¿Se imaginan que Panamá y Colombia  fueran hoy un mismo país?  Rubén Blades sería compatriota de Carlos  Vives, probablemente sería potencia en béisbol y su economía tal vez una de las  más grandes de la región gracias al canal, el turismo y la exportación de  petróleo, carbón y café o banano.  Entonces, ¿por qué no son el mismo país?  
Bueno, porque en 1903 Panamá se separó de Colombia en un acontecimiento  que, visto desde hoy, parecía inevitable.  Para entender la separación entre Panamá  y Colombia, y el papel que jugó en ella Estados Unidos, hay que hablar, por supuesto,  del canal transoceánico que atraviesa el itsmo.  Pero además del canal, una serie de sucesos  confluyeron en el tiempo y terminaron de definir lo que desde un principio había sido  una compleja relación en Colombia y Panamá. 
Ese contexto histórico de la separación es  lo que les vamos a contar en este video.  El primer punto tiene que ver con que  Colombia fue siempre un país fragmentado.  Tras la independencia de España  se creó la Gran Colombia, un país que incluía parte de lo que  hoy es Ecuador, Venezuela, Panamá y, por supuesto, Colombia. 
La Gran Colombia  se disolvió en 1830 y Venezuela y Ecuador se separaron de lo que desde entonces se  llamó la Nueva Granada y, luego, Colombia.  Pero entre 1850 y 1880  Colombia fue un país federal, que garantizaba la libertad de culto  y basaba su organización política y administrativa en la inmensa diversidad  cultural y económica de su territorio.  Sin embargo, en los 80 llegó al poder un partido  conservador que veía las cosas de una manera distinta: un Estado centralizado, un vínculo  estrecho con la Iglesia Católica y una defensa férrea al legado de los colonizadores españoles. 
La llamada Regeneración promulgó en 1886 una Constitución que entre otras cosas debilitó el  poder de los nueve Estados Soberanos, que pasaron a ser entidades político-administrativas  dependientes del gobierno de Bogotá.  Y una de ellas era, como ya se  deben imaginar, el itsmo de Panamá.  La llamada Guerra de los Mil Días, entonces,  fue el resultado de la reacción de conservadores moderados y liberales que estaban en  contra de lo que para ellos era un gobierno central cada vez más autoritario. 
Al final los conservadores ganaron la guerra en 1902 y se inició lo que hoy se  conoce como la hegemonía conservadora.  Sin embargo, el saldo de la guerra fue  enorme: murió un 3% de la población, la infraestructura y la  industria quedaron destruidas, se dispararon la inflación y la deuda externa  y miles de personas dejaron las ciudades.  Pero además quedó claro que la unidad  de un país centralizado por una élite bogotana era tremendamente frágil. 
Cualquier intento de separación de cualquiera de las regiones, entonces,  tenía altas probabilidades de éxito.  Y eso nos lleva a hablar de los movimientos separatistas de Panamá, un tema  que genera una fuerte polémica entre los historiadores panameños.  Porque, para unos, los separatistas fueron irrelevantes comparado a la injerencia  de Estados Unidos en este proceso (de la cual ya vamos a hablar), mientras que  otros sí veían la independencia como un proceso heroico de próceres panameños. 
Algunos estiman que durante el siglo XIX Panamá intentó separarse de Colombia al menos  17 veces.  Otros hablan de apenas tres intentos.  Pero lo que sí es difícil de cuestionar  es que la relación de Panamá con el gobierno central de Bogotá siempre fue  compleja, incluso desde la independencia de los países a principio de siglo XIX. 
Aun si se acepta la teoría de que los movimientos separatistas de Panamá nunca fueron realmente  sustanciales, los historiadores no discuten que en Panamá había inconformidad con Bogotá así  como también lo había en ciudades como Cartagena o Cúcuta por razones comerciales y tributarias.  Y quizá, más relevante que los separatistas, es que la Nueva Granada tenía muy poco control sobre  su territorio y la unidad del país era débil.  Más aun cuando una de esas regiones estaba  separada del centro por un inmenso e intransitable complejo selvático  llamado el Tapón del Darién. 
Ahora sí vamos al tema del canal,  que es clave en la separación.  Incluso desde la Colonia existieron proyectos para cruzar del Océano Atlántico  al Pacífico por Centroamérica.  A finales del siglo XIX ya existían  ferrocarriles, pero en ese momento la revolución industrial estaba en auge y las  grandes potencias capitalistas, Reino Unido, Francia y Estados Unidos, empezaron a  presionar para conectar los océanos. 
El canal se convirtió en un símbolo de la  cerrera por dominar el mercado mundial.  En 1880 Bogotá concesionó el proyecto al francés que venía de construir el Canal del Suez en Egipto, el  ingeniero Fernando de Lesseps.  Sin embargo, el proyecto francés fracasó. 
Las enfermedades de los trabajadores  (muchos de ellos esclavos africanos), la humedad del territorio y las constantes  lluvias llevaron el proyecto a la quiebra.  Pero la urgencia de las potencias  de conectar los mares se mantenía.  Y es ahí cuando una potencia emergente puso todo  su esfuerzo político y económico para hacerlo. 
Sí, por supuesto, hablo de Estados Unidos,  un país que venía de quedarse con el control de las Islas de Puerto Rico y Cuba y  estaba en plena expansión en el Caribe.  Estados Unidos propuso pagar 40 millones de  dólares a la compañía francesa y a el Estado colombiano para quedarse con la concesión del  canal y eso se materializó en la firma del tratado Herrán-Hay entre Colombia y EEUU, en el que se  establecían las pautas de la concesión y el pago.  Sin embargo, el congreso colombiano rechazó el tratado con el argumento de que  violaba la soberanía del país. 
Como respuesta, los panameños hicieron  caso omiso al rechazo del acuerdo y, en alianza con EEUU –que dijo que  intervendría si había represalia militar de Colombia–declararon su independencia.  11 años después, en 1914, Colombia pactó con EE. UU. 
el reconocimiento de Panamá y resolvieron  los litigios territoriales y fronterizos.  Esto a cambio de una indemnización por  25 millones de dólares, que, a precio de hoy, y teniendo en cuenta la inflación,  puede equivaler a 800 millones de dólares.  El rol de Estados Unidos es fuente de  innumerables debates entre historiadores panameños porque entre más relevancia le das  menos heroica parece la independencia del istmo. 
La versión que se suele encontrar en los libros  escolares de Panamá minimiza la participación estadounidense y enaltece la actuación  del movimiento clandestino separatista organizado por personajes hoy considerados  próceres, como el político José Agustín Arango o el médico Manuel Amador Guerrero.  Existe una idea digamos intermedia de que los intereses de ellos  coincidieron con los de Washington.  Lo que no parece sujeto a debate es que  desde entonces tanto Panamá como Colombia se convirtieron en los principales  aliados de Washington en la región. 
Y que el Canal de Panamá, un punto neurálgico  del comercio internacional por donde pasa el 6% de la carga mundial y genera un promedio  de 3 mil millones de dólares al año, quedó en manos de Estados Unidos hasta 1999.  Y el poder económico, militar y político de Estados Unidos no hizo sino  crecer desde ese momento.  Por eso, los intereses de Washington en una de las regiones más estratégica del mundo  tarde o temprano se iban a imponer.