Cosas Extrañas Comienzan a Suceder Cuando Examinas la Conciencia

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El Consejero
¿Te has preguntado alguna vez qué hay detrás de la realidad que percibimos? En este video exploramos...
Video Transcript:
¿Qué es la realidad cuando nadie la está observando? ¿Quiénes somos detrás de los pensamientos que pensamos todo el día? Y si la conciencia no fuera algo que tenemos, sino algo que somos y que también lo es todo el universo.
La conciencia es un campo vasto y el ego es solo una pequeña isla dentro de él", escribió Carl Jung. Por su parte, Alan Watz nos provocaba con otra idea inquietante. Tú no vienes al mundo, eres una manifestación de él.
Y entonces aparece la incomodidad. ¿Será que eso que llamo mi mente en realidad no me pertenece? Todos nosotros en algún momento hemos experimentado una especie de ruptura con lo cotidiano.
Esa sensación breve pero intensa de que hay algo más ocurriendo detrás del velo de la rutina. Tal vez caminando por la calle, sentados en silencio en una banca del parque o perdidos en un video como este. De repente, el mundo parece alejarse ligeramente de la normalidad, como si estuviéramos presenciando un espectáculo donde cada persona es la protagonista de su propio escenario y nadie, absolutamente nadie, está viendo la misma obra que nosotros.
Ese fenómeno descrito como sound es la toma de conciencia repentina de que cada persona, cada rostro entre la multitud está viviendo una vida tan compleja, intensa y única como la nuestra. Como escribió David Foster Wallas, todos son infinitamente complejos por dentro, pero casi nadie actúa como si eso fuera cierto. Cuando esta idea nos golpea, ocurre una desconstrucción silenciosa de uno de los pilares más profundos de la ilusión humana.
la creencia de que existe un centro, una narrativa principal y que nosotros formamos parte de ella. Pero, ¿qué sucede cuando dejamos de observar solo el mundo y comenzamos a observar al observador? Cuando dirigimos la mirada hacia el interior de la conciencia e investigamos lo que está detrás de la experiencia, las respuestas o mejor dicho las preguntas que emergen desconcertado a filósofos, físicos y pensadores durante siglos.
La realidad se vuelve más extraña cuanto más de cerca la observamos. Y tal vez, como diría Werner Heisenberg, lo que observamos no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de interrogación. Este video es una invitación.
Y si comenzaras a investigar no solo qué es la realidad, sino qué es lo que la está observando, prepárate. A partir de ahora, las cosas extrañas comienzan a suceder. Imagínate sentado en el metro observando los rostros a tu alrededor.
Cada uno de esos rostros pertenece a alguien que lleva un mundo entero dentro de sí. Vidas secretas, memorias que nadie más ha visto, esperanzas que jamás se han dicho en voz alta. Cada individuo es una galaxia de significados orbitando por las calles de la ciudad.
La mente humana en ese instante se ve frente a un espejo hecho añicos, donde cada fragmento refleja una existencia autónoma. El término para este tipo de revelación es sound, una palabra extraña para un sentimiento aún más extraño. El despertar repentino de que todos los demás también están viviendo una vida tan vívida, densa y real como la tuya.
Esa percepción puede ser desconcertante. Derrumba la fantasía central del ego, la idea de que somos el protagonista de una historia lineal. No lo somos.
Nadie lo es. No existe una narrativa única, sino miles de millones de ellas. entrelazándose, chocando y alejándose constantemente.
El filósofo Thomas Naggel llamó a esta capacidad de salir de uno mismo la visión desde ningún lugar, el punto en el que logramos, aunque sea por un instante, liberarnos de la lente egocéntrica e imaginar la vastedad de las subjetividades ajenas. Pero, ¿por qué esto nos sacude tanto? Porque la conciencia es quizás lo único que nos resulta absolutamente familiar y al mismo tiempo absolutamente misterioso.
¿Cómo es posible que estemos dentro de algo que nunca hemos podido ver desde afuera? Somos el ojo que nunca puede verse a sí mismo. Y cuando comenzamos a cuestionar la conciencia, qué es, de dónde viene, si es única o compartida, cosas extrañas de verdad comienzan a suceder, no en el mundo exterior, sino en la estructura interna de nuestra percepción de la realidad.
Verse como uno más entre miles de millones no es minimizarse, es en realidad engrandecer el misterio. Es comprender que al mismo tiempo que somos irrepetibles, también somos interdependientes. La conciencia es como un teatro en el que cada espectador está en escena, iluminado por su propia luz, pero los reflectores se cruzan, se tocan, brillan sobre los mismos objetos.
