Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el mundo fue testigo de una serie de eventos inexplicables y extraordinarios que capturaron la imaginación y el temor de muchos. Desde los cohetes fantasma que surcaron los cielos de Escandinavia, hasta los extraños objetos voladores no identificados observados en el monte Rainier, estos fenómenos desafiaron las explicaciones convencionales y provocaron una serie de investigaciones a nivel mundial. En este capítulo, exploraremos relatos fascinantes y testimonios impactantes de estos avistamientos, revelando detalles que han dejado a los expertos perplejos durante décadas.
La década de los años 40 fue una época de grandes cambios y tensiones en el mundo. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, las potencias mundiales se sumergieron en la Guerra Fría, una era de rivalidades geopolíticas y avances tecnológicos. La paranoia y la incertidumbre dominaron el ambiente, y la carrera armamentista llevó a innovaciones en la aeronáutica y la tecnología militar.
En medio de este escenario turbulento, numerosos informes de avistamientos de objetos voladores no identificados comenzaron a emerger, causando alarma y curiosidad tanto entre el público como entre los gobiernos. En el año 1946, apenas un año después del fin de la Segunda Guerra Mundial, una serie de avistamientos extraordinarios comenzó a surgir en los cielos de Suecia y otros países escandinavos. Este fenómeno, que se conoció como la ola de cohetes fantasma, capturó la atención no solo de los residentes locales, sino también de las autoridades y científicos de todo el mundo.
El primer informe documentado de estos misteriosos objetos voladores tuvo lugar el 26 de febrero de 1946 en Finlandia. En esta ocasión, múltiples testigos afirmaron haber visto una serie de meteoros cayendo del cielo, aunque no se realizó ninguna investigación ni se presentó evidencia concreta. A medida que avanzaba el año, los avistamientos comenzaron a aumentar, especialmente en Suecia.
Los residentes reportaban ver objetos en forma de cohete o misil surcando los cielos sin dejar rastro ni emitir sonido alguno. Entre mayo y diciembre de ese año se registraron más de 2,000 avistamientos, la mayoría provenientes de Suecia. Uno de los relatos más impactantes fue publicado en el periódico sueco Dagens Nyheter el 24 de mayo de 1946.
La nota decía así: "Dos vigilantes nocturnos en el Kronposten avistaron un cuerpo en forma de cigarro, sin alas, de dimensiones comparables a las de un pequeño avión, que a intervalos regulares soltaba ráfagas de chispas desde su cola. La altitud estimada era de solo 100 metros y se desplazaba a la velocidad de un avión normal hacia el suroeste. " Los testimonios recogidos a lo largo de esos meses describían a los cohetes fantasma como objetos alargados y en forma de cigarro, similares a misiles, que se movían a gran velocidad y sin emitir ningún ruido.
En algunos informes se mencionaba la presencia de múltiples objetos volando en formación horizontal. Estos OVNIs, que no dejaban rastro ni estela, desafiaban las explicaciones convencionales de la época. Una descripción recurrente era la de cuerpos cilíndricos que a veces parecían expulsar chispas o destellos.
En uno de los avistamientos más destacados, un piloto de la Fuerza Aérea sueca reportó haber visto uno de estos objetos a unos 60 metros por encima de su avión. El objeto, de aproximadamente 15 metros de largo y 1 metro de diámetro, volaba a una velocidad estimada de 640 km/h y no presentaba alas ni flaps de escape. La cantidad de informes y la consiguiente preocupación pública llevaron a las autoridades suecas a iniciar una serie de investigaciones.
Inicialmente se consideró que estos objetos podrían ser misiles de origen alemán o soviético, dada la tecnología avanzada que estos países habían desarrollado durante la Guerra. Sin embargo, la falta de evidencia concreta y la naturaleza inusual de los avistamientos plantearon serias dudas sobre esta hipótesis. Las autoridades suecas solicitaron ayuda a los Estados Unidos y al Reino Unido para esclarecer el misterio.
