Si me das 17 MINUTOS tu vida MEJORARÁ en el 2025 (NO ES BROMA) | Jacobo Grinberg

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Despertarium
¿Sabías que tu realidad es un espejo de tu energía interna? En este video exploramos a fondo el conc...
Video Transcript:
Tu realidad es un reflejo directo de tu energía interna; eso es incuestionable. Jacobo Greenberg dedicó su vida a explorar esta fascinante conexión, invitándonos a ver nuestra conciencia como un puente vibrante entre el mundo interior y exterior. Hoy nos adentraremos en un concepto fascinante que tiene el poder de moldear cada aspecto de nuestra realidad: la frecuencia.
En el ámbito espiritual, la frecuencia se refiere a la calidad de energía que emana de nuestro ser; es la suma total de nuestros pensamientos, emociones, creencias y acciones, vibrando a una determinada velocidad y atrayendo experiencias afines. Nuestra frecuencia interna determina qué realidad externa experimentamos. Científicamente, todo en el universo está compuesto por energía en constante vibración, desde las partículas subatómicas que conforman la materia hasta los vastos campos electromagnéticos que nos rodean.
Todo vibra a diferentes frecuencias, y nosotros, como seres energéticos, no somos la excepción. Cada célula de nuestro cuerpo, cada neurona de nuestro cerebro, vibra a una frecuencia particular, creando la sinfonía única que es nuestra experiencia de vida. Sin embargo, a menudo se malinterpreta el concepto de alta y baja frecuencia.
No se trata simplemente de sentirse bien o mal, sino de cuán alineados estamos con nuestra verdad más profunda. Una alta frecuencia se caracteriza por la claridad, la presencia, la autenticidad y la conexión con nuestra sabiduría interna; por otro lado, una baja frecuencia se manifiesta como confusión, resistencia, reactividad y desconexión de nuestro centro. Imagina que estás caminando por un sendero en la montaña.
Cuando estás en una alta frecuencia, es como tener un mapa claro y una brújula interna; puedes ver el panorama completo, tomar decisiones sabias y disfrutar del paisaje en el camino. Pero cuando estás en una baja frecuencia, es como caminar en la niebla, sin rumbo claro, tropezando con obstáculos y perdiendo de vista la belleza que te rodea. Nuestra frecuencia no es estática, sino un flujo dinámico que cambia momento a momento.
Cada vez que elegimos un pensamiento compasivo en lugar de uno crítico, cada vez que nos permitimos sentir plenamente nuestras emociones en lugar de reprimirlas, cada vez que actuamos desde nuestra integridad en lugar de desde el miedo, estamos elevando nuestra frecuencia. Es un proceso continuo de sintonización, de soltar las capas que nublan nuestra claridad y de recordar quiénes somos en esencia. A medida que elevamos nuestra frecuencia, comenzamos a experimentar cambios notables en nuestra realidad externa.
Atraemos todo tipo de cosas que resuenan con nuestra vibración; nos sentimos más livianos, más inspirados, más en flujo con la vida. Es como si el universo conspirara a nuestro favor, trayendo sincronicidades y bendiciones inesperadas. El universo no conspira a favor de nadie, pero tu percepción te hace creer que sí.
Ese es otro efecto de elevar tu vibración. La frecuencia a la que vibramos no es un concepto abstracto sin consecuencias tangibles; al contrario, es el principio creativo fundamental que da forma a cada aspecto de nuestra realidad. Tal como un pintor elige los colores de su paleta para crear una obra de arte, nosotros, a través de nuestra frecuencia, atraemos y moldeamos las experiencias que componen el lienzo de nuestra vida.
Es fácil caer en la trampa de intentar cambiar nuestra realidad externa sin abordar la causa raíz: nuestra frecuencia interna. Quizás nos esforzamos por lograr nuestras metas, luchamos contra obstáculos y nos preguntamos por qué la vida parece una batalla cuesta arriba. Pero la verdadera transformación comienza cuando nos damos cuenta de que no podemos cambiar los efectos sin ajustar primero la causa, porque si tu realidad es el efecto, tu frecuencia es la causa.
Podemos esforzarnos en cambiar las circunstancias externas, pero si nuestra frecuencia interna sigue sintonizada con la escasez, el miedo o la duda, seguiremos atrayendo más de lo mismo. La clave está en ajustar nuestra frecuencia, en alinearla con la realidad que deseamos experimentar. Para tomar conciencia de tu frecuencia actual, te invito a realizar un ejercicio simple y poderoso: tómate un momento para reflexionar sobre los patrones recurrentes en tu vida.
