Jacobo Greenberg nos dejó una enseñanza fascinante: la realidad que experimentamos no es fija, sino una creación de nuestra mente. Nuestras creencias y pensamientos actúan como un campo que moldea lo que vivimos. Pero realmente, ¿cómo podemos transformar ese campo?
Hoy queremos traerte un video distinto, un video que te ayude a dejar de ver todo esto como conceptos abstractos y puedas comenzar a aplicarlo. Para lograrlo, hablaremos sobre cómo tu percepción de ti mismo y de tus capacidades puede abrirte o cerrarte las puertas del universo. Comienzo con dos preguntas: ¿crees en ti mismo?
¿Conoces el poder de creer en ti mismo? No tomes esto como una idea superficial o una motivación pasajera, sino como una fuerza viva que puede transformar el terreno mismo de tu existencia. En el silencio de nuestra mente, donde habitan tanto nuestras esperanzas como nuestros miedos, yace un poder inmenso.
Este poder no depende de la suerte ni de las circunstancias externas; está dentro de nosotros, esperando ser despertado. Imagina tu mente como un campo vasto y fértil. En este terreno puedes sembrar cualquier semilla: sueños, metas, deseos.
Pero lo que determina si esas semillas germinan no es únicamente el acto de plantarlas, sino la calidad del suelo que las acoge: la creencia. Ese acto profundo de confiar en tus capacidades es lo que convierte ese terreno en un espacio donde la vida florece. Sin esa fe en ti mismo, las semillas quedan atrapadas en la superficie, incapaces de echar raíces.
Creer en ti no es un lujo, sino una necesidad. Es el punto de partida hacia cualquier cosa que desees lograr. Cuando confías plenamente en tu capacidad para crecer, crear y avanzar, activas un poder interno que, como un río subterráneo, comienza a fluir hacia cada rincón de tu vida.
La creencia es el motor de nuestra existencia; es la chispa que enciende todo. Sin ella, nuestras acciones pierden sentido y nuestros sueños se desvanecen antes de comenzar. Pero cuando crees, cuando de verdad crees, algo más sucede: es como si las piezas del universo empezaran a moverse a tu favor, atrayendo las oportunidades, las personas y los recursos que necesitas para avanzar.
Piensa en Thomas Edison, aquel hombre que revolucionó el mundo con su luz. Edison no solo tuvo una idea brillante; tuvo una fe inquebrantable en que su sueño era posible. Fracasó miles de veces, pero nunca dejó de creer.
Él mismo lo dijo: "No he fallado, simplemente he encontrado 10,000 formas que no funcionan". Esa creencia sólida, unida a una determinación férrea, transformó lo imposible en una realidad. Ahora, detente un momento y reflexiona: ¿qué podrías lograr si tuvieras esa misma fe en ti mismo?
Si cada vez que un obstáculo aparece en tu camino eligieras verlo como una oportunidad para ajustar tu rumbo en lugar de como una señal para detenerte. Cuando crees en ti mismo, algo poderoso ocurre: comienzas a actuar con una seguridad que incluso seduce a quienes te rodean. Tu energía cambia y el mundo responde a esa nueva vibración.
Esa creencia sólida también es un ancla en medio de la tormenta. Cuando las dudas te asaltan, cuando los días parecen grises y las respuestas no llegan, tu fe en ti mismo puede convertirse en ese faro que te guía de regreso a la orilla. Porque, aunque todo comience en tu mente, es tu creencia la que te impulsa a tomar los pasos necesarios para convertir tus sueños en realidad.
Es tu creencia la que te mantiene en un estado de vibración elevada, aun cuando el mundo a tu alrededor se cae en pedazos. Si la creencia es el motor, el pensamiento positivo es el combustible que lo mantiene en marcha. Es fácil caer en la trampa de la negatividad, especialmente cuando enfrentamos desafíos, pero el pensamiento positivo no es negar la realidad ni evitar los problemas.
Es elegir conscientemente la perspectiva que nos permita avanzar, es mirar al desafío de frente y preguntarte: ¿qué puedo aprender de esto? ¿Cómo puedo transformarlo en algo que me fortalezca? Tu mente es como una brújula; cada pensamiento que tienes apunta hacia un destino.
Cuando alimentas tu mente con pensamientos positivos, es como si calibraras esa brújula hacia el norte, guiando con claridad hacia lo que realmente deseas. Pero si permites que los pensamientos negativos se apoderen de ti, tu brújula comienza a girar sin rumbo, dejándote atrapado en un ciclo de confusión y estancamiento. El pensamiento positivo también actúa como un escudo en momentos de dificultad.
Protege tu energía, evitando que la negatividad te paralice. No se trata de fingir que todo está bien cuando no lo está, sino de encontrar dentro de ti la fortaleza para ver la luz, incluso en los momentos más oscuros. Ser espiritual no significa que nunca enfrentarás problemas; solo te da la capacidad de abordarlos desde otro estado de conciencia.
Las personas espirituales eligen conscientemente mantener una mentalidad positiva, no porque sea fácil, sino porque entienden que su energía es valiosa. El pensamiento negativo drena esa energía, mientras que el pensamiento positivo la expande, permitiéndote ver posibilidades donde otros solo ven límites. ¿Y cómo se cultiva esta mentalidad positiva?
A través de pequeños actos diarios. Cada vez que enfrentas un desafío, puedes elegir agradecer por la oportunidad de aprender algo nuevo. Cada vez que una duda aparece, puedes recordarte a ti mismo que estás aprendiendo, creciendo, avanzando.
