Antes de los tiempos de los reyes, antes del diluvio, hubo un hombre que caminó con Dios y fue testigo de los secretos de los cielos. Su nombre: Enoc. Enoc fue llevado a los cielos, más allá del reino de los mortales, para ver lo que ningún hombre debía ver: los secretos de los ángeles caídos, las cámaras de la creación y los juicios divinos que determinarían el destino de la humanidad. Pero con el conocimiento viene el peso de la verdad, y lo que Enoc descubrió fue una guerra entre mundos, ángeles que descendieron a la tierra, pactos
prohibidos y una corrupción que desató la ira del creador. Este no es solo un relato; es la historia de una rebelión, de la caída de seres inmortales y de un juicio final que cambiaría el destino de los cielos y la tierra para siempre. Escribe, Enoc, para que las generaciones futuras conozcan la verdad y se preparen para lo que está por venir. Secretos... La tierra. Enoc, hijo de Jaret, tú, que has encontrado gracia ante mis ojos, escucha mi llamado, señor. ¿Qué deseas de mí? Soy solo un hombre pequeño ante tu grandeza. Te he elegido para que
seas mi mensajero. Lo que está oculto será revelado a través de ti. Levántate, Enoc, y sigue a mi mensajero celestial; él es el guardián de los misterios de Dios. Camina conmigo, Enoc, pues te mostraré los secretos de los cielos y la corrupción de la tierra. Esto... esto es más de lo que jamás imaginé. ¿Dónde estamos? Estás en el umbral de los cielos, pero no todo lo que verás será hermoso. Enoc, es necesario que sepas la verdad, aunque te duela el corazón. Escribe, Enoc, escribe lo que ves y lo que verás, pero recuerda: este conocimiento es
un peso. No todos lo entenderán, y muchos lo rechazarán. ¿Aceptarás este destino? —Si es la voluntad de Dios, la aceptaré. Aunque mi corazón se quiebre, escribiré lo que debe ser escrito. Dame fuerza para cumplir este llamado. Los secretos del cielo se han revelado. Pero, ¿a qué precio? Este es el relato de lo que Enoc vio en el cielo. Primera parte: El libro de los vigilantes. Capítulo 1: Introducción y contexto de la visión de Enoc. Las palabras de la bendición de Enoc, con las que bendijo a los justos y elegidos que vivirán en el día de
la tribulación, cuando todos los malvados y los piadosos serán apartados. Enoc, un hombre justo cuya boca fue abierta por Dios, vio la visión del Santo y del cielo. Esto es lo que él vio: vi una visión para las generaciones futuras, no para esta generación, sino para un futuro lejano. Acerca de los elegidos hablé, y para ellos escribí: el Santo y grande vendrá del cielo; él pisará sobre el monte Sinaí y se manifestará en su campamento, y aparecerá con toda su fuerza del cielo. Él vendrá con diez millares de sus santos para ejecutar juicio sobre todos,
destruir a los impíos y reprender a toda carne por todas las cosas impías que los pecadores y malvados han cometido contra él. Todos los que están en la tierra despertarán, pero todos los justos vivirán, y los malvados serán destruidos. Entonces habrá paz, y los justos caminarán por caminos de justicia, y el Señor será su guía; y ellos tendrán luz eterna. Capítulo 2: Observaciones sobre la creación y la naturaleza. Mirad todo lo que ocurre en el cielo: cómo las luminarias en el cielo no cambian sus caminos, cómo cada una sale y se pone en orden según
sus estaciones, y no se desvían de lo que Dios les ha ordenado. Ved la tierra y prestad atención a las cosas que ocurren sobre ella, desde el principio hasta el fin. Cómo nada en ella cambia y todo obedece a Dios. Ved las señales del cielo, cómo todas las estrellas aparecen en su tiempo, y cómo el sol y la luna siguen sus caminos perfectos según el mandato que les fue dado por el Señor. Ellos no cambian su órbita, y todo trabaja junto en obediencia a Dios. Pero vosotros, los hombres, habéis desobedecido; no habéis seguido los caminos
del Señor, y vuestra maldad ha excedido todo límite. Los vigilantes, también los ángeles que fueron enviados a guiaros, se desviaron de su misión y corrompieron sus caminos. Por eso los impíos enfrentan el juicio, y el castigo será grande. Observad cómo cada árbol da fruto a su tiempo, cómo los ríos fluyen en su curso, cómo el mar permanece en sus límites; toda la creación sigue las leyes del Altísimo. Pero los hombres y los ángeles caídos no han respetado sus mandamientos. El juicio vendrá para todos aquellos que han pecado y para quienes han seguido los caminos de
la injusticia. Los justos, en cambio, serán adorados y encontrarán paz eterna. Los impíos serán destruidos, y no quedará memoria de ellos. Mirad cómo las estaciones cambian en su tiempo, los días de verano y de invierno. Ved cómo todo en la tierra y el cielo da testimonio de la gloria de Dios, pero los hombres han traído caos a este mundo con sus acciones. El juicio está preparado, y el Altísimo no tardará en ejecutarlo. Capítulo 3: La caída de los vigilantes y el surgimiento de los nefilim. En aquellos días, cuando los hijos de los hombres se multiplicaron,
nacieron para ellos hijas hermosas. Los ángeles, los hijos del cielo, las vieron y las desearon, y se dijeron unos a otros: "Venid, elijamos esposas de entre las hijas de los hombres y engendremos hijos con ellas". Entonces, Semasa, quien era el líder, les dijo: "Temo que no estaréis de acuerdo en hacer esto y que seré yo quien tenga que cargar con la culpa de un gran pecado". Pero todos le respondieron: "Hagamos un juramento y comprometámonos con un anatema entre nosotros para no volver atrás hasta que hayamos cumplido con este propósito". Hecho. Entonces, todos juraron juntos y
se comprometieron entre sí con un anatema. Eran en total 200 y descendieron en los días de Jared sobre la cima del monte Hermón. A ese monte lo llamaron Hermón porque en él juraron y se comprometieron con un anatema. Estos son los nombres de sus líderes: Semasa, quien era su jefe; Uraki, Aramel, Aibel, Tamiel, Ramu, Danel, Ezequel, Baraquiel, Asael, Armar, Batri, Anan, El, Zaquiel, Samsel, Zarel, Turel, Comja, El y Sariel. Estos son los jefes de decenas, y todos ellos tomaron para sí esposas. Cada uno escogió una y comenzaron a acercarse a ellas y a contaminarse con
ellas. Les enseñaron encantamientos y brujerías, y les mostraron cómo cortar raíces y las plantas, y ellas quedaron embarazadas y dieron a luz gigantes cuya altura era de 300 codos. Estos devoraron todo lo que los hombres podían producir, y cuando los hombres ya no pudieron sostenerlos, los gigantes se volvieron contra ellos y comenzaron a devorar a la humanidad. También comenzaron a pecar contra las aves, las bestias, los reptiles y los peces, y a devorarse entre sí, y bebieron sangre. Entonces, la tierra acusó a los impíos, y Ascel enseñó a los hombres a fabricar espadas, cuchillos, escudos