El experto en técnicas de bombardeo a larga distancia, el Teniente General James Doolittle, y el General David Sarnoff, experto en guerra aérea, viajaron a Estocolmo para investigar. Junto a ellos, el director de inteligencia de la Fuerza Aérea británica, Reginald Victor Jones, también se involucró en la investigación, analizando los informes de los operadores de radar. A medida que avanzaban las investigaciones, surgían más preguntas que respuestas.
Las autoridades lograron descartar la posibilidad de que se tratara de misiles, pero no pudieron determinar qué eran realmente estos objetos. Se propusieron varias teorías, incluyendo la posibilidad de meteoritos brillantes o ilusiones provocadas por los nervios de la posguerra, aunque estas hipótesis también fueron desestimadas por diversos investigadores. A lo largo del año 1946, se recolectaron numerosos fragmentos y restos de los supuestos cohetes fantasma.
Estos materiales, hallados en diversas localizaciones de Suecia, fueron sometidos a rigurosos análisis científicos. Los investigadores descubrieron una cantidad significativa de elementos desconocidos en los fragmentos, lo que complicó aún más la tarea de identificar su origen. Uno de los incidentes más destacados ocurrió en julio de 1946, cuando se reportó que uno de estos cohetes había caído en el lago KMF en Suecia.
Las operaciones de búsqueda y recuperación se iniciaron rápidamente, y los buzos lograron extraer fragmentos del objeto sumergido. Los análisis iniciales realizados por científicos locales revelaron la presencia de una sustancia orgánica que se asemejaba al carburo, un hallazgo que despertó aún más preguntas. La falta de consenso sobre la naturaleza de los fragmentos y su composición llevó a las autoridades suecas a pedir asistencia internacional.
Científicos de los Estados Unidos y el Reino Unido colaboraron en los análisis, pero los resultados fueron inconclusos. Algunos sugirieron que los materiales podrían ser de origen extraterrestre, mientras que otros se inclinaron por la teoría de que eran parte de algún experimento militar secreto. Sin embargo, ninguna de estas hipótesis pudo ser confirmada con certeza.
El enigma de los cohetes fantasma en 1946 representa uno de los misterios más intrigantes y desafiantes de la historia de los avistamientos de OVNIs. A pesar de las múltiples investigaciones realizadas y los numerosos testigos, el fenómeno sigue siendo un enigma sin resolver. De los esfuerzos concertados de investigadores y autoridades de varios países, la falta de pruebas concluyentes y la naturaleza desconcertante de los objetos dejaron muchas preguntas sin respuesta.
Vamos con otro caso: el 24 de junio de 1947, el cielo sobre el monte Rainier, en el estado de Washington, Estados Unidos, fue el escenario de uno de los avistamientos de ovnis más famosos de la historia. Este incidente marcó el inicio de la era moderna de los avistamientos de ovnis y se convirtió en un punto de referencia para investigaciones futuras. Kenneth Arnold, un piloto experimentado y hombre de negocios, volaba en su aeronave Callair A2 en una misión personal desde Chehalis a Yakima, Washington, alrededor de las 3 de la tarde.
Mientras sobrevolaba el monte Rainier, Arnold notó un destello brillante a su izquierda; pensando inicialmente que se trataba de otro avión, rápidamente se dio cuenta de que no era así. Ante sus ojos aparecieron nueve objetos brillantes volando en formación a una velocidad increíble. Arnold describió los objetos como discos planos y delgados, comparándolos con platillos que rebotan en el agua.
La superficie de los objetos era lustrosa, con un brillo metálico, y se movían a una velocidad estimada de más de 1,600 km/h; una velocidad muy superior a la de cualquier aeronave conocida en ese tiempo. Uno de los objetos tenía una forma ligeramente diferente, similar a una media luna. Los objetos no dejaban estela ni emitían sonido, y su capacidad de maniobra era asombrosa.