Cada vez que te encuentres atrapado en la comparación, puedes reconectar con la verdad de que tu viaje es único y que tu verdadero objetivo es ser mejor que la persona que eras ayer. Es aquí donde la magia comienza a suceder. Cuando cambias tu enfoque, el mundo que te rodea también cambia.
La energía que compartes se convierte en la energía que atraes, y de repente, las oportunidades comienzan a aparecer, no porque el mundo sea diferente, sino porque tú lo ves con nuevos ojos. Alimenta tu mente con pensamientos que nutran tu espíritu y observa cómo todo en tu vida comienza. A alinearse, la transformación no ocurre de la noche a la mañana, pero con cada pensamiento positivo, con cada acto de fe en ti mismo, estás construyendo una vida que refleja lo mejor de ti.
Ponte fuerte, debes hacerlo porque el camino no será fácil. Hay momentos en los que las sombras parecen alargarse más que la luz. Estas sombras tienen un nombre: miedo, duda, inseguridad.
Son las barreras invisibles que construimos dentro de nuestra mente, a menudo sin darnos cuenta. Surgen como un eco de experiencias pasadas, de voces externas que alguna vez nos hicieron creer que no éramos suficientes. Y cuando estas sombras toman forma, bloquean nuestro camino y nos hacen dudar de nuestra propia capacidad.
El miedo y la duda no son nuestros enemigos, son pruebas; son la oportunidad para mirar dentro de nosotros mismos y preguntarnos qué tan profundamente creemos en lo que somos y en lo que deseamos. La duda aparece cuando nos enfrentamos a lo desconocido, cuando la comparación con otros nos roba la paz, o cuando los errores del pasado nos susurran al oído que no podemos lograrlo. Pero estas emociones, aunque incómodas, son también una invitación a crecer.
La clave no está en ignorar esas sombras, sino en aprender a caminar con ellas. Cuando la duda asoma, puedes reconocerla por lo que es: un pensamiento pasajero, no una verdad. Es como una nube oscura en el cielo; puede parecer densa e impenetrable, pero si te mantienes firme, tarde o temprano se disipa, dejando que el sol brille de nuevo.
Cada vez que te enfrentas a la duda o al miedo, tienes una oportunidad de elegir. Puedes permitir que esas sombras definan tu camino, o puedes optar por avanzar a pesar de ellas. Por eso, el pensamiento positivo es una herramienta poderosa, no como una negación de lo que sientes, sino como un recordatorio de lo que eres capaz de lograr.
Cada afirmación positiva que eliges alimentar actúa como una chispa que enciende tu confianza, un paso más hacia la claridad y el propósito. Cuando piensas en el propósito, ¿qué viene a tu mente? Un objetivo definido, un sueño que siempre has querido alcanzar.
El propósito es mucho más que una meta; es el norte que guía tu vida, es la brújula que, incluso en los días más inciertos, te devuelve al camino que te pertenece. Sin un propósito claro, es fácil perderse en la rutina, dejar que los días pasen sin dirección. Pero cuando descubres lo que realmente deseas, cada acción, por pequeña que sea, obra un sentido profundo.
Imagina tu vida como un barco navegando por un océano infinito. Sin un propósito, eres como un barco a la deriva, empujado por las corrientes y los vientos del exterior. Pero con un propósito claro, ese barco tiene un destino.
No importa cuán fuerte sople el viento, siempre hay una dirección hacia la que se mueve. Encontrar tu propósito no requiere una gran revelación; a menudo está escondido en las cosas que amas hacer, en lo que te hace sentir vivo, en los momentos en los que pierdes la noción del tiempo porque estás completamente presente. Cuando te tomas el tiempo para descubrir qué es lo que realmente quieres y alineas tus acciones con esa verdad, comienzas a vivir de una manera que resuena contigo.
El propósito te da enfoque, y el enfoque pone tu energía en movimiento. Al lograr este estado, sientes que eres uno con la vida, con todo lo que te rodea. Incluso sin haber logrado avances aún en el plano físico, comienzas a experimentar abundancia.
La abundancia es un concepto que muchos persiguen, pero pocos comprenden. No se trata solo de lo material, aunque eso también es parte de ella. La verdadera abundancia nace de un estado interno, de una conexión profunda contigo mismo y con la inteligencia universal que fluye a través de todo.
Es el resultado natural de vivir alineado con tu propósito, de creer en ti mismo y de actuar con autenticidad. Cuando confías en tu valor y te permites creer que mereces recibir, el universo responde. Responde porque, en realidad, al universo no le importa si mereces o no; solo le importa que creas que mereces.
Esta conexión con la abundancia comienza dentro de ti; se manifiesta cuando eliges actuar desde el amor propio en lugar del miedo, cuando reconoces que eres parte de esa conciencia universal que lo mueve todo, cuando comprendes que la abundancia te corresponde por derecho. Pero eso se logra creyendo en ti. Te invito a reflexionar: tómate un momento para cerrar los ojos y preguntarte: "¿Creo en mí?
". Solo eso. Porque, ¿cómo esperas lograr algo si ni tú mismo crees en ti?
Gracias por compartir este momento con nosotros. No hace falta mencionar la alegría que nos da contar con tu compañía. Recibe, como siempre, un fuerte abrazo en nombre de todo el equipo.
Te deseamos todo lo bueno que tu mente pueda imaginar. Nos vemos pronto. Mantente despierto.