y corazas, y les mostró los metales de la Tierra y cómo trabajarlos, y los brazaletes, adornos, el uso de antimonio, el embellecimiento de los párpados, toda clase de piedras preciosas y todas las tinturas. Entonces, hubo mucha impiedad y cometieron fornicación y fueron corrompidos en todos sus caminos. Semasa enseñó encantamientos y el corte de raíces; Armos, la resolución de encantamientos; Baraquiel, la astrología; Cocel, las constelaciones; Ezequel, el conocimiento de las nubes; Araquiel, las señales de la Tierra; Samsel, las señales del Sol; y Sariel, el curso de la luna. Y mientras los hombres perecían, clamaron, y su
clamor subió al cielo. Entonces, Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel miraron desde el cielo y vieron la cantidad de sangre que se derramaba sobre la Tierra y toda la iniquidad que se cometía, y se dijeron unos a otros: "La tierra está gritando con la voz de su clamor hasta las puertas del cielo. Ahora a vosotros, los santos del cielo, las almas de los hombres claman diciendo: "Llevad nuestro caso ante el Altísimo". Y ellos dijeron al Señor de los cielos: "Tú eres el Señor de señores, Dios de dioses, Rey de reyes, y el trono de tu gloria
permanece por todas las generaciones del mundo, y tu nombre es Santo, grande y bendito por toda la eternidad. Tú has hecho todas las cosas y tienes poder sobre todas ellas; todo está abierto ante ti y ves todas las cosas, y nada puede esconderse de ti. Tú has visto lo que Ascel ha hecho, quien ha enseñado toda clase de injusticia en la Tierra y ha revelado los secretos eternos que se guardaban en los cielos, los cuales los hombres estaban esforzándose por aprender. Y Semasa, a quien tú has dado autoridad para gobernar a sus asociados, ha ido
a las hijas de los hombres, se ha acostado con ellas y se ha contaminado, y les ha revelado estos pecados. Las mujeres han dado a luz gigantes y toda la Tierra se ha llenado de sangre e iniquidad. Y ahora, he aquí, las almas de los que han muerto claman y se lamentan hasta las puertas del cielo, y su gemido ha subido y no pueden descansar por la iniquidad que se ha cometido en la Tierra. Pero tú conoces todas las cosas antes de que ocurran; tú sabes esto y toleras estas cosas y no nos dices qué
debemos hacer con respecto a ellas". Entonces el Altísimo, el Santo y Grande, habló y envió a Uriel, al hijo de Lamec, diciendo: "Ve a Noé y dile en mi nombre: escóndete y revela a él el fin que se acerca, que toda la Tierra será destruida y un diluvio vendrá sobre toda la Tierra y destruirá todo lo que está en ella. Y ahora instruye al justo, a Noé, sobre lo que debe hacer para preservar su vida y la semilla de toda la Tierra para las generaciones futuras". Y nuevamente el Señor dijo a Rafael: "Encadena a Zacel
de pies y manos y arrójala; haz una abertura en el desierto que está en Dudael y arrójala sobre él, rocas ásperas y afiladas, y cúbrelo con oscuridad y que permanezca allí para siempre y cúbrelo para que no vea la luz, y en el día del gran juicio será arrojado al fuego. Cura la Tierra que los ángeles han corrompido y anúncialo a la Tierra, y que toda la corrupción será eliminada, que todos los hijos de los hombres no se pierdan por el misterio que los Vigilantes han revelado y que han enseñado a sus hijos. Toda la
Tierra ha sido corrompida por la enseñanza de las obras de Ael, y sobre él recaerá toda la culpa". Y el Señor dijo a Gabriel: "Procede contra los bastardos y los réprobos y contra los hijos de fornicación y destruye a los hijos de los Vigilantes de entre los hombres. Envíalos unos contra otros para que se destruyan en batalla, porque no tendrán días largos y ninguna petición que sus padres hagan será escuchada, porque ellos esperaban vivir una vida eterna y que cada uno de ellos viviera 500 años. Y el Señor dijo a Miguel: "Ve y anuncia a
Sem Yasa y a sus asociados que se han unido a las mujeres para contaminarse con ellas en toda su impureza. Su destrucción está determinada; encádenalos por 70 generaciones en los valles de la Tierra hasta el día de su juicio y consumación, hasta que el juicio eterno sea completado. En esos días ellos serán llevados al Abismo de fuego y al tormento, y serán confinados por toda la eternidad. Y destruye a todos los espíritus de los réprobos y a los hijos de los Vigilantes, porque han hecho daño a los hombres". Destruye toda injusticia de la faz de
la tierra, y que toda obra malvada termine; y que la planta de justicia y verdad aparezca, y que sea una bendición; y que las obras de justicia y verdad sean plantadas para siempre con alegría. Y entonces todos los justos escaparán y vivirán, hasta que engendren miles de hijos, y todos los días de su juventud y su vejez se completarán en paz. Entonces, toda la tierra será cultivada en justicia, será plantada con árboles, y estará llena de bendición; y todos los árboles de la tierra darán fruto, y habrá viñedos en abundancia; y toda semilla que sea
sembrada producirá 1 vez más, y una medida de oliva producirá 10 prensas de aceite. Y limpia la tierra de toda opresión, de toda injusticia, de todo pecado, de toda impiedad y de toda contaminación que está siendo hecha sobre ella. Destruye de la tierra a todos los hijos de los hombres y a todas las cosas impías, y que toda obra de maldad termine. Y ahora, hijos míos, hablad de justicia y caminad en ella, porque en los senderos de la justicia seréis plantados para siempre. Capítulo 4: Enoc como mediador y el juicio de los Vigilantes. En aquellos
días fui tomado de entre los hijos de los hombres, y los ángeles me llamaron y me llevaron a un lugar remoto; y me dijeron: "Enoc, tú, escriba de justicia, ve y habla con los Vigilantes del cielo, quienes han abandonado las alturas celestiales y se han contaminado con mujeres, haciendo como lo hacen los hijos de los hombres, y han tomado esposas para sí mismos y han corrompido la tierra." Diles: "No habrá paz para vosotros, ni perdón de pecados." Entonces fui y hablé con todos ellos; estaban reunidos en el lugar llamado Abel Main, que está entre el
Líbano y Senir, con sus rostros cubiertos de vergüenza. Les relaté todas las palabras de justicia que me habían sido entregadas, y comenzaron a temblar de miedo; me suplicaron que escribiera una petición para ellos, para que pudieran pedir perdón y llevar su petición ante el Altísimo en el cielo, porque ellos ya no podían dirigirse a él ni alzar los ojos al cielo por causa de los pecados que habían cometido. Entonces escribí su petición y las súplicas de los ángeles caídos y llevé su escrito ante el cielo. Subí y llegué a las aguas de la región celestial;
