un microorganismo consiga colarse hacia el interior del cuerpo, a este le quedan muchas cartas por jugar.
Si un microorganismo consigue atravesar las barreras, le estará esperando toda una tropa de células listas para atacar y detener la infección cuanto antes. Al final hay que entender el sistema inmunitario como una especie de ejército con muchísimos soldados distintos, porque al final tenemos un montón de células distintas, cada una con sus propias armas y con su papel dentro de la respuesta inmunitaria. Total, que cuando se produce esa infección, las primeras células del sistema inmunitario que entran en acción son las llamadas células fagocíticas, que se llaman “células fagocíticas” porque engullen (o “fagocitan”) a los microorganismos para destruirlos en su interior.
Un ejemplo de células fagocíticas son los neutrófilos, ni más ni menos que las células más abundantes del sistema inmunitario, y que además son clave en la inflamación, ya que liberan distintas sustancias que tienen una acción inflamatoria. Y ¿por qué es tan importante la inflamación? O sea ¿por qué cuando se nos infecta una zona del cuerpo, esta se calienta, enrojece y se hincha?
Pues todo esto ocurre porque la inflamación tiene como objetivo aumentar la cantidad de sangre que llega a la zona de infección para que así las células inmunitarias puedan acceder más rápido y destruir lo antes posible al patógeno. Pero la inflamación no es la única que atrae a las células al lugar de la infección, sino que algunas moléculas del sistema inmunitario también son capaces de hacerlo, como por ejemplo las llamadas quimiocinas, pequeñas proteínas secretadas por algunas células inmunitarias. Y esto es algo que me parece SÚPER importante remarcar: es cierto que el sistema inmunitario está formado principalmente por células, que al final son las “protagonistas” de esa defensa.
Pero al final la respuesta inmunitaria es algo tan complejo, tan bien estructurado, que sería imposible sin que esas células se comunicasen las unas con las otras. Al final, cuando se está mediando un ataque contra un invasor, las células están constantemente informando de lo que pasa: encienden las alarmas cuando entra el invasor, se indican a qué zona del cuerpo hay que desplazarse y cuándo hay que cesar esa respuesta inmunitaria porque ya no es necesaria. Esta comunicación tiene lugar gracias a los receptores de la membrana de estas células y a toda una serie de moléculas especializadas que, cuando se unen a estos receptores, transmiten una señal a la célula, ya sea de activación o inhibición.
Algunos ejemplos de estas moléculas son los interferones o las citoquinas, y dentro de esas citoquinas estarían algunas moléculas como las interleucinas o las ya mencionadas quimiocinas. Total, que estábamos en el punto en el que nuestro microorganismo ha logrado escaquearse de esas barreras naturales de defensa y entrar en nuestro cuerpo, momento en el que algunas células fagocíticas como por ejemplo los neutrófilos aprovecharán para engullirlo y destruirlo en su interior. Y aquí me podrías decir: bueno pues ya está, ¿no?
¡PUES NO! Porque LO INTERESANTE de todo esto es que la cosa no acaba aquí, porque de todas estas células que fagocitan a microorganismos hay algunas que dan un paso más allá. De todas las células fagocíticas que tenemos, hay algunas que no solo engullen al microorganismo y lo destruyen, sino que una vez hecho esto, cogerán las proteínas que lo formaban y las colocarán en su superficie, como si fueran una especie de banderines (tengo la sensación de haber dicho esta frase como veinte veces en este canal).
Estas proteínas que formaban parte del agente infeccioso y que ahora se exponen en la membrana de estas células se llaman antígenos. Un antígeno es una molécula que no forma parte de nuestro organismo (por ejemplo la proteína de un virus) y que el cuerpo reconoce como sustancia extraña, por lo que activa la respuesta inmunitaria. Es por eso que este tipo de células fagocíticas se llaman en realidad células fagocíticas “presentadoras de antígeno”, porque cuando fagociten al microorganismo presentarán sus antígenos a las siguientes células inmunitarias que entrarán en acción, para activarlas y proseguir así con la respuesta inmunitaria.
Un ejemplo de este tipo de células son los macrófagos, que también hemos mencionado otras veces en el canal. Los macrófagos, a parte de secretar sustancias que estimulan la fiebre cuando tenemos una infección, se encargan de fagocitar a bacterias y virus y presentar sus antígenos a otras células inmunitarias. ¿Y cuáles son esas células?
¿Cuáles son las células que continuarán la respuesta inmunitaria? Pues ni más ni menos que los famosos linfocitos, concretamente los linfocitos T. Una vez los linfocitos T reciban esas antígenos por parte de las células fagocíticas presentadoras de antígeno, iniciarán la siguiente fase de la respuesta inmunitaria.
Y LLEGADOS A ESTE PUNTO ES NECESARIO ESTABLECER UN PUNTO Y A PARTE. En realidad, la respuesta inmunitaria como tal se divide en dos respuestas inmunitarias y cada una tiene su papel: la respuesta inmunitaria innata y la respuesta inmunitaria específica. Hasta ahora, todos los mecanismos que hemos visto, tanto las barreras naturales como las células fagocíticas forman parte de la respuesta inmunitaria innata.
Consiste en una primera respuesta rápida y genérica, o sea que es similar ante todos los patógenos. A menudo, esta primera respuesta es suficiente para controlar la infección, pero muchas veces se requiere de una segunda respuesta más potente y dirigida hacia el patógeno. En el momento en que se presentan los antígenos a los linfocitos T, pasamos de la respuesta inmunitaria innata a la respuesta inmunitaria específica, más fuerte y más eficaz que la primera.