¿Qué tipo de pensamientos predominan en tu mente? ¿Qué emociones experimentas con más frecuencia? ¿Qué creencias subyacentes tienes sobre ti mismo y sobre el mundo?
Observa sin juzgar, con la curiosidad de un científico estudiando un fenómeno fascinante. Reconoce que estos patrones son simplemente indicadores de tu frecuencia actual, no un veredicto permanente sobre quién eres. A medida que desarrollas una mayor conciencia de tu estado vibratorio, comienzas a tener el poder de cambiarlo.
Ahora veremos cómo hacerlo. Imagina que estás construyendo una casa; necesitas una base sólida, cimientos fuertes que sostengan la estructura y resistan las tormentas de la vida. De la misma manera, para elevar y mantener una alta frecuencia, necesitamos cimentar nuestra conciencia en cinco pilares fundamentales.
El primer pilar son las creencias. Nuestras creencias son los mapas que guían nuestra percepción de la realidad; son las lentes a través de las cuales filtramos nuestra experiencia, determinando qué vemos como posible o imposible, como verdadero o falso. Imagina que tienes un par de anteojos con un cristal teñido de rojo; cada vez que te los pones, el mundo entero adquiere un tinte rojizo.
De manera similar, nuestras creencias tiñen nuestra realidad, atrayendo situaciones y experiencias que las confirman. Para elevar nuestra frecuencia, necesitamos identificar y transformar las creencias limitantes que nos mantienen atrapados en ciclos indeseables. Podemos hacerlo cuestionando su validez, buscando evidencia que las contradiga y cultivando activamente creencias más expansivas y empoderadoras.
Por ejemplo, si tienes la creencia limitante de que no eres lo suficientemente bueno, puedes desafiarla buscando ejemplos de tus logros y talentos únicos. Puedes cultivar la creencia de que eres valioso y capaz de aprender y crecer en cada situación. El segundo pilar son los pensamientos con carga emocional.
Nuestros pensamientos son la corriente constante que fluye a través de nuestra mente, moldeando nuestra experiencia momento a momento. Cuando un pensamiento se repite con suficiente frecuencia e intensidad emocional, se convierte en una creencia arraigada. Por lo tanto, cultivar pensamientos empoderados.
. . Alineados con nuestra visión, es esencial para elevar frecuencia.
Una herramienta poderosa para lograrlo es la práctica de la atención plena. Cuando nos damos cuenta de que no somos nuestros pensamientos, sino el observador detrás de ellos, ganamos la libertad de elegir qué pensamientos alimentar y cuáles dejar pasar. Podemos entrenarnos para enfocar nuestra atención en pensamientos que nos inspiren, nos llenen de gratitud y nos conecten con una verdad más profunda.
Cada vez que elegimos un pensamiento empoderado, estamos elevando nuestra frecuencia y atrayendo más situaciones que resuenan con esa vibración. El tercer pilar es el enfoque. Aquello en lo que enfocamos nuestra atención se expande en nuestra realidad.
Si constantemente nos enfocamos en lo que nos falta, en los problemas y en las limitaciones, atraeremos más de eso a nuestra experiencia. Por el contrario, si dirigimos nuestro enfoque hacia nuestros deseos, hacia las soluciones y hacia las posibilidades infinitas, resonaremos con oportunidades y circunstancias que reflejen esa vibración. Una práctica poderosa para alinear nuestro enfoque es la visualización.
Cada día, dedica unos minutos a visualizar tu realidad deseada con claridad y detalle. Imagina cómo te sentirías al vivirla, qué verías, escucharías y experimentarías. Permite que esa visión te llene de emoción y gratitud, como si ya fuera tu realidad actual.
Cuanto más te enfoques en esa frecuencia deseada, más comenzarás a atraer las personas, las oportunidades y las circunstancias que resuenan con ella. El cuarto pilar es la identidad. Nuestra identidad es la historia que nos contamos a nosotros mismos sobre quiénes somos.
Es el conjunto de creencias, valores y características que definen nuestro sentido del yo. Cuando alineamos nuestra identidad con nuestra visión y propósito más elevados, nuestra frecuencia se eleva naturalmente. Para lograrlo, necesitamos cuestionar y soltar las etiquetas limitantes que hemos internalizado a lo largo de nuestra vida, etiquetas como "no soy suficiente", "no soy capaz" o "no lo merezco".
En su lugar, podemos cultivar una identidad empoderada basada en nuestras fortalezas, valores y potencial ilimitado. Podemos preguntarnos: "¿Quién necesito ser para manifestar mi realidad deseada? " y comenzar a encarnar esas cualidades en nuestro día a día.