allí vi las puertas del cielo abiertas y entré en el lugar donde está el trono de Dios. Me postré sobre mi rostro y hablé ante el Altísimo, entregando la petición que los Vigilantes me habían pedido presentar; pero el Altísimo respondió y dijo: "Ve y diles a los Vigilantes del cielo que les enviaste mensaje. Vosotros fuisteis santos y espirituales, viviendo la vida eterna, pero os contaminasteis con las mujeres, como lo hacen los hijos de los hombres, y engendrasteis hijos con sangre y carne; por eso habéis traído gran maldad a la tierra. Nunca se os dio permiso
para desvelar los secretos del cielo, ni para enseñar tales cosas a los hijos de los hombres, pero lo hicisteis. Como resultado, ellos han aprendido cosas que no debieron saber, y ahora están corrompidos." El Altísimo continuó: "Vosotros, los Vigilantes, no obtendréis paz. No habrá perdón para vuestros pecados; seréis condenados para siempre. En cuanto a vuestros hijos, los nefilim, quienes nacieron de vuestra unión con las mujeres, ellos serán destruidos porque han traído caos y sangre a la tierra." Entonces regresé y les conté todo lo que Dios me había dicho; les expliqué que no había posibilidad de intercesión
ni misericordia para ellos porque habían cometido un pecado imperdonable al abandonar su estado celestial. Enoc relata una visión en la que se le mostraron los cielos y el futuro juicio de los Vigilantes. En su visión, vio un lugar oscuro, lleno de fuego y columnas de llamas que no tenían fin. Este era el destino que aguardaba a los ángeles caídos; allí serían encadenados para siempre mientras esperaban el juicio final. El Altísimo le dijo: "Este lugar que has visto es la prisión de los ángeles; aquí estarán detenidos hasta el gran día del juicio, cuando serán condenados al
abismo eterno por sus pecados." Entonces se le mostró a Enoc un trono brillante, rodeado por ríos de fuego; allí estaba sentado el Altísimo, rodeado por ángeles que cantaban y alababan su nombre. Fue entonces cuando Enoc entendió la magnitud del juicio que venía. Dios le explicó a Enoc que los hijos de los Vigilantes, los nefilim, serían destruidos, pero sus espíritus permanecerían en la tierra como seres malvados. El Altísimo dijo: "Los espíritus de los gigantes que nacieron de la carne se convertirán en espíritus malignos sobre la tierra. Los espíritus de los gigantes saldrán de sus cuerpos porque
han nacido de hombres y de los santos Vigilantes; su origen es de sangre y carne, y causarán destrucción en la tierra. Ellos serán conocidos como espíritus malvados; hacen daño, destruyen, atacan y pelean, y no comerán ni verán, pero serán invisibles a los ojos humanos. Se levantarán contra los hijos de los hombres y contra las mujeres porque ellos salieron de ellas." Dios declaró que los nefilim serían borrados físicamente de la tierra, pero sus espíritus permanecerían como una maldición hasta el final de los tiempos. Dios le confió a Enoc la tarea de escribir todas estas revelaciones y
visiones para que las generaciones futuras entendieran el pecado de los Vigilantes y la consecuencia de su rebelión. Enoc debía registrar cómo los ángeles caídos habían traído corrupción al mundo y cómo el juicio de Dios era inevitable para los impíos. "Tú, Enoc, escribe todo esto, porque estas cosas serán una advertencia para las generaciones futuras, que ellos sepan lo que sucedió cuando los Vigilantes abandonaron el cielo y cuando sus hijos trajeron destrucción a la tierra. Porque el juicio del Altísimo será justo, y nadie escapará de él." Terminé su misión como mediador entre Dios y los vigilantes, transmitiendo
el mensaje divino con fidelidad. Aunque los ángeles caídos esperaban misericordia, Dios les dejó en claro que su pecado no podía ser perdonado; sus hijos, los nefilim, serían eliminados físicamente, pero sus espíritus malignos permanecerían en la tierra como una prueba de la corrupción que habían traído. Enoc, como escriba de justicia, dejó constancia de todo lo que había visto y oído para que las generaciones futuras supieran de los pecados de los vigilantes y de la justicia del Altísimo. Capítulo 5: Las visiones de Enoc sobre el cielo, el infierno y el juicio final. Después de haber entregado el
mensaje del Altísimo a los vigilantes, fui llevado por los ángeles a diferentes lugares para ver las maravillas de los cielos, la tierra y los abismos. Los ángeles que me guiaban me dijeron: “Enoc, escriba de justicia, estas cosas te serán mostradas para que comprendas el orden de la creación y los destinos reservados para los justos y los pecadores.” Primero fui llevado a un lugar donde las aguas no se detenían. Vi ríos de fuego y columnas de fuego que descendían sin fin; todo el lugar brillaba con una luz intensa. Pregunté a los ángeles que estaban conmigo: “¿Qué
es este lugar?” Ellos respondieron: “Este es el extremo de los cielos y la tierra; aquí se encuentran los fundamentos del cielo.” Luego fui llevado a un lugar donde los elementos estaban mezclados: viento, agua y fuego. Allí vi las bases de la tierra y los almacenes de los truenos, los relámpagos y las tormentas. Todo estaba perfectamente organizado según el mandato de Dios. Los ángeles me dijeron: “Estos son los tesoros de la creación, preparados para el día en que el Señor ejecute juicio sobre los hombres y los ángeles.” En otro lugar vi a los vigilantes que habían
sido encadenados por su desobediencia. Eran figuras terribles, llenas de desesperación. Los ángeles que me acompañaban dijeron: “Estos son los vigilantes que descendieron a la Tierra y se unieron con las mujeres; ahora están encadenados hasta el gran día del juicio. Sus hijos, los gigantes, fueron destruidos físicamente, pero sus espíritus malignos permanecen en la tierra, causando destrucción y maldad.” Luego fui llevado a un lugar donde se encontraban los espíritus de los muertos. Vi cuatro cámaras separadas: una para los justos, que descansaban en paz, y otras tres para los pecadores, que estaban llenas de sufrimiento. Pregunté a los
ángeles: “¿Qué es este lugar?” Y ellos respondieron: “Este es el sheol, donde los espíritus de los hombres esperan el día del juicio. Los justos están en paz, pero los pecadores sufren en la espera del juicio que vendrá. En el día del juicio final, serán llevados al fuego eterno.” Después fui llevado a un lugar de fuego ardiente que nunca se apagaba. Era un lugar lleno de columnas de fuego que se movían sin cesar. Pregunté: “¿Qué es este lugar tan aterrador?” Los ángeles respondieron: “Este es el lugar reservado para los espíritus rebeldes y los pecadores que han