Hay distintos tipos de linfocitos T con distintas funciones dentro de lo que es el sistema inmunitario. Por una parte, algunos de ellos se encargan de destruir todo tipo de células que consideren extrañas o alteradas, como las células infectadas por virus (para evitar así que el virus se expanda), células foráneas (por ejemplo las que provienen de un trasplante), e incluso las células cancerosas. Estos linfocitos son como una especie de cuerpo de “policía” que patrulla por el organismo en busca de células sospechosas.
Pero por otro lado, hay linfocitos que más que ejecutar la respuesta, la regulan, por ejemplo activando o suprimiendo la respuesta inmunitaria cuando sea necesario. Básicamente actúan como mediadoras: cuando reciben la “alerta de infección” de las células presentadoras de antígeno, los linfocitos T activan otras células para que resuelvan el problema, dando lugar a la siguiente etapa de la respuesta inmunitaria, una respuesta mucho más dirigida protagonizada por unas de las moléculas más famosas y escuchadas estos días: las inmunoglobulinas, más conocidas como anticuerpos. Cuando las células presentadoras de antígeno alertan a los linfocitos T sobre la presencia de un intruso, éstos activan al otro tipo de linfocitos: los linfocitos B.
Cuando reciben la señal, estos linfocitos B se diferencian en dos tipos distintos de células: unas pensadas para actuar al momento y otras como reserva a largo plazo. Por un lado, algunos linfocitos B se diferenciarán en las llamadas células plasmáticas, que son las encargadas de secretar los conocidos ANTICUERPOS. Los anticuerpos son unas moléculas con forma de tirachinas que se unen a los agentes infecciosos para que otras células los localicen y eliminen más fácilmente.
La gracia de los anticuerpos es que son específicos para los antígenos de la membrana del microorganismo, de forma que cuando los linfocitos B (ahora ya convertidos en células plasmáticas) secretan los anticuerpos, estos irán a unirse a los antígenos de membrana del microorganismo, señalándolo para que sea encontrado más fácilmente. Todo esto es lo que hacen las células plasmáticas, OK, pero hemos dicho que, al ser activados por los linfocitos T, los linfocitos B evolucionaban en dos tipos de células. Unas son las células plasmáticas que secretan anticuerpos, y el otro tipo son las llamadas células de memoria, que básicamente se encargan de guardar la información sobre ese microorganismo y acordarse de él.
Así, si algún día se atreve a volvernos a infectar, tendremos toda una tropa de células preparadas para secretar rápidamente anticuerpos específicos contra él, dando lugar a una respuesta inmunitaria mucho más rápida y masiva que la primera. Este mecanismo es lo que se conoce como memoria inmunitaria y es la base de cómo funcionan las vacunas. Algunas vacunas, por ejemplo, consisten en un preparado de microorganismos que han sido atenuados o inactivados, es decir, a los que se les ha disminuido o quitado su capacidad de infección.
También hay vacunas que están formadas por algunas partes clave del microorganismo en lugar del bicho entero, como por ejemplo las proteínas o cápsula de un determinado virus, vacunas de ARN, etc. Si tenéis dudas sobre los distintos tipos de vacunas y cómo actúan, recordad que en LIVEperactina tenéis varios vídeos en los que explicamos esto y leemos varios artículos al respecto. Bueno, la cosa es que al inyectar una vacuna, y por tanto, al poner en contacto a nuestro sistema inmunitario con el agente infeccioso, estamos forzando a que se produzca una respuesta inmunitaria y a que el cuerpo fabrique células de memoria, de forma que si alguna vez entramos en contacto con el microorganismo real, nuestro cuerpo pueda contraatacar rápidamente y de forma eficaz secretando anticuerpos a punta pala.
Podríamos considerar a las vacunas como una especie de entrenamiento de nuestro sistema inmunitario. En fin, llegando ya al final de este vídeo, mi objetivo es que tengáis una visión general del sistema inmunitario, pero es importante remarcar que el sistema inmunitario es muchísimo más complejo que esto, esto ha sido una simplificación. Lo cual tiene sentido, porque si al final el sistema inmunitario tiene que estar preparado para defendernos contra los miles de invasores externos que nos acechan pues obviamente no iba a ser algo simple.
A partir de aquí, podemos entender un poco mejor cosas como los “test de anticuerpos”, que al detectar la presencia de anticuerpos en sangre indican que has estado en contacto con el virus, y por tanto has generado una respuesta inmunitaria. Además la gracia es que no hay un solo tipo de anticuerpos, sino que hay unos (las IgM) que se liberan al principio de una infección, cuando el virus está en el cuerpo, mientras que hay otros (las IgG) que se liberan más adelante, por lo que dependiendo del tipo de anticuerpo que te detecte la prueba podemos saber en qué fase de la infección estás o incluso si ya has pasado el virus. De todos modos, recordad que tenéis un par de vídeos en TikTok en los que explico este tipo de test junto los test de antígeno y la PCR, recordad que hacemos directos semanales en Twitch y que si os gusta mi contenido podéis apoyarlo a través de Patreon para que así siga creando más vídeos.
Muchas gracias por estar ahí una vez más y ¡hasta la próxima!
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