El autorita localino escribió que cada persona es una ciudad invisible que nunca será completamente mapeada. Y al reconocer eso, despertamos algo más profundo que la empatía. Despertamos la humildad cósmica.
Y entonces llega la pregunta inevitable. Si todas esas realidades están ocurriendo al mismo tiempo, sin que ninguna pueda ser completamente accesible para otra, ¿qué nos dice eso sobre la propia realidad? ¿Es una suma de esas conciencias?
¿Un promedio? o algo aún más enigmático, algo que existe entre las mentes. El físico y pensador Carlos Robeli afirma que el mundo no está hecho de cosas, sino de acontecimientos.
Y la conciencia parece ser el escenario donde esos acontecimientos se vuelven posibles. Un lugar donde la materia bruta de la existencia se transforma en significado, en narrativa, en emoción. Empezamos este video con una sensación de separación, de extrañeza, pero quizá lo que hace que todo esto sea aún más extraño es darnos cuenta de que todos estamos conectados por ese mismo hilo invisible, la capacidad de percibir, de sentir, de imaginar.
La conciencia, ese fenómeno que no logramos explicar, pero sin el cual no podemos vivir, es lo que nos une, incluso cuando todo parece separarnos. ¿Alguna vez te has detenido a pensar en aquello que crees que es real? Eso que puedes tocar, medir, predecir, la solidez del mundo, la continuidad del tiempo, la lógica de los acontecimientos.
Ahora imagina todo eso fragmentándose como un espejo bajo presión. Bienvenido a la física cuántica, donde lo realte en una cuestión de perspectiva y el mundo solo parece existir cuando lo estás observando. La idea suena absurda, pero tiene fundamentos.
A principios del siglo XX, experimentos empezaron a revelar algo profundamente desconcertante. Las partículas subatómicas, como los electrones y los fotones, no tienen una posición definida hasta que son medidas. En el icónico experimento de la doble rendija, por ejemplo, las partículas se comportan como ondas cuando no son observadas, interfiriendo entre sí como si fueran posibilidades flotando en el vacío.
Pero en el instante en que se les observa, colapsan en partículas con trayectorias definidas. El simple acto de mirar cambia el comportamiento del mundo. Como diría el físico John Archibald Wier, ningún fenómeno es un fenómeno hasta que es un fenómeno observado.
Esa constatación dio origen a dos grandes campos de interpretación. Por un lado, los realistas como Albert Einstein defendían que el universo existe de manera independiente, objetiva, con propiedades fijas, sean observadas o no. Por otro lado, los antirrealistas como Nils Bore afirmaban que esas propiedades solo existen cuando son medidas, es decir, que la realidad no es algo que ya está ahí, sino algo que ocurre en el acto de la observación.
Einstein, incómodo, llegó a preguntar irónicamente, "¿De verdad creen que la luna no está ahí cuando nadie la está mirando? " Pero los datos, tercos como son, seguían contradiciendo su instinto. Y quizás lo más impactante llegó con el fenómeno del entrelazamiento cuántico.
En 1972, el físico John Klauser realizó un experimento que provó que partículas que alguna vez interactuaron continuaban influyéndose mutuamente, incluso cuando estaban separadas por distancias enormes. Era como si al medir una la otra decidiera instantáneamente su estado sin que hubiera tiempo físico para que la información viajara entre ellas. Esto violaba un principio básico de la física clásica, la localidad, la idea de que las cosas solo pueden ser influenciadas por lo que está cerca.
Décadas después, Klauser junto con Alen Aspect y Anton Sailinger recibiría el premio Nobel por demostrar aquello que Einstein tanto temía. El universo no es localmente real, es decir, las propiedades de las cosas no son fijas ni independientes y pueden influenciarse a distancia de forma instantánea. La realidad parece literalmente construirse a medida que la observamos.
El impacto de esta revelación va más allá de la física, sacude nuestra percepción filosófica del mundo. Si observar cambia lo observado, ¿qué decir entonces del papel de la conciencia en todo esto? Somos solo receptores pasivos de un mundo ya hecho o somos cocreadores del propio tejido de la realidad.
Es aquí donde la física y la metafísica se encuentran. Cuando el observador se vuelve parte inseparable del sistema observado, toda la idea de objetividad empieza a desmoronarse. El filósofo y físico David Bom sugería que el universo no está hecho de cosas, sino de relaciones, una danza constante de información, donde el observador es solo otra partícula dentro del gran flujo.
El mundo cuántico nos muestra un universo inestable, en constante formación, donde las posibilidades coexisten hasta que se toma una decisión. Pero, ¿decisión de quién? ¿Y qué significa realmente esa elección?