Consciente de la importancia de su avistamiento, Arnold utilizó las herramientas de su avión para calcular la velocidad de los objetos. En solo un minuto y 42 segundos, los objetos recorrieron una distancia de 80 km, una hazaña imposible para cualquier avión de la época. Después de varios minutos de observación, los objetos se alejaron rápidamente hacia el sur, desapareciendo de su vista.
Al aterrizar en Yakima alrededor de las 4 de la tarde, Arnold informó inmediatamente al gerente del aeropuerto sobre su experiencia. Sorprendentemente, otro piloto de Callair había reportado un avistamiento similar poco antes. Las autoridades, sin una explicación clara, sugirieron que los objetos podrían haber sido misiles guiados; sin embargo, Arnold sabía que su descripción no coincidía con ninguna tecnología conocida.
Desconcertado pero decidido, Arnold se dirigió al periódico East Oregonian en Pendleton, Oregón, para relatar su historia. El reportero Bill Becket, inicialmente escéptico, quedó convencido por los detalles del relato de Arnold y decidió publicar un artículo al día siguiente. La noticia se difundió rápidamente, siendo recogida por periódicos de todo el país y desencadenando una ola de interés y especulación pública.
El artículo publicado el 25 de junio de 1947 decía: "Nueve objetos brillantes como platillos voladores a una velocidad increíble fueron reportados hoy por Kenneth Arnold, piloto de Boys, Idaho, quien dijo que no podía adivinar qué eran. Arnold, un empleado del servicio forestal de Estados Unidos, involucrado en la búsqueda de un avión desaparecido, dijo que avistó los misteriosos objetos ayer a las 3 de la tarde. Estaban volando entre el monte Rainier y el monte Adams, en el estado de Washington, y parecían entrelazarse en formación.
Arnold dijo que calculó su velocidad en 12,000 km/h. " A medida que la historia ganaba tracción, otros testigos comenzaron a salir a la luz con relatos de avistamientos similares. Fred Johnson, quien se encontraba en el monte Adams, reportó haber visto seis objetos redondos y brillantes a través de su telescopio.
Curiosamente, Johnson notó que su brújula comenzó a girar locamente durante el avistamiento, indicando una posible interferencia magnética. Otro testigo, ubicado en una torre en Diamond Gap, al sur de Yakima, informó haber visto destellos en el cielo moviéndose en línea recta por varios minutos antes de desaparecer. Las autoridades militares, intrigadas pero escépticas, iniciaron una investigación formal sobre el avistamiento de Arnold.
El 12 de julio, el teniente Frank Brown y el capitán William Davidson, de la fuerza aérea, entrevistaron a Arnold y lo encontraron un testigo confiable y creíble. En su informe afirmaron: "El señor Arnold realmente vio lo que afirmó haber visto. Es difícil creer que un hombre de su carácter e integridad aparente afirmara haber visto objetos y redactara un informe detallado si no los hubiera visto.
" A lo largo de los años, varios científicos y escépticos han propuesto diferentes explicaciones para el avistamiento de Arnold. Una de las primeras hipótesis fue presentada por el astrofísico Donald Menzel, quien sugirió que Arnold había visto una reflexión de la luz en la superficie del agua o hielo. Menzel también propuso que los objetos podrían haber sido partículas de nieve reflejadas por el sol; sin embargo, estas teorías fueron cuestionadas por la falta de condiciones meteorológicas adecuadas y la consistencia de las observaciones de Arnold.
Otra explicación ofrecida por el investigador Philip Klass fue que Arnold había visto meteoritos. Klass argumentó que los meteoritos pueden viajar a altas velocidades y producir destellos brillantes en el cielo; sin embargo, esta hipótesis fue refutada por la maniobrabilidad de los objetos reportados por Arnold y otros testigos, así como la falta de impactos visibles en el área. En 1953, Menzel presentó otra teoría, sugiriendo que Arnold había visto una formación de nubes orográficas.