rechazado a Dios. Aquí estarán por toda la eternidad.” Luego fui llevado a un monte sagrado, más alto que cualquier montaña de la tierra. Sobre este monte vi el trono de Dios, rodeado de ríos de fuego y de miles de ángeles que cantaban y alababan al Altísimo. Los ángeles me dijeron: “Este es el trono del Altísimo, donde Él juzga a toda la creación.” En el monte sagrado vi un árbol gigantesco, cuya fruta era más hermosa que cualquier otra. Pregunté: “¿Qué es este árbol maravilloso?” Los ángeles respondieron: “Este es el árbol de la vida; en el día
de la restauración, este árbol será dado a los justos, quienes comerán de su fruto y vivirán para siempre.” Luego me mostraron un valle lleno de rocas y fuego. Este valle, dijeron los ángeles, era el lugar donde los reyes y los poderosos que habían oprimido a los justos serían juzgados y destruidos. Fui llevado a diferentes lugares de la tierra, donde vi los tesoros de la creación: vi montañas de oro, plata y piedras preciosas, y también ríos y jardines llenos de vida. Los ángeles dijeron: “Todo esto fue creado para que los hombres lo disfruten, pero muchos lo
han usado para la maldad. En el día del juicio, estas cosas serán restauradas a los justos.” Luego fui llevado a los cielos para observar las estrellas, el sol y la luna. Vi cómo todos los astros seguían un curso perfecto, obedeciendo las leyes de Dios. Los ángeles me dijeron: “Así como las estrellas obedecen a Dios, los hombres también deben hacerlo; pero los impíos han desobedecido, y por eso enfrentarán el juicio.” Finalmente, los ángeles me llevaron de regreso al monte sagrado, donde el Altísimo me habló directamente. Me dijo: “Enoc, escribe todo lo que has visto y oído,
porque estas palabras son para las generaciones futuras. Los justos vivirán en paz y heredarán la tierra, mientras que los malvados serán destruidos para siempre. Yo juzgaré a toda la creación, y mi justicia será eterna.” Y así, Enoc concluyó sus visiones, dejando un registro de todo lo que vio y escuchó. Estas visiones fueron dadas como una advertencia para los impíos y una promesa para los justos, para que supieran que el juicio de Dios es justo y verdadero. Segunda parte: El libro de las parábolas. Capítulo 1: Introducción a las parábolas. Este es el comienzo del segundo libro
de Enoc. En él se incluyen visiones que Enoc recibió relacionadas con los destinos de los justos y los pecadores, las maravillas de los cielos y los misterios del mundo celestial. Este libro está compuesto por tres parábolas, cada una revelada a Enoc por los ángeles que lo guiaban. Esta es la segunda visión que recibí, la cual se refiere a los habitantes de la tierra. Yo, Enoc, fui bendecido por el Señor de la gloria, el Rey eterno, quien me mostró todas estas cosas. Enoc explica que en... Esta visión se le revelaron los secretos del cielo y de
la tierra, y que vio el destino final de los hombres y de los Ángeles. Dice: "En esta visión vi la morada de los justos, el lugar preparado para ellos en la eternidad. Y también vi el destino de los pecadores, quienes serán apartados y arrojados al fuego eterno. Todo esto me fue mostrado para que lo escribiera y lo revelara a las generaciones futuras." Enoc describe cómo el Señor de los cielos le habló directamente y le mostró los misterios que se le habían ocultado a la humanidad. Él dice que el propósito de estas parábolas es enseñar a
los hombres sobre la justicia, el juicio venidero y la promesa de la vida eterna para los justos. El Señor de los Espíritus me mostró todas las cosas, tanto las visibles como las invisibles; me mostró los secretos del cielo, las estrellas, los rayos y los truenos, y los misterios que están ocultos en las profundidades de la tierra. Todo esto me fue revelado por su voluntad para que fuera un testigo fiel. Finalmente, Enoc concluye el capítulo introduciendo las tres parábolas que se desarrollarán en las siguientes secciones del libro. La primera parábola habla del destino de los justos
y de los pecadores, y del día en que los justos serán, [Música], hijo del Hombre, quien será el juez de toda la creación. La tercera parábola describe el futuro reino de Dios, la restauración de la justicia y la destrucción final de los malvados. Estas parábolas me fueron dadas para que los hombres comprendieran que el Señor de los Espíritus es justo, que su juicio es eterno y que todo será revelado en su tiempo. Capítulo 2. Primera parábola: el destino de los justos y los pecadores. Yo, Enoc, he visto visiones grandiosas reveladas por el Señor de los
Espíritus. Este es el destino de los justos y los pecadores que el Altísimo me mostró para que las generaciones futuras sepan lo que está por venir. Vi cómo los justos se levantaban, como la luz del sol; su justicia brillaba y sus rostros resplandecían con gloria. Ellos no temerán más, porque el Señor estará con ellos y caminarán en su luz para siempre. Pero también vi el destino de los pecadores: fueron apartados, expulsados de la tierra y llevados a un lugar de oscuridad eterna. Su vergüenza no tendrá fin y no habrá descanso para ellos en ningún lugar.
Vi cómo el mundo sería transformado; la tierra dará sus frutos en abundancia, y las montañas y colinas estarán llenas de gozo. Vi cómo los justos caminarían con ellos por toda la eternidad. Este es el día en que los justos serán vindicados; los pecadores serán destruidos. El Señor de los Espíritus me llevó a un lugar maravilloso donde vi la morada de los santos. Todo estaba lleno de luz y paz; las habitaciones de los justos eran como un paraíso, rodeadas de árboles que daban frutos fragantes y bellos. Allí habitaban los elegidos del Altísimo, y no había tristeza
entre ellos; todo era gozo eterno. Pero también vi el destino de los pecadores: fueron llevados a un lugar de tormento donde no había descanso ni consuelo. Vi su vergüenza y entendí que ellos mismos eran testigos de su destrucción. En mi visión, también vi a los cuatro grandes arcángeles que están delante del trono de Dios. Ellos son Miguel, quien protege al pueblo de Dios y lucha contra los enemigos; Rafael, quien cura las enfermedades y guía a los justos; Gabriel, quien anuncia los juicios del Altísimo y revela los secretos del cielo; y Fanuel, quien guarda la esperanza
de los justos y los conduce a la vida eterna. Vi cómo los cuatro arcángeles cantaban y alababan al Señor de los Espíritus. Sus voces eran como el rugido de muchas aguas y decían: "Santo, Santo, Santo es el Señor de los Espíritus. Toda la creación está llena de su gloria." Luego fui llevado a ver los secretos del cielo y de la tierra. Vi cómo el sol, la luna y las estrellas siguen sus cursos, obedeciendo el mandato del Altísimo. Vi los almacenes del viento, la lluvia y las tormentas, y entendí cómo todo está perfectamente ordenado según la