Cuando nos enfrentamos a lo extraño de la realidad en su esencia, nos vemos obligados a abandonar certezas y quizás sea ahí donde comienza la verdadera investigación de la conciencia, no como algo aislado dentro de nuestras cabezas, sino como una gente que participa en el propio despliegue del cosmos. Hasta ahora hemos visto que el mundo no es tan sólido como aparenta, que la realidad a nivel microscópico se transforma conforme es observada. Pero esto nos lleva a una pregunta aún más desconcertante.
¿Qué es exactamente observar? ¿Qué significa medir? ¿Y por qué eso tendría el poder de definir la propia existencia de las cosas?
En un intento por comprender el papel de la observación en la realidad, el físico John Archival Willer propuso una idea audaz. El universo es participativo, no solo existe, responde para Willer, la realidad estaría formada por unidades fundamentales de información. No materia, no energía, sino información.
Cada vez que se formula una pregunta, cada vez que se elige cómo medir, observar o interactuar con el mundo, esa información queda registrada. Y esto no es solo una metáfora, es la estructura misma de la existencia. Esta visión es conocida como el principio del observador participante.
Su esencia es simple y al mismo tiempo profunda. No estamos fuera del universo analizándolo como si fuéramos científicos frente a un experimento aislado. Estamos dentro de él y cada acto de conciencia, cada mirada, cada intención ayuda a construir eso que llamamos realidad.
La base de esta teoría radica en la noción de que la realidad se organiza como una red de respuestas a preguntas binarias. ¿Sí o no, presencia o ausencia, elección A o elección B? Y lo más fascinante, experimentos basados en la hipótesis de Willer demostraron que la elección sobre cómo observar algo puede influir en cómo se comportó en el pasado.
Así es. La decisión presente influye en eventos que parecían ya haber ocurrido. Pero no se trata de viajes en el tiempo, se trata de algo aún más fundamental.
La realidad no está definida hasta que ocurre una interacción. El mundo, por lo tanto, no sería una estructura terminada esperando ser descubierta. Sería una red viva de posibilidades que se organiza conforme interactuamos con ella.
Esta concepción nos invita a una nueva comprensión del papel de la conciencia. No es un subproducto pasivo del universo físico, es quizás una parte fundamental del mecanismo. Si esto es verdad, somos más que observadores, somos agentes creadores, cocreadores del tejido de la realidad.
Pero esto también conlleva una responsabilidad inmensa, porque si la realidad responde a la forma en que nos relacionamos con ella, entonces nuestra visión del mundo, nuestras intenciones, nuestra manera de estar en el mundo afectan más que solo nuestra experiencia individual, afectan al propio mundo. El filósofo y neurocientífico Thomas Metzinger sostiene que la conciencia humana crea un túnel de realidad, un modelo interno que creemos que es el mundo real. Pero ese modelo está filtrado, editado, es subjetivo.
El universo en sí podría ser algo radicalmente diferente de lo que logramos percibir. Y aún así, interactuamos con él de forma profunda, como si nuestras decisiones tuvieran el poder de moldearlo. Somos como navegantes que al trazar el mapa dibujan también el territorio mismo.
Así, la idea de un universo participativo no es solo una especulación científica, también es una provocación filosófica. nos invita a vivir con más presencia, más conciencia, más responsabilidad, porque en algún nivel cada uno de nuestros actos participa en el tejido invisible que mantiene unido al mundo. Y si hemos estado viendo el fenómeno de la conciencia de forma equivocada desde el principio.
Y sí, en lugar de preguntar cómo produce la materia la conciencia, deberíamos preguntar cómo se manifiesta la conciencia a través de la materia. Este cambio radical de perspectiva es el punto de partida de una de las teorías más controvertidas e intrigantes de la filosofía de la mente, el pansiquismo. Esta teoría sugiere que la conciencia no es algo que surge únicamente en cerebros altamente complejos como el humano, sino una propiedad fundamental del universo, tan básica como la masa o la gravedad.
En otras palabras, todo en algún nivel tiene conciencia. No una conciencia humana, no pensamientos elaborados, sino un principio subjetivo, una chispa de experiencia. Esto puede sonar a misticismo, pero no es una idea nueva.
Filósofos como Baruch Espinoza en el siglo X ya argumentaban que la mente y la materia son dos aspectos de una misma sustancia y más recientemente pensadores como Gallen Strauson y Philip Goof han defendido que no tiene sentido intentar explicar cómo la materia sin mente podría generar mente a menos que la propia materia ya posea en alguna medida una cualidad mental. La lógica es provocadora. Si todo lo que somos está hecho de partículas y esas partículas son las mismas que componen el universo, ¿por qué la conciencia surgiría únicamente cuando esas partículas se organizan de una forma muy específica?