Estas nubes, que se forman sobre las montañas, pueden parecer objetos sólidos y móviles cuando son vistas desde cierta distancia. No obstante, esta explicación no logró convencer a muchos debido a la claridad de las observaciones y la falta de evidencia meteorológica que apoyara tal fenómeno en ese día específico. La consistencia en los relatos de los testigos añadió credibilidad al caso de Arnold.
Además de su testimonio, otros avistamientos similares fueron reportados el mismo día. Fred Johnson, observando desde el monte Adams, describió seis objetos redondos y brillantes que se movían en formación, al igual que Arnold. Johnson notó que los objetos no tenían alas ni dejaban estelas, y que su brújula comenzó a girar de manera errática durante el avistamiento, sugiriendo una posible interferencia magnética.
Otro testigo, en una. . .
la torre de observación en Diamond Gap, al sur de Yaquima, informó haber visto destellos en el cielo moviéndose en línea recta durante varios minutos antes de desaparecer. Estas observaciones adicionales apoyaron la narrativa de Arnold y sugirieron que los objetos eran visibles desde múltiples ubicaciones y ángulos. Aunque hubo pequeñas discrepancias en los detalles específicos, como el número exacto de objetos y sus movimientos precisos, la mayoría de los testigos coincidieron en aspectos fundamentales: los objetos eran brillantes, altamente maniobrables y se movían a velocidades extremadamente altas sin producir sonido.
Por ahora, la verdadera naturaleza de los objetos que Arnold observó sigue siendo un misterio. Ahora vamos con otro caso. En diciembre de 1948, los cielos de los Estados Unidos se convirtieron en el escenario de un fenómeno aún más extraño y desconcertante: las bolas de fuego verdes.
Estas misteriosas esferas de luz verde brillante fueron avistadas en diversas partes del país, pero la mayoría de los informes provinieron de áreas cercanas a bases militares y centros de investigación, lo que generó una considerable preocupación entre las autoridades. El primer avistamiento registrado tuvo lugar el 5 de diciembre de 1948, a las 21:27. El capitán Goede, un piloto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, a bordo de un avión C-47, observó una bola de fuego verde cruzando el cielo por delante de su avión.
Goede y su co-piloto se encontraban aproximadamente a 16 km al este de Albuquerque, Nuevo México, cuando vieron el objeto. Inicialmente, ambos asumieron que se trataba de un meteoro o un fenómeno meteorológico, pero pronto se dieron cuenta de que la bola de fuego mostraba comportamientos que desafiaban esta explicación. El testimonio del capitán Goede no fue el único esa noche; solo 5 minutos después, otro piloto, a bordo del vuelo 63 de Pioneers Airlines, también reportó haber visto un objeto similar.
Este segundo piloto describió la bola de fuego verde como un objeto muy grande y esférico que emitía un brillo verde intenso. A medida que el objeto se acercaba al avión, cambió de color a rojo y aumentó de tamaño, lo que obligó al piloto a realizar una maniobra evasiva para evitar una colisión. Tras esta maniobra, la bola de fuego descendió rápidamente hacia el suelo y desapareció.
La consistencia en las descripciones proporcionadas por los pilotos de ambos vuelos fue notable. Ambos mencionaron la forma esférica del objeto, su capacidad para cambiar de tamaño y color, y su comportamiento aparentemente inteligente, como si estuviera consciente de la presencia de los aviones y ajustara su trayectoria. En consecuencia, esta característica en particular, la aparente conciencia espacial del objeto, fue uno de los factores que más intrigaron a los investigadores.
Las bolas de fuego verdes compartían varias características comunes que las distinguían de fenómenos naturales conocidos: los objetos eran grandes, de forma esférica y emitían un brillo verde brillante, aunque algunos informes mencionaban que podían cambiar de color. Además, los objetos mostraban una capacidad notable para maniobrar, siguiendo trayectorias que no se asociaban con meteoros ni con ningún otro fenómeno astronómico. Una de las observaciones más intrigantes fue la falta de sonido asociado con los objetos; a pesar de sus movimientos rápidos y maniobras abruptas, las bolas de fuego se movían en silencio total, lo cual era incongruente con cualquier tecnología de vuelo conocida en ese momento.
