Son las 4 de la tarde del 14 de mayo de 1948. Cientos de judíos se agolpan fuera del Museo de Arte de Tel Aviv. Dentro, las palabras de este hombre van a cambiar por siempre la historia de Medio Oriente.
Es David Ben-Gurion, presidente de la Agencia Judía para Palestina, en el discurso con el que declara la independencia de Israel. Apenas unas horas antes, los soldados británicos habían abandonado la zona. Los judíos celebran y recuerdan con júbilo este momento.
Los árabes, en cambio, lo llaman el “día de la catástrofe” Había nacido Israel, un país que hoy es una de las grandes potencias militares, económicas y tecnológicas de la región. ¿Pero cómo se fundó? De eso te hablamos en este video.
Para entenderlo vamos a remontarnos a la década de 1880, cuando Palestina formaba parte del imperio otomano y estaba integrada en la región conocida como la “Gran Siria”. La población de Palestina era de mayoría musulmana, aunque también había un porcentaje de cristianos y de judíos. Se estima que este último grupo rondaba el 5% del total.
¿Por qué comenzamos en este momento? Porque fue cuando se inició la llamada primera Aliyá, es decir, la primera gran ola de inmigración de judíos hacia Palestina, para quienes significaba la Tierra Prometida. Esta migración se produjo principalmente desde el imperio ruso, ya que muchos judíos fueron perseguidos y acusados de participar en el asesinato del zar Alejandro II, fallecido en 1881.
Las persecuciones de este violento brote antisemita serían conocidas como pogromos. Los judíos que llegaron a Palestina en aquel momento se dedicaron principalmente a adquirir tierras para el cultivo y comenzaron a crear pequeñas comunidades, que se conocerían como Kibutz. Estas primeras migraciones tuvieron detrás el apoyo financiero del sionismo, un movimiento clave surgido ante la ola de antisemitismo que recorría Europa y que se acabó imponiendo entre los judíos.
Su gran impulsor fue el periodista austro-húngaro Theodor Herzl. Consideró que el problema judío no era un problema religioso sino un problema nacional. Entonces, lo que hacen Herzl y el movimiento sionista es nacionalizar el judaísmo y considerar que el pueblo judío constituye una nación, un pueblo perseguido en Europa y que requiere un estado refugio en otro lugar.
El sionismo buscó el apoyo internacional y las grandes potencias de la época barajaron varios lugares para establecer esta nueva patria judía. Desde Argentina, Uganda, Madagascar o hasta en el extremo oriental de Rusia. Sin embargo, el judaísmo tenía un vínculo histórico-religioso con Palestina.
Y las migraciones o Aliyás se siguieron sucediendo a principios del siglo XX. Es en esta época, por ejemplo, en la que se funda lo que acabaría siendo Tel Aviv. Pero el acontecimiento en el que se jugó el futuro de Palestina fue la Primera Guerra Mundial… Durante este sanguinario conflicto, que dejó millones de muertos entre 1914 y 1918, Oriente Próximo cobró una especial importancia.
Esta zona, que como recordamos estaba en manos del imperio otomano, resultaba de gran interés para uno de sus rivales en la guerra, Reino Unido, que controlaba el provechoso Canal de Suez. Lo que intentó el Reino Unido, sobre todo, es promover la revuelta interna contra las autoridades otomanas para minar el estado otomano y la fuerza otomana en la Primera Guerra Mundial. Para ello, el gobierno británico recurrió a los árabes, ofreciéndoles a cambio su apoyo para la creación de un gran estado árabe en la zona.
Este ofrecimiento se hizo a través de cartas que intercambiaron entre 1915 y 1916 el jerife de La Meca, Hussein bin Ali y el alto comisario británico en El Cairo, Henry McMahon. Pero mientras los árabes de Palestina, entre otros, se alzaban contra las tropas otomanas, Reino Unido tuvo un acercamiento clave hacia los judíos, también con una carta. La conocida como Declaración Balfour fue enviada en 1917 por el ministro de Relaciones Exteriores británico Arthur James Balfour al Barón Lionel Walter Rotschild, un líder de la comunidad judía en Reino Unido.