voluntad de Dios. También vi los libros celestiales donde están registradas todas las obras de los hombres. En estos libros, los justos son recordados para la vida eterna, pero los pecadores están registrados para el castigo. Supe que en el día del juicio estos libros serán abiertos y cada hombre será juzgado según sus obras. Vi cómo la sabiduría descendió del cielo buscando un lugar entre los hombres, pero ellos, en su maldad, la rechazaron. La sabiduría se lamentó y dijo: "No encontraré un lugar entre los hombres, regresaré al trono del Altísimo y aré allí para siempre." Me dolió
en el corazón ver cómo los hombres rechazaron la sabiduría de Dios, pues al hacerlo también rechazaron su bendición. Vi las estrellas en el cielo, y cada una tenía un nombre y un propósito dado por el Señor de los Espíritus. Vi cómo algunas estrellas habían desobedecido, abandonando su curso, y por ello fueron arrojadas al abismo junto con los ángeles caídos. Allí permanecen hasta el día del juicio, cuando serán destruidas. También vi los espíritus de los hombres; los espíritus de los justos ascendían al cielo y eran recibidos con gozo, pero los espíritus de los pecadores eran rechazados
y enviados a lugares oscuros donde aguardaban su castigo. Estas son las visiones que el Señor de los Espíritus me mostró. Vi el destino de los justos, quienes caminarán en la luz de Dios y vivirán en paz para siempre. También vi el destino de los pecadores, quienes serán arrojados a la oscuridad eterna, donde no habrá descanso ni consuelo. Que los justos se alegren porque el Altísimo es su refugio y fortaleza, pero que los pecadores tiemblen porque el día del juicio está cerca y nadie escapará de la justicia del Altísimo. Señor De Los Espíritus, capítulo 3, segunda
parábola: El hijo del hombre y el juicio universal. Yo, Enoc, he recibido esta parábola del Señor De Los Espíritus, y en ella me fueron revelados los misterios más profundos sobre el hijo del hombre, aquel que será el juez de toda la creación. Esto fue lo que vi y oí: vi un trono glorioso, alto y rodeado de luz y fuego. En el trono estaba sentado alguien cuyo rostro era como el resplandor del Sol, y su vestidura era más blanca que la nieve. Los Ángeles lo rodeaban, miles de miles, y le servían cantando alabanzas. Pregunté a Los
Ángeles que me acompañaban: "¿Quién es este que está sentado en el trono de Gloria?". Ellos me respondieron: "Este es el hijo del hombre, fue revelado antes de la creación del mundo; él será el juez de Los Reyes y los poderosos, de los justos y los impíos. Él es quien traerá justicia y luz a los justos y destruirá a los malvados para siempre". Vi cómo el Señor De Los Espíritus convocaba a todas las naciones, y cada hombre, desde los reyes hasta los más humildes, se presentaba ante el hijo del hombre. Él abría los libros celestiales donde
estaban registradas todas las obras de los hombres, y cada uno era juzgado según lo que había hecho. Vi cómo los reyes y los poderosos se estremecían de miedo ante el hijo del hombre; sabían que sus riquezas y su poder no los podían salvar. Intentaron esconderse, pero no había lugar donde pudieran escapar de su juicio. Los justos, en cambio, eran llamados al trono, y sus rostros brillaban de gozo. Ellos eran reconocidos y recompensados por su fidelidad. El hijo del hombre los levantaba y les decía: "Venid, benditos de mi padre; heredad el reino preparado para vosotros desde
el principio de los tiempos". Vi cómo los pecadores eran apartados y llevados a un lugar de oscuridad eterna; allí las llamas no se apagaban y el tormento no tenía fin. Los Ángeles me dijeron: "Este es el destino de aquellos que han desobedecido al Altísimo, quienes oprimieron a los justos y siguieron los caminos de la maldad". Luego fui llevado a un lugar maravilloso donde habitaban los justos. Allí vi árboles llenos de fruto, ríos de agua y una luz que nunca se apagaba. Los Ángeles dijeron: "Este es el lugar preparado para los justos; aquí vivirán en paz
en la presencia del hijo del hombre y nunca más sufrirán". Vi cómo los justos cantaban y alababan al Señor De Los Espíritus, diciendo: "Santo, Santo, Santo es el Señor, quien nos ha salvado y nos ha dado vida eterna". Los Ángeles me dijeron: "El hijo del hombre no solo será juez, sino también defensor de los justos. Él es quien traerá justicia al mundo y eliminará la maldad para siempre. Desde el principio, su nombre fue mencionado ante el Altísimo, y él será el rey sobre toda la creación". Vi cómo el hijo del hombre extendía su mano y
restauraba la tierra; todo lo que había sido corrompido por los hombres y los ángeles caídos fue renovado, y la justicia floreció como un árbol en primavera. Vi cómo los justos habitaban en paz y cómo el hijo del hombre gobernaba con sabiduría y poder. Entonces El Señor De Los Espíritus habló y dijo: "Este es mi hijo, mi elegido, quien será una luz para las naciones y una esperanza para los justos; él juzgará con rectitud y su reino no tendrá fin. Todos los secretos serán revelados y toda rodilla se doblará ante él". Así terminó la visión de
la segunda parábola. Vi el destino de los justos y los pecadores, y entendí que el hijo del hombre es la clave de la redención y del juicio. Esto me fue revelado para que las generaciones futuras lo sepan y vivan en justicia, porque el día del juicio está cerca. Que los justos confíen en el Señor, porque él es su refugio y su fortaleza, y que los pecadores se arrepientan, porque el juicio del hijo del hombre será justo y verdadero. Capítulo 4, tercera parábola: El reino de Dios, la restauración de la justicia y la destrucción de los
malvados. Yo, Enoc, recibí esta tercera parábola del Señor De Los Espíritus. En ella vi el futuro reino de Dios, donde la justicia prevalecerá para siempre y el destino final de los impíos, quienes serán eliminados de la creación. Esto es lo que vi y oí en mis visiones: vi nuevamente al hijo del hombre sentado en un trono de gloria, rodeado de luz y fuego. Todo el cielo estaba lleno de ángeles que lo servían, y su presencia llenaba la creación con paz y justicia. Vi cómo el hijo del hombre extendía su mano y la tierra fue renovada;
los justos caminaron en su luz y todo lo que había sido corrompido fue restaurado. El mundo entero se llenó de justicia y no hubo más lugar para el mal. Vi cómo el hijo del hombre juzgaba a los reyes y los poderosos que habían oprimido a los justos. Ellos fueron llevados ante su trono y los libros celestiales fueron abiertos; todo lo que habían hecho estaba registrado y no había lugar para que escaparan. Ellos se arrodillaron ante él, pero no por reverencia, sino por miedo; clamaban por misericordia. Pero el hijo del hombre les dijo: "Vosotros conocíais la