Además, la capacidad de los objetos para acercarse y alejarse de los aviones, adaptando su velocidad y dirección, sugirió a algunos investigadores que estos objetos podían estar controlados por una inteligencia desconocida. Las autoridades militares y gubernamentales se tomaron muy en serio estos informes. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos inició una investigación formal, asignando a varios de sus mejores oficiales e investigadores a la tarea de desentrañar el misterio de las bolas de fuego verdes.
Entre los involucrados en la investigación estaba el Dr Lincoln La Paz, un destacado astrónomo especializado en el estudio de meteoros y meteoritos. La Paz fue incluido en el equipo debido a su experiencia y reputación, con la esperanza de que pudiera ofrecer una explicación científica al fenómeno. El doctor La Paz y su equipo comenzaron a trazar la trayectoria de las bolas de fuego según los informes recibidos.
Si los objetos eran verdaderamente meteoros, deberían haber dejado algún rastro o restos al impactar con la Tierra. Sin embargo, a pesar de las búsquedas exhaustivas, no se encontraron fragmentos ni escombros en las áreas donde las bolas de fuego habían sido avistadas. Además, La Paz notó que la trayectoria de los objetos era demasiado plana para tratarse de un meteoro típico y que sus maniobras eran demasiado precisas y controladas.
El proyecto Twinkle representa uno de los esfuerzos más serios y formales para investigar los avistamientos de bolas de fuego verdes. A pesar de los recursos y la tecnología aplicadas, los resultados fueron en gran medida inconclusos, y el fenómeno sigue siendo un misterio sin resolver. La hipótesis extraterrestre es una de las teorías más populares y controvertidas para explicar los avistamientos de ovnis, incluidos los cohetes fantasma y las bolas de fuego verdes.
Esta teoría postula que los objetos voladores no identificados son naves espaciales pilotadas por seres de otros planetas o dimensiones. Varios elementos han sido citados como evidencia a favor de esta hipótesis: maniobrabilidad y velocidad. Muchos avistamientos, como los reportados por Kenneth Arnold y los pilotos que observaron las bolas de fuego verdes, describen objetos con capacidades de maniobra y velocidad muy superiores a cualquier tecnología humana conocida.
Estos objetos pueden cambiar de dirección abruptamente, detenerse en el aire y acelerar instantáneamente, comportamientos que sugieren una tecnología avanzada. La consistencia en los testimonios también es notable; los relatos de testigos a lo largo de diferentes décadas y ubicaciones geográficas muestran sorprendentes similitudes en la descripción de los ovnis. La consistencia en la forma, comportamiento y características de estos objetos sugiere que los testigos están observando fenómenos reales y no ilusiones o errores de percepción.
Además, las declaraciones de testigos calificados, algunos de los testimonios más convincentes provienen de. . .
Pilotos militares y científicos, personas altamente entrenadas en la observación y descripción precisa de eventos, la credibilidad de estos testigos añade peso a la hipótesis de que los ovnis son de origen extraterrestre. Documentos desclasificados, documentos gubernamentales desclasificados, como el informe de la fuerza aérea de los Estados Unidos de 1948, sugieren que algunos oficiales y científicos consideraban seriamente la posibilidad de que los ovnis fueran de origen extraterrestre. Estos documentos indican que las autoridades no descartaron la hipótesis extraterrestre a pesar de la falta de pruebas concluyentes.
Otra teoría prevalente es que muchos avistamientos de ovnis pueden ser atribuidos a experimentos militares secretos durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética realizaron pruebas con tecnologías avanzadas y proyectos clasificados, algunos de los cuales podrían explicar ciertos avistamientos. Aunque ninguna teoría ha logrado proporcionar una explicación definitiva para todos los avistamientos, el continuo interés y la investigación en estos fenómenos destacan la importancia de seguir explorando lo desconocido con mente abierta y rigor científico.
Con esto, cerramos el informe de esta noche. Hasta pronto.