En esta carta, el gobierno británico decía respaldar el establecimiento de “un hogar nacional para el pueblo judío” en Palestina, aclarando, eso sí, que esto no debía perjudicar los derechos de las comunidades no judías existentes en aquella zona. Paralelamente a estas negociaciones con árabes y judíos, en 1916 Londres también firmó en secreto el Acuerdo Sykes-Picot con Francia, en el que las dos potencias definieron cómo sería su influencia y control sobre los territorios del imperio otomano si ganaban la guerra. Algo que ocurrió en 1918, y así fue cómo se repartieron el Oriente Próximo otomano.
Palestina, en un principio, quedó bajo control internacional, pero Reino Unido no tardó en presentar su candidatura para administrarla. Y en 1922, la recién creada Sociedad de Naciones estableció el Mandato británico de Palestina. ¿Y qué significaba un mandato?
Pues un territorio que se entregaba a una potencia después de que hubiera derrotado a otra, considerando siempre que los habitantes de ese lugar no eran capaces de regirse a sí mismos. Para entonces los habitantes de Palestina seguían siendo de mayoría musulmana, aunque el número de judíos iba aumentando y se situaba ya en torno al 11%. Un nuevo censo celebrado casi una década después, en 1931, mostró que el porcentaje de judíos seguía en aumento, impulsado por el creciente antisemitismo en muchos lugares de Europa, y se situaba ya en el 16%.
Con este aumento crecía también la tensión entre árabes y judíos. Y en 1936 estalló una revuelta árabe antibritánica en Palestina, que incluyó una huelga general de seis meses y en la que reclamaron la independencia árabe y el fin del establecimiento de judíos en la zona. Sin embargo, la revuelta fracasó y, además de los miles de muertos, provocó que el movimiento nacionalista palestino quedara muy debilitado ante los acontecimientos que vendrían a continuación.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la llegada de judíos a Palestina siguió aumentando, especialmente después de la liberación de los campos de concentración nazis, cuando se descubrieron los horrores del Holocausto. La presión internacional sobre Reino Unido para que buscara una solución al problema de Palestina siguió creciendo y su presencia en la zona era cada vez más rechazada tanto por judíos como por árabes. Buena muestra fue el atentado, el 22 de julio de 1946, contra el Hotel Rey David en Jerusalén, donde se encontraba instalado el gobierno del mandato británico de Palestina.
Fue perpetrado por la organización paramilitar sionista Irgún y dejó 92 muertos. Esto empujó a Reino Unido a poner el asunto en manos de las Naciones Unidas, quien creó el Comité Especial de la ONU para Palestina, compuesto por 11 países independientes. La comisión propuso la partición del territorio en dos Estados, uno árabe y otro judío, cada uno con tres zonas, y un estatus especial para Jerusalén bajo control internacional.
La propuesta, denominada 181, concedía el 55% del territorio a los judíos y el 45% a los árabes, a pesar de que los judíos eran entonces aproximadamente un tercio de la población. Y la proposición fue votada en la Asamblea General de la ONU el 29 de noviembre de 1947. Estados Unidos y la URSS votaron a favor, así como la mayoría de los países latinoamericanos.
No lo hizo Cuba, que votó en contra como los países árabes. Reino Unido optó por abstenerse. La noticia fue recibida con gran alegría entre los judíos, aunque no así entre los árabes, que se vieron gravemente perjudicados.
Y aquí es cuando regresamos al punto de inicio de nuestro video, al 14 de mayo de 1948. Sobre las 11 de la mañana, los últimos soldados británicos abandonaron Palestina poniendo fin a un cuarto de siglo de mandato. Y apenas cinco horas más tarde, David Ben-Gurion declaró la creación del Estado de Israel.
Para los árabes, el Día de la Nakba o “Día de la catástrofe” marca el inicio de lo que supuso la expulsión o huida de sus hogares de gran parte de la población palestina. Tres cuartos de siglo después, Israel es una de las grandes potencias militares y tecnológicas del mundo, mientras que los palestinos aún siguen peleando por su reconocimiento internacional. Por el camino, la zona se convirtió en un polvorín, con guerras con los países vecinos, decenas de miles de muertos y millones de refugiados.