verdad, pero elegisteis el mal; ahora recibiréis el castigo que habéis preparado para vosotros mismos". Entonces fueron apartados y llevados al abismo eterno, donde las llamas nunca se apagan y donde no hay descanso. Después vi cómo el Señor De Los Espíritus renovaba la tierra; las montañas y los valles se llenaron de verdor, los ríos fluían con aguas puras y los árboles daban fruto en abundancia. Todo lo que había sido destruido por el pecado fue restaurado a su estado original. Vi cómo los justos heredaban la tierra; ellos vivían en... Paz, sin temor ni dolor, su luz brillaba
como el sol, y la gloria del Señor estaba con ellos. El Hijo del Hombre caminaba entre ellos, y su presencia llenaba el mundo de gozo. Los ángeles que estaban conmigo dijeron: "Esto es lo que el Altísimo ha preparado para los justos; aquí no habrá más muerte ni sufrimiento porque todo será perfecto en la presencia del Señor." En otro lugar, vi cómo los vigilantes que habían caído eran llevados ante el Hijo del Hombre. Ellos estaban encadenados y llenos de terror; sabían que no había para ellos, pues habían corrompido la creación y desobedecido al Altísimo. Vi cómo
fueron juzgados por sus pecados. El Hijo del Hombre les dijo: "Vosotros fuisteis creados para proteger la justicia, pero elegisteis el mal. Ahora seréis eliminados de la creación y nunca más veréis la Luz." Entonces, los ángeles caídos fueron arrojados al abismo; permanecerán por toda la eternidad. Sus hijos, los espíritus de los nefilim, también fueron juzgados y enviados al tormento eterno. Después de estas cosas, vi cómo el reino de Dios era establecido para siempre. Los justos vivían en perfecta comunión con el Altísimo, y el Hijo del Hombre gobernaba con justicia y sabiduría. Todo el universo estaba lleno
de su gloria y los ángeles cantaban, diciendo: "Santo, Santo, Santo es el Señor de los Espíritus; toda la creación está llena de su gloria, y su reino no tendrá fin." Vi cómo toda rodilla se doblaba ante el Hijo del Hombre y cómo cada lengua confesaba su nombre. Los secretos del cielo y de la tierra fueron revelados y no hubo más oscuridad ni maldad; todo estaba en armonía bajo el gobierno del Altísimo. El Señor de los Espíritus me habló y dijo: "Enoc, estas cosas han sido reveladas para que las generaciones futuras las conozcan; que los justos
vivan en esperanza porque el día de su salvación se acerca, pero que los pecadores se arrepientan porque el día del juicio está cerca y nadie escapará de mi justicia. Yo, mi creación y todo lo que ha sido corrompido será purificado: los justos brillarán como las estrellas y su gozo no tendrá fin. Pero los impíos serán eliminados y su memoria desaparecerá para siempre." Así terminó la visión de la tercera parábola. Vi cómo la justicia triunfaba sobre el mal y cómo el reino de Dios era establecido para siempre. Estas palabras han sido escritas para que las generaciones
futuras las lean y sepan que el Altísimo es justo y verdadero, que los justos se alegren y confíen en el Señor porque su reino es eterno. Pero que los pecadores se arrepientan, porque el juicio del Hijo del Hombre será justo y nadie podrá escapar de él. Tercera parte: El libro astronómico o libro de las luminarias. El libro de las luminarias comienza con Enoc siendo llevado por los ángeles a observar los secretos del cielo y de la tierra. En esta sección se le revelan los movimientos del sol, la luna, las estrellas y los ciclos del año;
todo perfectamente ordenado según los mandatos del Altísimo. Estas revelaciones no solo describen la precisión del cosmos, sino que también sirven como un testimonio de la obediencia de la creación frente a la desobediencia de los hombres. Yo, Enoc, fui llevado por el ángel Uriel, quien está encargado de las luminarias celestiales. Él me mostró los caminos del sol y me dijo: "Este gran luminar es el que da luz al mundo y gobierna sobre el día. Cada día sale desde el portal del este y se pone en el portal del oeste, cumpliendo con su curso según las órdenes
del Altísimo." Uriel me explicó cómo el sol tiene seis portales por los que entra y sale durante el año. En los días más largos del verano, el sol utiliza los portales más altos; en los días más cortos del invierno, los bajos. Así, el año se divide en 364 días. El sol completa su curso anual con exactitud, sin desviarse jamás. Cada estación tiene su tiempo asignado y todo esto fue establecido por el Señor desde el principio de los tiempos. El sol, tal como se le mostró a Enoc, sigue un curso preciso marcando las estaciones del año.
En primavera, los días y las noches son iguales; en verano, los días son más largos; en otoño vuelven a igualarse, y en invierno las noches dominan sobre los días. Cada estación está perfectamente diseñada para cumplir con el propósito de la creación. Uriel le mostró a Enoc cómo el sol no solo regula el tiempo, sino también la vida en la tierra. Sin su calor y luz, nada podría crecer ni sobrevivir; es un testimonio constante de la grandeza del Altísimo. Después de mostrarme los caminos del sol, Uriel me llevó a observar los movimientos de la luna. Me
dijo: "La luna sigue un curso diferente al del sol; completa su ciclo en 29 o 30 días, dependiendo del mes. Durante su curso, su luz crece y decrece según las órdenes del Altísimo." Vi cómo la luz de la luna aumenta durante la primera mitad del mes hasta que se llena completamente; luego, su luz disminuye hasta que desaparece, completando así su ciclo. Uriel añadió: "Aunque la luz de la luna no es propia, refleja la del sol. Ambas luminares trabajan juntas para iluminar la tierra y marcar los tiempos y las estaciones. La luna no solo regula los
meses, sino que también está íntimamente conectada con las mareas y los ciclos de la vida en la tierra. Tal como se le mostró a Enoc, la luna sirve como un complemento del sol, ofreciendo luz durante la noche y manteniendo el equilibrio en la creación." Sin embargo, se le advirtió a Enoc que en los últimos días los hombres corromperían el conocimiento de los ciclos del sol y la luna, desviándose de los tiempos y las estaciones establecidas por Dios. Luego fui llevado a observar las estrellas. Uriel me dijo... Cada estrella tiene un nombre y un propósito dado
por el Señor de los Espíritus. Ellas siguen sus caminos con fidelidad y ninguna se desvía, excepto aquellas que desobedecieron y fueron arrojadas al abismo. Vi cómo las constelaciones giraban en sus cursos, marcando las estaciones y los años. Uriel añadió: "Estas estrellas son un testimonio de la gloria del Altísimo, su obediencia es un ejemplo para los hombres. Pero los hombres, en su necedad, han desobedecido a Dios y corrompido su creación. Entre las estrellas, algunas se rebelaron contra el Altísimo, abandonando sus cursos designados. Estas estrellas rebeldes fueron juzgadas y arrojadas al abismo, junto con los ángeles caídos.