¿Será que hay algo consciente en cada partícula y lo que llamamos conciencia humana es solo una forma altamente compleja de esa cualidad universal? Esta hipótesis incluso podría ayudar a explicar los enigmas de la física cuántica. Como se ha observado, el simple acto de observar cambia el comportamiento de las partículas, pero si existe algún tipo de presencia u observación en todo, entonces tal vez nunca haya existido un momento sin un observador.
Tal vez todo el universo sea un gran campo consciente interactuando consigo mismo cerebro cósmico procesando su propia existencia. Esta idea se conecta directamente con el pensamiento de Carl Jung cuando afirmaba que la psique y la materia son dos aspectos de una misma realidad, o más recientemente con Rupert Sheldrake y su teoría de los campos mórficos, que sugiere que existe un tipo de memoria colectiva que trasciende lo individual. Son intentos audaces de reintegrar al ser humano en la totalidad del cosmos, no como un invasor externo tratando de descifrar los secretos de la naturaleza.
sino como parte integral de un organismo vivo y sensible. Por supuesto que esto nos saca de la zona de confort, porque si la conciencia está en todo, entonces todo lo que existe participa de algún modo en la historia del universo. Ya no hay más cosas inertes, sino solo expresiones diferentes de un mismo principio.
Eso cambia la forma en que miramos un árbol, una piedra, el viento. Cambia la forma en que nos vemos dentro del mundo, no como amos de la naturaleza. sino como partes de ella, no como observadores externos, sino como participantes internos de un sistema vasto, misterioso y vivo.
La duda, por supuesto, permanece. ¿Cómo probar esto? La verdad es que tal vez no podamos, al menos no con las herramientas actuales, pero como dijo el poeta Reiner María Rilque, vivimos ahora las preguntas.
Tal vez algún día lejano entremos en las respuestas. Y quizá lo más importante no sea encontrar una respuesta final, sino seguir investigando con humildad, valentía y curiosidad. Porque si de verdad hay una mente detrás del cosmos o si el cosmos es la mente, cada pensamiento que tenemos podría ser un susurro del propio universo intentando entenderse a sí mismo.
Si llegaste hasta aquí, quiero compartir algo contigo. Hace algunos años, en un momento silencioso y común, sentado solo en una cafetería al final de la tarde, fui invadido por una sensación extraña. Mientras observaba a las personas pasar del otro lado de la ventana, me di cuenta de que cada una de ellas tenía una historia, sueños, dolores, pensamientos completamente inaccesibles para mí.
Y aún así, todas estaban aquí, ahora, viviendo sus vidas en paralelo a la mía. Fue un instante de asombro, aunque en ese entonces no sabía cómo nombrarlo. Esa sensación cambió mi forma de ver el mundo.
Me hizo preguntarme qué más estamos dejando de ver o de sentir. Por eso hago estos videos, porque creo que la filosofía no es solo un ejercicio intelectual, es una manera de estar más vivos, más atentos, más presentes. Y si tú sientes lo mismo, quiero que sepas que este espacio también es tuyo.
Gracias por acompañarme en este viaje. Ahora quiero ofrecerte algo que no es para cualquiera, pero si es para ti, que llegaste hasta aquí buscando respuestas más profundas sobre quién eres y hacia dónde va tu vida. Creé algo que va más allá de un libro.
Construí un mapa para el alma, un manual que une ciencia, filosofía y pensamiento crítico para ayudarte a romper patrones mentales, cuestionar tu identidad y reconstruirte desde la raíz. Esto no es un ebook de frases bonitas, es una guía para quienes ya no soportan vivir en modo automático. Si sientes que algo dentro de ti está pidiendo un cambio, evolución, claridad, entonces este es tu momento.
Haz clic en el comentario fijado y accede ahora al manual de la autotransformación. No lo leas por curiosidad, léelo porque tu vida depende de ello. Y si decides iniciar este camino, no serás el mismo al final del trayecto.
Ahora bien, si todavía no diste like, no comentaste o no te suscribiste, solo puedo suponer dos cosas. O ya alcanzaste el nirvana y estás más allá de las vanidades digitales. O eres un observador cuántico esperando el momento exacto para colapsar la realidad del botón de suscribirse.
Así que adelante, haz click, comenta y comparte esto con alguien que como tú a veces siente que el universo le está susurrando cosas extrañas. Te prometo que en el próximo video vamos a profundizar aún más en este velo de lo real. Y ahora están apareciendo dos videos en tu pantalla.
Uno de ellos revela lo que quizás sea el secreto más ignorado de la mente humana. El otro puede cambiar por completo la forma en que entiendes el tiempo, pero solo haciendo clic lo descubrirás. Nos vemos ahí.
Yeah.
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