El quinto y último pilar es la convicción emocional. Nuestras emociones son el combustible que impulsa nuestra manifestación. Cuando sentimos una profunda convicción y fe en nuestra visión, cuando la experimentamos como una realidad inevitable en nuestro corazón, elevamos nuestra frecuencia a un nivel que atrae milagros.
Para cultivar esa convicción emocional, necesitamos ir más allá de la mera visualización y entrar en el sentimiento visceral de ya tener lo que deseamos. Podemos hacerlo a través de la práctica de la encarnación, donde nos permitimos sentir en cada célula de nuestro ser la emoción de haber alcanzado nuestra meta. Cuanto más nos sintonizamos con esa frecuencia de certeza y gratitud, más rápido atraeremos su manifestación física en nuestra realidad.
En el camino de la maestría personal, es fundamental entender que nuestra frecuencia no es una línea recta ascendente, sino una danza dinámica con altibajos naturales. Así como las mareas del océano suben y bajan, nuestra energía también fluye en ciclos. Intentar mantener una alta frecuencia constante es como nadar contra corriente; agotador y, en última instancia, contraproducente.
Imagina que estás escalando una montaña; a medida que asciendes, hay momentos de gran claridad y vitalidad, donde cada paso se siente ligero y lleno de propósito. Pero también hay tramos donde el cansancio te invade, donde la niebla nubla tu visión y cada avance requiere un esfuerzo tremendo. Ambas experiencias son parte integral del viaje.
Ambas tienen lecciones valiosas que ofrecerte. Del mismo modo, nuestros momentos de baja frecuencia no son un fracaso o un retroceso, sino oportunidades para profundizar nuestro autoconocimiento y compasión. Cuando nos encontramos en un estado de confusión, miedo o duda, podemos verlo como una invitación a explorar las creencias y patrones que están pidiendo ser atendidos y sanados.
La clave para navegar estas fluctuaciones es cultivar la conciencia y la aceptación. En lugar de resistir o juzgar nuestros estados de baja frecuencia, podemos aprender a observarlos con curiosidad y apertura. Podemos preguntarnos: "¿Qué me está queriendo mostrar esta emoción?
¿Qué necesidad profunda está expresando? ". Al abrazar nuestras sombras con la misma presencia con la que celebramos nuestra luz, comenzamos a integrar todas las partes de nuestro ser.
Nos volvemos más completos, más resilientes y más capaces de transmutar la energía densa en sabiduría y crecimiento. En este sentido, podemos redefinir lo que significa estar en una alta frecuencia. No se trata de evitar o negar las emociones negativas, sino de desarrollar la capacidad de estar presentes con ellas sin perdernos en su narrativa.
Se trata de cultivar una conexión tan profunda con nuestra esencia, con nuestra paz interior, que podamos mantener nuestro centro incluso en medio de la tempestad. Cada vez que navegamos una tormenta emocional y encontramos nuestro camino de regreso a la paz, nos volvemos un poco más sabios, un poco más compasivos, un poco más hábiles en el arte de la transformación personal. Cada desafío es una oportunidad para profundizar nuestra maestría, para refinar nuestra capacidad de sintonizar nuestra frecuencia con nuestra verdad más elevada.
Confía en el flujo de tu viaje, confía en tu resiliencia innata y, sobre todo, confía en el amor y la sabiduría que te guían en cada paso del camino. Así que respira profundamente y visualiza la versión más radiante y auténtica de ti mismo. Imagina cómo se siente habitar esa frecuencia de plenitud, propósito y alegría.
Permite que esa energía impregne cada célula de tu ser, que guíe tus pensamientos, palabras y acciones. La maestría de tu frecuencia es un camino de práctica constante, no un destino final. Cada día te brinda infinitas oportunidades para sintonizarte con la verdad de tu ser, para alinear tu vibración con la vida de tus sueños.
Confía en el proceso, sé amable contigo mismo y disfruta el viaje, paso a paso. En este preciso instante, tienes el poder de elegir la frecuencia que emites al mundo. Tienes la capacidad innata de.
. . Que crear una realidad que te inspire y te llene de asombro.
Así que, abraza tu soberanía, sintoniza tu vibración y permite que tu luz única brille con todo su esplendor. Si llegaste hasta aquí, recibe como siempre ese fuerte abrazo en nombre de todo el equipo. Muchas gracias por brindarnos tu compañía.
¡Nos vemos pronto! Mantente despierto.
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