Allí permanecen encadenadas, esperando el día del juicio final. La rebelión de las estrellas es un recordatorio de las consecuencias de la desobediencia". Uriel me mostró cómo el año está dividido. Vi cómo las estaciones cambian con el movimiento del sol, la luna y las estrellas. Me dijo: "El año tiene 364 días, divididos en cuatro estaciones. Cada estación tiene su duración exacta, y todo esto fue establecido por el Altísimo para que los hombres vivan en armonía con la creación. En las visiones de Enoc, los luminares del cielo no solo cumplen un propósito funcional, sino que también son
testigos del juicio divino. En el día del juicio, el sol, la luna y las estrellas darán testimonio contra los impíos, mostrando cómo ellos obedecieron al Altísimo mientras los hombres desobedecieron". El Señor de los Espíritus me habló y dijo: "Enoc, escribe todas estas cosas y enséñales a las generaciones futuras para que los hombres aprendan de los luminares a obedecer mis caminos, porque ellas siguen mis mandamientos con fidelidad, mientras que los hombres se han desviado. El Altísimo me advirtió que en los últimos días muchos hombres corromperán el conocimiento. El sol, la luna y las estrellas cambiarán los
tiempos y las estaciones. Pero los justos se mantendrán firmes; ellos serán guiados por la luz del Señor y no serán engañados por los impíos. Así concluye el libro de los luminares, una revelación dada a Enoc para que las generaciones futuras comprendan la obediencia del cosmos y la importancia de caminar en sus órdenes. Las estrellas son un testimonio constante de la grandeza y la autoridad del Altísimo y una advertencia para aquellos que desobedecen sus caminos. Bendito sea el Señor de los Espíritus, quien creó el cielo y la tierra con sabiduría y perfección; que los hombres aprendan
de los luminares y glorifiquen su nombre para siempre". **Cuarta parte: El libro astronómico o libro de las luminarias**. En esta sección, Enoc relata dos visiones importantes que le fueron reveladas. La primera se centra en el diluvio que vendrá sobre la tierra como juicio por la corrupción de los hombres. La segunda es una visión simbólica que describe la historia de la humanidad desde Adán hasta el juicio final, utilizando animales como representaciones de diferentes grupos y eventos. **La primera visión: El diluvio**. Yo, Enoc, estaba en mi casa, descansando, cuando tuve una visión en la que el cielo
se derrumbaba y caía sobre la tierra. Vi cómo la tierra era tragada por las aguas y todo lo que estaba sobre ella era destruido. Me estremecí al ver esto y clamé al Señor de los Espíritus: "Oh Señor, ¿qué es esto que he visto? ¿Será destruida toda la creación? ¿Qué será de los justos en ese día?" Entonces el Altísimo me respondió: "Enoc, esta visión es sobre el juicio que vendrá sobre la tierra por causa de la maldad de los hombres. Enviaré un gran diluvio para purificar la creación; sin embargo, preservaré a los justos. Tú debes advertir
a tu familia y de entre ellos levantaré a un hombre que será mi siervo. Él construirá un arca y en ella se salvarán él y los que estén con él". Me sentí aliviado al escuchar esto, pues supe que los justos no serían olvidados en medio del juicio. **La segunda visión: La historia de la humanidad**. Enoc tuvo otra visión, conocida como la visión de los animales, en la que se le mostró la historia completa de la humanidad desde Adán hasta el juicio final. En esta visión, los hombres son representados como animales y las naciones como diferentes
grupos de animales. También aparecen ángeles que guían o juzgan a estos animales. Vi cómo una vaca blanca salió de la tierra; esa vaca era Adán, el primer hombre. Luego vi que de él nació otra vaca blanca y su nombre era Set. Después de Set nació otra vaca y luego muchas más, todas blancas. Esto representaba a los primeros hombres justos que caminaron en los caminos del Altísimo. Enoc vio cómo algunas vacas comenzaron a mezclarse con otros animales, dando lugar a criaturas extrañas. Esto simbolizaba la corrupción de la humanidad y el pecado que se extendió por toda
la tierra. En la visión, los ángeles observaban con tristeza cómo los hombres se desviaban de los caminos de la justicia. Entonces vi cómo el Señor de los Espíritus llamó a uno de los ángeles y le ordenó construir un arca. Esta arca fue levantada para proteger a las vacas blancas justas de la destrucción. Luego vi cómo las aguas cubrieron toda la tierra y todo lo que no estaba dentro del arca fue destruido. Después del diluvio, vi cómo una nueva vaca blanca salió del arca; su nombre era Noé. De él nacieron tres terneros, representando a sus hijos:
Sem, Cam y Jafet. Estos tres terneros dieron origen a nuevas naciones. En la visión, Enoc vio cómo los hombres comenzaron a construir una torre alta para alcanzar el cielo, pero el Señor de los Espíritus la destruyó y dispersó a las vacas por toda la tierra. Esto representaba el evento de la torre de Babel y la división de las naciones. Vi cómo el Señor de los Espíritus enviaba a ángeles para guiar a las vacas blancas. Estos ángeles protegían a los justos y los conducían por caminos de justicia. También vi... Como en medio de ellos apareció un
carnero especial, lleno de poder y gloria. Este carnero era un líder justo enviado por el Altísimo para guiar a las ovejas perdidas. El carnero reunirá a los justos y los llevará al lugar que el Señor ha preparado para ellos; pero los lobos y los depredadores, que representan a los malvados, serán destruidos. En la parte final de la visión, Enoc vio cómo el Señor de los Espíritus establecía su reino en la Tierra. Las ovejas blancas, que representaban a los justos, vivían en paz, mientras que los lobos y los depredadores eran eliminados para siempre. Vi cómo la
tierra era renovada y no había más lugar para la maldad. El Señor de los Espíritus, entre los hombres, y su luz llenaba toda la creación. Los justos vivían en gozo eterno, mientras que los malvados eran olvidados. Yo, Enoc, escribí todas estas visiones para que las generaciones futuras sepan que el juicio del Altísimo es justo y verdadero. Estas cosas me fueron reveladas como advertencia para los impíos y como esperanza para los justos. El Señor de los Espíritus juzgará a toda la creación. Los justos serán vindicadores de Enoc sobre el diluvio y la historia de la humanidad,
revelando el juicio, la redención y la promesa de un reino eterno de justicia. Quinta parte: Las advertencias y bendiciones de Enoc. Yo, Enoc, escribo estas palabras como advertencia para los pecadores y como esperanza para los justos. Estas cosas me fueron reveladas por el Señor de los Espíritus, quien me mostró los destinos de los hombres, tanto de los justos como de los malvados. Mis hijos, escuchad palabras y guardadlas en vuestro corazón, porque son verdaderas y eternas palabras a mis hijos y a las generaciones futuras. Hijos míos, vivid en justicia y caminad en la verdad; no sigáis
los caminos de los pecadores ni os apartéis de los mandamientos del Altísimo. Sabed que el Señor de los Espíritus ve todas las cosas y no hay nada que pueda ocultarse de su mirada. Os hablo ahora a vosotros, las generaciones futuras: sabed que los días de tribulación vendrán, pero también vendrá el juicio del Altísimo. En esos días, los pecadores pensarán que pueden escapar, pero el Señor de los Espíritus no olvidará sus obras. Él verá cómo han oprimido a los justos, derramado sangre inocente y corrompido la tierra. Los pecadores serán llevados a un lugar de oscuridad eterna;
allí no tendrán descanso ni consuelo, y su memoria será borrada de la creación. Pero los justos vivirán en paz, y el Altísimo los protegerá en el día de la tribulación. Sobre el destino de los pecadores, vi cómo los pecadores prosperaban en este mundo, llenándose de riquezas y poder. Pensaban que su posición los protegería, pero vi cómo todo lo que poseían les era arrebatado. Vi que ellos mismos eran testigos de su destrucción y no había nadie que pudiera ayudarlos. Vi cómo los pecadores eran llevados al Abismo; allí las llamas ardían sin cesar y el tormento no
tenía fin. Ellos clamaban por misericordia, pero no había respuesta, porque habían desobedecido al Señor de los Espíritus y corrompido su creación. Sabed que el Señor no olvidará los actos de los malvados; él juzgará a cada uno según sus obras y no habrá excusa para los que hayan seguido el camino de la maldad. La recompensa de los justos. Pero también vi el destino de los justos y mi corazón se llenó de alegría. Vi cómo eran recogidos por los ángeles y llevados a un lugar de paz y luz. Allí no había sufrimiento ni dolor, solo gozo eterno
en la presencia del Altísimo. Los justos brillaban como las estrellas y su luz iluminaba todo a su alrededor. Vi cómo el Señor de los Espíritus caminaba entre ellos y su gloria los llenaba de alegría. Ellos heredaron la tierra renovada, donde no había más muerte ni corrupción. Os digo esto, mis hijos, para que no temáis en los días de tribulación; aunque los pecadores prosperen ahora, su tiempo es breve y vuestra recompensa está asegurada en el Reino del Altísimo. Las semanas de Enoc. El Señor de los Espíritus me mostró una visión de la historia humana dividida en
diez semanas. Esto es lo que vi: en la primera semana vi la creación de los cielos y la tierra y la formación de Adán, el primer hombre. En la segunda semana vi el surgimiento del pecado entre los hombres y la llegada del diluvio que purificó la tierra. En la tercera semana vi a Abraham y a su linaje, quienes fueron elegidos por el Altísimo para ser un pueblo santo. En la cuarta semana vi cómo el Altísimo entregaba su ley a Moisés para que los hombres caminaran en justicia. En la quinta semana vi a los reyes y
profetas, quienes guiaron a Israel. En la sexta semana vi la corrupción del pueblo de Dios y su exilio entre las naciones. En la séptima semana vi al Mesías, el Salvador, quien traería redención a los justos y destruiría el poder del pecado. En la octava semana vi cómo la justicia florecía en la tierra y los justos heredaban el reino del Altísimo. En la novena semana vi el juicio de los pecadores y la eliminación de toda maldad. En la décima semana vi un nuevo cielo y una nueva tierra, donde los justos vivían en paz eterna y el
Señor de los Espíritus reinaba sobre toda la creación. Estas semanas son un testimonio de la justicia del Altísimo y de su plan para la humanidad. Sabed que todo lo que ha sido prometido se cumplirá. clamaban en desesperación: "¿Por qué no escuchamos las palabras de advertencia? ¿Por qué seguimos nuestros propios caminos? Ahora estamos en oscuridad y no hay esperanza para nosotros. Hermanos míos, escribo estas palabras para que vosotros y las generaciones futuras sepáis que el Señor de los Espíritus es justo y verdadero. Caminad en sus caminos y hallaréis paz en el reino eterno; pero, si os
rebeláis, el Abismo será vuestro. Sabed que el juicio del Altísimo es inminente: los justos brillarán como las estrellas y los pecadores serán borrados de la creación. Que estas palabras os sirvan como advertencia y esperanza, porque el Señor de los Espíritus gobierna sobre toda la creación y su reino no tendrá fin. Sexta parte: los últimos capítulos, revelaciones finales y despedida de Enoc. Yo, Enoc, vi como mi hijo Matusalén se acercó a mí con gran preocupación y me dijo: "Padre, ha nacido un hijo a mi hijo Lamec, pero este niño no es como los demás. Su carne
es blanca como la nieve y roja como la flor de una rosa; su cabello es blanco como la lana y sus ojos brillan como los rayos del sol. Cuando abre los ojos, ilumina toda la casa como la luz del día. Padre, este niño no parece humano; parece descendiente de los ángeles del cielo. ¿Qué significa esto? ¿Qué debo hacer?" Cuando escuché estas palabras, mi corazón se estremeció porque entendí que el nacimiento de este niño era una señal de lo que estaba por venir. Entonces fui en oración al Señor de los Espíritus y le pedí que me
revelara el significado de este suceso. El Señor me respondió y dijo: "Este niño, Noé, será el hombre justo que salvará a la humanidad del juicio venidero. He decidido enviar un gran diluvio sobre la tierra para purificarla de toda corrupción, pero a través de Noé y su descendencia, la tierra será restaurada. Él será preservado junto con los justos que estén con él, mientras que los impíos serán destruidos." Cuando recibí esta respuesta, regresé a Matusalén y le dije: “Este niño es especial, porque el Señor de los Espíritus lo ha elegido para una gran misión. Cuidad de él,
porque él será el Salvador de las generaciones futuras.” En mis visiones finales, vi el destino de los pecadores y mi corazón se llenó de tristeza. Vi como los impíos eran llevados a un lugar de oscuridad eterna donde el fuego ardía sin cesar. Allí no había descanso ni consuelo, solo lamento y desesperación. Ellos clamaban diciendo: "¿Por qué no escuchamos las palabras de advertencia? ¿Por qué seguimos nuestros propios deseos y desobedecimos al Altísimo?" El Señor de los Espíritus me dijo: “Enoc, escribe estas cosas para las generaciones futuras, para que los hombres sepan que no hay esperanza para
los que se rebelan contra mí. Sus riquezas no los salvarán y su poder no los librará del juicio. Ellos serán olvidados y su memoria será borrada de la creación." Vi también como los ángeles caídos, junto con sus hijos, los nefilim, eran juzgados y condenados al Abismo. Ellos fueron atados y arrojados al fuego eterno, donde permanecerán por toda la eternidad. Así será el destino de todos los que desobedecen al Señor de los Espíritus. Que estas palabras sean un recordatorio para que los hombres caminen en justicia y eviten el camino de los pecadores. En contraste, vi el
destino de los justos y mi corazón se llenó de alegría. Vi como eran llevados a un lugar de luz y paz, donde habitaban en la presencia del Señor de los Espíritus. Allí no había más dolor ni sufrimiento, solo gozo eterno. Los justos brillaban como las estrellas del cielo y su luz iluminaba toda la creación. El Altísimo caminaba entre ellos y su gloria llenaba todo el lugar. Ellos recibieron su herencia eterna y vivieron en perfecta comunión con Dios. El Señor me dijo: "Enoc, escribe estas bendiciones para los justos, para que sepan que su fe no será
en vano. Aunque sufran en este mundo, su recompensa será grande en el reino eterno. Yo soy su refugio y fortaleza, y no los abandonaré." Después de recibir todas estas visiones, supe que mi tiempo en la tierra estaba llegando a su fin. Llamé a mis hijos y les dije: "Hijos míos, estas son las palabras que el Señor de los Espíritus me ha confiado. Guardadlas en vuestros corazones y enseñadlas a vuestras generaciones. Caminad en justicia y verdad y evitad los caminos de los pecadores, para que encontréis paz en el Reino del Altísimo." Entonces, el Señor de los
Espíritus me llamó y fui llevado al cielo por los ángeles. Vi como la tierra se alejaba de mí y fui llevado al lugar donde el Altísimo habita en gloria eterna. Allí me fue dado un lugar entre los justos y mi espíritu descansó en paz. Estas son las palabras de Enoc, escritas para las generaciones futuras. Que los hombres sepan que el Señor de los Espíritus es justo y verdadero; sus juicios son eternos y nadie escapará de su justicia. Caminad en sus caminos y hallaréis vida eterna, pero si os rebeláis, pereceréis, porque fui llevado al cielo para
ser testigo de los misterios del Altísimo. Sus palabras son un testimonio para toda la humanidad, una advertencia para los pecadores y una esperanza para los justos. Que todos los hombres escuchen y guarden estas palabras, porque el juicio del Señor de los Espíritus es justo y verdadero. El libro de Enoc es considerado un texto apócrifo, lo que significa que no está incluido en el canon oficial de las Escrituras de la mayoría de las tradiciones religiosas, como la Biblia cristiana. La palabra "apócrifo" proviene del griego y significa "oculto" o "secreto". Esto no implica necesariamente que el contenido
del libro sea falso o carezca de valor, sino que su autenticidad y autoridad como escritura sagrada han sido objeto de debate. A pesar de esto, el libro de Enoc ha influido profundamente en la literatura religiosa y en... La comprensión de temas como los ángeles caídos, el juicio final y el destino de los justos y los impíos se le considera una obra fascinante y misteriosa que ofrece una visión única del pensamiento espiritual y teológico de su época. Gracias por llegar hasta el final de este viaje a través del fascinante libro de Enoc. Si te gustó este
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